A orillas del Henares.
4.ARTE (IV, Siglo XVIII).
En Alcalá de Henares queda la Puerta de Madrid, un ejemplo de arquitectura academicista. Junto con el Arco de San Bernardo, es uno de los accesos a la ciudad que se han conservado y que formaban parte de su recinto amurallado. Ocupa el lugar que perteneció al primitivo recinto medieval, de la primera mitad del siglo XIII, siendo arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada, cuando el burgo de Santiuste adquirió definitiva consolidación urbana.
La ciudad era un recinto circular, la forma más apropiada para la defensa de una población situada en llano, con puertas en los cuatro puntos cardinales de las que partían calles radiales que llegaban hasta el centro. Las puertas se alojaban en torres prismáticas almenadas de planta cuadrada, cubiertas con bóvedas de cañón. La entrada era directa, no en recodo como en las fortificaciones mudéjares. Este carácter se mantuvo hasta el siglo XVIII, aunque su funcionalidad había desaparecido. Ante su ruina y la penuria económica del Ayuntamiento, el cardenal Lorenzana financió la nueva.El cardenal Lorenzana fue el tipo de prelado
característico del reformismo borbónico e ideario ilustrado. En 1751 sacó la
oposición a canónigo doctoral de la catedral de Sigüenza y poco después pasó a
Toledo. Desde la Silla Primada, 1772-1799, secundó los deseos de Carlos III.
Dio trabajo a jornaleros en 1787-88 con la construcción de la nueva Puerta de
Madrid, y en 1791 en la composición del camino de ronda desde dicha puerta
hasta la de San Bernardo. Alcalá le agradeció su labor.
Frontón oeste |
El rey Carlos III (1759-1788) no podía permanecer impasible ante la decadencia de la Universidad, realizando una reforma entre los años 1771 y 1777, separando el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad, que pasó al colegio de Jesuitas, orden que había sido expulsada en 1767. Ventura Rodríguez hizo obras, entre ellas la magnífica escalera. El 6-6-1785, María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda, hija de los Condes de Oñate, es la primera en España en alcanzar el doctorado en Filosofía y Letras (La Doctora de Alcalá). A finales del siglo, en noviembre de 1799, se hicieron grandes festejos en la Universidad al ser nombrado Gaspar Melchor de Jovellanos, excolegial de Alcalá, ministro de Gracia y Justicia. La Universidad volvió al colegio cisneriano debido a que Carlos IV decidió instalar en el de los Jesuitas un regimiento de infantería, lo que originó una gran transformación en la ciudad.
En 1767, el ingeniero Marcos de Vierna elaboró un proyecto de puente y en 1776 se comunicó la conclusión del décimo arco, con lo que la obra quedaba terminada. Se realizó esta obra en el Camino de Aragón con piedra caliza del término de Villalbilla, sufragándose las obras por pontazgo, sin que intervenga Alcalá. Consta de diez arcos de medio punto y tajamares semicirculares. La estructura se deterioró en 1783 por unas crecidas y el académico don D. Francisco Sánchez y el arquitecto D. Juan Eusebio de la Viesca evaluaron los daños proponiendo la construcción de más arcos. En 1784 el Consejo cambió de opinión y designó a Ventura Rodríguez para reconocer este puente y el de Viveros (en San Fernando). Propuso construir más arcos, pero el proyecto se desestimó por demasiado elevado. Finalmente, sólo se hicieron algunas reparaciones. En el siglo XX se ensanchó.
El puente de Guadalajara también había sufrido
desperfectos y se afrontó su reparación en el reinado de Carlos III, según
proyecto de Marcos de Vierna que le privó de la torre y puerta, obsoletas, y se
reconstruyeron el pilar sobre el que se asentaba y los arcos inmediatos,
terminándose la obra en 1776.
En parte durante el reinado de Carlos III, el obispo Díaz de la Guerra -obispo albañil, hombre de la Ilustración, emprendedor y social) gobernó la diócesis entre 1773 y 1800. Una gran obra fue la construcción del barrio de san Roque, conjunto plenamente organizado. La población había crecido dentro del señorío eclesiástico, desarrollándose en sentido económico, social y urbano. En la segunda mitad del siglo XVIII la población alcanzó la cota máxima, unos 6.400 habitantes en 1797, siendo la eclesiástica la clase dominante. En 1753, catastro del marqués de la Ensenada, había 101 casas cuyo jefe era un eclesiástico, que contaban con 260 personas más como criados, familiares, etc. La clase nobiliaria era escasa, pero aumentó en este siglo. El resto de la población eran clases trabajadoras. En la parte baja de la ciudad se dio un tono de elegancia con la construcción del barrio de san Roque, ciudad lineal (ermita, cuartel borbónico, palacio de Infantes, casonas ricas, etc.). Finalmente, entregó el señorío civil a la autoridad estatal.
La construcción de casas grandes, elegantes y cómodas le opuso al Cabildo que pretendía hacerla remozando las casas capitulares de la Plaza Mayor, mientras él apostaba por las afueras. Se trató de un planteamiento urbanístico de calles en cuadrícula, edificios de igual altura y formas arquitectónicas, escasa decoración que enmascare la geometría y los volúmenes puros, situado en un punto indeciso entre barroco y neoclasicismo. El barrio lo componen unas cuarenta suntuosas casas, en sillería de piedra arenisca, de dos pisos de altura y amplio zaguán, jardines y patios interiores, con volados balcones de hierro forjado sostenidos por ménsulas barrocas dispuestas sobre el dintel de la puerta. Eran casas para gente de dinero, para la aristocracia funcionaria o liberal. El autor, Luis Bernasconi, fue discípulo y ayudante de Francisco Sabatini, arquitecto favorito del rey Carlos III, y el proyecto fue ejecutado por el maestro de obras Juan Díez Ramos.
El barrio se centra en la calle de san Roque en el cruce con la de Medina, dando lugar al cantón de las ocho esquinas. Se levantó una hospedería, un gran cuartel, el colegio de Infantes de Coro de la Catedral. Al terminar la calle de san Roque se abre la plaza de las Cruces o del Calvario, remate de un vía crucis, que consta de tres cruceros de piedra. Este barrio ilustrado rompió con los espacios urbanos medieval (recinto amurallado, puertas, castillo, Travesañas, plaza del Concejo, judería, iglesias románicas de Santiago y san Vicente, catedral) y renacentista (ensanche, plaza Mayor, casonas y palacios, Ntra Sra de los Huertos, ermita del Humilladero) existentes, complementándolos y conformando un modelo urbanístico pleno de orden, equilibrio y geometría, en terrenos situados al pie de las murallas, en el borde norte de la población, para tratar de remediar la escasez y carestía de las viviendas.El palacio de Infantes, al pie de la puerta de Campo de la catedral, en el callejón de los Infantes, acomodó a los niños cantores de la escolanía de la catedral y a miembros de una capilla de música fundada en el siglo XVI. Tiene una portada barroca con friso de figuras de niños y, sobre ella, un balcón rematado con imagen de san Felipe Neri en hornacina. En el interior presenta un gran patio, con ventanas de cuarterones y triple galería.
El 8-11-1791 el conde de Floridablanca prohibió la
realización de nuevos retablos de madera para iglesias ante el peligro de
incendio y para evitar el barroco tradicional. Las alternativas fueron la
piedra o mármol, el más barato estuco o el retablo pintado, llegado de Italia,
la “quadratura” o pintura de arquitecturas fingidas, última moda del
manierismo. A mediados del siglo XVIII, la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando recogió estas teorizaciones, especialmente el estudio de la
perspectiva.
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