lunes, 22 de enero de 2024

 A orillas del Henares.

3.HISTORIA (II, Alta Edad Media). 



Los nuevos invasores, los musulmanes Tariq y Musa, siguieron la ruta Toledo, Guadalajara, Zaragoza en los años 711-714. La frontera quedaba en el Sistema Central. Fortificaron el territorio, dominándolo desde lugares estratégicos. De época califal son los castillos de Cogolludo, Jadraque, Riba de Santiuste, Alcorlo, la “Castilla de los Moros” entre La Toba y Membrillera, Beleña de Sorbe, Atienza y Sigüenza, y las torres de Barbatona y Bujarrabal. 

Al parecer, los musulmanes tomaron Complutum en el año 714. La importancia estratégica de la zona hizo que se fundara un nuevo emplazamiento, que al ser de tipo militar ya no se instaló en el llano, sino que buscó un cerro fácilmente defendible en las proximidades del río. Esta fortaleza aparece ya en el siglo X con el nombre de Qal´at Abd al Salam. De ahí deriva el nombre Alcalá, que significaría el castillo. Al principio, la población pudo seguir manteniendo sus costumbres y tradiciones, pero posteriormente se iniciaron las persecuciones. Los restos de los Santos Niños salieron hacia Huesca en el año 748 y no volvieron hasta el 1568.  La población mozárabe se sublevó en ocasiones, lo que motivó la represión, y en ese periodo es cuando se fecha el castillo, situado en la Marca Media, con dos poblados para la población civil, ignorándose si alguien habitaba el llano. 



El dominio musulmán parece que supuso una cierta nivelación social al desprivatizar la tierra, desamortizar los bienes de la Iglesia y redistribuir la propiedad de parte de la aristocracia. El que se estableciera la propiedad superior de la comunidad islámica puede explicar la rápida y masiva conversión de las capas sociales sometidas. La economía experimentó un importante auge debido a las técnicas de regadío, al auge de la ganadería y del comercio. De esa época queda el trazado urbanístico de Guadalajara, con trazas árabes en el puente, quizá romano.


 

Una vez afianzados en la Península, los musulmanes establecieron una división mediante tres Marcas: la Superior con cabeza en Zaragoza, la Media en Toledo y la Inferior en Mérida. Todas orientadas y unidas a través de la antigua calzada. A la Marca Media pertenecían las tierras del Tajo, cuyo sector oriental tenía la capital en Guadalajara, y otros núcleos importantes eran Alcalá, Talamanca, Alcolea del Torote, Hita, Castejón, Sigüenza, Atienza y Medinaceli. Su importancia era fundamental, por lo que los emires, en los siglos IX y X, construyeron fortalezas. Era zona de frontera, militar. 

Entre los conquistadores musulmanes fueron los bereberes procedentes del Magreb los que se asentaron en las zonas más pobres, áridas y montañosas, de Guadalajara a Medinaceli, compartiendo la tierra y las costumbres ganaderas con los hispano-visigodos conversos o muladíes, y, en casos, con los mozárabes. La principal riqueza sería la lana, que se exportaría a los talleres de Al-Andalus. Solamente ciudades como Guadalajara, Hita, Jadraque y Sigüenza, gozarían de cierta prosperidad, ocupando el resto del territorio atalayas dispersas y mínimos poblados de pastores y soldados. 

La inestabilidad será la característica fundamental de estas tierras, sometidas a las acciones militares y repobladoras, tanto de cristianos como de musulmanes. Durante el reinado de Alfonso III el Magno, albores del siglo X, se produce la repoblación de los campos góticos, previa la toma de las fortalezas de Deza y Atienza, y se inicia un importante intercambio cultural entre las dos Españas cristianas, la asturiana y la mozárabe. 

En el 981, el general Galib, suegro de Almanzor, se sublevó contra éste y le derrotó en abril, en la Marca Superior. Reorganizadas las tropas, llegó Almanzor el 8 de julio cerca de Atienza, donde se encontraba Galib. La batalla fue el 10. Murió Galib, se dispersaron sus fuerzas, murió el príncipe Ramiro de Pamplona y logró huir el conde de Castilla. Atienza fue conquistada. Después conquistó Tarancueña, que defendía el camino más directo entre Atienza y las fortificaciones del valle del Duero. 

En los inicios del siglo XI la zona pertenecía al reino taifa de Toledo. De los avatares de estos años es un ejemplo el caso de Wadih, cabecilla de al-Andalus, oficial de Almanzor, gobernador de la frontera superior con sede en Medinaceli, gobernador del Magreb, etc. Tras la muerte de Abd al-Malik, 1008, y después del fugaz reinado de Abd al-Rahman Sanchuelo, apoyó a Muhammad al-Mahdi frente a Sulayman al-Mustaín, que le disputaba el trono, pero fue vencido en las cercanías de Alcalá de Henares, en el año 1009. 

Jadraque
Hubo ataques cristianos desde el siglo X, con expediciones de los leoneses en el año 920 y en el 1009, de Fernando II en el 1062 y de El Cid en 1076. En el siglo XI Atienza estaba en manos cristianas, mientras todo el resto de la zona pertenecía a los musulmanes. Castellanos y leoneses se hallaban ya en la línea del Duero hasta que en 1085 cayó Toledo. La línea de batalla se trasladó al Tajo, manifestándose las tierras de Guadalajara como puntos estratégicos fundamentales para contener el empuje musulmán. 


A finales de junio de 1086 cruzaron el estrecho los almorávides al mando de Yusuf, y en octubre derrotaron en Zalaca a las tropas de Alfonso VI. Los cristianos perdieron los territorios conquistados a excepción de Talavera, Maqueda, Guadalajara y Toledo. A partir de ese momento las incursiones fueron continuas, como la de 1108 dirigida hacia las tierras que defendía Álvar Fáñez, en la que los almorávides conquistaron Uclés y su alfoz, y, poco después, cayó Alcalá. La desgracia se completó con la muerte del rey Alfonso VI el 1 de junio de 1109.  

Cuando el dominio musulmán en la zona tocaba a su fin, muchos pobladores de esa religión, artesanos principalmente, seguirían viviendo durante siglos en algunas ciudades como Alcalá.

Desde el punto de vista cristiano hay noticias tempranas referidas a esta zona. Alfonso III, 866-909, tomó Atienza en el 876, aunque se perdió pronto. Este tipo de incursiones obligaron a los musulmanes a construir defensas como Qal´a Abd al-Salam (Alcalá de Henares), con una referencia en el Poema del Cid, que se tomó definitivamente en el 1118, a pesar de que Toledo había caído en 1085. Ordoño II siguió a su antecesor hacia el 917 y, pasando por Atienza sin tomarla, arrasó los pueblos Sintilia (Cendejas), Palmacio (Pálmaces) y Castellion (Castejón, que figura en el Poema del Cid). En el 981, los cristianos ayudaron a Galib contra Almanzor, que volvió remontando el Henares y destruyó Atienza en el 989. Debido a la decadencia de la vieja Complutum, el obispo Salustiano se había trasladado a Guadalajara en el año 922.

El siglo XI fue el momento de la conquista cristiana de la zona. Atienza en 1013, por el conde castellano Sancho García, que le otorgó fuero. Fernando I recorrió el Salado en el 1059, apoderándose de Iusti (Riba de Santiuste), Sancta Emerenciana (Santamera) y Gormicis (Huérmeces), recorrió desde Guadalajara a Madrid y sitió Alcalá. El Cid pasó cerca de Atienza y tomó Castejón de Henares. Alvar Fáñez corrió la algara por Hita, Guadalajara y Alcalá y se le atribuye la conquista de Guadalajara. El cronicón de D. Pelayo dice que Alfonso VI tomó Uceda, Hita y Guadalajara, sin especificar su fue antes o después de la toma de Toledo en 1085. Pocos años después de esa fecha donó el lugar de Fonciana, entre Cogolludo, Jadraque y Espinosa, hoy despoblado, a los monjes de San Pedro de Gumiel (citado por D. Juan Manuel en el Libro de caza). 

La primera etapa de repoblación debió coincidir con la toma de Toledo. Como había escasez de recursos humanos, Alfonso VI centró su labor en los territorios en los que ya existía un núcleo urbano, como Hita, Cogolludo y Atienza. En primer lugar, se establecían o recuperaban recintos fortificados y más tarde llegaban gentes que cultivaban las tierras, bien por iniciativa de la Corona (Corona, clero, nobleza, órdenes religiosas), por presura o por repoblación concejil. Al principio predominaron las actividades ganaderas y después las agrícolas. La principal dificultad residía en las incursiones musulmanas a principios del verano, cuando se iba a recoger la cosecha. Alfonso VI llamó a colonos europeos (gascones -Gascueña-, bretones, alemanes, normandos, etc.) con los que llegó la diversidad de oficios, especializándose la sociedad. Se concedieron fueros que regularon la convivencia. La repoblación concejil tuvo mucha importancia en Atienza, cabeza de un gran alfoz que también contaba con salinas como Imón, Santamera o la Olmeda. Alfonso VI concedió importantes donaciones a la Iglesia, restauró el señorío episcopal en Sigüenza (Don Bernardo), donó a las órdenes como Templarios (Albendiego) o el Cister (Sta María de Bonaval). Se reservó buena parte de las ciudades, concediendo algunas donaciones a la nobleza, como Hita, donada a Fernández Pérez de Hita en 1097.

Se consolidó la presencia cristiana, se constituyeron arciprestazgos como Guadalajara e Hita. En la labor repobladora tuvieron importancia los monasterios cistercienses. Con el tiempo, los más importantes núcleos urbanos fueron Guadalajara, Hita y Atienza, y el principal señorío el del Infantado. En los siglos siguientes se desarrollará un régimen social y político feudal articulado en torno a los señoríos. Sigüenza se configuró con el centro de la zona, vigilada y defendida por una serie de castillos. 

Aún en el siglo XII la repoblación estuvo sometida a graves amenazas. Cuando los almorávides atacaron Uclés, 1108, murió el infante don Sancho, heredero del trono. Al año siguiente, muerto Alfonso VI, el emperador Alí cercó Toledo -defendida por Alvar Fáñez- y saqueó Madrid, Guadalajara y toda la frontera, que sería reforzada en 1109 por Alfonso I el Batallador de Aragón, casado con Urraca, colocando guarniciones aragonesas en plazas como Guadalajara. Poco después, Mazdali, gobernador de Córdoba, Granada y Almería, hizo una expedición contra Guadalajara que fracasó. El peligro llegó hasta el Duero en 1113, aunque Alfonso dominaba las cabeceras del Jarama y del Henares y creó el obispado de Sigüenza en los años 1121-1122.



Entre 1118 y 1127 se afianzó el frente del Tajo, condición fundamental para la repoblación, más activa con Alfonso VII. Atienza recibió fuero en 1149 y entró en una fase de prosperidad que permitió construir un conjunto de iglesias. El Señorío Episcopal de Sigüenza incrementó su territorio, obtuvo la jurisdicción de la tierra de Calatayud. Guadalajara recibió fuero en 1133. Los Comunes de Villa y Tierra eran Atienza, Jadraque, Cogolludo, Beleña, Hita y Guadalajara.



 

El arzobispo de Toledo, don Bernardo de Cluny (1086-11234) había tomado parte junto a Alfonso VI en la conquista de Toledo en 1085; en esa campaña fue tomada Alcalá, pero en 1109 fue reconquistada por los almorávides. Ese mismo año falleció Alfonso VI que había puesto empeño en recuperarla, puesto que desde ella se atacaba Toledo, Madrid y Guadalajara. Don Bernardo reconquistó Alcalá personalmente en 1118. Una bula pontificia de 1099 ya reconocía al arzobispo el derecho sobre la demarcación de la antigua Compluto. Su sucesor, el arzobispo don Raimundo de Sauvetat, obtuvo en 1127 la confirmación del papa Honorio II al derecho episcopal en Alcalá. En 1129 se produjo un hecho trascendental, el rey Alfonso VII donó al arzobispo el castro y sus términos, ligando la ciudad al arzobispado. A los poderes económico y espiritual se unió el político cuando Alfonso VIII decretó que, en Castilla, el cargo de Canciller Mayor quedase vinculado al arzobispo de Toledo. La vida se organizó por el Fuero Viejo promulgado por el arzobispo Raimundo en 1135 y ampliado por Jiménez de Rada en 1223. Se pobló una comunidad de villa y tierra con 25 villas formando el alfoz complutense, vinculado al señorío de la mitra toledana, situación que se mantuvo hasta el siglo XVI en el que las aldeas se independizaron. 

La fortaleza seguía habitada, pero la población se había trasladado al llano. En el lugar del enterramiento de los Santos Niños creció el Burgo de San Justo o Santiuste, dividido en zonas para las tres etnias y religiones. Los musulmanes entre la calle Santiago y la muralla. Los judíos, muy numerosos en el siglo XIII, entre las calles Escritorios y Santiago, con eje en Mayor. A diferencia de los musulmanes, tenían libertad de movimientos y derecho de propiedad. La nobleza ocupaba el Concejo, el clero era poco numeroso (ss. XII-XIV, dos parroquias, San Justo y Santa María), la mayoría de población eran laboratores. La población dedicada a actividades agrarias y pastoriles al principio fue disminuyendo, apareciendo los distintos oficios y, más tarde, trabajos dependientes de la administración municipal.


 

Se conformó una sociedad tradicional, con la tierra como fuente principal de riqueza, una economía agraria escasamente técnica, de autoconsumo, con fuerte concentración de la renta, demografía antigua, mentalidad religiosa. En las aldeas se criaba ganado lanar y poco vacuno, abundando la caza. Hubo trabajo a domicilio y se pasó de los mercados a la feria, con protección real. Alfonso VIII estableció en San Justo una feria anual de diez días, signo del nuevo sistema de relaciones mercantiles. Alfonso X concedió otra feria por San Bartolomé. Sancho IV y Fernando IV dictaron nuevos privilegios. En la ciudad se celebraron acontecimientos importantes como sínodos y concilios, visitas de los reyes, tratados, etc. 

La dominación cristiana se consolidó con el establecimiento de los caballeros calatravos en Zorita en 1174, pero el peligro musulmán seguía existiendo y Alfonso VIII fue derrotado en 1195 en Alarcos y los almohades arrasaron Toledo y Guadalajara. Aragosa, entre Castejón de Henares y Sigüenza, colindaba con tierra de moros. Las adquisiciones territoriales eran propias del rey, que repartía ciudades, villas, castillos y alfoces. Doña Urraca donó Hita y Uceda a Fernando García de Hita, yerno de Álvar Fáñez, y su mujer Estefanía Ermengol; concedió diezmos a la iglesia de Sigüenza, ampliando la donación su hijo con Santamera en 1203. En 1127 el papa Honorio donó a la iglesia de Toledo rentas en Alcalá, Hita, Beleña, etc. Alfonso VIII donó a su hija Berenguela el dominio de Guadalajara en 1274. La orden de Calatrava tuvo posesiones en La Mierla y Cogolludo; la de Santiago, en Guadalajara desde fines del siglo XII. Un descendiente del primer señor de Hita dio a la Orden posesiones que iniciaron la que sería la encomienda de Mohernando. Algunos concejos tenían derecho a adquirir posesiones, como el de Atienza, el más importante.



La vida urbana se fue haciendo más compleja y para organizarla se dictaron los fueros. Los de origen real se extendieron más que los particulares. Reales fueron los de Guadalajara (Alfonso VII, 1133, Alfonso VIII), Cogolludo (Alfonso VI, 1102), Uceda; eclesiásticos los de Valfermoso de las Monjas, Pinilla y Aragosa (Alfonso VII, 1143).



(Los escritos de Herrera Casado)


 

El caso más importante de ciudad de señorío episcopal es el de Sigüenza, ocupada por Don Bernardo de Agén en 1123. En 1129 la Corona hizo donación al obispo de algunos pueblos, como Riba de Santiuste, con vistas a la defensa de esas tierras. En 1138, Alfonso VII hizo donación de la ciudad baja y en 1146 de la ciudad alta y el castillo, ordenando que formen un solo municipio. En 1138 la autoridad señorial se delegó en el obispo, pero en 1140 se extendió también al Cabildo. Entre ambos hubo problemas, al intentar el Cabildo elegir el obispo y oponerse el Papa. Se llegó a un señorío del Cabildo (Moratilla, Cirueches, etc.), independiente del Obispo, que detentará el señorío seguntino. El obispo tomaba posesión de la diócesis y del Señorío a la vez, en una ceremonia en la Capilla de Santa Librada de la Catedral, por medio de su Procurador. A partir de finales del siglo XV, con la reforma llevada a cabo por el Cardenal Mendoza, se realizó en dos ceremonias distintas, catedral y casas del Consistorio. 

Sus prerrogativas eran numerosas, desde el nombramiento de justicias hasta juzgar en segunda instancia las causas civiles, la potestad de publicar ordenanzas municipales y la responsabilidad militar en las plazas fuertes. El nombramiento de magistrados municipales pertenecía al señor, que designaba directamente o escogía de una lista presentada por el concejo. El marco jurídico eran las cartas y privilegios reales. Hubo pleitos señor-concejo, resueltos por la sentencia de 1331, de Alfonso XI, definitivo reparto de poderes. Los cargos que se elegían eran bastante numerosos y debían cumplir algunas condiciones, como ser vecinos de Sigüenza, aptos, guardar los huecos (tres años entre dos nombramientos) y no ser criados o familiares del obispo. La fiscalidad no era muy gravosa puesto que los principales ingresos provenían de los diezmos eclesiásticos. Los tributos eran en metálico, en especie y servicios personales. Hasta el siglo XVI, el más importante era el servicio de guerra. En 1452, los navarros tomaron el castillo de La Riba, propiedad del obispo, que levantó sus mesnadas para recuperarlo.

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