De su pasado de fortaleza queda el Torreón de Tenorio,
lienzos de muralla, el Torreón de la Fuente (con una estela procedente de
Complutum y reutilizada como sillar), pero fue en el siglo XVI cuando se
convirtió en un magnífico palacio renacentista bajo la dirección de Alonso de
Covarrubias. Recibió la visita de personajes importantes y aquí nacieron reyes-reinas.
En el Patio de Armas sorprende la fachada principal, pero éste es sólo uno de
los cuatro patios que componían el Palacio. El incendio de 1939, cuando era
Archivo General Central del Reino, terminó con joyas como el Salón de Concilios
y con el resto de patios. En la actualidad es la sede del Obispado Complutense.
Como la restauración parece imposible, bien está el acertado empeño infográfico.
Continuamos por la calle San Juan, vía procesional que unía
el Palacio y la Magistral, para ver la mal llamada Casa de la Entrevista (2) -antiguo
convento femenino de San Juan de la Penitencia, destinado a la formación de
mujeres necesitadas, que ahora es sala de exposiciones- y seguir hacia la
Catedral Magistral (3), único edificio gótico que se conserva en Alcalá, lugar
emblemático y centro urbano tardomedieval, y descanso de Cisneros en contra de
su voluntad. Enfrente de la pétrea fachada se encuentra la ermita de Santa
Lucía, considerada el primer ayuntamiento porque allí se reunía el concejo de
la villa hasta principios del siglo XVI.
El nexo de unión entre las dos zonas a visitar lo constituye
la larga Calle Mayor (4), en la que Cisneros ordenó sustituir los pies derechos
de madera por columnas de piedra y pavimentarla. Al final estaba la Plaza del
Mercado –actual Plaza Cervantes (5)-, centro de la población, en donde se
advierte la división de la ciudad en dos barrios: el del Concejo (lados
porticados) y el Universitario, que se formó por la prolongación de las calles
Escritorios y Mayor, en Colegios y Libreros respectivamente, y dividiendo el
espacio en “islas” (manzanas) trazadas a cordel y numeradas del 1 al 18.
Alcalá era señorío del Arzobispado de Toledo y reunía las
condiciones requeridas por el Cardenal por lo que estableció la Universidad con
los propósitos de proporcionar al clero una mayor formación intelectual y crear
una academia de estudios lingüísticos que apoyase su proyecto de la Biblia
Políglota. Esta Universidad no se proyectó como un único edificio, sino como
una Ciudad Universitaria (uno de los criterios de la Unesco para la concesión
del título de ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1998), que siguiendo un
esquema renacentista de trazados rectilíneos creó una estructura clara que
enlazaba con la ciudad medieval.
El corazón de la Universidad era el Colegio Mayor de San
Ildefonso (6), que compartía la parcela central con el colegio franciscano de
San Pedro y San Pablo, la Capilla de San Ildefonso, la cárcel, la hospedería
universitaria, etc. Su magnífica fachada plateresca -Plaza de San Diego-, llena
de simbolismo, es una de las joyas del renacimiento español. Hacia el interior,
y sucesivamente, los patios de Santo Tomás de Villanueva (primer alumno de la
Universidad canonizado, con la famosa frase “En Luteam olim celebra marmorean”
-“Otros harán en mármol lo que yo hice en barro”-), de Continuos o Filósofos
(en las novelas picarescas de Quevedo y Mateo Alemán, estudiantes aquí,
aparecen términos nacidos en estas aulas como gorrones, manta, camarista,
leoneras; Cárcel Escolástica) y San Jerónimo o Trilingüe (bellísimo claustro
renacentista). A destacar el Paraninfo, de maravilloso artesonado, lugar de
entrega del Premio Cervantes. Al lado del Colegio Mayor está la Capilla de San
Ildefonso (7), de exterior humilde –con la entrañable espadaña donde anidan las
cigüeñas- pero con un interior lujoso debido al bellísimo artesonado mudéjar y
a las yeserías de los muros, realzados por la desnudez de las paredes, que
también aloja el cenotafio de Cisneros.
Además del Colegio Mayor, Cisneros proyectó doce Colegios
Menores –en honor de los doce Apóstoles- de los que llegó a inaugurar seis. El
de San Pedro y San Pablo (10), sencillo según su dedicación a frailes
franciscanos, de fachada anexa a la del Colegio Mayor, da idea de cómo pudo ser
ésta en su origen. Al lado del Colegio Trilingüe estaba el Colegio de la Madre
de Dios (11), conocido como el de Teólogos aunque estaba reservado a los
estudiantes de Medicina, como el famoso Francisco Vallés “El Divino”. En el
Callejón de Santa María estaba el Colegio de Santa Catalina o de los Físicos
(12), del que queda un bonito patio de dos pisos.
Para terminar la visita, abandonamos la ciudad universitaria
y vamos a la Calle Santiago, a donde se trasladó el Convento de San Juan de la
Penitencia –“Juanas”- (8) por ruina del
ubicado en la calle San Juan. Estas monjas fueron las testamentarias de
Cisneros y conservan algunos recuerdos –pectoral, cáliz, copia de su testamento,
báculo-. Antes había sido Colegio de Agustinos descalzos de San Nicolás de
Tolentino.
Finalmente, el Palacio Laredo (9), capricho arquitectónico
utilizando restos arquitectónicos de otros edificios, alberga en su suntuosidad
y abigarrada ornamentación el Centro de Estudios Cisnerianos, que recoge obras
vinculadas al Cardenal Cisneros como la Biblia Políglota Complutense.
Muy interesante!!
ResponderEliminar