martes, 17 de marzo de 2015

Etapa 7. Belorado-Villafranca Montes de Oca-San Juan de Ortega-Villalbos-Belorado.



El amanecer silencioso se filtra por los cristales de la venta. Va a ser la última etapa de este viaje.
Vamos con el coche hasta Belorado, donde abandonamos ayer el Camino, porque queremos hacer otro tramo más. Aparcamos en la plaza, enfrente de la iglesia de Santa María, s. XVI, al lado del artístico quiosco de la música.

Salimos por el Camino de Santiago y pronto estamos en Tosantos. Desde lejos vemos la ermita rupestre de Ntra Sra de la Peña. Las pocas nubes que había ayer han despejado el cielo. El día está luminoso y con una temperatura agradable para pedalear, así que seguimos bastante deprisa por Villambistia, que tiene un trozo de calzada romana, y por Espinosa del Camino, que conserva una talla románica de San Indalecio, hasta
llegar a Villafranca, cuyos primeros pobladores fueron francos. El último tramo se hace por la carretera, lo que puede resultar peligroso. Entre la iglesia y el ayuntamiento está el monumento al labrador y a la entrada de la iglesia de Santiago Apóstol hay una pila de agua bendita con la concha más grande del Camino, que pesa unos 65 kg. Los romanos la llamaban Auca y en la Edad Media se fue trasladando algo al Norte. También puede verse el hospital de San Antonio Abad. Paramos un poco para tomar un café y descansar antes de la subida.

Perfil de la carretera
Estamos a 948 m de altitud y hemos de subir hasta los 1.150 m. Antes pasamos por las ruinas del monasterio mozárabe de San Felices, donde se dice que está enterrado el fundador de la ciudad de Burgos, Diego Porcelos. Esta zona boscosa –robles abajo y pinos arriba-, esta soledad de lobos, era un paraje ideal para los asaltos de los bandidos. Ya las primeras rampas son muy duras, y hay que afrontarlas con fuerza de héroes, aunque después la subida es más tendida. A unos 2,5 km hay un merendero en mitad del bosque en el que dan ganas de parar porque en la subida hemos entrado en calor. Así, acalorados,
llegamos al monumento a los fusilados en la Guerra Civil y, tras una bajada y otro duro ascenso, a la cima del puerto. Aquí sí que paramos un poco, para beber tranquilamente y ver los numerosos peregrinos alejándose, en el ancho camino entre pinos, y semejando una fila de hormigas.

Desde aquí el ancho camino en bajada permite avanzar más deprisa, aunque vamos disfrutando del paisaje, que se abre paulatinamente
hasta llegar a San Juan de Ortega, donde estuvimos en la segunda etapa, aunque brevemente. Vemos la iglesia, los sepulcros, los capiteles, etc.; se nos traga el pasado ante de ir al bar a comer algo. Aquí vamos a dejar el Camino.

En lo alto del cielo el sol alumbra el mediodía. Continuamos, rodeando por la derecha, para volver a Belorado. El camino tiene algunas oscilaciones altitudinales, pero ya no tan importantes. Pasamos por Barrios de Colina, pequeña población a la que pertenece San Juan de Ortega, Hiniestra,
Villaescusa la Sombría y Cerratón de Juarros, algo más alto, para volver al río Oca en Villalmóndar, y seguirlo en Villalbos, Villanasur y Villalómez. Todo este tramo ha tenido menos interés; sólo hemos parado en Villanueva Río de Oca para ver una mina de yeso.

Abandonamos el Oca y seguimos hacia el Este para, tras superar una altura, llegar a Tosantos y desandar el Camino hasta Belorado. El calor de julio se cuece en la plaza. Comemos en un restaurante en la misma plaza, donde también comimos en el viaje ciclista del Camino de Santiago. Después volvemos a Santo Domingo sin poder dormir la siesta en el sofá, acunados por los documentales, como hacemos en casa. Es nuestro último día y queremos recorrer sus calles y monumentos por última vez, de momento. Así acaba la última etapa, de 59 km.

 Más tarde, la luna ha descendido del cielo, ocupado por una erupción de estrellas, y, cuando salimos de cenar, nos recibe la oscuridad de la noche que respira la luz de las farolas. Último paseo con un pie en el umbral de los sueños en los que maquinaremos el próximo viaje.


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