Crucero.
Viaje a Barcelona en un día desapacible, con bastante
lluvia. Entrada al barco, equipaje, camarote,
etc. Todos los servicios están
muy bien, la tripulación muy amable, el camarote amplio y la comida buena y
abundante. El entretenimiento, excepto la buena actuación al final del día,
pachanguero y bailongo como es sabido. Lo mejor, las salidas.
La primera escala es Marsella, el puerto comercial más
importante del Mediterráneo. En la zona vieja pasamos por la basílica de Santa
María la Mayor (románico-bizantina, con
dos iglesias: una románica s. XI-XII y otra s. XIX), llegamos al puerto viejo
(fuertes de San Juan – torre de Renato I de Nápoles, s. XV- y San Nicolás que
delimitan la entrada) y
cogemos un autobús que nos sube hasta la alto, la
iglesia de Notre-Dame de la Garde (s. XIX, a 162 m, coronada por una efigie de
la Virgen), desde donde vemos la bahía y varias islas como la de If (castillo
s. XVI, prisión desde el s. XVII, novela de Alejandro Dumas El conde de
Montecristo). Bajamos andando por calles típicas hasta el puerto, que rodeamos
y vemos el Ayuntamiento, s. XVII, el palacio de la Bolsa, s. XIX. Hemos
disfrutado de un buen día, sol sin mucho calor.
La segunda salida es en Villefranche. Estamos en el medio de
dos ciudades importantes, así que desde aquí hacemos dos excursiones. Por la
mañana a Mónaco. Nos indican que es mejor ir en el autobús, que nos deja cerca
del Casino. Bajamos al puerto, donde están preparando las gradas para el Gran
Premio de F1, y ascendemos por una
escalinata hasta la zona vieja y nos detenemos en el Palacio, la Catedral, el museo,
murallas, etc. Volvemos en el tren, para variar, a Villefranche y callejeamos
la bonita zona vieja, sus calles estrechas –calle Obscura-, pasajes,
escalinatas, puerto,
fortaleza. Por la tarde vamos a Niza. Como la estación de
tren está lejos del centro, vamos en autobús y paramos en la Plaza Garibaldi,
desde donde seguimos por el Teatro
Nacional y un gran paseo ajardinado, lleno de unas curiosas atracciones con
formas de animales, hasta la plaza Massena. Salimos a la playa, recorremos el Paseo
de los Ingleses y nos internamos en la ciudad vieja para volver de nuevo a la
plaza Garibaldi y coger el autobús. El día ha estado nublado pero la
temperatura ha sido buena.
Dejamos Francia, cuyas ciudades y pueblos son todos muy
bonitos y están muy cuidados, y la tercera escala ya es en Italia, en otra
preciosa ciudad, Savona, que tiene la ventaja de que el barco atraca en la
misma ciudad, de puerto pequeño. Salimos por la Torre León Pancaldo, y por la
ciudad vieja -Vía Paleocapa, iglesia de Sant´Andrea, Pinacoteca Cívica, Vía
Pía, Torre del Brandale- salimos a la fortaleza Priamar. Desde aquí, rodeando,
seguimos por la Catedral, la Capilla Sistina -ejemplos de trampantojos-, Ayuntamiento,
Teatro. Ha resultado una ciudad encantadora y muy asequible.
La cuarta escala es en La Spezzia. Esta ciudad es menos
atractiva, por lo que decidimos ir a las Cinque Terre, aunque tardamos mucho:
tenemos que coger un autobús hasta la estación y un tren hasta el extremo,
Monterosso al Mare, donde damos un paseo hasta que pasa el siguiente tren de
vuelta que nos lleva hasta Vernazza. El siguiente tren tarda bastante, así que
aquí tenemos bastante tiempo para recorrerla despacio. Y es un acierto porque
es una pequeña población muy bonita. Está inclinada, en una especie de embudo,
hasta el mar, lo que originó un desastroso aluvión en octubre de 2011, según
vemos en unas fotos. Compramos una pasta – testarolo- usada como aperitivo, con
salsa como pesto. Cogemos otra vez el tren y ya sólo paramos un momento en
Manarola y volvemos.
La última escala es en Civitavecchia. Hasta Roma hay una
hora en tren, pero tenemos todo el día. Roma, maravillosa como siempre, está
llena de gente de todas las nacionalidades. Primero recorremos las ruinas
romanas –Coliseo, Foro, arcos de Constantino, Tito y Septimio Severo-. Después
cogemos un autobús que nos lleva, pasando por el blanco monumento a Victor
Manuel II, hasta la Plaza de España. Es una pena que la fuente de Bernini esté
en obras y no se puede ver. Rodeando, vamos a la Fontana de Trevi, Panteón,
Plaza Navona, Castillo de Sant´Angelo y Vaticano. Al regreso damos un paseo por
Civitavecchia antes de volver al barco.
El último día es de navegación, sin salidas. Se pasa como se
puede con los mil entretenimientos
preparados en el barco. Se hace largo. Llegamos pronto a Barcelona y todavía
podemos recorrer parte de la ciudad, tan atractiva como siempre, antes de coger
el tren de vuelta a casa.
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