lunes, 25 de marzo de 2024

 Antoni Tàpies

La práctica del arte

El museo Reina Sofía presenta la mayor retrospectiva de Antoni Tàpies (1923-2012) realizada hasta la fecha. Es un conjunto de obras muy extenso de este artista que experimentó con las propiedades expresivas de la materia hasta formar un auténtico muro en el que se aúnan el material, el lenguaje y la idea. Se le ha asociado a la abstracción y al informalismo de posguerra, pero él se consideraba más realista que abstracto, aunque no era un realismo descriptivo. Sus inicios están marcados por la herencia de las vanguardias históricas y su vinculación con el grupo artístico Dau al Set. En los años 1950 experimenta con la materia, en los años 1960 se hace más explícito su compromiso político antifranquista, y la llegada de la democracia coincide con nuevas investigaciones matéricas y un interés creciente por la espiritualidad oriental.

 Azul con cuatro barras rojas, 1966, óleo y arena sobre lienzo, Museo Reina Sofía, Madrid.


A los 19 años, Tàpies sufrió una grave enfermedad pulmonar que le mantuvo convaleciente durante 1942 y 1943, tiempo que dedicó a la copia de dibujos y pinturas de Van Gogh y Picasso, y a leer obras de Jean-Paul Sartre, Thomas Mann y Marcel Proust. Los autorretratos evitan el dibujo académico y evidencian la influencia de referentes como Matisse o Picasso, siendo, al mismo tiempo, un indicio de su carácter introspectivo.

 

Autorretrato, 1950, óleo sobre tela, MURAM, Cartagena, Murcia.


 


Estuvo en París, entre 1950 y 1951, becado por el Instituto Francés de Barcelona. Allí conoció a Picasso y entró en contacto con las vanguardias internacionales, interesándose por el marxismo. La serie “Historia natural” son dibujos réplica al mismo título de Max Ernst. Tiene un carácter político y literario de mayor alcance, y trata de entender el mundo y reflexionar sobre la condición humana, a la vez que exterioriza tanto sus problemas personales como los sociales. Esta etapa marca el final de la figuración, encaminándolo hacia una expresión matérica que trascendería su aparente vinculación con la abstracción.

 

Autorretrato, 1950, Aerógrafo y pluma sobre papel, Colección particular, Barcelona. 

Las temáticas y materiales (símbolos, caligrafías, perforaciones, incisiones, ambigüedad del cuerpo, sexualidad, etc.) que vertebrarán en el futuro el lenguaje plástico de Tàpies ya aparecen en sus pinturas tempranas. Su interés por la filosofía oriental le llevó a entender su trabajo como un acto de percepción del mundo en el que la materia es inseparable de la imagen. Fue un miembro fundador del grupo catalán de vanguardia Dau al Set en 1948. Su obra emplea elementos geométricos y el estudio del color acrecienta el interés por la materia, en espacios cada vez más sugerentes y dinámicos.

 

El lector final. La carta, 1950, óleo sobre tela. Colección particular.




Color terroso sobre fondo amarillento, 1954-1955, óleo y polvo de mármol sobre lienzo adherido a tabla. Colección Fundación Juan March, Palma. 








Puerta metálica y violín, 1956, assemblage. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona





 

El acercamiento a las vanguardias durante su estancia parisina supuso para Tàpies una apertura a otros lenguajes, haciéndose su obra más matérica y liberándose de la figuración anterior. Deja atrás la iconografía surrealista y subvierte el espacio incorporando texturas densas similares a una tapia a la que aplica incisiones, marcas, etc. El denominador común a ese muro es la degradación, el deterioro, la huella, etc. En este nuevo lenguaje predominan las gamas ocres, grises y marrones. La monocromía caracteriza varias de las obras, compensándose la ausencia de color con sutiles contrastes tonales y texturas que enriquecen el campo pictórico. Llega a este tipo de pintura por encontrar su propio lenguaje y por la influencia de los nuevos descubrimientos científicos.

Óvalo negro, nº XV, 1957, técnica mixta sobre tela. Collection Les Abattoirs, Toulouse.





Puerta roja, nº LXXV, 1958, óleo y escayola sobre lienzo. Fondation Gandur pour l´Art, Genève.





 

Alcanza su madurez artística con las pinturas matéricas siendo aún relativamente joven. La crítica lo posiciona en lugar destacado de la vanguardia internacional y una serie de exposiciones avalan el reconocimiento generalizado. Su obra está representada en las galerías de prestigio de Nueva York o París y el impulso comercial lleva a que su obra empiece a formar parte de colecciones públicas y privadas. Para alguna de las exposiciones producirá expresamente obras de grandes dimensiones. 

Superposición de materia gris, 1961, óleo y cemento sobre lienzo encolado sobre madera. Museo Reina Sofía, Madrid.





Papeles de periódico con signo, 1964, pintura y collage sobre tela. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.




 


El empleo de papel y cartón se remonta a su primera etapa y continúa incluso en momentos en que está más centrado en la pintura. Emprende una pintura exenta de pincelada. También quería experimentar con otra materia y probar nuevos efectos, así como para abordar temáticas más privadas como la serie “Teresa”. Las roturas, incisiones y arrugamientos inspiran reflexiones teóricas referidas a la crisis del concepto de materia. Su encasillamiento tradicional queda roto por la utilización del dibujo, collage y pintura interconectados.

 

Gran cartón vertical gris y blanco, 1962, pintura sobre cartón encolado sobre tela. Colección particular, Ginebra. 


En la década de 1960, mientras sigue estando presente en el panorama artístico internacional, su pintura matérica incorpora elementos de la realidad exterior, siguiendo la estela de Marcel Duchamp y preocupándose por ampliar la noción de realismo con objetos reconocibles, a menudo banales. Algunos objetos los intercambió con artistas como Joan Brossa, otros incluyen referencias políticas. Sentía atracción por los objetos desvencijados y fuera de uso, pero sin mirada nostálgica. La cuestión del cuerpo humano cobra importancia creciente, representando explícitamente algunas partes, explorando la ambigüedad visual y deformando lo representado.  

Materia en forma de pie, 1965, técnica mixta sobre tela montada sobre madera. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.






Relieve ocre y rosa, 1965, técnica mixta sobre tabla. Fondation Gandur pour l´Art, Genève.



 

El compromiso político del artista frente al franquismo se va haciendo más explícito. En 1959 hizo pública su negativa a participar en exposiciones organizadas por el régimen y en 1962 emprendió acciones legales en defensa de su derecho a decidir sobre la difusión de su propia obra, recibiendo sentencia favorable en juicio celebrado en Londres. En 1966 fue arrestado por participar en una reunión clandestina de intelectuales en el Convento de los Capuchinos de Sarrià, Barcelona. Protestó contra el Proceso de Burgos en una reunión en el monasterio de Montserrat. Su implicación era personal y artística, porque la situación social y política del país repercutía en su obra, al no creer en el arte por el arte, sino en una actitud utilitaria. Los acontecimientos políticos forman parte de su obra como en “Ala memoria de Salvador Puig Antich” (joven anarquista ejecutado en 1974) o “7 de noviembre” (Assemblea de Catalunya en 1971, primera plataforma de oposición democrática). 

El espíritu catalán, 1971, óleo, polvo de mármol, aglutinante y pigmentos sobre tabla. Museo Universidad de Navarra.




A la memoria de Salvador Puig Antich, 1974, técnica mixta sobre tela. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.


 





7 de noviembre, 1971, técnica mixta sobre tela. Parlament de Catalunya, Barcelona.





 

El uso del barniz, ya usado en las pinturas matéricas, abre un mundo de posibilidades en la década de 1980. Representan lo impredecible, el azar, jugando con las transparencias, el desorden y lo informe. Las formas casi figurativas se diluyen en abstracciones ambiguas. Conjuga esta experimentación técnica con su creciente interés por el arte y la cultura orientales. Se recupera la pincelada, dejada de lado en su periodo matérico, con la inscripción, la escritura, los ideogramas. Los símbolos se repiten, pero nunca son idénticos, sino que existen en la relación con lo que le rodea. “Celebración de la miel” alude a textos sagrados hindúes, en los que la miel se asocia a la materia espiritual de la esencia del universo. Desde las materias de los años cincuenta hasta estos barnices de los ochenta, la obra de Tàpies se ha transformado mucho, aunque no de un modo lineal.  

Gran torso, 1988, pintura y barniz sobre madera. Colección particular, Barcelona. 





Cabeza y barniz, 1990, pintura, barniz y lápiz sobre tela. Sammlung Barbara Lambrecht-Schjadeberg, Siegen.




 

En las últimas décadas de su vida, su trabajo se impregna de melancolía, con continuas referencias a la muerte, la enfermedad y el dolor, a pesar de que sigue gozando de gran reconocimiento. A pesar de todo, no dejó de insistir en la importancia del arte como herramienta de denuncia al servicio de la sociedad y en el compromiso del artista en hacerla valer. Cuando en 1993 inaugura su muestra en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia, piensa en la guerra fratricida que se desarrolla muy cerca, en la antigua Yugoslavia. Impactado por la limpieza étnica de la guerra realiza en 1995 su obra “Dukkha”, que vendría a significar desilusión, sufrimiento, vacío, como el momento vital del artista. Estas obras mantienen la indeterminación entre la figuración y su disolución, evocan el borrado y el olvido. 

Envoltorio, 1994, técnica mixta y assemblage sobre madera. Colección particular, Barcelona.




Dukkha, 1995, técnica mixta y assemblage sobre madera. Colección particular, Barcelona.



 




Tierra negra, 2003, técnica mixta y assemblage sobre madera. Colección particular, Barcelona.

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