Estambul-Ankara-Capadocia.
Hoy es día de viaje. Salimos temprano
por la mañana, cuando todavía no ha amanecido. Pasamos por debajo de un
acueducto y vamos por la carretera cercana al mar atravesando la ciudad que
despierta. Vemos la bonita portada del Palacio de Dolmabahçe, en la costa
europea del Bósforo, que fue centro administrativo del Imperio Otomano desde la
mitad del s. XIX hasta 1922. Los sultanes trasladaron su residencia a este
palacio porque el antiguo Topkapi carecía de los modernos lujos. Fue el primer
palacio de estilo europeo, neobarroco, con una gran colección de cristal de
Bohemia –araña y candelabros-. Aquí murió Mustafa Kemal Atatürk en 1938. Dejamos
Estambul mientras un amanecer de color malva se levanta en el horizonte.
Cruzamos el Bósforo por un magnífico
y elevado puente y recordamos de nuevo la Canción del Pirata de José de
Espronceda: “… Asia a un lado, al otro Europa, / y allá a su frente Estambul;
…”.
La costa se ve punteada de luces mientras algunos grandes barcos navegan
con lentitud. Va amaneciendo. El cielo está despejado por el viento y sigue
haciendo frío, pero conforme nos alejamos del mar y ascendemos a la meseta de
Anatolia, aumenta el frío, el cielo se cubre de densos nubarrones muy bajos,
como una espesa niebla, y poco más adelante empezamos a ver nieve al borde de
la carretera. Finalmente todo el paisaje está muy nevado y hay que disminuir la
velocidad. Paramos en un área de servicio totalmente nevada, con un gran
espesor fuera de la calzada. El invierno empuña el cetro sobre las
tierras montañosas, el mundo se ha cubierto con un manto de nieve que apaga
todos los ruidos y un viento helado azota la ladera de la montaña.
Seguimos este paisaje blanco, kilómetros de vacío
atormentado por el frío, con el oscuro color de los árboles medio cubiertos
destacando. Vamos deprisa pero no le ganamos la carrera al invierno y se
sabe
que un paisaje invernal de árboles cubiertos con mantos de nieve será
irreconocible a la primavera siguiente. Así llegamos a Ankara, la capital del
país. Paramos para comer en la zona vieja, al lado del castillo, en alto, desde
donde vemos toda la ciudad nevada, inmensa. El restaurante es muy bonito pero
está vacío. No sabemos qué pedir y nos arriesgamos con algunos platos, uno de
los cuales va a resultar demasiado fuerte y picante. En las cercanías compramos
algo de cerámica.
Seguimos viaje con el mismo frío, pero con el cielo
despejando paulatinamente, y volvemos a parar en en Tuz Gölü, “lago salado”, -una
gran extensión de agua de 80 x 50 km, unos 1.500 km2, de tan poca profundidad que en verano se
evapora el agua y queda la sal-, con las orillas llenas de nieve,
aunque menos
que antes. Sigue el viento pero, al menos, hay algo de sol, el brillo tímido
del sol de invierno que finalmente ha salido de detrás de las nubes. Ha sido la
última parada.
Llegamos a nuestro cálido
alojamiento en Nevsehir tras todo un día de viaje. Ya estamos en Capadocia -que
quizá signifique “tierra de bellos caballos”-, nuestro segundo objetivo tras
Estambul. Es una región histórica, donde floreció la civilización hitita, no
una demarcación política y tiene unos 50 km de diámetro. Su paisaje se describe
como “lunar”, lleno de cavernas naturales y artificiales, debido a las
características geológicas de la tierra, toba calcárea, erosionada en formas
caprichosas y excavada fácilmente para construir casas en lugar de erigir
edificios.
El paisaje es el resultado de la
acción de las fuerzas naturales a través del tiempo. La formación de
los Montes Tauro en Anatolia meridional, al mismo tiempo que la cadena alpina en Europa, cuando la Tierra era joven, provocó numerosos barrancos y depresiones en Anatolia central que fueron rellenadas por magma y otros elementos volcánicos, transformando la región en un altiplano. La acción de vientos, lluvias, ríos, etc., la erosión, esculpió los nuevos valles en los que hay lugares que sobresalen como el museo al aire libre de Göreme, Peribacalar vadisi (valle de las chimeneas de hada), etc. Su situación geográfica la hizo encrucijada de rutas comerciales y de invasiones, por lo que sus habitantes construyeron refugios subterráneos, ciudades en varios niveles completamente equipadas para miles de personas. Son famosas las de Kaymakli, Derinkuyu, Özkonak, Tatlarin, etc. Mañana empezaremos a ver todo esto.
los Montes Tauro en Anatolia meridional, al mismo tiempo que la cadena alpina en Europa, cuando la Tierra era joven, provocó numerosos barrancos y depresiones en Anatolia central que fueron rellenadas por magma y otros elementos volcánicos, transformando la región en un altiplano. La acción de vientos, lluvias, ríos, etc., la erosión, esculpió los nuevos valles en los que hay lugares que sobresalen como el museo al aire libre de Göreme, Peribacalar vadisi (valle de las chimeneas de hada), etc. Su situación geográfica la hizo encrucijada de rutas comerciales y de invasiones, por lo que sus habitantes construyeron refugios subterráneos, ciudades en varios niveles completamente equipadas para miles de personas. Son famosas las de Kaymakli, Derinkuyu, Özkonak, Tatlarin, etc. Mañana empezaremos a ver todo esto.
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