A orillas del Henares.
3.HISTORIA (VIII, Siglo XIX).
Mapa de la provincia de Guadalajara, realizado por Tomás López en 1766
La cuenca del río Henares, a pesar de ser una entidad geográfica natural, ha estado siempre dividida políticamente desde la Edad Media. Posteriormente, la existencia de las provincias de Madrid y Guadalajara mantuvo la división. En el siglo XVIII se hizo la división territorial de Floridablanca en 1785.
Durante la ocupación francesa, reinado de José I, se hizo
una nueva división en prefecturas, siguiendo el ejemplo de los departamentos
franceses, en 1810, aunque nunca entró en vigor.
La Constitución de Cádiz dejó por determinar las provincias, por lo que hubo varias propuestas, como la elaborada por Antonio Ranz y José Espiga en 1812. La provincia había pasado a ser un elemento clave, basándose en dos puestos, el gobernador y la diputación, y esta división era una propuesta para reducir el margen de actuación de las diputaciones tendiendo a entidades mayores, como los antiguos grandes reinos. Despertó críticas en las provincias que se extinguían, como Guadalajara. En ese mapa, la cuenca del Henares estaba unida.
En junio de 1813, con la salida de José I, las Cortes se preocuparon de la división provincial y encargaron un proyecto al marino y cosmógrafo Felipe Bauzá, que estableció una curiosa jerarquía administrativa entre provincias de primera (Toledo, Madrid), segunda y tercera. En ese mapa de 21 provincias, Guadalajara había desaparecido y la cuenca del Henares estaba unida, como en el proyecto de 1812.
Restablecida la Constitución en 1820, el gobierno liberal encargó un nuevo proyecto a dos técnicos, Joaquín Bauzá y José Agustín de Larramendi. La tramitación del proyecto en las Cortes de 1822 atendió muchas reclamaciones que elevaron el número de provincias de 48 a 51. Guadalajara aparecía de nuevo y la cuenca del Henares quedaba dividida.
En enero de 1822 las Cortes aprobaron el decreto, pero
surgió el problema de la correcta interpretación de los límites señalados, ya
que se seguía utilizando la anticuada cartografía de Tomás López (1804), que adolecía
de errores y ausencias. Se pactaron los deslindes entre las Diputaciones.
Provincia de Toledo, 1834 |
En los años siguientes estuvo de nuevo en la zona llana, además de entre Sigüenza y Medinaceli. En junio de 1811 atacó Alcalá, que cerró las puertas y construyó fortificaciones. En 1812 tomó Guadalajara, agosto, y voló el castillo de Torija para evitar que lo usasen los franceses. Recorrió la zona cercana a Madrid interceptando correos y defendiendo Alcalá en mayo de 1813, en una escaramuza en el puente de Zulema. El Empecinado cosechó muchos éxitos, aunque también hubo derrotas. En 1809, en la dura batalla en El Casar de Talamanca, su lugarteniente Saturnino Abuín fue herido de gravedad y se le amputó un brazo (“El manco”); después cambió de bando y ayudó a los franceses a derrotar al Empecinado en el rebollar de Sigüenza el 7-5-1812. Contó siempre con el apoyo de hombres de confianza como José Mondideu y Vicente Sardina y llegaría a entrar en Madrid junto con Wellington; pero también hubo desertores como el citado “Manco”, Saturnino Abuín, que recibió el empleo de capitán de la Compañía Franca de Húsares de Guadalajara (contraguerrilla). Unos 1.200 prisioneros españoles llegaron el día 10 a Alcalá y fueron socorridos por la población. El Manco pasaría sucesivamente a Guadalajara y a Madrid, con un nuevo puesto en los húsares de la Guardia Real de José I.
Los franceses tenían su centro en Guadalajara, a la que se retiraban si eran derrotados. El Empecinado la atacó, igual que a Alcalá. El general Vichery salió de Guadalajara el 29 de enero de 1813, acompañado de Saturnino Abuín, el Manco, y Villagarcía, buenos conocedores del terreno, y pernoctan en Brihuega. El 30 van por Mirabueno a Sigüenza, evacuada por los españoles, donde destruyen las fábricas de fusiles. Requisan abastecimientos y quieren atacar a las tropas que están entre Sigüenza y Medinaceli, que llevan la artillería obtenida en la rendición de Guadalajara, 16-8-1812, y el batallón de infantería Voluntarios de Madrid, mandado por Antonio, hermano de Juan Martín. El día uno de febrero ataca la retirada de los españoles hacia Medinaceli, aunque la artillería escapa. Los franceses acampan el día dos en Guijosa y el Empecinado les ataca el día tres. Vichery es herido y los franceses pierden lo requisado, pero escapan por Pelegrina, Algora y Almadrones, llegando el día cuatro a Guadalajara. Al Empecinado le mataron un caballo y estuvo a punto de caer prisionero, pero llegó a Brihuega el día 5. Cuando la situación era inestable las autoridades y afrancesados de Alcalá marchaban a Madrid, de donde iban y venían las tropas alternándose con los guerrilleros. Se encarceló al alcalde de Torrejón hasta que pagase la multa por haber pasado por su pueblo una partida de guerrilleros. Cuando los franceses de Alcalá iban a marchar a Madrid, desde el día anterior no dejaron salir a nadie para que no avisasen a los empecinados, que estaban en Meco.
Jovellanos estuvo en Jadraque de junio a septiembre de 1808, siendo visitado por Goya en el último mes. Aquí en Jadraque, el 23-12-1714, se habían encontrado Isabel de Farnesio, que al día siguiente se convertiría en segunda esposa de Felipe V, y la princesa de los Ursinos, que tenía mucha influencia en las decisiones reales en connivencia con el rey francés Luis XIV y que fue obligada a abandonar España inmediatamente.
Con el fin de la guerra de la Independencia no llegó la
paz. A la pugna entre españoles y franceses siguió la pelea entre absolutistas
y liberales. Ya en 1821 un ultra bien conocido, el cura de Tamajón Matías
Vinuesa, preparaba una conspiración para la vuelta del absolutismo. Otra trama
estalló en Madrid y en Sigüenza el 7-7-1822. Don Esteban Azaña Catarineu,
alcalde de Alcalá, contará más tarde en su Historia de la ciudad de Alcalá de
Henares, publicada en 1883, que el Ayuntamiento celebró una procesión cívica
para proclamar la Constitución de Cádiz en 1823 y el secretario y notario
público don Esteban Azaña Hernández leyó el código fundamental en la plaza
Mayor y en la Iglesia Magistral.
El régimen liberal decretó el cierre de la Universidad Complutense, que se trasladaba a Madrid. Los vecinos consiguieron que no se llevase a cabo enviando memoriales a Fernando VII. La Universidad era hostil a las nuevas ideas, así que los liberales de Alcalá, como el notario don Esteban Azaña Hernández, tenían que elegir entre el liberalismo o la Universidad. Los liberales de Madrid querían sacarla de Alcalá por su carácter oscurantista, y lo consiguieron en 1836. Los gritos de “¡Vivan las cadenas!” y “¡Muera la nación!” resonaron en Torrejón y Alcalá el 6 de agosto de 1823, festividad de los Santos Justo y Pastor, instigados por don José Laso, de la congregación de San Felipe y canónigo de la Magistral, y el P. Humarán, del convento de mínimos de Santa Ana. Las turbas recorrieron la ciudad, arrancaron la lápida de la Constitución y asaltaron las casas de los liberales, como don Esteban Azaña Hernández, cuyo biznieto, don Manuel Azaña Díaz, narraría esta historia, estando a su vez escondido en una casa de Madrid esperando la instauración de la Segunda República, en la novela Fresdeval.
En Guadalajara se pospuso casi tres meses la proclamación de la reina Isabel II por las dudas del duque del Infantado y el rechazo de la Iglesia, que no asistió a la proclamación ni celebró ninguna ceremonia. Finalmente, la voluntad de los liberales logró la proclamación el 22 de diciembre de 1833. Los liberales volvieron a dirigir la ciudad a partir de 1835, como habían hecho durante la Guerra de la Independencia y el Trienio Constitucional. La fidelidad de la plaza era tan evidente que se eligió para residencia de ciudadanos desterrados por su apoyo a carlistas.
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