viernes, 13 de marzo de 2015

Etapa 4. Canales de la Sierra-Monasterio de Valvanera-Canales de la Sierra.

Un tono gris esmalta la mañana en el pueblo. Vamos hasta Canales de la Sierra en coche, pasando, después de Monterrubio de la Demanda, el Collado de Canales, de 1.233 m. Desde aquí baja el río Canales, que se une en Villavelayo con el río Neila formando el Najerilla, que es el que queremos recorrer en su parte alta.

Canales de la Sierra, a 1.027 m de altitud, está rodeado de lomas, unas vestidas de bosque y otras más desnudas. Tiene algunas casas blasonadas, dos iglesias y varias ermitas. A nosotros nos interesa la iglesia de San Cristóbal, del s. XII, muestra del románico asimilado al Camino de Santiago. Tiene una nave con cinco tramos y cabecera plana más baja, cubierta con bóveda de medio cañón, con torre adosada. El pórtico, que debió ser 
Villavelayo
diferente, consta de una galería de cuatro arcadas en el frente sur y dos, separadas por un pilar, en el este. Los capiteles historiados contienen Maiestas Domini, individuos peleando, individuo atacado por animales, y otros de difícil interpretación.

Tras este pequeño recorrido a pie, cogemos las bicis y seguimos hasta Villavelayo, de calles estrechas. Vemos la iglesia parroquial de Santa María, de un románico temprano, en piedra rojiza. Tiene torre de un cuerpo, canecillos muy sencillos y sus elementos más significativos son unos arcos ciegos.

Seguimos bajando cómodamente hasta Mansilla. El pueblo es nuevo porque el viejo quedó
sumergido por el embalse y sólo se salvó la iglesia de Santa Catalina, que queda en la orilla y conserva la cabecera, un tramo de la nave y restos de puerta, arco, columnas, canecillos, etc.

Seguimos, ya sin parar, pasando por la Venta de Viniegra, que tiene un puente histórico, hasta el desvío al Monasterio de Valvanera. Aquí se acaba el descenso y empieza una fuerte subida amenizada por el verdor del entorno, muy frondoso, con mucho arbolado, todo verde, con el pico de San Lorenzo, de 2.270 m de altitud, al fondo. Por las laderas bajan multitud de regatos, todo está húmedo y por eso el nombre parece que viene del latín “vallis venaria”, abundancia
de aguas. Los orígenes se vinculan con el hallazgo de la imagen de Santa María por Nuño Oñez, al final del s. IX, en torno a la cual se reunieron un grupo de ermitaños que, ya en el s. X, fueron adoptando una vida regular según la regla de San Benito. Del románico queda la torre y la talla de la virgen –fin s. XI o comienzos s. XII- y la iglesia actual es gótica. Hay otros elementos más tardíos, como la fachada oriental, que es de mediados s. XVII.

Volvemos teniendo enfrente la Sierra de Camero Nuevo. Ahora bajamos, pero al llegar al cruce volvemos a subir. Paramos en el curioso Puente de la Hiedra, que casi
no se ve. Es del s. XIV, mide 32 m de largo y 8,90 de altura, tiene un ojo, un arco irregular ligeramente apuntado, anclado en la roca, con perfil de lomo de asno muy rebajado y pretil de piedra diferente. Unos pescadores nos dicen que, poco más adelante, hay una zona recreativa donde podemos comer el bocadillo que llevamos. Es una zona muy bucólica, al lado del río, con mesas y bancos, y con una caseta para hacer fuego y refugiarse de la lluvia. Arrullados por el murmullo del cercano río descansamos un rato, porque lo que viene es todo subida. Esta placidez actúa como un bálsamo revitalizante, como un suero reconstituyente, como un complejo vitamínico.

Seguimos subiendo y paramos a tomar un café en la Venta de Viniegra. Entramos, sin darnos cuenta, en el restaurante, donde hay gente muy puesta, y, viendo nuestro aspecto deportivo sudoroso, nos
mandan al bar, que tiene otro acceso. Otro pequeño descanso y reanudamos la ascensión hasta Mansilla. Paramos a ver de cerca la iglesia de Santa Catalina y hablamos con otras personas que nos señalan una pasarela que permite rodear el embalse. De haberlo sabido podríamos haber ido por ella en lugar de por la carretera.

Ha sido la última parada. Continuamos, pasamos por Villavelayo y llegamos a Canales donde cogemos el coche tras 66 km de bici. Ya en Pineda, como cada día, charla con los dueños de la casa rural y con uno que se acerca a tomar una cerveza hasta la hora de la cena. Aquí descubrimos el revuelto de morcilla, de Burgos, naturalmente.

Hemos terminado en Pineda. Para que Valentín conozca el Camino de Santiago, nuestra hoja de ruta nos marca para mañana el traslado a Santo Domingo de la Calzada.


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