Antoni Tàpies
La práctica del arte
El museo Reina Sofía presenta la mayor retrospectiva de
Antoni Tàpies (1923-2012) realizada hasta la fecha. Es un conjunto de obras muy
extenso de este artista que experimentó con las propiedades expresivas de la
materia hasta formar un auténtico muro en el que se aúnan el material, el
lenguaje y la idea. Se le ha asociado a la abstracción y al informalismo de
posguerra, pero él se consideraba más realista que abstracto, aunque no era un
realismo descriptivo. Sus inicios están marcados por la herencia de las
vanguardias históricas y su vinculación con el grupo artístico Dau al Set. En
los años 1950 experimenta con la materia, en los años 1960 se hace más
explícito su compromiso político antifranquista, y la llegada de la democracia
coincide con nuevas investigaciones matéricas y un interés creciente por la
espiritualidad oriental.
Azul con cuatro
barras rojas, 1966, óleo y arena sobre lienzo, Museo Reina Sofía, Madrid.
A los 19 años, Tàpies sufrió una grave enfermedad
pulmonar que le mantuvo convaleciente durante 1942 y 1943, tiempo que dedicó a
la copia de dibujos y pinturas de Van Gogh y Picasso, y a leer obras de
Jean-Paul Sartre, Thomas Mann y Marcel Proust. Los autorretratos evitan el
dibujo académico y evidencian la influencia de referentes como Matisse o
Picasso, siendo, al mismo tiempo, un indicio de su carácter introspectivo.
Autorretrato, 1950, óleo sobre tela, MURAM, Cartagena,
Murcia.
Estuvo en París, entre 1950 y 1951, becado por el
Instituto Francés de Barcelona. Allí conoció a Picasso y entró en contacto con
las vanguardias internacionales, interesándose por el marxismo. La serie
“Historia natural” son dibujos réplica al mismo título de Max Ernst. Tiene un
carácter político y literario de mayor alcance, y trata de entender el mundo y
reflexionar sobre la condición humana, a la vez que exterioriza tanto sus
problemas personales como los sociales. Esta etapa marca el final de la figuración,
encaminándolo hacia una expresión matérica que trascendería su aparente
vinculación con la abstracción.
Autorretrato, 1950, Aerógrafo y pluma sobre papel,
Colección particular, Barcelona.
Las temáticas y materiales (símbolos, caligrafías,
perforaciones, incisiones, ambigüedad del cuerpo, sexualidad, etc.) que
vertebrarán en el futuro el lenguaje plástico de Tàpies ya aparecen en sus
pinturas tempranas. Su interés por la filosofía oriental le llevó a entender su
trabajo como un acto de percepción del mundo en el que la materia es
inseparable de la imagen. Fue un miembro fundador del grupo catalán de
vanguardia Dau al Set en 1948. Su obra emplea elementos geométricos y el
estudio del color acrecienta el interés por la materia, en espacios cada vez
más sugerentes y dinámicos.
El lector final. La carta, 1950, óleo sobre tela.
Colección particular.
Color terroso sobre fondo amarillento, 1954-1955, óleo y
polvo de mármol sobre lienzo adherido a tabla. Colección Fundación Juan March,
Palma.
Puerta metálica y violín, 1956, assemblage. Fundació
Antoni Tàpies, Barcelona
El acercamiento a las vanguardias durante su estancia
parisina supuso para Tàpies una apertura a otros lenguajes, haciéndose su obra
más matérica y liberándose de la figuración anterior. Deja atrás la iconografía
surrealista y subvierte el espacio incorporando texturas densas similares a una
tapia a la que aplica incisiones, marcas, etc. El denominador común a ese muro
es la degradación, el deterioro, la huella, etc. En este nuevo lenguaje
predominan las gamas ocres, grises y marrones. La monocromía caracteriza varias
de las obras, compensándose la ausencia de color con sutiles contrastes tonales
y texturas que enriquecen el campo pictórico. Llega a este tipo de pintura por
encontrar su propio lenguaje y por la influencia de los nuevos descubrimientos
científicos.
Óvalo negro, nº XV, 1957, técnica mixta sobre tela.
Collection Les Abattoirs, Toulouse.
Puerta roja, nº LXXV, 1958, óleo y escayola sobre lienzo.
Fondation Gandur pour l´Art, Genève.
Alcanza su madurez artística con las pinturas matéricas
siendo aún relativamente joven. La crítica lo posiciona en lugar destacado de
la vanguardia internacional y una serie de exposiciones avalan el
reconocimiento generalizado. Su obra está representada en las galerías de
prestigio de Nueva York o París y el impulso comercial lleva a que su obra
empiece a formar parte de colecciones públicas y privadas. Para alguna de las
exposiciones producirá expresamente obras de grandes dimensiones.
Superposición de materia gris, 1961, óleo y cemento sobre
lienzo encolado sobre madera. Museo Reina Sofía, Madrid.
Papeles de periódico con signo, 1964, pintura y collage
sobre tela. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.
El empleo de papel y cartón se remonta a su primera etapa
y continúa incluso en momentos en que está más centrado en la pintura. Emprende
una pintura exenta de pincelada. También quería experimentar con otra materia y
probar nuevos efectos, así como para abordar temáticas más privadas como la
serie “Teresa”. Las roturas, incisiones y arrugamientos inspiran reflexiones
teóricas referidas a la crisis del concepto de materia. Su encasillamiento
tradicional queda roto por la utilización del dibujo, collage y pintura
interconectados.
Gran cartón vertical gris y blanco, 1962, pintura sobre
cartón encolado sobre tela. Colección particular, Ginebra.
En la década de 1960, mientras sigue estando presente en
el panorama artístico internacional, su pintura matérica incorpora elementos de
la realidad exterior, siguiendo la estela de Marcel Duchamp y preocupándose por
ampliar la noción de realismo con objetos reconocibles, a menudo banales.
Algunos objetos los intercambió con artistas como Joan Brossa, otros incluyen
referencias políticas. Sentía atracción por los objetos desvencijados y fuera
de uso, pero sin mirada nostálgica. La cuestión del cuerpo humano cobra
importancia creciente, representando explícitamente algunas partes, explorando
la ambigüedad visual y deformando lo representado.
Materia en forma de pie, 1965, técnica mixta sobre tela
montada sobre madera. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.
Relieve ocre y rosa, 1965, técnica mixta sobre tabla.
Fondation Gandur pour l´Art, Genève.
El compromiso político del artista frente al franquismo
se va haciendo más explícito. En 1959 hizo pública su negativa a participar en
exposiciones organizadas por el régimen y en 1962 emprendió acciones legales en
defensa de su derecho a decidir sobre la difusión de su propia obra, recibiendo
sentencia favorable en juicio celebrado en Londres. En 1966 fue arrestado por
participar en una reunión clandestina de intelectuales en el Convento de los
Capuchinos de Sarrià, Barcelona. Protestó contra el Proceso de Burgos en una
reunión en el monasterio de Montserrat. Su implicación era personal y
artística, porque la situación social y política del país repercutía en su
obra, al no creer en el arte por el arte, sino en una actitud utilitaria. Los
acontecimientos políticos forman parte de su obra como en “Ala memoria de
Salvador Puig Antich” (joven anarquista ejecutado en 1974) o “7 de noviembre”
(Assemblea de Catalunya en 1971, primera plataforma de oposición democrática).
El espíritu catalán, 1971, óleo, polvo de mármol,
aglutinante y pigmentos sobre tabla. Museo Universidad de Navarra.
A la memoria de Salvador Puig Antich, 1974, técnica mixta
sobre tela. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona.
7 de noviembre, 1971, técnica mixta sobre tela. Parlament
de Catalunya, Barcelona.
El uso del barniz, ya usado en las pinturas matéricas,
abre un mundo de posibilidades en la década de 1980. Representan lo
impredecible, el azar, jugando con las transparencias, el desorden y lo
informe. Las formas casi figurativas se diluyen en abstracciones ambiguas.
Conjuga esta experimentación técnica con su creciente interés por el arte y la
cultura orientales. Se recupera la pincelada, dejada de lado en su periodo
matérico, con la inscripción, la escritura, los ideogramas. Los símbolos se
repiten, pero nunca son idénticos, sino que existen en la relación con lo que
le rodea. “Celebración de la miel” alude a textos sagrados hindúes, en los que
la miel se asocia a la materia espiritual de la esencia del universo. Desde las
materias de los años cincuenta hasta estos barnices de los ochenta, la obra de
Tàpies se ha transformado mucho, aunque no de un modo lineal.
Gran torso, 1988, pintura y barniz sobre madera.
Colección particular, Barcelona.
Cabeza y barniz, 1990, pintura, barniz y lápiz sobre
tela. Sammlung Barbara Lambrecht-Schjadeberg, Siegen.
En las últimas décadas de su vida, su trabajo se impregna
de melancolía, con continuas referencias a la muerte, la enfermedad y el dolor,
a pesar de que sigue gozando de gran reconocimiento. A pesar de todo, no dejó
de insistir en la importancia del arte como herramienta de denuncia al servicio
de la sociedad y en el compromiso del artista en hacerla valer. Cuando en 1993
inaugura su muestra en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia, piensa en
la guerra fratricida que se desarrolla muy cerca, en la antigua Yugoslavia.
Impactado por la limpieza étnica de la guerra realiza en 1995 su obra “Dukkha”,
que vendría a significar desilusión, sufrimiento, vacío, como el momento vital
del artista. Estas obras mantienen la indeterminación entre la figuración y su
disolución, evocan el borrado y el olvido.
Envoltorio, 1994, técnica mixta y assemblage sobre
madera. Colección particular, Barcelona.
Dukkha, 1995, técnica mixta y assemblage sobre madera.
Colección particular, Barcelona.
Tierra negra, 2003, técnica mixta y assemblage sobre
madera. Colección particular, Barcelona.
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