lunes, 22 de julio de 2024

 Las escaleras en el Renacimiento.

Un elemento no suficientemente analizado en la historiografía del Arte es el relativo a las escaleras. En la arquitectura renacentista española se dio un protagonismo de la escalera que no se correspondió en otros lugares (Francia, Italia), convirtiéndose la escalera “claustral” en una aportación muy importante. En Alcalá de Henares, de la mano de los arzobispos Fonseca y Tavera, y del artista Covarrubias, se ejemplificó esta aportación con una espléndida escalera, lamentablemente desaparecida, de la que podemos hacernos una idea por fotografías y por la del Hospital de la Santa Cruz de Toledo.

El palacio Arzobispal de Alcalá de Henares tuvo una larga y continua trayectoria constructiva desde el siglo XIII (Jiménez de Rada), el XIV (Pedro Tenorio, refuerzo militar), el XV (Martínez Contreras, Salón de Concilios). En 1524 el arzobispo Alonso de Fonseca (1523-1534) encargó las obras al arquitecto Alonso de Covarrubias, pero la terminación se produjo bajo el cardenal Juan Pardo de Tavera (1534-1545). Lo que nos interesa es la escalera del patio llamado “de Fonseca”, excepcional joya renacentista, que desapareció en el incendio del 11 de agosto de 1939.

La magnificencia de esta escalera es un ejemplo de las altas cotas artísticas a que se llegó en este tipo de construcción y en un periodo de tiempo determinado, el Renacimiento. La escalera debía ser un elemento de importancia en toda casa señorial y lo fue en España, no en Francia (caracoles medievales) o en Italia (encajonadas entre muros de carga, salvo excepciones). La aportación de España a la arquitectura fue un modelo de escalera, la escalera abierta o “claustral”.  Ejemplos de magníficas escaleras en otros países son la de la Biblioteca Medicea Laurenciana (Miguel Ángel) y la de los Museos Vaticanos (Bramante), en Italia, y la de La Rochefoucauld (Leonardo) y la de Chambord (atribuida), en Francia.




La Biblioteca Laurenciana se construyó en Florencia desde 1524. El vestíbulo fue construido en 1559 por Bartolomeo Ammannati, que realizó la escalera con los diseños que le envió Miguel Ángel. Consta de dos tramos rectos a los lados y el central curvo, confluyendo al final.



 



En el Palacio del Belvedere (Museo Pío-Clementino), Museos Vaticanos, realizó Bramante una escalera, con diseño encargado por el papa Julio II en 1507 y construida hacia 1512. Es un cilindro hueco que permitía entrar en carruaje y subir a caballo.


 





Rochefoucauld es una gran escalera helicoidal de tipo tradicional, inscrita en un cuadrado de 6,75 m de lado con un gran nudo central. Debió construirse en 1516.




 




Chambord fue mandado construir por Francisco I como símbolo de poder y prestigio y está dotada de dos hélices imbricadas que permiten en paso de dos personas simultáneamente. Se atribuye a Leonardo y se comenzaría la construcción en 1520.

 

Así pues, si las obras en el palacio Arzobispal de Alcalá de Henares pudieron terminarse al final de la década de 1530, serían anteriores en el tiempo la escalera de Bramante en el Vaticano, 1512, la de La Rochefoucauld, 1516, y la de Chambord, década de 1520, y sería posterior la escalera de Florencia, 1559.

 

En España se dio una dirección evolutiva en distintos focos artísticos hasta llegarse a un tipo de escalera hispana, con los maestros de obras centrados en imprimir un nuevo lenguaje de forma ascensional en las principales casas nobiliarias, residencias reales, conventos, etc. El proceso, en varias fases, se desarrolló desde un esquema tardomedieval (dos tramos), continuando por un paso experimental (tres tramos y preimperial), para llegar a la escalera que se hizo con el control axial del edificio (eliminación de la caja, cuatro tramos). Después vendría la escalera imperial.

En un edificio tardogótico la escalera era una estancia aislada, con dos tramos paralelos en sentidos opuestos -escalera de ida y vuelta-, careciendo de iluminación interior. El avance consistió en eliminar el muro que dividía sus rampas y sustituirlo por un barandal. Al mismo tiempo, se eliminaron las bóvedas de cada tramo y el techo cubrió toda la caja. El resultado fue que se veía de rampa a rampa, añadiendo sentido de ceremonia y teatralidad. Importantes maestros (Juan Guas, Enrique Egas, Simón de Colonia, Lorenzo Vázquez), elaboraron ejemplos en la arquitectura civil castellana como el Colegio de San Gregorio (1488-1496), y la Casa-palacio de los Vivero también en Valladolid (1490-1500).

 


Se llegó a la escalera claustral, modelo de caja abierta que conectaba los claustros de construcciones religiosas, como la escalera de Don Pedro Tenorio en la catedral de Toledo, iniciada por Juan Guas y rematada por Enrique Egas hacia 1518. Supone un avance, pero todavía se aprecia una ausencia de unidad con el claustro. Mayores avances se darán en la vertiente nobiliaria, con escaleras de tramos desiguales y con mayor visibilidad e integración espacial, como el palacio ducal de Gandía, 1488.

 

El primer Renacimiento (1505-1526) fue un periodo de experimentación.




El tipo de escalera era la claustral de dos tramos, similar a la de ida y vuelta, aunque presentaba el inicio de apertura de cada tramo hacia un arco, enlazando las dependencias de acceso con las de mayor relevancia. Buenas muestras de este tipo existían en los Palacios Ducales de Cogolludo (1492-1495), y del Infantado (1480-1500) en Guadalajara, o en el palacio del Contador Alonso Gutiérrez de Madrid (1525-1534), sede desde 1559 del Convento de las Descalzas Reales.


 

El siguiente avance consistió en separar las dos rampas para conectarlas con una tercera, perpendicular, que generaba un vacío central que le otorgaba mayor amplitud y visibilidad. Hubo ejemplos en el foco mendocino en Guadalajara, en el palacio de don Antonio de Mendoza, 1500-1507, atribuida al círculo de Lorenzo Vázquez. Otros casos se dieron en Salamanca (Casa de las Conchas 1512- 1514, Escuelas Mayores 1519-1526, Colegio Mayor del arzobispo Fonseca 1521-1534), Burgos (catedral, Escalera Dorada 1519-1522), Burgo de Osma (catedral, capilla de San Pedro, 1530-1541), Granada (Capilla Real, 1521). Un ejemplo clarificador es el palacio fortificado de La Calahorra en Granada (1506-1509), obra de Lorenzo Vázquez. Es una escalera claustral de tres tramos, con tribuna y caja abierta, en la que ya no hay falta de unidad, sino completa integración en el inmueble. 


El pleno Renacimiento: 1527-1570.

El tercer momento produjo la generalización de la escalera claustral de tres tramos (dos descansillos, forma de U invertida) y la eliminación de la caja envolvente, para que fuese vista desde otros puntos del edificio. Esto permitía la creación de una galería o tribuna en lo alto y apertura de la embocadura con arcuaciones dobles o triples, aunque quedan de un solo vano en los focos mallorquín y catalán, como la Casa Oleza en Palma de Mallorca (1525-1550). A pesar de los avances se siguieron construyendo escaleras claustrales de dos tramos, como el Hospital de Santiago en Úbeda (1560-1575), obra del maestro Andrés de Vandelvira.

El avance constructivo que supone la incorporación de un tramo más en el trazado de la escalera es esencialmente hispano. Se inició por Lorenzo Vázquez en el foco alcarreño y se desarrolló por Alonso de Covarrubias en el círculo toledano y alcalaíno con dos ejemplos paradigmáticos: la escalera del Hospital de Santa Cruz en Toledo (1530-1540) y la desaparecida del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares (1535-1540).  

La escalera del hospital toledano de Santa Cruz es la que mejor define la experimentación espacial en el siglo XVI. Fue encargada por Don Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo, a Enrique Egas, que trazó una escalera claustral de tres tramos y caja abierta bajo artesonado de madera entre 1504 y 1505, aunque la llevó a cabo Alonso de Covarrubias entre los años 1530 y 1540. Las escaleras del palacio de los Condes de Miranda en Peñaranda de Duero (1520-1535) y de los Dueñas en Medina del Campo (1528-1530) fueron precedentes de la caja abierta con un gran arco escarzano presidiendo la embocadura. 




El palacio Arzobispal de Alcalá de Henares era la residencia de los arzobispos de Toledo y señores de Alcalá. La escalera, promovida por el prelado Fonseca y terminada bajo el prelado Tavera, obra de Alonso de Covarrubias, medía 13,3 m de longitud y 16 m de altura, y debió terminarse hacia 1540. Era muy elegante y proporcionada, con los tiros dispuestos con una inclinación más suave de lo habitual, bajo artesonado ochavado. Los tres arcos rebajados de la embocadura se correspondían con los de la tribuna superior y desembocadura.









También en Alcalá de Henares, corresponden a este periodo las escaleras de los conventos de Santa Úrsula, Imagen (Covarrubias) y Santa Catalina de Siena.




 


La evolución de esta tipología llevará a la escalera doble claustral, resultado de la adición de dos escaleras claustrales en una, presentando la forma de H invertida, y resolviendo la necesidad funcional de acceso a dos claustros o patios. Su carácter simétrico se vio por vez primera en el patio de los Reyes del Alcázar de Madrid, con la impronta de Alonso de Covarrubias. Formalmente se concibió como un elemento unificador que permitía la comunicación entre ambos patios, el del rey y el de la reina. Esta tipología biclaustral de cinco tramos sería proyectada por Covarrubias en la traza para el Hospital toledano del Cardenal Tavera o de Afuera (1541). 




En un segundo momento se desarrollará otra variante, la escalera preimperial, gracias a la unión de dos escaleras claustrales por un lateral, presentando forma de E invertida. Covarrubias lo implantará en el Alcázar de Toledo (1552-1579). La gran caja permitió la amplitud de los cinco tramos desiguales, proporcionando una subida mucho más cómoda y suave.



 

El Renacimiento tardío: 1571-1625.

La escalera claustral de cuatro tramos es el tercer eslabón en la evolución tipológica. Incorpora elementos de la arquitectura civil como amplias tribunas de iluminación al final, pero también se encuentran en edificios religiosos como el Convento de San Esteban en Salamanca (1553-1556). En éste destaca la escalera “de Soto”, obra de Rodrigo Gil de Hontañón. Es claustral de caja abierta, con cuatro alturas superpuestas en altura, tres colgantes sobre arcos rebajados. La caja se cubre por bóveda de crucería y se abre a una tribuna compuesta por tres arcos de medio punto y un cuarto en la desembocadura. La complicación y multiplicación de los tramos en la tipología claustral hizo que se desarrollaran las conocidas como escaleras voladas, resueltas mediante la descarga de grandes arcuaciones. 





Una magnífica escalera de cuatro tramos, aunque más tardía, es la ubicada en el actual Colegio de las Escolapias, antiguo palacete propiedad de J. Laurent, del que quedan fotografías del palacio arzobispal antes de su incendio.



 

Finalmente, el último paso en el avance tipológico tiene como referente a la escalera imperial, que aparece al suprimirse los tiros perpendiculares a la dirección de entrada y salida de la escalera mediante el desarrollo de tres tiros paralelos enlazados por un descansillo o meseta central. Un buen ejemplo se da en El Escorial, proyecto inicial de Juan Bautista de Toledo, en 1565, le siguió el proyecto de Bergamasco, que se modificó en 1571 con la caja impuesta por Juan de Herrera, que la terminó en 1574. La auténtica revolución reside en la monumentalidad y diafanidad de su caja, que recubre no solo la totalidad de los tramos y el amplio descansillo, sino también los corredores laterales. 





El éxito de la tipología imperial continuó, ya en el siglo XVIII, en otros palacios (Aranjuez 1741- 1746, Real de Madrid 1746-1789, Riofrío 1752-1765), pero también en la vertiente religiosa como el Monasterio de Uclés (h. 1650) en Cuenca.




 


En Alcalá de Henares, también hay que citar la escalera del que fue Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, actual Facultad de Derecho. Desde la expulsión de los jesuitas, 1767, el edificio cambió de función varias veces. Fue sede de la Universidad, ocasión de la reforma de Ventura Rodríguez en la que se añadió, entre otros elementos, una espléndida escalera imperial, 1776-1782.



 Del mismo modo, y aunque en proporciones menores, hay que citar dos bellas escaleras alcalaínas, ambas del siglo XVIII, la del Colegio de Málaga (planta de cruz griega, cúpula oval) y la del Colegio San José de los Caracciolos, que unen dos patios, convirtiéndose en el elemento central de comunicación del edificio. Tienen doble acceso, como otras biclaustrales, desdobladas o imperiales.


 

Conclusiones.


El avance técnico de la escalera hispana residió en la progresiva apertura, diafanidad, grandiosidad y unidad de su caja. Su carácter exclusivamente interior permitió que la escalera adquiriera un aspecto monumental, equiparable a la propia portada del edificio. Fue evolucionando desde la invisibilidad de las escaleras tardogóticas, pasando por el trazado asimétrico de las escaleras claustrales, situadas en un lugar secundario y descentradas respecto a la entrada del edificio, hasta llegar a la disposición axial, simétrica, de las escaleras dobles, preimperiales e imperiales, tan ostentosas. La experimentación de las distintas tipologías incluyó un avance técnico notable, las escaleras voladas. En todo este proceso las escaleras se hicieron visibles en el edificio pasando a considerarse lugares de representación, donde se recreaba el ceremonial religioso o protocolario que se derivaba del poder de sus promotores y de su ostentación social.  

En este periodo renacentista, uno de los ejemplos más señeros fue el de la desaparecida escalera de Covarrubias en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares. A este tipo se llegó después de una evolución que se inició en las escaleras tardogóticas (siglo XV, dos tramos, Colegio San Gregorio de Valladolid). Con el paso al siglo XVI se dio el Primer Renacimiento, en el que se siguieron construyendo escaleras de dos tramos, como el edificio de las Descalzas Reales, pero se inició la investigación incorporando un tramo más, resultando las escaleras iniciales de tres tramos, como el palacio de Antonio de Mendoza en Guadalajara o La Calahorra en Granada.

Desde el segundo cuarto del siglo XVI se da el Renacimiento Pleno, en el que todavía se construye alguna escalera de dos tramos, como el Hospital de Santiago en Úbeda, pero en el que se generaliza la escalera de tres tramos (palacio de los Guzmanes en León o palacio de Lerma, Burgos). La diafanidad y monumentalidad que van adquiriendo las escaleras alcanzan su máxima expresión en ejemplos como el Hospital de la Santa Cruz de Toledo o en el palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, ambos obra de Covarrubias, autor también de la escalera del convento de la Imagen en Alcalá de Henares.

 

 

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