Valencia
En un fin de semana cualquiera vamos a Valencia. El AVE
acorta el viaje y hace ganar tiempo;
además es junio y el día es largo. Queremos
ver tres cosas: la Albufera, la Ciudad de las Artes y las Ciencias y la propia
ciudad de Valencia, su casco histórico especialmente.
La Albufera es un parque natural de gran valor cultural,
histórico y ecológico que se encuentra unos pocos kilómetros al Sur y que, con
sus más de 2.000 has, es uno de los lagos más grandes de España. Alrededor
tiene miles de has de marjal dedicadas al cultivo del arroz. El autobús nos
lleva hasta El Palmar, donde vemos una típica barraca y comemos una estupenda
paella, cómo no. Después, un tranquilo paseo en barca, bajo un fuerte sol pero
con la brisa en la cara, en perezosa inactividad. Se sale por un canal, donde
hay aparcadas otras barcas. En las
orillas, muchas cañas, algunos sauces y
chopos, y barracas en las que se han rodado escenas de películas. Llegamos a la
laguna y la barca incrementa la velocidad, aunque el ruido del motor estropea
la tranquilidad del momento. Los cañaverales son refugio de anátidas y alguna
rapaz sobrevuela en lo alto. Tras un recorrido circular, volvemos al punto de
partida.
De vuelta en Valencia, disfrutamos de su espléndido casco
histórico. No queremos detenernos especialmente en ningún monumento sino dar un
paseo general,
hierro, piedra, ladrillo, mármol, vidrio, azulejos y mosaicos, que forma un admirable conjunto. Las columnas, el vidrio y las cúpulas –la central alcanza los 30 m.- le dan un aspecto de catedral gótica. Está dividido en dos zonas, una irregular y otra octogonal, destinado a la pescadería, con una superficie total de más de 8.000 m2. Todo tiene un aspecto muy bueno, pero no compramos nada.
Salimos a la Plaza del Mercado, con otros dos edificios
emblemáticos: la iglesia de los Santos Juanes, barroca de origen gótico, y la maravillosa
Lonja de la Seda, ss. XV-XVI, “ejemplo totalmente excepcional de un edificio
secular en estilo gótico tardío, que
ilustra de manera espléndida el poder y la
riqueza de una de las grandes ciudades mercantiles del Mediterráneo” (Unesco). Admiramos
la sala de contratación o salón columnario, con ocho columnas exentas, y, por
el Patio de los naranjos, pasamos a ver la cámara dorada del consulado del mar.
El recorrido urbano nos lleva a la Catedral, la Basílica de la Virgen, el
edificio de las Cortes, el palacio del Marqués de Dos Aguas, las Torres de
Serranos y de Quart, el Palacio de Justicia, etc.
La mañana del siguiente día visitamos la desmesura y el
derroche de la ciudad de las Artes y las
Ciencias, complejo arquitectónico,
cultural y de entretenimiento, diseñado entre otros por Santiago Calatrava y
situado al final del viejo cauce del río Turia. El autobús nos deja en las
cercanías del Ágora (conciertos y eventos deportivos) y lo primero que vamos a
ver es el Oceanogràfic, el acuario más grande de Europa –según dicen- con
110.000 m2, 42 millones de litros de agua y cubierta en forma de nenúfar. Recorremos
los pasillos, pero también dejamos que vaya entrando en nuestro campo visual la
fauna exhibida.
Desandamos el camino y, pasando por el Umbracle, paseo
ajardinado cubierto por arcos flotantes,
vamos al Museo de las Ciencias,
interactivo, que recorremos lentamente, deteniéndonos en cada sección. A la
salida, pasamos por el Hemisfèric, con forma de ojo, y por el Palacio de las
Artes, dedicado a la música y a las artes escénicas, antes de volver al centro
de la ciudad.
Todavía tenemos algo de tiempo antes de que salga el tren,
para disfrutar del casco histórico de esta agradable ciudad. Son momentos de
despreocupado bienestar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario