Capadocia-Konya-Antalya.
Hoy, día de viaje. Desde Estambul hasta Capadocia, pasando
por Ankara, fuimos al SE, pero hoy
vamos al SO, hacia nuestro último destino en
Turquía, Antalya. El día sigue nublado, plomizo, y sigue haciendo frío. La
primera parada es para ver un edificio que nos retrotrae hasta tiempos
antiguos, a los viajes de las caravanas, a la ruta de la seda, etc. Se trata de
un caravasar, el Aksaray – Sultanhani, cerca de Konya, que data de 1229 y es el
más grande del país.
Un caravasar es un refugio, un albergue, para las caravanas
comerciales o militares y está pensado para los viajeros y sus animales.
Estaban situados a unos 30 km uno de otro y fueron piezas clave en el
desarrollo de las rutas de comercio. Eran edificios rectangulares, con un solo
acceso -grande como para permitir el paso de animales cargados-, que era el
único elemento decorado. En el interior había un patio abierto, rodeado de
establos, nichos y cámaras, y, en ocasiones, había baños y tiendas. Éste, en
concreto,
sigue esas pautas: no tiene aberturas exteriores, lo rodea un muro
alto de buena sillería con una especie de contrafuertes y torreones en las
esquinas, tiene la portada exquisitamente labrada y se compone de dos
secciones, una abierta para el verano y una cubierta para el invierno. En el
patio hay una pequeña mezquita en el centro y, tras unas grandes arcadas, se
accede a las salas abovedadas, con grandes columnas y arcos y una cúpula
central. Es un edificio majestuoso.
La siguiente parada, naturalmente, es Konya, importante ciudad
fundada por los romanos en el s. II a.C., la más importante de Anatolia Central
después de Ankara, la capital y con un rico patrimonio
histórico, ejemplo de la
arquitectura primitiva turco-islámica. El día ha ido despejando algo y hace
menos frío, pero en el suelo todavía hay nieve. Pronto se ve el minarete de la
pequeña mezquita de Selimiye, del Sultán Selim II, ejemplo de estilo otomano,
s. XVI, que tiene una gran fuente central en el patio. Pero lo que más destaca
el la cúpula cilíndrica de azulejos verdes, sobre la tumba de Yalal ad-Din
Muhammad Rumi en el contiguo Museo de Mevlana, que significa “nuestro
señor”.
Este Museo es también un lugar sagrado y de peregrinación
para los musulmanes porque Rumi –que significa originario de la Anatolia
romana- es un santo. Fue un célebre poeta místico musulmán persa, del s. XIII,
que murió aquí, pero su importancia trasciende lo nacional y étnico y ha tenido
mucha influencia en los países vecinos porque la fe no se adapta a la
geografía.
Fue un maestro de la tradición sufí, el aspecto místico del islam, interesado
en las cuestiones del espíritu, la purificación del alma, la metafísica, etc. A
través de la poesía, Rumí hablaba de la evolución de la conciencia del hombre:
“Morí como mineral y fue una planta; / morí como planta y ascendí a animal; /
morí como animal y fui hombre. / ¿Por qué tener miedo a la muerte? / Una vez
más moriré como hombre / y ascenderé al mundo de los Ángeles. Señala que la
muerte no significa destrucción, por lo que usa el verbo “emigrar” en vez de
“morir”, para darle el sentido de abandonar el mundo, y no de dejar de existir.
Después de su muerte, sus seguidores fundaron la orden sufí
Mevleví, aunque son más conocidos como los “Derviches Giróvagos”, ya que
realizan una meditación en movimiento llamada “semá”, símbolo del baile de los
planetas, en la que los hombres
giran
sobre sí mismos acompañados por flautas y tambores hasta alcanzar el éxtasis. Además
de la tumba, realmente un cenotafio, pueden verse vitrinas con objetos
personales, instrumentos personales derviches, alfombras, etc. En el convento
se pueden visitar las celdas de los monjes y la sección dedicada a la
etnografía.
Salimos de este santuario de paz, lleno de una serenidad que
no se asocia comúnmente con el arte sino con lo sagrado, mientras en la calle
la vida sigue su curso. Todavía queda atravesar los Montes Tauro, cubiertos de
espesa nieve, para llegar a la costa, a la zona turística de Antalya, que
equidista de Rodas y Chipre. Esta zona ya no es Turquía, es cualquier sitio.
Como no es temporada, está todo abandonado en la playa, aunque en el estupendo
complejo hotelero está todo muy cuidado, incluso los macizos de flores.
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