viernes, 27 de marzo de 2015

Valencia

En un fin de semana cualquiera vamos a Valencia. El AVE acorta el viaje y hace ganar tiempo;
además es junio y el día es largo. Queremos ver tres cosas: la Albufera, la Ciudad de las Artes y las Ciencias y la propia ciudad de Valencia, su casco histórico especialmente.

La Albufera es un parque natural de gran valor cultural, histórico y ecológico que se encuentra unos pocos kilómetros al Sur y que, con sus más de 2.000 has, es uno de los lagos más grandes de España. Alrededor tiene miles de has de marjal dedicadas al cultivo del arroz. El autobús nos lleva hasta El Palmar, donde vemos una típica barraca y comemos una estupenda paella, cómo no. Después, un tranquilo paseo en barca, bajo un fuerte sol pero con la brisa en la cara, en perezosa inactividad. Se sale por un canal, donde hay aparcadas otras barcas. En las
orillas, muchas cañas, algunos sauces y chopos, y barracas en las que se han rodado escenas de películas. Llegamos a la laguna y la barca incrementa la velocidad, aunque el ruido del motor estropea la tranquilidad del momento. Los cañaverales son refugio de anátidas y alguna rapaz sobrevuela en lo alto. Tras un recorrido circular, volvemos al punto de partida.

De vuelta en Valencia, disfrutamos de su espléndido casco histórico. No queremos detenernos especialmente en ningún monumento sino dar un paseo general,
recordar anteriores viajes. Pasando por la bonita Estación del Norte, modernista, vamos al Ayuntamiento, también modernista, y seguimos hasta el magnífico Mercado Central, construido en
hierro, piedra, ladrillo, mármol, vidrio, azulejos y mosaicos, que forma un admirable conjunto. Las columnas, el vidrio y las cúpulas –la central alcanza los 30 m.- le dan un aspecto de catedral gótica. Está dividido en dos zonas, una irregular y otra octogonal, destinado a la pescadería, con una superficie total de más de 8.000 m2. Todo tiene un aspecto muy bueno, pero no compramos nada.

Salimos a la Plaza del Mercado, con otros dos edificios emblemáticos: la iglesia de los Santos Juanes, barroca de origen gótico, y la maravillosa Lonja de la Seda, ss. XV-XVI, “ejemplo totalmente excepcional de un edificio secular en estilo gótico tardío, que
ilustra de manera espléndida el poder y la riqueza de una de las grandes ciudades mercantiles del Mediterráneo” (Unesco). Admiramos la sala de contratación o salón columnario, con ocho columnas exentas, y, por el Patio de los naranjos, pasamos a ver la cámara dorada del consulado del mar. El recorrido urbano nos lleva a la Catedral, la Basílica de la Virgen, el edificio de las Cortes, el palacio del Marqués de Dos Aguas, las Torres de Serranos y de Quart, el Palacio de Justicia, etc.

La mañana del siguiente día visitamos la desmesura y el derroche de la ciudad de las Artes y las
Ciencias, complejo arquitectónico, cultural y de entretenimiento, diseñado entre otros por Santiago Calatrava y situado al final del viejo cauce del río Turia. El autobús nos deja en las cercanías del Ágora (conciertos y eventos deportivos) y lo primero que vamos a ver es el Oceanogràfic, el acuario más grande de Europa –según dicen- con 110.000 m2, 42 millones de litros de agua y cubierta en forma de nenúfar. Recorremos los pasillos, pero también dejamos que vaya entrando en nuestro campo visual la fauna exhibida.

Desandamos el camino y, pasando por el Umbracle, paseo ajardinado cubierto por arcos flotantes,
vamos al Museo de las Ciencias, interactivo, que recorremos lentamente, deteniéndonos en cada sección. A la salida, pasamos por el Hemisfèric, con forma de ojo, y por el Palacio de las Artes, dedicado a la música y a las artes escénicas, antes de volver al centro de la ciudad.


Todavía tenemos algo de tiempo antes de que salga el tren, para disfrutar del casco histórico de esta agradable ciudad. Son momentos de despreocupado bienestar.

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