domingo, 22 de marzo de 2015

Catedral de Huesca.


Amanece otro día de invierno, frío, ventoso y lluvioso, que hace imposible salir al campo. En su lugar
vamos a visitar la Catedral de Santa María, gótica, ss. XIII-XVI, situada en lo alto de un cerro donde se asentó la primitiva ciudad, formando el centro histórico junto con el Ayuntamiento.

En este lugar estuvo la mezquita musulmana –queda un arco-, usada para el culto cristiano durante casi dos siglos, por lo que de época románica sólo hubo una pequeña iglesia, Santa María de los Gozos, de la que se conserva un pórtico compuesto por tres arquivoltas, y unos arcos del claustro. De los ss. XIV-XV son la torre –que tuvo un chapitel en su parte superior- y el claustro gótico, incompleto. Del siglo XVI es la portada, dividida en dos partes por un alero de madera muy volado al estilo 
aragonés, con un destacado conjunto de la escultura gótica en la parte baja, obra del maestro Guillem Inglés.

Comenzamos la visita por el Museo Diocesano, importante colección de arte sacro instalado en espacios contiguos a la Catedral -Sala Capitular, Claustros y Parroquia-, dividido en cuatro salas –orfebrería, gótico, románico y renacimiento-barroco- con cerca de 1.000 m2 de superficie. La sala románica se divide en dos claustros, el románico (enterramientos medievales, laudas sepulcrales ss. XII-XIV, pinturas murales, tallas policromadas), y el del Papa Luna, el 
gótico (pinturas góticas, s. XV).

La sala del renacimiento-barroco es la Parroquieta, s. XIX, de tantas resonancias de la infancia, que comienza con el magnífico retablo mayor, s. XVI, obra de Gil de Morlanes el Viejo por encargo del abad de Montearagón, y sigue con un retablo y varias piezas del s. XVI, obras pictóricas del mismo siglo y de influencias flamencas, un altar de plata representando a santos oscenses, s. XVIII, y tallas del mismo siglo. Además está la sillería del coro, del s. XVI.

Entramos a la catedral y, ya que no caminamos por el campo, vamos a subir a la torre para hacer algo de ejercicio. La escalera es la típica de caracol, algo oscura, que, en varios pisos y tras 180 estrechos escalones, nos lleva a 37 m de altura. Como las nubes están muy bajas no se ve bien a lo lejos y nos conformamos con hacer unas fotos debajo del paraguas antes de bajar.

Todavía nos queda por ver la sala de la orfebrería, dividida en dos partes: una en la antesala capitular (tres arquetas románicas del taller de Limoges, predela de plata s.
XIV, etc.) y otra en la Sala Capitular, lugar donde los canónigos celebraban sus capítulos y reuniones (trabajos de plata ss. XVI-XVIII, cruces procesionales, cálices, vinajeras, códices medievales, libros o cantorales s. XVI).

Para terminar, la joya de la catedral. Se trata del retablo mayor, en alabastro, años 1520-24, obra de Damián Forment (retablo del Pilar, San Pablo, Ntra Sra del Coro y San Miguel de los Navarros, Sobradiel, Tarazona, Épila, en Zaragoza; Bolea, Sallent de Gállego, Barbastro, en Huesca; Poblet, en Tarragona; Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja), con un cuerpo dividido en tres escenas que muestran la pasión de Cristo. Es un
soberbio ejemplo de la escultura renacentista española.

La visita ha terminado. Salimos a la plaza para ver la magnífica y desgastada portada principal, cuyo conjunto se aprecia muy bien aunque la piedra arenisca se ha ido desgastando –más cuanto más abajo- y se han perdido algunos detalles. En cualquier caso es un magnífico colofón.

Después de tanta grandeza, nos despide la sencilla y entrañable “Moreneta”, escultura de hierro a tamaño natural, de finales del s. XIX, colocada como consecuencia de la traída de aguas potables desde el manantial de San Julián de Banzo. 

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