A orillas del Henares.
3.HISTORIA (XI, Siglo XX, I).
Al inicio del siglo XX la agricultura seguía ocupando el primer puesto en la economía de la zona, pero se produjeron conflictos y cambios como consecuencia de la transformación de los transportes. La llegada de cereales a precios baratos a los mercados costeros, hasta entonces monopolio del interior, hizo hundirse los precios y la rentabilidad de la producción desapareció. En Guadalajara los precios eran más bajos que en Toledo y Ciudad Real, aunque podían competir en Madrid y Zaragoza y las fábricas harineras de Guadalajara podían transformar una parte importante de su producción triguera, exportándola ya elaborada.
El paso siguiente era la Reforma agraria. La provincia de Guadalajara presentaba pocos latifundios, el 6,45% de la superficie total. En un estudio de la propiedad de la tierra y de la riqueza rústica en Guadalajara, 1930-1936, Malefakis señala la tendencia del Catastro a exagerar el número de propietarios y, en consecuencia, a subestimar la superficie media y la renta en cada uno. En Guadalajara se contaba un propietario por cada pueblo, de forma que cuanto tenían fincas en dos pueblos, eran dos propietarios distintos.
El Registro de la Propiedad Expropiable (RPE) fue realizado como un primer paso técnica de la ley de Reforma Agraria y su comparación con los datos reales sería ésta: el número de pueblos por zonas fue el 27% en Atienza, el 41% en Cogolludo, el 82% en Guadalajara y el 63% en Sigüenza. En las mismas zonas, la extensión municipal intervenida era el 25,4 / 38,5 / 87,4 y 70,7%, respectivamente, y la propiedad expropiable el 4,4 / 10,5 / 29,6 y 28,7%, respectivamente.
Los antecedentes del colectivismo están en la memoria de los patrimonios municipales privatizados, los aprovechamientos locales mancomunados y el rescate de bienes comunales y su implantación supuso modificaciones de la propiedad, explotación por los mismos obreros, cambios en los aprovisionamientos, nuevas formas de discusión y control popular de actividades. En Guadalajara (estudiado por Alejandro R. Díez Torre), se produjo la incautación de fincas de sediciosos a favor del peonaje de UGT y puesta a disposición de las producciones a favor del IRA (Instituto de Reforma Agraria), con escasa autonomía de las poblaciones, burocratización, jerarquización y recelo campesino tras el caciquismo. La CNT sí contó con más autonomía, con la Federación Provincial de Campesinos. Las dos redes eran rivales: UGT (diversidad salarial, IRA nuevo patrón), CNT (orientación comunista de las necesidades, asambleas).
Las fincas incautadas constituían una sexta parte de la riqueza rústica. Entre los inconvenientes con que contaron pueden señalarse la prohibición de salida de productos del área provincial, la fijación de precios, las distribuciones reguladas y el mercado intervenido que originó mercado negro. El municipio era poco favorable al colectivismo a pesar de tener mayor peso el PSOE y el PCE. Hubo otros problemas como la población flotante, la cercanía de frentes, el acantonamiento de militares y la prohibición de molturación de trigo (permitido a la UGT), que llevaron al desabastecimiento y al racionamiento. Hacia el final de la contienda quedaron como reductos de solvencia económica y, al final de la guerra, se produjo su disolución con la vuelta de antiguos amos y caciques. El conde de Romanones (Miralcampo) quedó admirado de la obra de Jerónimo Gómez Abril, a quien sacó de la cárcel de Guadalajara.
Un intento industrializador fue la instalación en
Guadalajara de Motores España, S.A., la inmensa fábrica que iba a transformar
la aviación española. Arturo Barea fue secretario de su director, D. Juan de
Zaracondegui, entre 1918 y 1920l, y lo recuerda así (La forja de un rebelde,
Ed. Debate, Madrid, 2000, p. 379-380): “Guadalajara es la capital de una de
las provincias españolas, una ciudad mísera, sometida a la férula del
terrateniente mayor, del cacique más grande de España, del diputado y ministro
casi permanente, conde de Romanones. Su población eran algunos propietarios,
algunos taberneros y unos cuantos comerciantes modestos, porque Madrid está muy
próxima. Su mayor provecho era la Academia de Ingenieros Militares. Las
muchachas de la ciudad se convertían en novias de los cadetes y se casaban con
los hijos de los labradores. El resultado era que por la noche los estudiantes
y campesinos venían a dar serenata a las muchachas y acababan a golpes. A veces
un cadete, cuando ya había llegado a capitán, regresaba a Guadalajara y se
casaba con su antigua novia. Esto mantenía vivas las esperanzas de todas las
muchachas. Pero cuando se instaló en Guadalajara la fábrica de Motores España,
se produjo una revolución: un ejército de dibujantes, empleados y mecánicos
invadieron las tabernas de cadetes y campesinos. Jornaleros locales que hasta
entonces habían ganado tres pesetas cuando había trabajo, se convirtieron en
obreros de la fábrica ganando el doble. Los padres y las muchachas solteras
vieron el cielo abierto. Su vida había cambiado.
La única fábrica nacional de alguna importancia era
Motores Iberia, pero el material que suministraba al Ejército era tan malo que
no hubiera sido buena política que la misma fábrica ganara el concurso. Se creó
así Motores España de Guadalajara, S.A. El conde Romanones facilitó un gran
espacio de terreno al lado de la línea del ferrocarril, donde se elevaron
rápidamente las naves de la fábrica en cuanto se emitieron los cinco millones
de acciones de la sociedad. Se dejó amplio espacio para un aeródromo… Camiones
pintados de gris horizonte llegaban directos desde Barcelona a Guadalajara y se
entregaban en la puerta de la fábrica al Ejército. El consejo de directores
arregló con una sociedad inglesa que se encargaran ellos de la construcción de
los aviones”.
El valor final de los terrenos fue de unas 1.600 pts/ha,
y el arquitecto municipal hizo un proyecto de urbanización de la zona, quedando
la imagen visible de la factoría dando vista a la carretera de Marchamalo. El
recinto contaba con una vía férrea de servicio que permitía la entrada y salida
de productos por la línea de ferrocarril Madrid-Barcelona, ciudad en la que radicaban
los centros de producción de La Hispano Suiza, principal abastecedora de su
filial alcarreña. A lo largo de 1917 se habían producido inversiones e
importado de EEUU las máquinas. El objeto de fabricación serían automóviles y
camiones ligeros para el ejército, motores, material de guerra -ametralladoras
y cartuchería- y aeroplanos. Comenzaría la actividad en junio de 1918 con 400
trabajadores. Se desarrolló el avión de caza Hispano-Barrón para participar en
el concurso convocado por la Aeronáutica Militar Española y la fabricación de
chasis y motores para camiones para la campaña de África. Después construiría
nuevos motores, camiones cuba para CAMPSA y furgonetas de Correos. Se montaron
algunas unidades del automóvil utilitario “Guadalajara”.
Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia posando con los responsables y trabajadores de la factoría (1920) (Fotografía de Francisco Goñi). |
Taller de montaje, hacia 1930 (Colección Mariano González de Pablo). |
La Hispano, abandonada. (Archivo Municipal de Guadalajara).
El último cuarto del siglo XIX y hasta 1959, la economía
española estuvo constreñida por el proteccionismo primero y la autarquía
después. Los casos como la fábrica filial de coches y aviones Hispano-Suiza
desde 1917, Forjas en Alcalá o cementos El León, fueron casos aislados. Ya
antes de la Guerra Civil hubo una cierta concentración industrial en el
Corredor debido a la atracción de Madrid. Hubo harineras (El Colegio, La
Esperanza, La Humosa, estas dos últimas las más grandes de la provincia de
Madrid), cerámicas (La Estela), etc. La crisis de la agricultura proporcionó
terrenos a bajo coste para instalación de fábricas como Forjas. En San Fernando
se asentó ENASA (Pegaso) en 1954 y, entre 1959 y 1973, se produjo la
implantación industrial desde Madrid hacia el exterior por el Corredor:
Coslada, San Fernando, Alcalá, Torrejón, Azuqueca. Las fábricas eran cada vez
mayores y se constituyó un subsector autónomo, con una circulación intrazonal,
quedando Alcalá con menor función de dormitorio.
Junto a estos impulsos industriales se dio una agricultura de regadío en torno al Canal del Henares y en la parte baja del valle, con explotaciones de dimensiones grandes (El Encín, La Albega, La Oruga, Los Espinillos, el Rasillo, la de San Fernando, etc) que requirieron mano de obra jornalera. Con esto quedó disociada definitivamente la parte baja del valle de las sierras y de la Alcarria, deprimiéndose las zonas alejadas de Guadalajara a pesar del tendido de ferrocarril.
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