Románico del Gállego (II/III)
Además de Lárrede, que es la iglesia emblemática del grupo, se han tomado en consideración las de Busa, Oliván y Gavín.
SAN JUAN DE BUSA
Es una iglesia mozárabe construida entre los siglos X y XI, que fue restaurada por los Amigos del Serrablo, ya que se había derrumbado la techumbre de madera y parte de los muros laterales y de la bóveda del ábside. En ella se combinan elementos cristianos (la estructura del templo) con elementos árabes (motivos ornamentales), como el arco de herradura y el alfiz. El origen de esta solitaria iglesia es incierto, ya que no figura ni como parroquial ni como iglesia anexa. Su construcción podría haber surgido como templo de un antiguo poblado medieval.
Su interés radica en que es el único ejemplo de todo el grupo serrablés que se ha conservado en su estado original, sin terminar de construir, ya que no está acabada la bóveda del ábside ni tiene torre-campanario.
La ermita es de nave rectangular con dos pares de columnas adosadas de doble fuste y otro par de un solo fuste, similares a las de San Pedro de Lárrede, quizá debido a grupos itinerantes de constructores.
Al exterior, el ábside mantiene las mismas características de todas estas iglesias, con cinco arcuaciones de tipología lombarda que apoyan sobre cuatro lesenas, erigidas sobre una sencilla moldura torada, quedando rematado el conjunto por un simple friso corrido de baquetones sobre el que se eleva, a modo de pico el resto del ábside, dándole al conjunto su característico perfil. Un estrecho ventanal alargado y con doble derrame, interior y exterior centra el ábside y dota de iluminación a la mesa de altar del interior.
Esta ermita no tiene torre-campanario, lo que realza la pureza de sus formas, puesto que en muchos otros casos “serrableses“ el añadido de la torre es muy posterior, habitualmente ya de Edad Moderna.
En el muro occidental presenta un elegante vano con doble ajimez conformado por tres arquillos de pronunciada herradura, enmarcados por alfiz en el exterior.
Por delante del cilindro absidal hallamos el presbiterio atrofiado como es común a todos esto templos. Tiene una imposta que pretende darle apariencia de falso arco de herradura. El primer fajón que debía de sustentar la no realizada bóveda, apea en el muro, mediante ménsula en forma de cuña formada por varios elementos en degradación. Tanto éste como los restantes apean por medio de una laja que hace las veces de ábaco y capitel.
En el muro meridional se abren también tres ventanas de arco de medio punto, así como la portada de acceso, a base de arco de herradura enmarcado en alfiz. Formada por dos arquivoltas en degradación, la exterior tiene sus dovelas ornadas por una línea ondulada de palmetas. Es de arco de medio punto descargado en un dintel monolítico y, a ambos lados, pilastras con interposición de dos columnas destinadas a transmitir los empujes de arcos fajones que se construyeron. Todo está construido con piezas pequeñas de flisch eocénicos, muy abundantes y fácil de trabajar.
Hay una puerta cegada en el hastial occidental, de medio punto dovelado, peraltado y con recio dintel monolítico, ligeramente descentrada hacia el norte.
Romería desde Oliván y Lárrede el domingo más próximo al día de San Juan.
Desde San Juan de Busa se ve el pueblo de Oliván, nuestro siguiente destino.
SAN MARTÍN DE OLIVÁN
Oliván es uno de esos núcleos serrableses que lucha contra la despoblación, cuidando sus antiguas casonas (Colorao, Chuan, Azón y el Herrero) con portadas del siglo XVII y escudo de los Aínsa en la última, y casa Marina del siglo XIX, con la inscripción “Viva mi dueño A 1856”. Su parroquial, restaurada en 1977, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura serrablesa, a pesar del profundo cambio que supuso la ampliación del siglo XVI. Data del siglo XI.
Construida en buen sillarejo del país, tal vez por el mismo maestro que levantó la de Otal, con cuya iglesia guarda enormes similitudes, constaba de una nave más o menos rectangular, corto presbiterio de dos tramos, ábside semicircular peraltado y campanario adosado en el muro norte.
El ábside está decorado con siete arcuaciones ciegas de medio punto apoyadas en unas pilastras llamadas lesenas. Éstas parten de un basamento inferior, mientras que el fondo de los arcos está retranqueado. Sobre una moldura redondeada discurre un friso de rollos y, finalmente, dos hiladas en voladizo que hacen las veces de cornisa. Tres ventanitas en arco de medio punto y con derrame externo e interno, para captar y difundir mayor cantidad de luz, se abren en esa cabecera, en los arcos extremos y el central, ligeramente más elevado. Tal vez sea una referencia a la Santísima Trinidad, y haya una intención protectora en el número siete relativo a la idea de totalidad. El resto del exterior queda prácticamente desnudo, dejando vista la piedra sillar de tamaño regular y bien trabajada.
Destaca la presencia de un tipo de vanos comunes al románico lombardo. Son una puerta en la cara oeste y una ventana tapiada en la base de la torre, que emplean dintel y un arco de medio punto encima sólo visible por el exterior.
La torre, una de las más airosas de la zona, debió tener además unas ventanas triples en el cuerpo de campanas similares a las de la ermita de San Bartolomé de Gavín, sustituidas por las actuales de medio punto en el siglo XVI. Es de planta cuadrada y gran altura con leve forma troncopiramidal. Parece datar de la misma fecha que el primitivo templo románico.
En la reforma del siglo XVI se añadió otra nave más pequeña en el lado sur, por lo que se perdió toda la fachada original. Atravesando el cementerio, llegamos al pórtico que cobija la entrada, una portada en arco de medio punto con grandes dovelas y la fecha de 1588. Una amplia arcada separa el espacio renacentista del medieval. El primero es menor y termina en una cabecera plana, que se cubre con una bóveda de cañón decorada con pinturas de roleos. Aquí las ventanitas para la iluminación son adinteladas.
La antigua nave y principal siempre estuvo techada con vigas de madera a dos aguas, aireadas gracias a una ventana en el hastial occidental. Tras el estrecho presbiterio de dos tramos sin impostas, cuya bóveda de cañón y arco de medio punto arrancan de una moldura biselada, el ábside aparece con la habitual bóveda de cuarto de esfera, a imitación de la bóveda celeste. De nuevo volveremos a encontrar el vano adintelado con arco superior en el acceso al campanario. Este interior conserva tanto la pila benditera como la bautismal, tallada en una sola pieza, además de una talla de San Juan Bautista presidiendo la capilla menor.
Las iglesias de Serrablo están declaradas Monumentos Histórico-Artísticos y, por tanto, Bienes de Interés Cultural en la actualidad. La primera fue la de Lárrede en 1931, y en 1982 fueron incorporadas todas las demás.
Desde Oliván parte la Senda amarilla (Red Comarcal de Senderos Señalizados), ruta de media montaña que permite conocer los despoblados de Berbusa y Ainielle, lugar donde se ubica la trama del libro “La lluvia amarilla” de Julio Llamazares. El recorrido se celebra anualmente en otoño por parte de la Asociación “O Cumo”, que pretende recordar los valores tradicionales de los numerosos pueblos deshabitados de la zona de Sobrepuerto.
SAN BARTOLOMÉ DE GAVÍN
Esta ermita adscrita a Gavín debió ser la iglesia parroquial de alguna población desaparecida. El edificio fue construido por cristianos mozárabes en época de dominio musulmán a mediados o finales del siglo X, o incluso en el siglo XI, respondiendo a una primera fase del mozárabe altoaragonés. El conjunto se halla construido en piedra sillar de pequeño tamaño trabajada a maza. Consta de nave única de planta rectangular y testero recto con una torre de planta cuadrada adosada en el muro meridional. Ésta, junto con un fragmento de muro que dibuja un suave talud en la zona adyacente a la citada torre, constituye el único elemento de la obra medieval que ha llegado intacto hasta nuestros días.
En él destaca su esbelta torre, la más original, esbelta y airosa de las iglesias que componen la ruta de Serrablo, en la que hallamos un poco de dos características: en su arranque lo mozárabe, y en altura, el remate realizado ya al modo serrablés, lombardo. Posee planta cuadrada y se halla asentada sobre un basamento troncopiramidal de factura diferente a la del resto del cuerpo, dibujando sus muros un ligero talud en altura. En sus lienzos, al exterior, aparecen las marcas de los mechinales. Dos ventanitas aspilleradas se abren cercanas a la base. La más especial es la del lado sur con su arco de herradura sobre un dintel, un modelo de raíz prerrománica.
A unos dos tercios de su altura definitiva la torre posee cuatro series de ventanas tríforas –vanos divididos en tres partes por medio de dos columnitas o pilastras– en las cuatro caras, muy similares a las de Lárrede, de tradición prerrománica. Sus arquitos son de falsa herradura y se apoyan sobre columnitas de fuste de piezas múltiples, como en Lárrede. Sobre éstas, se asienta un friso de baquetones y la cornisa, y por debajo, en cada uno de los frentes, aparece una doble rueda o roseta configurada por una serie de dovelas dispuestas en círculo, enmarcadas, decoración es única en el románico altoaragonés.
Al exterior, la cubierta es a cuatro vertientes, pero al interior se usa la habitual bóveda esquifada realizada mediante aproximación de hiladas en espiral, que, según García Omedes es “técnica que no requiere cimbra y que desde tiempo inmemorial utilizan los pastores para cerrar sus casetas”.
El acceso a la torre se produce desde el interior de la nave, a través de una pequeña puerta con jambas en talud, y arco de medio punto levemente peraltado, que arranca de una moldura biselada, dándole clara forma de herradura.
Al interior, la nave del templo solo conserva de la original su planta, pequeña nave rectangular con cabecera recta. Hay que traspasar la puerta en el muro sur de la nave para acceder al escaso espacio cuadrangular de la torre y disfrutar de la contemplación del bello arco de herradura original que permitía el tránsito entre templo y torre. Se compone de dovelas trabajadas a maza y posee una clave triangular algo descentrada hacia poniente. Comoquiera que el espesor del muro de la torre es notable para poder sustentar su altura, este arco es la parte vista de un bello zaguán. Las impostas en que apea el arco están biseladas, realzando su perfil de herradura. Se cubre por medio de cubierta de madera a doble vertiente, salvo en la zona de la cabecera, resuelta a base de bóveda de horno. Los trabajos de empedrado en el pavimento aportan un cálido aire popular.