A
orillas del Henares.
3.HISTORIA (X, Siglo XIX, III/III).
El papel de la
nobleza como gran propietaria de
tierras seguía siendo muy importante, aunque algunas casas desaparecieron. Un
caso paradigmático fue la quiebra de la Casa de Osuna y la enajenación de su
patrimonio rústico. La política matrimonial de la casa a fines del siglo XVIII
y principios del XIX dio lugar a una concentración de Estados señoriales entre
los que estaban los de Infantado, Arcos, Béjar, Gandía y Benavente, que
aportaron gran patrimonio, sobre todo rústico, pero también complicación en la
administración y suma de deudas. Todo este patrimonio rústico de la Casa de
Osuna en 1863 procedía de los extinguidos mayorazgos del ducado y estado del
Infantado, dentro del cual se integraban cuatro administraciones, tres de ellas
en tierras localizadas en la actual provincia de Guadalajara (Membrillera,
Heras y Espinosa, e Hita y Jadraque).
Las tierras de Guadalajara presentaban un acentuado nivel
de parcelación y un relativo equilibrio entre la superficie de labor y la
dedicada a pastos y monte; la superficie labrada se localizaba en fincas de
menos de 50 hectáreas, mientras que el pastizal y la leña procedían de los tres
mayores predios del
Infantado: el bosque de Teges en
Carrascosa de
Henares, el monte de Espinosa y la Dehesa en Espinosa de Henares. La mayor
parte de las fincas de labor, de pequeña o mediana extensión, constituían
unidades de explotación independientes, arrendadas a labradores de las comarcas
del Henares y Badiel. El número de fincas era de 171 en Heras-Espinosa (8 de
más de 50 has.), 91 en Hita-Jadraque y 118 en Membrillera. Este ingente
patrimonio se incrementó con la compra del Monte Maluque en Mohernando, pero la
situación financiera obligó a enajenar gran parte. El campesinado arrendatario
quedó marginado porque las ventas se hicieron en grandes lotes, en Guadalajara.
Las ventas habidas entre 1870 y 1884 se hicieron a precios inferiores a la
tasación de 1863 debido a la imperiosa necesidad de vender, y algunas de esas
compras a buen precio dieron lugar a iniciativas ulteriores de especulación.
Si la situación económica no era buena, no podía serlo en
otros sectores. Muy graves fueron los efectos socioeconómicos de las fiebres
palúdicas desde el siglo XVIII, cuando la letalidad pudo llegar al 10% en la
Alcarria. Hacia el norte, próximo a las sierras, el efecto fue menor. El
contagio de terciana no fue de consideración en
Sigüenza, al contrario
que Guadalajara o Alcalá de Henares. Se consideró que la causa fundamental
había sido la miseria y las disposiciones oficiales recomendaron a la caridad
del estamento eclesiástico y a la asistencia municipal que contribuyesen con “
medicinas
y pucheros”. Digno de mención fue el socorro de bonos de pan a cargo de la
beneficencia municipal en Guadalajara. La Real Botica envió quina a Guadalajara
en 1804 y hasta 1827 ya no se vuelven a encontrar referencias sobre paludismo
debido a la aparición de la fiebre amarilla y, más tarde, de 1833 a 1848,
ocurrió lo mismo debido al cólera. El subdelegado de medicina y cirugía de
Sigüenza, D. Juan Nepomuceno Martínez, informó al gobernador civil de la
provincia el 30-9-1856.
Para mejorar la salud pública también se realizaron
reformas en las ciudades, como limpieza, empedrado y alcantarillado.
Alcalá
ya comenzó en el siglo XVI. En 1502, a causa de las enfermedades por ser lugar
húmedo y llano, se mandó empedrar la calle Mayor y hacer unos sumideros que
llegaban al río, y en 1680 se prohibió que los cerdos anduviesen por las
calles. La limpieza era realizada por un empleado del concejo que utilizaba
carros, como en la epidemia de peste de 1599. En el siglo XVII se ejecutó el
empedrado de más calles y plazas y en el XVIII aumentó la preocupación por
retirar las basuras, limpiar y regar las calles. En el siglo XIX comenzó a
producirse un fenómeno muy negativo, la construcción de pozos sumideros en el
interior de las casas, lo que contaminó el acuífero. El abastecimiento de agua
potable de calidad quedaba sólo al alcance de las grandes ciudades como Madrid:
Proyecto de Bravo Murillo del Canal de Isabel II en 1847, siendo ministro de
Fomento; primera piedra en 1851.
Guadalajara se caracterizó demográficamente por
alta natalidad y mortalidad, como era lo normal. Hubo periodos catastróficos
(cólera de 1855, 1885, 1892) y crecimiento vegetativo negativo en muchos casos.
El crecimiento se debía a la inmigración. La agricultura era de escaso
rendimiento, una industria artesanal y la mitad del sector terciario
improductivo (culto y clero, servicio doméstico). Tras la guerra de la
Independencia y la destrucción de la Real Fábrica de Paños se acabó el periodo
industrial. Especialmente difícil fue la década de los 80, con crisis de
subsistencias en los años 1882 y 1887, y cólera en 1885. Aumentó el papel de la
beneficencia municipal: bonos de pan para los más pobres, suscripción pública
para recaudar fondos, etc. En 1868 se daba el pan de dos libras a 13 cuartos,
cuatro menos que lo normal. En diciembre de 1884 se repartieron 500 bonos de
pan de un kilo, en lo que colaboraron los panaderos. La situación educativa
tampoco era buena (en 1900, el 57% de la población era analfabeta) y había
otros problemas como el eclesiástico: hasta que el papa reconociera a Isabel II
no se cubrían cargos como el obispado de Sigüenza, vacante desde 1834.
La
Constitución de 1837 instituía un sistema
bicameral. Los miembros del Congreso se elegían por demarcaciones provinciales
a razón de un diputado por cada 50.000 personas. Guadalajara tenía más de
150.000 habitantes, por lo que le correspondía elegir dos senadores, tres diputados
propietarios y dos suplentes. No se exigía nivel económico como antes en el
Estatuto Real o como después en la Constitución de 1845. Los cargos eran
gratuitos. En realidad, los que los ocupaban eran los grandes propietarios
agrícolas, nobles o no, lo que concordaba con el predominio rural de la España
de la época. En Guadalajara los elegidos eran rentistas agrícolas, abogados,
nobles. La carrera empezaba en Alcalde, después Diputado Provincial, Jefe
Político, Diputado a Cortes, etc. Se eligieron 10 moderados y 13 progresistas.
Un intento de cambiar la situación fue la Revolución de 1868, que tuvo impacto
significativo en Sigüenza durante el periodo episcopal de Benavides, cuando se
acusó a los sacerdotes liberales de no observar el celibato, de pertenecer a la
masonería, etc.
Con el paso del tiempo la situación real del pueblo no
mejoraba, condición propicia para la aparición o divulgación de ideas más
sociales, como los orígenes del socialismo en los años 1879-1891. El 22-12-1868
se creó la sección madrileña de la AIT, y el 1-9-1870 la Federación Regional
Española de la Primera Internacional, pero Guadalajara no parecía propicia a
esas ideas socialistas. La población no crecía, la minería en Hiendelaencina
estaba en decadencia y no impulsaba el desarrollo económico provincial, la
industria era insignificante (apareció en 1878 una
fábrica de papel en La
Cabrera). La población se empobrecía más y hubo iniciativas locales como en
Sigüenza, donde el Ayuntamiento colocó a cien jornaleros en el arreglo de
calles.
En 1878 amplió su imprenta la Diputación y vinieron de
Madrid Julián Fernández Alonso y Enrique Burgos, pioneros del socialismo.
Alonso, que acogió unos días a Pablo Iglesias en 1882, murió en 1887. En 1879
había nacido el PSOE y en 1888 la UGT. Entre los primeros estaba el grupo de
Guadalajara. También había otros grupos organizados como la
masonería.
Las logias más antiguas son Arriaco, La Caracense nº 244 e Idea nº 166,
correspondientes a Guadalajara, las dos primeras, y a Atienza. En época de
Fernando VII habían aparecido Libertad en el Valle del Buen Deseo
(Guadalajara), Triunfo (Sigüenza), Libertad (Jadraque). Del Gran Oriente de
España, 1869-1899, con un total de 496 se han localizado 21 en Guadalajara.
Alcalá de Henares estaba en plena decadencia y en
absoluta dependencia respecto a Madrid. Durante la guerra de la Independencia
hubo muchos incendios y destrucciones y los edificios religiosos fueron
expoliados. En 1811 las Cortes de Cádiz abolieron los señoríos jurisdiccionales,
por lo que los arzobispos de Toledo dejaron de ser señores de Alcalá. La crisis
universitaria continuó y se dieron los primeros pasos para su traslado a Madrid
en 1822, y fue definitivo en 1836, año de las leyes desamortizadoras de
Mendizábal que tuvieron en Alcalá un importante efecto: fueron afectados todos
los conventos de varones, el conjunto de la Universidad y el Palacio Arzobispal
(que volvería a la Iglesia en 1851). Así se completó la transformación de la
ciudad, con nuevos usos de los conventos, nueva élite de propietarios, nuevo
carácter militar. La gran realización corrió a cargo del pueblo que,
constituido en la
Sociedad de Condueños, compró los edificios de la
antigua Universidad, que ya habían sufrido expolio y deterioro, y logró
salvarlos. Un factor de dinamismo fue la llegada del ferrocarril el 24 de
febrero de 1859. Se fundó el Círculo de Contribuyentes, se construyó el Teatro
Grande (Cervantes) en 1888, el arquitecto Laredo restauró el Palacio Arzobispal
y construyó el palacete mudéjar en el paseo de la Estación entre 1880 y 1884.
Benito Pérez Galdós escribió su novela 7 de
julio, la quinta de la segunda serie de los Episodios Nacionales, entre
octubre y noviembre de 1876 y fue publicada ese mismo año. Narra la sublevación
de la Guardia Real en 1822, intento de golpe militar absolutista frustrado en
pleno Trienio Liberal. Recuerda a la Universidad de Alcalá al hablar de uno de
los personajes: “El segundo rasgo de su carácter es menos simpático:
consiste en la ignorancia. Don Primitivo no ha hecho estudios mayores, por no
ser esto costumbre en el género de ferretería y en doscientas varas a la
redonda de Puerta Cerrada. No se ha roto Cordero los codos en Alcalá ni en
Salamanca, ni en ningún colegio ni seminario; de modo que sus letras son
simplemente las del alfabeto.”
El bajo Henares se vio envuelto en hechos militares por
la cercanía a Madrid y por las guarniciones estacionadas. Cuando triunfó el
levantamiento contra Espartero en Cataluña (tras el bombardeo de Barcelona en
1842) y en otras partes del país, la Junta de Valencia entregó el mando militar
al general Narváez, quien delegó en Manuel de la Concha la persecución de
Espartero que marchó a Andalucía. Narváez marchó sobre Madrid, pasando por
Teruel, Daroca y Alcalá. Al llegar a
Torrejón de Ardoz toparon con
Seoane, capitán general de Aragón, que con Martín Zurbano se dirigían a
reforzar la defensa de la corte. Era el 22 de julio de 1843. Tras un pequeño
tiroteo confraternizaron, Zurbano escapó para no claudicar, y Narváez y Seoane
se pusieron de acuerdo. Fue el final de la regencia de Espartero.
Años más tarde se produjo la “
Vicalvarada”, debido
a la sublevación de O´Donnell en 1854. El 13 de junio inició el pronunciamiento
junto a los generales Dulce, Ros de Olano y Messina, y salió de Madrid al
frente de fuerzas de caballería e infantería dirigiéndose a Alcalá, para
asegurarse esta guarnición. Volvió hacia Torrejón y Vicálvaro, donde se
enfrentó a las fuerzas del gobierno mandadas por el general Blaser. Era el 30
de junio. El resultado fue incierto, Blaser volvió a Madrid y O´Donnell marchó
a Aranjuez. Finalmente, el éxito del manifiesto de Manzanares, del 4 de julio,
redactado por Cánovas, facilitó la entrada en Madrid de O´Donnell y Espartero.
Contra O´Donnell conspiró más tarde el general Prim, contando con el apoyo de
los Coraceros del Rey y de la Reina, acantonados en Alcalá. A últimos de
diciembre de 1865 se distribuyeron la acción y Lagunero marchó a Alcalá. El día
del levantamiento Prim estaba en Villarejo de Salvanés y al fracasar la acción
se dirigió a Portugal.
El valle era zona de paso y un eje de comunicaciones.
Según el Mapa de correos de España en 1845 había administraciones, en la parte
alta de la cuenca del Henares, en Sigüenza, Jadraque, Cogolludo, Hita y
Atienza. Algunos años después, en 1854 se terminaron las
líneas
electrotelegráficas y estaciones intermedias, apareciendo Alcalá de
Henares, Guadalajara, Alcolea del Pinar, etc., en la línea Madrid-Irún. En 1860, Isabel II salió de Madrid en
septiembre y volvió desde Barcelona, el 16 de octubre, por Zaragoza,
Guadalajara, Alcalá y Torrejón. Tras la revolución de 1868 y los comicios del
15 al 18 de enero de 1869 se proclamaron los nuevos diputados y comenzó a
discutirse sobre quién debía presidirlos. Al surgir el nombre de Salustiano
Olózaga, éste, advertido en su embajada de París, salió para Madrid, pero, al
llegar a Alcalá, le comunicaron que los progresistas daban su voto a Nicolás
Ribero, por lo que bajó del tren y esperó otro ascendente para volver a
Francia.
Guadalajara. Hacia los años ochenta se iniciaron
los edificios más representativos como la Diputación, de composición simétrica
alrededor de un patio de dos plantas. La Duquesa de Sevillano mandó construir
su iglesia-panteón y asilos; el panteón, aislado de los asilos, se inició en
1887 y se terminó en 1916. En 1854 se creó el
Parque de la Concordia.
Tras las órdenes de Carlos III de ubicar los cementerios fuera de las ciudades,
el nuevo se construyó en 1840 por José María Guallart, que fue ampliándose con
elementos destacados como el Panteón de la marquesa de Villamejor, 1896, de
Manuel Medrano. El ayuntamiento se realizó en 1904 por el arquitecto provincial
Benito Ramón Cura.
Alcalá. El Hotel Laredo fue residencia del pintor
don Manuel Laredo. El solar se adquirió en 1880
junto al antiguo camino de la
Estación, convertido en Paseo donde se fueron construyendo hotelitos. Se
terminó en 1885 y combina con sensibilidad artística piezas arqueológicas del
castillo de Santorcaz. En 1899 se proyectó el
Parque O´Donnell por el
arquitecto municipal don Martín Pastells, que sería ampliado en 1929 por José
Aspiroz. El primer cementerio se construyó en 1839 al final del Paseo del
Chorrillo, al otro lado de la vía del tren. Hubo ampliaciones en 1864 y 1890,
éstas bajo la dirección de Martín Pastells, que terminaron en 1903. Se potenció
la Plaza Mayor o de Cervantes como centro urbano con un paseo oval en 1833
cambiado posteriormente, con la estatua de Cervantes en 1879, realizada por
Pedro Nicoli, y con el Quiosco en 1898, con diseño de Martín Pastells y
realizado por Francisco Lebrero. Sobre antiguos edificios arruinados de la
Universidad, pertenecientes desde 1850 a la Sociedad de Condueños, se levantó
el Círculo de Contribuyentes en 1893, por Martín Pastells y Martín Málaga.
Desde 1844 el ayuntamiento estaba instalado en el antiguo convento de San
Carlos Borromeo, conocido como de Agonizantes, que no sería adaptado hasta que
en 1928 José de Azpiroz le añada una fachada de inspiración clasicista.
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