domingo, 29 de marzo de 2015

Crucero.

Viaje a Barcelona en un día desapacible, con bastante lluvia. Entrada al barco, equipaje, camarote,
etc. Todos los servicios están muy bien, la tripulación muy amable, el camarote amplio y la comida buena y abundante. El entretenimiento, excepto la buena actuación al final del día, pachanguero y bailongo como es sabido. Lo mejor, las salidas.

La primera escala es Marsella, el puerto comercial más importante del Mediterráneo. En la zona vieja pasamos por la basílica de Santa María la Mayor  (románico-bizantina, con dos iglesias: una románica s. XI-XII y otra s. XIX), llegamos al puerto viejo (fuertes de San Juan – torre de Renato I de Nápoles, s. XV- y San Nicolás que delimitan la entrada) y
cogemos un autobús que nos sube hasta la alto, la iglesia de Notre-Dame de la Garde (s. XIX, a 162 m, coronada por una efigie de la Virgen), desde donde vemos la bahía y varias islas como la de If (castillo s. XVI, prisión desde el s. XVII, novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo). Bajamos andando por calles típicas hasta el puerto, que rodeamos y vemos el Ayuntamiento, s. XVII, el palacio de la Bolsa, s. XIX. Hemos disfrutado de un buen día, sol sin mucho calor.

La segunda salida es en Villefranche. Estamos en el medio de dos ciudades importantes, así que desde aquí hacemos dos excursiones. Por la mañana a Mónaco. Nos indican que es mejor ir en el autobús, que nos deja cerca del Casino. Bajamos al puerto, donde están preparando las gradas para el Gran Premio de F1,  y ascendemos por una escalinata hasta la zona vieja y nos detenemos en el Palacio, la Catedral, el museo, murallas, etc. Volvemos en el tren, para variar, a Villefranche y callejeamos la bonita zona vieja, sus calles estrechas –calle Obscura-, pasajes, escalinatas, puerto,
fortaleza. Por la tarde vamos a Niza. Como la estación de tren está lejos del centro, vamos en autobús y paramos en la Plaza Garibaldi, desde donde seguimos por el  Teatro Nacional y un gran paseo ajardinado, lleno de unas curiosas atracciones con formas de animales, hasta la plaza Massena. Salimos a la playa, recorremos el Paseo de los Ingleses y nos internamos en la ciudad vieja para volver de nuevo a la plaza Garibaldi y coger el autobús. El día ha estado nublado pero la temperatura ha sido buena.

Dejamos Francia, cuyas ciudades y pueblos son todos muy bonitos y están muy cuidados, y la tercera escala ya es en Italia, en otra preciosa ciudad, Savona, que tiene la ventaja de que el barco atraca en la misma ciudad, de puerto pequeño. Salimos por la Torre León Pancaldo, y por la ciudad vieja -Vía Paleocapa, iglesia de Sant´Andrea, Pinacoteca Cívica, Vía Pía, Torre del Brandale- salimos a la fortaleza Priamar. Desde aquí, rodeando, seguimos por la Catedral, la Capilla Sistina -ejemplos de trampantojos-, Ayuntamiento, Teatro. Ha resultado una ciudad encantadora y muy asequible.


La cuarta escala es en La Spezzia. Esta ciudad es menos atractiva, por lo que decidimos ir a las Cinque Terre, aunque tardamos mucho: tenemos que coger un autobús hasta la estación y un tren hasta el extremo, Monterosso al Mare, donde damos un paseo hasta que pasa el siguiente tren de vuelta que nos lleva hasta Vernazza. El siguiente tren tarda bastante, así que aquí tenemos bastante tiempo para recorrerla despacio. Y es un acierto porque es una pequeña población muy bonita. Está inclinada, en una especie de embudo, hasta el mar, lo que originó un desastroso aluvión en octubre de 2011, según vemos en unas fotos. Compramos una pasta – testarolo- usada como aperitivo, con salsa como pesto. Cogemos otra vez el tren y ya sólo paramos un momento en Manarola y volvemos.

La última escala es en Civitavecchia. Hasta Roma hay una hora en tren, pero tenemos todo el día. Roma, maravillosa como siempre, está llena de gente de todas las nacionalidades. Primero recorremos las ruinas romanas –Coliseo, Foro, arcos de Constantino, Tito y Septimio Severo-. Después cogemos un autobús que nos lleva, pasando por el blanco monumento a Victor Manuel II, hasta la Plaza de España. Es una pena que la fuente de Bernini esté en obras y no se puede ver. Rodeando, vamos a la Fontana de Trevi, Panteón, Plaza Navona, Castillo de Sant´Angelo y Vaticano. Al regreso damos un paseo por Civitavecchia antes de volver al barco.
El último día es de navegación, sin salidas. Se pasa como se puede con  los mil entretenimientos preparados en el barco. Se hace largo. Llegamos pronto a Barcelona y todavía podemos recorrer parte de la ciudad, tan atractiva como siempre, antes de coger el tren de vuelta a casa. 

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