viernes, 26 de julio de 2024

 A orillas del Henares.

4.ARTE (VI, Renacimiento -I/II-)

El renacimiento español no es una mera copia de corrientes italianas, sino que valora el renacimiento italiano y lo clásico como influencia indiscriminada de los diversos centros productores de este arte (Florencia, Bolonia, Nápoles, etc.), resultando una mezcla de todo ello en un proceso de voluntad de integración en él.

Los mecenas siguen siendo aristócratas y eclesiásticos, pero los artistas consiguen individualizar sus creaciones, siempre en el contexto de movimientos estéticos de ámbito europeo. En la zona los mecenas también son la nobleza, familia Mendoza, y el sector eclesiástico, arzobispo de Toledo en Alcalá y obispo de Sigüenza. El arte del Renacimiento hizo entrada en España por los Mendoza en sus tierras de Guadalajara. No se hizo por intermedio real como en Francia, sino a través de familias de la alta aristocracia, algunos de cuyos miembros eran humanistas que viajaron a Italia y vieron cómo las cortes conferían un factor de prestigio al arte a través de una ostentación de lo nuevo. El arte es una diferenciación de lo anterior: el método moderno es lo gótico, el método a la antigua es lo renacentista, lo que resulta peculiar.

Tradicionalmente se ha considerado que el introductor del Renacimiento en Castilla fue el arquitecto Lorenzo Vázquez, hispano formado en Italia, que realizó el palacio de don Antonio de Mendoza en la capital alcarreña y el palacio de Cogolludo. En la actualidad se considera que su personalidad es dudosa, que no parece haber datos documentales suficientes para atribuirle esto, pero el artista que lo hizo era muy completo. Tras entrar el nuevo estilo gracias a determinadas familias nobles, llegó sin gran pujanza al círculo real. El escultor Doménico Fancelli (autor de los enterramientos del príncipe Juan y de los propios Reyes Católicos) fue traído por intermedio del conde de Tendilla.

La introducción del nuevo estilo se realizó de varios modos: copias de estampas, llegada de artistas italianos, importación de obras de arte, importación de palacios enteros (La Calahorra, traído por un hijo del Cardenal Mendoza), etc., y los artistas coexistían en dos tendencias: la de Egas (tradición gótica, de cantero) y la de Lorenzo Vázquez (arquitecto total).

Los focos principales en el valle del Henares fueron las antiguas ciudades donde estaban los mecenas, es decir, Sigüenza, Guadalajara y Alcalá. Esta arquitectura ornamentalista estaba acompañada de abundantes obras de escultura y pintura. Había artistas que se agrupaban en talleres como el de la catedral de Sigüenza. Además de los grandes artistas como Covarrubias, hubo muchos otros, más desconocidos, que trabajaron en obras de menos importancia y presupuesto, pero que completaron el panorama artístico de la zona. Algunos de estos hacían un trabajo especializado, por lo que para la realización de una obra completa era necesario el concurso de varios. Es el caso de Juan Sanz, ensamblador, y Juan Usarte, pintor, que constituyen dos modelos de artistas seguntinos en las postrimerías del siglo XV. Juan Sanz, que murió en 1609, había nacido en Sigüenza y vivía en la parte alta. De su testamento parece deducirse la existencia de buenas relaciones entre los artistas seguntinos. Hay un riquísimo inventario de sus obras: retablos, relicarios, cajones de sacristía, puertas, andas, etc., para Almazán, Mezquetillas, Torresaviñán, Hijes, Alboreca, La Ventosa, Romanillos, Galve, La Miñosa, etc. La madera era de los pinares de Galve o Luzaga (parece que los de Sigüenza no eran apropiados). El pintor Juan Usarte, de linaje de pintores, murió en 1608 y vivía en la parte baja de Sigüenza. Trabajó en Ures, Mandayona.

Los artistas de la zona, como los dos citados, se agrupaban en dos importantes focos artísticos: Sigüenza y Guadalajara. En general se trata de pintores y escultores de carácter netamente provinciano, que atendían la demanda de imágenes -siempre religiosas- de una humilde clientela, formada por cofradías rurales, párrocos, conventos y algunos particulares. Podría afirmarse que tales artífices se encontraban más próximos al artesanado que a la categoría y consideración moderna de artistas. Realmente no puede hablarse de escuelas o talleres alcarreños de pintura y escultura, puesto que en la documentación notarial se encuentran papeletas de exámenes de oficiales en los oficios de albañilería, carpintería y ensamblaje, pero en ningún momento aparece algo semejante referido a la pintura o escultura. Las patentes para abrir talleres de estas artes debían conseguirse fuera de La Alcarria, seguramente en Alcalá, Madrid o Toledo.

Ejemplos de estas obras menores son los siguientes retablos inéditos alcarreños: Carabias (el entallador Pierre de la Chapelle -muy activo en Sigüenza en la segunda mitad del siglo XVI- había terminado en noviembre de 1551 el retablo mayor), Cirueches (el 5-agosto-1558, los canónigos de la catedral de Sigüenza ordenaron que se pagara al pintor Pedro de Andrada lo que se debía por el retablo), Hontanar (1581, pintores vecinos de Guadalajara, Juan López de la Parra y Francisco Herbiás), Marchamalo (ejecutado en la segunda mitad del siglo XVI por el escultor alcalaíno Francisco de Torres), Tamajón (el 19-9-1614, el cardenal de Toledo autorizó al pintor Juan Bosque, vecino de Guadalajara, a hacer el retablo de Ntra Sra de los Enebrales), Torija (17-7-1626, el pintor arriacense y el ensamblador Pedro de la Torre, el retablo de Ntra Sra del Rosario).

En Guadalajara: capilla de don Pedro de la Cerda, en San Ginés (el 6-4-1561 los escultores Lucas de Rueda y Alonso Tamayo y el pintor Diego López, todos vecinos de Guadalajara se comprometieron con los testamentarios de D. Pedro de la Cerda a hacer un retablo), capilla del Ángel en Santo Domingo de la Cruz (en abril-1587, D. Francisco Álvarez Ximénez contrató con los pintores Juan y Diego López de la Parra la ejecución de un retablo), iglesia de la Orden de la Merced (el 17-5-1617, el escultor Juan López vecino de Guadalajara, se obligó ante el superior del convento Ntra Sra de la Merced, fray Juan de Villoria a labrar un retablito en madera dorada para albergar un lienzo de pintura), iglesia de Ntra Sra de la Fuente (para el retablo mayor, el ensamblador Pedro de la Torre Villatoro, ya había hecho unas trazas en 1620-21. El benefactor Albornoz contrató a los escultores Juan de la Fuente y Diego de Jadraque en 22-10-1622 la realización), iglesia del convento de San Francisco (retablo de Fray Francisco Mir; con él trabajaron los escultores Eugenio de Herbiás y Juan de la Fuente, vecinos de Guadalajara), iglesia del convento de San Bernardo (en 1635, Dª Clara de Pareja prometió costear un retablo, por el escultor Juan de la Fuente; el dorado y pintura fue concertado con el pintor toledano Hernando de Moros), capilla del Soriano en Santo Domingo de la Cruz (D. Marcos de la Barreda, 1640, a los escultores Diego de Praves y Hernando Sánchez de la Fuente).



La importancia de los mecenas de la zona hizo que estuviesen aquí artistas principales como Alonso de Covarrubias que, al parecer trabajó y aprendió con Lorenzo Vázquez y realizó obras maestras con formas platerescas como la iglesia de la Piedad, añadida al palacio de los Mendoza de Guadalajara. En 1525, doña Brianda de Mendoza, hija de los II Duques del Infantado, decidió construir en Guadalajara la iglesia de la Piedad y lo contrató en 1526 hasta 1530. En 1535 volvería para labrar el sepulcro de doña Brianda. También trabajó en Alcalá de Henares.



 

Platerescas son las portadas de las iglesias de Trijueque y Torija y el palacio de los Mendoza en Tamajón, actual Ayuntamiento. En este estilo son piezas únicas las fachadas del palacio del Infantado en Guadalajara y la del Colegio Mayor de San Ildefonso en Alcalá de Henares, así como la estatua del Doncel en la catedral de Sigüenza; en esta ciudad, también el Palacio Episcopal. En la etapa final de renacimiento dominan las fórmulas manieristas, como la capilla de Lucena en Guadalajara o la obra de Alonso de Covarrubias en la sacristía de las Cabezas de la catedral de Sigüenza.


El palacio de don Antonio de Mendoza es cabeza de la serie de los palacios renacentistas españoles, modelo que sería copiado. En la portada destacaba el frontón triangular que la coronaba (desaparecido a comienzos de siglo) y que mostraba el escudo del fundador. El patio, punto de partida del Renacimiento hispano, inaugura el llamado orden con zapata, iniciando por necesidad constructiva, de materiales, el tipo de arquitectura en madera.

 

En el reinado de los Reyes Católicos hay cierta indefinición artística y conviven varios estilos artísticos diferentes, entremezclados según las zonas geográficas o según el uso. Se mantienen el gótico y el mudéjar y aparecen las nuevas tendencias del Renacimiento. Los primeros, muy del gusto de la reina Isabel están ligados a la arquitectura oficial, mientras las segundas se introducen a nivel privado por las grandes familias nobles como una respuesta modernizadora. 

El palacio del Infantado de Guadalajara es un edificio de transición del gótico tardío (Isabelino) al Renacimiento, obra del arquitecto Juan Guas, ordenado construir por la poderosa familia Mendoza entre 1480 y alrededor de 1500. Es entonces también cuando parte de la nobleza comenzó a trasladarse desde sus dominios rurales a las ciudades, convirtiéndose en urbana y mandando construir grandes palacios exentos y ostentosos a los más renombrados arquitectos, que comenzaron a introducir elementos italianizantes y clasicistas en las aún estructuras góticas y mudéjares.

La casa de Mendoza, originaria de Álava, había subido puestos en la escala social desde el siglo XIII, convirtiéndose en una de las más importantes de Castilla en el siglo XV. El cardenal Pedro González de Mendoza (Guadalajara, 1428-1495) fue tan poderoso que era conocido como “el Tercer Rey”. En 1480, don Íñigo López de Mendoza (Guadalajara, 1438-1500), segundo duque del Infantado y sobrino del cardenal, contrató a Juan Guas para la construcción de un palacio. Guas era el Maestro Mayor de las obras de los Reyes Católicos y construyó el Monasterio de San Juan de los Reyes, frustrado panteón. También trabajo en la catedral de Segovia, el castillo de Belmonte, el Colegio de San Gregorio de Valladolid, siendo el arquitecto de moda, representante del gótico tardío o de transición al Renacimiento, conocido como isabelino.

La fachada, espectacular telón de fondo de una gran plaza, fue terminada en 1483 y mezcla elementos góticos (arcos apuntados), decoración mudéjar (puntas de diamante) y elementos renacentistas. La puerta principal responde a la tradición mudéjar del siglo XIV, está descentrada a la izquierda, algo usual en las casas anteriores al Renacimiento, donde el equilibrio y la simetría no importaba. Está flanqueada por dos grandes columnas cilíndricas y coronada por un enorme escudo de los Mendoza con un hombre salvaje a cada lado en actitud de aguantarlo.

 

Coronando la fachada hay una galería profusamente decorada, donde se alternan dos ventanales con una garita saliente. La recargada decoración isabelina se debe a la unión de la arquitectura hispánica con la árabe, con elementos flamencos y propuestas tímidamente renacentistas. La galería contrasta con la uniformidad del resto de la fachada, decorada con una malla uniforme de puntas de diamante o cabezas de clavo. Estaba rematada por pináculos, desaparecidos, y no existían los frontones triangulares de ventanas y balcones -abiertos en el siglo XVI-, por lo que tendría un aspecto mucho más gótico.




El palacio se acabó a finales de siglo XV, articulándose alrededor de un patio central, llamado de “los leones”, de planta rectangular (cinco por siete arcos), que consta de dos plantas con galerías de arcos conopiales mixtilíneos profusamente decorados y con una estructura muy compleja.



 

Alcalá de Henares fue una gran ciudad renacentista, viviendo una etapa muy importante gracias a la fundación universitaria (Erasmo como modelo, Antonio de Nebrija fue profesor), a la imprenta (Arnao Guillén de Brocar, Biblia Políglota complutense), a las fundaciones de colegios menores, a la vida intelectual. En 1547 nació Miguel de Cervantes. En Alcalá hay varios ejemplos de arquitectura renacentista.

La casa de los Lizana.

Se construiría a finales del siglo XV como palacio de doña Juana de Mondoza, de la estirpe de los duques del Infantado.

Símbolo de arte estéticamente armónico, de líneas claras y sencillas, pero decorado con grandeza, con medallones a la romana, columnas decoradas y formas platerescas. La portada tiene dos plantas, la primera con puerta adintelada entre columnas jónicas adosadas, y la segunda, también entre columnas, con ventana central sostenida por leones encadenados y coronada por frontón curvo en cuyo tímpano aparece un escudete sin blasón sujetado por dos ángeles. En el dintel, un bello escudo.


El convento de la Imagen (Carmelitas Descalzas de la Concepción).

Antiguo palacio medieval del marqués de Lanzarote, es el más representativo de los conventos renacentistas de Alcalá. Fue fundado en 1563 por la beata sor María de Jesús, en colaboración con Santa Teresa de Jesús, bajo el patronazgo de doña Leonor de Mascareñas, aya de Felipe II. La hermana de Cervantes, sor Luisa de Belén, fue tres veces priora. La fachada, plateresca, se atribuya a Alonso de Covarrubias, que estaba trabajando en el Palacio Arzobispal. Aparecen figuras fantásticas, grutescos, etc., y culmina en el escudo de la orden carmelita y una hornacina con la imagen de la Inmaculada. En el interior hay una escalera (en piedra y cubierta por artesonado mudéjar) y un patio (adintelado, de dos pisos), atribuidos también a Covarrubias.


Colegio Mayor de San Ildefonso.

Sería la institución central de la Universidad. Su fachada es una notable obra diseñada por Rodrigo Gil de Hontañón y construida entre 1537 y 1553 por canteros y escultores bajo la dirección de Pedro de la Cotera. En 1501 se iniciaron las obras bajo la dirección de Pedro Gumiel, autor de la Capilla de San Ildefonso y del Paraninfo. El edificio principal se terminó en 1508, en ladrillo, lo que, según la leyenda, llamó la atención del rey Fernando, anécdota reproducida en una inscripción en el patio de Santo Tomás de Villanueva.

El cardenal Cisneros murió en 1517 designando como su heredero al Colegio Mayor, que desde 1530 inició un programa de renovación y embellecimiento. En 1537 se encargó a Rodrigo Gil de Hontañón el diseño del edificio, que fue aceptado y sería construido por Pedro de la Cotera. En 1553 se instaló la cruz que coronaba la fachada, repleta de representaciones simbólicas y alegóricas, con mezcla de elementos cristianos con los de la mitología clásica grecorromana, en un momento en que el Concilio de Trento no lo había prohibido. Esta fachada telón, orientada al norte, se compone de un gran cuerpo central y dos laterales de menor altura, con predominio de la simetría y la horizontalidad. Los materiales utilizados son variados, un zócalo de granito en forma de bancada corrida, caliza en las figuras y sillares. Esta obra civil del plateresco está dividida horizontalmente en cuatro niveles y verticalmente en cinco calles separadas mediante columnas y pilastras. La calle central es la más decorada con símbolos alegóricos y emplea arcos de medio punto en los vanos y dinteles coronados con frontones.


En el centro del nivel inferior se encuentra la entrada, pórtico en arco carpanel rodeado del cordón franciscano. En la clave, dos ángeles sostienen una guirnalda que va hacia las enjutas, mientras dos personas ancianas sujetan los extremos opuestos. Hace referencia a la brevedad de la vida. El eje de la formación fue la teología, basada en los escritos de los Doctores de la Iglesia, por lo que este nivel está dedicado a ellos, representados en medallones en los tímpanos de cada ventana.



San Ambrosio



En el segundo nivel aparece el gran ventanal de la biblioteca, el corazón de la Universidad, rodeada de figuras protectoras (alabarderos, atlantes) y símbolos. 


 
Atlante             Alabardero


En el tercer nivel se representa el poder terrenal con el escudo de armas del emperador Carlos V, protector, flanqueado por las Columnas de Hércules y, sobre ellas, dos cruces de Borgoña. Aparecen figuras mitológicas (Perseo, Andrómeda, Atenea) y galerías, cada una con cinco ventanas, que representan los Diez Mandamientos. Las tres calles centrales de estos tres niveles están bordeadas por un cordón franciscano. 


Catorce gárgolas, herencia del estilo gótico, separan lo terrenal de lo celestial, representado en el nivel superior con la cruz cristiana, Dios Padre en frontón triangular y llamas como símbolo del Espíritu Santo. De la cruz cuelgan guirnaldas sostenidas por un joven y una anciana, amanecer y noche, fugacidad de la vida. La balaustrada está coronada por doce pináculos con forma de florones.

 




 

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