viernes, 22 de marzo de 2024

 A orillas del Henares.

3.HISTORIA (X, Siglo XIX, III/III).

El papel de la nobleza como gran propietaria de tierras seguía siendo muy importante, aunque algunas casas desaparecieron. Un caso paradigmático fue la quiebra de la Casa de Osuna y la enajenación de su patrimonio rústico. La política matrimonial de la casa a fines del siglo XVIII y principios del XIX dio lugar a una concentración de Estados señoriales entre los que estaban los de Infantado, Arcos, Béjar, Gandía y Benavente, que aportaron gran patrimonio, sobre todo rústico, pero también complicación en la administración y suma de deudas. Todo este patrimonio rústico de la Casa de Osuna en 1863 procedía de los extinguidos mayorazgos del ducado y estado del Infantado, dentro del cual se integraban cuatro administraciones, tres de ellas en tierras localizadas en la actual provincia de Guadalajara (Membrillera, Heras y Espinosa, e Hita y Jadraque).

 

Las tierras de Guadalajara presentaban un acentuado nivel de parcelación y un relativo equilibrio entre la superficie de labor y la dedicada a pastos y monte; la superficie labrada se localizaba en fincas de menos de 50 hectáreas, mientras que el pastizal y la leña procedían de los tres mayores predios del Infantado: el bosque de Teges en Carrascosa de Henares, el monte de Espinosa y la Dehesa en Espinosa de Henares. La mayor parte de las fincas de labor, de pequeña o mediana extensión, constituían unidades de explotación independientes, arrendadas a labradores de las comarcas del Henares y Badiel. El número de fincas era de 171 en Heras-Espinosa (8 de más de 50 has.), 91 en Hita-Jadraque y 118 en Membrillera. Este ingente patrimonio se incrementó con la compra del Monte Maluque en Mohernando, pero la situación financiera obligó a enajenar gran parte. El campesinado arrendatario quedó marginado porque las ventas se hicieron en grandes lotes, en Guadalajara. Las ventas habidas entre 1870 y 1884 se hicieron a precios inferiores a la tasación de 1863 debido a la imperiosa necesidad de vender, y algunas de esas compras a buen precio dieron lugar a iniciativas ulteriores de especulación.

Si la situación económica no era buena, no podía serlo en otros sectores. Muy graves fueron los efectos socioeconómicos de las fiebres palúdicas desde el siglo XVIII, cuando la letalidad pudo llegar al 10% en la Alcarria. Hacia el norte, próximo a las sierras, el efecto fue menor. El contagio de terciana no fue de consideración en Sigüenza, al contrario que Guadalajara o Alcalá de Henares. Se consideró que la causa fundamental había sido la miseria y las disposiciones oficiales recomendaron a la caridad del estamento eclesiástico y a la asistencia municipal que contribuyesen con “medicinas y pucheros”. Digno de mención fue el socorro de bonos de pan a cargo de la beneficencia municipal en Guadalajara. La Real Botica envió quina a Guadalajara en 1804 y hasta 1827 ya no se vuelven a encontrar referencias sobre paludismo debido a la aparición de la fiebre amarilla y, más tarde, de 1833 a 1848, ocurrió lo mismo debido al cólera. El subdelegado de medicina y cirugía de Sigüenza, D. Juan Nepomuceno Martínez, informó al gobernador civil de la provincia el 30-9-1856.

Para mejorar la salud pública también se realizaron reformas en las ciudades, como limpieza, empedrado y alcantarillado. Alcalá ya comenzó en el siglo XVI. En 1502, a causa de las enfermedades por ser lugar húmedo y llano, se mandó empedrar la calle Mayor y hacer unos sumideros que llegaban al río, y en 1680 se prohibió que los cerdos anduviesen por las calles. La limpieza era realizada por un empleado del concejo que utilizaba carros, como en la epidemia de peste de 1599. En el siglo XVII se ejecutó el empedrado de más calles y plazas y en el XVIII aumentó la preocupación por retirar las basuras, limpiar y regar las calles. En el siglo XIX comenzó a producirse un fenómeno muy negativo, la construcción de pozos sumideros en el interior de las casas, lo que contaminó el acuífero. El abastecimiento de agua potable de calidad quedaba sólo al alcance de las grandes ciudades como Madrid: Proyecto de Bravo Murillo del Canal de Isabel II en 1847, siendo ministro de Fomento; primera piedra en 1851.

Guadalajara se caracterizó demográficamente por alta natalidad y mortalidad, como era lo normal. Hubo periodos catastróficos (cólera de 1855, 1885, 1892) y crecimiento vegetativo negativo en muchos casos. El crecimiento se debía a la inmigración. La agricultura era de escaso rendimiento, una industria artesanal y la mitad del sector terciario improductivo (culto y clero, servicio doméstico). Tras la guerra de la Independencia y la destrucción de la Real Fábrica de Paños se acabó el periodo industrial. Especialmente difícil fue la década de los 80, con crisis de subsistencias en los años 1882 y 1887, y cólera en 1885. Aumentó el papel de la beneficencia municipal: bonos de pan para los más pobres, suscripción pública para recaudar fondos, etc. En 1868 se daba el pan de dos libras a 13 cuartos, cuatro menos que lo normal. En diciembre de 1884 se repartieron 500 bonos de pan de un kilo, en lo que colaboraron los panaderos. La situación educativa tampoco era buena (en 1900, el 57% de la población era analfabeta) y había otros problemas como el eclesiástico: hasta que el papa reconociera a Isabel II no se cubrían cargos como el obispado de Sigüenza, vacante desde 1834.

La Constitución de 1837 instituía un sistema bicameral. Los miembros del Congreso se elegían por demarcaciones provinciales a razón de un diputado por cada 50.000 personas. Guadalajara tenía más de 150.000 habitantes, por lo que le correspondía elegir dos senadores, tres diputados propietarios y dos suplentes. No se exigía nivel económico como antes en el Estatuto Real o como después en la Constitución de 1845. Los cargos eran gratuitos. En realidad, los que los ocupaban eran los grandes propietarios agrícolas, nobles o no, lo que concordaba con el predominio rural de la España de la época. En Guadalajara los elegidos eran rentistas agrícolas, abogados, nobles. La carrera empezaba en Alcalde, después Diputado Provincial, Jefe Político, Diputado a Cortes, etc. Se eligieron 10 moderados y 13 progresistas. Un intento de cambiar la situación fue la Revolución de 1868, que tuvo impacto significativo en Sigüenza durante el periodo episcopal de Benavides, cuando se acusó a los sacerdotes liberales de no observar el celibato, de pertenecer a la masonería, etc. 

Con el paso del tiempo la situación real del pueblo no mejoraba, condición propicia para la aparición o divulgación de ideas más sociales, como los orígenes del socialismo en los años 1879-1891. El 22-12-1868 se creó la sección madrileña de la AIT, y el 1-9-1870 la Federación Regional Española de la Primera Internacional, pero Guadalajara no parecía propicia a esas ideas socialistas. La población no crecía, la minería en Hiendelaencina estaba en decadencia y no impulsaba el desarrollo económico provincial, la industria era insignificante (apareció en 1878 una fábrica de papel en La Cabrera). La población se empobrecía más y hubo iniciativas locales como en Sigüenza, donde el Ayuntamiento colocó a cien jornaleros en el arreglo de calles.

En 1878 amplió su imprenta la Diputación y vinieron de Madrid Julián Fernández Alonso y Enrique Burgos, pioneros del socialismo. Alonso, que acogió unos días a Pablo Iglesias en 1882, murió en 1887. En 1879 había nacido el PSOE y en 1888 la UGT. Entre los primeros estaba el grupo de Guadalajara. También había otros grupos organizados como la masonería. Las logias más antiguas son Arriaco, La Caracense nº 244 e Idea nº 166, correspondientes a Guadalajara, las dos primeras, y a Atienza. En época de Fernando VII habían aparecido Libertad en el Valle del Buen Deseo (Guadalajara), Triunfo (Sigüenza), Libertad (Jadraque). Del Gran Oriente de España, 1869-1899, con un total de 496 se han localizado 21 en Guadalajara.

Alcalá de Henares estaba en plena decadencia y en absoluta dependencia respecto a Madrid. Durante la guerra de la Independencia hubo muchos incendios y destrucciones y los edificios religiosos fueron expoliados. En 1811 las Cortes de Cádiz abolieron los señoríos jurisdiccionales, por lo que los arzobispos de Toledo dejaron de ser señores de Alcalá. La crisis universitaria continuó y se dieron los primeros pasos para su traslado a Madrid en 1822, y fue definitivo en 1836, año de las leyes desamortizadoras de Mendizábal que tuvieron en Alcalá un importante efecto: fueron afectados todos los conventos de varones, el conjunto de la Universidad y el Palacio Arzobispal (que volvería a la Iglesia en 1851). Así se completó la transformación de la ciudad, con nuevos usos de los conventos, nueva élite de propietarios, nuevo carácter militar. La gran realización corrió a cargo del pueblo que, constituido en la Sociedad de Condueños, compró los edificios de la antigua Universidad, que ya habían sufrido expolio y deterioro, y logró salvarlos. Un factor de dinamismo fue la llegada del ferrocarril el 24 de febrero de 1859. Se fundó el Círculo de Contribuyentes, se construyó el Teatro Grande (Cervantes) en 1888, el arquitecto Laredo restauró el Palacio Arzobispal y construyó el palacete mudéjar en el paseo de la Estación entre 1880 y 1884.



Benito Pérez Galdós escribió su novela 7 de julio, la quinta de la segunda serie de los Episodios Nacionales, entre octubre y noviembre de 1876 y fue publicada ese mismo año. Narra la sublevación de la Guardia Real en 1822, intento de golpe militar absolutista frustrado en pleno Trienio Liberal. Recuerda a la Universidad de Alcalá al hablar de uno de los personajes: “El segundo rasgo de su carácter es menos simpático: consiste en la ignorancia. Don Primitivo no ha hecho estudios mayores, por no ser esto costumbre en el género de ferretería y en doscientas varas a la redonda de Puerta Cerrada. No se ha roto Cordero los codos en Alcalá ni en Salamanca, ni en ningún colegio ni seminario; de modo que sus letras son simplemente las del alfabeto.”

 

El bajo Henares se vio envuelto en hechos militares por la cercanía a Madrid y por las guarniciones estacionadas. Cuando triunfó el levantamiento contra Espartero en Cataluña (tras el bombardeo de Barcelona en 1842) y en otras partes del país, la Junta de Valencia entregó el mando militar al general Narváez, quien delegó en Manuel de la Concha la persecución de Espartero que marchó a Andalucía. Narváez marchó sobre Madrid, pasando por Teruel, Daroca y Alcalá. Al llegar a Torrejón de Ardoz toparon con Seoane, capitán general de Aragón, que con Martín Zurbano se dirigían a reforzar la defensa de la corte. Era el 22 de julio de 1843. Tras un pequeño tiroteo confraternizaron, Zurbano escapó para no claudicar, y Narváez y Seoane se pusieron de acuerdo. Fue el final de la regencia de Espartero.

Años más tarde se produjo la “Vicalvarada”, debido a la sublevación de O´Donnell en 1854. El 13 de junio inició el pronunciamiento junto a los generales Dulce, Ros de Olano y Messina, y salió de Madrid al frente de fuerzas de caballería e infantería dirigiéndose a Alcalá, para asegurarse esta guarnición. Volvió hacia Torrejón y Vicálvaro, donde se enfrentó a las fuerzas del gobierno mandadas por el general Blaser. Era el 30 de junio. El resultado fue incierto, Blaser volvió a Madrid y O´Donnell marchó a Aranjuez. Finalmente, el éxito del manifiesto de Manzanares, del 4 de julio, redactado por Cánovas, facilitó la entrada en Madrid de O´Donnell y Espartero. Contra O´Donnell conspiró más tarde el general Prim, contando con el apoyo de los Coraceros del Rey y de la Reina, acantonados en Alcalá. A últimos de diciembre de 1865 se distribuyeron la acción y Lagunero marchó a Alcalá. El día del levantamiento Prim estaba en Villarejo de Salvanés y al fracasar la acción se dirigió a Portugal.

El valle era zona de paso y un eje de comunicaciones. Según el Mapa de correos de España en 1845 había administraciones, en la parte alta de la cuenca del Henares, en Sigüenza, Jadraque, Cogolludo, Hita y Atienza. Algunos años después, en 1854 se terminaron las líneas electrotelegráficas y estaciones intermedias, apareciendo Alcalá de Henares, Guadalajara, Alcolea del Pinar, etc., en la línea Madrid-Irún.  En 1860, Isabel II salió de Madrid en septiembre y volvió desde Barcelona, el 16 de octubre, por Zaragoza, Guadalajara, Alcalá y Torrejón. Tras la revolución de 1868 y los comicios del 15 al 18 de enero de 1869 se proclamaron los nuevos diputados y comenzó a discutirse sobre quién debía presidirlos. Al surgir el nombre de Salustiano Olózaga, éste, advertido en su embajada de París, salió para Madrid, pero, al llegar a Alcalá, le comunicaron que los progresistas daban su voto a Nicolás Ribero, por lo que bajó del tren y esperó otro ascendente para volver a Francia.

Guadalajara. Hacia los años ochenta se iniciaron los edificios más representativos como la Diputación, de composición simétrica alrededor de un patio de dos plantas. La Duquesa de Sevillano mandó construir su iglesia-panteón y asilos; el panteón, aislado de los asilos, se inició en 1887 y se terminó en 1916. En 1854 se creó el Parque de la Concordia. Tras las órdenes de Carlos III de ubicar los cementerios fuera de las ciudades, el nuevo se construyó en 1840 por José María Guallart, que fue ampliándose con elementos destacados como el Panteón de la marquesa de Villamejor, 1896, de Manuel Medrano. El ayuntamiento se realizó en 1904 por el arquitecto provincial Benito Ramón Cura.

Alcalá. El Hotel Laredo fue residencia del pintor don Manuel Laredo. El solar se adquirió en 1880
junto al antiguo camino de la Estación, convertido en Paseo donde se fueron construyendo hotelitos. Se terminó en 1885 y combina con sensibilidad artística piezas arqueológicas del castillo de Santorcaz. En 1899 se proyectó el Parque O´Donnell por el arquitecto municipal don Martín Pastells, que sería ampliado en 1929 por José Aspiroz. El primer cementerio se construyó en 1839 al final del Paseo del Chorrillo, al otro lado de la vía del tren. Hubo ampliaciones en 1864 y 1890, éstas bajo la dirección de Martín Pastells, que terminaron en 1903. Se potenció la Plaza Mayor o de Cervantes como centro urbano con un paseo oval en 1833 cambiado posteriormente, con la estatua de Cervantes en 1879, realizada por Pedro Nicoli, y con el Quiosco en 1898, con diseño de Martín Pastells y realizado por Francisco Lebrero. Sobre antiguos edificios arruinados de la Universidad, pertenecientes desde 1850 a la Sociedad de Condueños, se levantó el Círculo de Contribuyentes en 1893, por Martín Pastells y Martín Málaga. Desde 1844 el ayuntamiento estaba instalado en el antiguo convento de San Carlos Borromeo, conocido como de Agonizantes, que no sería adaptado hasta que en 1928 José de Azpiroz le añada una fachada de inspiración clasicista.

 

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