Etapa 4. Canales de la Sierra-Monasterio de Valvanera-Canales de la Sierra.
Un tono gris esmalta la mañana en el pueblo. Vamos hasta Canales de la Sierra en coche, pasando,
después de Monterrubio de la Demanda, el Collado de Canales, de 1.233 m. Desde
aquí baja el río Canales, que se une en Villavelayo con el río Neila formando
el Najerilla, que es el que queremos recorrer en su parte alta.
Canales de la Sierra, a 1.027 m de altitud, está rodeado
de lomas, unas vestidas de bosque y otras más desnudas. Tiene algunas casas
blasonadas, dos iglesias y varias ermitas. A nosotros nos interesa la iglesia
de San Cristóbal, del s. XII, muestra del románico asimilado al Camino de
Santiago. Tiene una nave con cinco tramos y cabecera plana más baja, cubierta
con bóveda de medio cañón, con torre adosada. El pórtico, que debió ser
Villavelayo |
Tras este pequeño recorrido a pie, cogemos las bicis y
seguimos hasta Villavelayo, de calles estrechas. Vemos la iglesia parroquial de
Santa María, de un románico temprano, en piedra rojiza. Tiene torre de un
cuerpo, canecillos muy sencillos y sus elementos más significativos son unos
arcos ciegos.
Seguimos bajando cómodamente hasta Mansilla. El pueblo es
nuevo porque el viejo quedó
sumergido por el embalse y sólo se salvó la iglesia
de Santa Catalina, que queda en la orilla y conserva la cabecera, un tramo de la
nave y restos de puerta, arco, columnas, canecillos, etc.
Seguimos, ya sin parar, pasando por la Venta de Viniegra,
que tiene un puente histórico, hasta el desvío al Monasterio de Valvanera. Aquí
se acaba el descenso y empieza una fuerte subida amenizada por el verdor del
entorno, muy frondoso, con mucho arbolado, todo verde, con el pico de San
Lorenzo, de 2.270 m de altitud, al fondo. Por las laderas bajan multitud de
regatos, todo está húmedo y por eso el nombre parece que viene del latín “vallis
venaria”, abundancia
de aguas. Los orígenes se vinculan con el hallazgo de la
imagen de Santa María por Nuño Oñez, al final del s. IX, en torno a la cual se
reunieron un grupo de ermitaños que, ya en el s. X, fueron adoptando una vida
regular según la regla de San Benito. Del románico queda la torre y la talla de
la virgen –fin s. XI o comienzos s. XII- y la iglesia actual es gótica. Hay
otros elementos más tardíos, como la fachada oriental, que es de mediados s.
XVII.
Volvemos teniendo enfrente la Sierra de Camero Nuevo.
Ahora bajamos, pero al llegar al cruce volvemos a subir. Paramos en el curioso
Puente de la Hiedra, que casi
no se ve. Es del s. XIV, mide 32 m de largo y
8,90 de altura, tiene un ojo, un arco irregular ligeramente apuntado, anclado
en la roca, con perfil de lomo de asno muy rebajado y pretil de piedra
diferente. Unos pescadores nos dicen que, poco más adelante, hay una zona
recreativa donde podemos comer el bocadillo que llevamos. Es una zona muy
bucólica, al lado del río, con mesas y bancos, y con una caseta para hacer
fuego y refugiarse de la lluvia. Arrullados por el murmullo del cercano río
descansamos un rato, porque lo que viene es todo subida. Esta placidez actúa como un bálsamo revitalizante, como un suero reconstituyente, como un complejo vitamínico.
Seguimos subiendo y paramos a tomar un café en la Venta
de Viniegra. Entramos, sin darnos cuenta, en el restaurante, donde hay gente
muy puesta, y, viendo nuestro aspecto deportivo sudoroso, nos
mandan al bar,
que tiene otro acceso. Otro pequeño descanso y reanudamos la ascensión hasta
Mansilla. Paramos a ver de cerca la iglesia de Santa Catalina y hablamos con
otras personas que nos señalan una pasarela que permite rodear el embalse. De
haberlo sabido podríamos haber ido por ella en lugar de por la carretera. Hemos terminado en Pineda. Para que Valentín conozca el Camino de Santiago, nuestra hoja de ruta nos marca para mañana el traslado a Santo Domingo de la Calzada.
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