viernes, 8 de marzo de 2024

 A orillas del Henares.

3.HISTORIA (VIII, Siglo XIX).

Durante el siglo XIX toda la cuenca se vio afectada por los continuos cambios en las divisiones administrativas. La Constitución de Bayona, 1809, dividió a España en 38 departamentos, uno de los cuales era Guadalajara. A Madrid se la circunvaló con un pequeño territorio al que pertenecía Alcalá, dada su condición eclesial y universitaria. En 1812 se restablecieron las provincias de Floridablanca, 1785. En 1813, para la elección de Diputados, Alcalá pertenecía a Guadalajara. En 1820, Sigüenza solicitó la capitalidad. En 1821 hubo una rectificación en los límites. Fernando VII, en 1823, reinstauró la división provincial de Floridablanca, pero en 1833 se publicó una nueva división que no difería mucho de lo existente. En 1852 Guadalajara pidió la sede episcopal y que continuara la capital, que también pedía Brihuega.

Mapa de la provincia de Guadalajara, realizado por Tomás López en 1766


La cuenca del río Henares, a pesar de ser una entidad geográfica natural, ha estado siempre dividida políticamente desde la Edad Media. Posteriormente, la existencia de las provincias de Madrid y Guadalajara mantuvo la división. En el siglo XVIII se hizo la división territorial de Floridablanca en 1785.

 Mapa de 1841, realizado por J. Archer, que muestra la división territorial de Floridablanca de 1785.





Durante la ocupación francesa, reinado de José I, se hizo una nueva división en prefecturas, siguiendo el ejemplo de los departamentos franceses, en 1810, aunque nunca entró en vigor.




La Constitución de Cádiz dejó por determinar las provincias, por lo que hubo varias propuestas, como la elaborada por Antonio Ranz y José Espiga en 1812. La provincia había pasado a ser un elemento clave, basándose en dos puestos, el gobernador y la diputación, y esta división era una propuesta para reducir el margen de actuación de las diputaciones tendiendo a entidades mayores, como los antiguos grandes reinos. Despertó críticas en las provincias que se extinguían, como Guadalajara. En ese mapa, la cuenca del Henares estaba unida. 


En junio de 1813, con la salida de José I, las Cortes se preocuparon de la división provincial y encargaron un proyecto al marino y cosmógrafo Felipe Bauzá, que estableció una curiosa jerarquía administrativa entre provincias de primera (Toledo, Madrid), segunda y tercera. En ese mapa de 21 provincias, Guadalajara había desaparecido y la cuenca del Henares estaba unida, como en el proyecto de 1812.

 


Restablecida la Constitución en 1820, el gobierno liberal encargó un nuevo proyecto a dos técnicos, Joaquín Bauzá y José Agustín de Larramendi. La tramitación del proyecto en las Cortes de 1822 atendió muchas reclamaciones que elevaron el número de provincias de 48 a 51.  Guadalajara aparecía de nuevo y la cuenca del Henares quedaba dividida.

 




En enero de 1822 las Cortes aprobaron el decreto, pero surgió el problema de la correcta interpretación de los límites señalados, ya que se seguía utilizando la anticuada cartografía de Tomás López (1804), que adolecía de errores y ausencias. Se pactaron los deslindes entre las Diputaciones.


 

El plan de Bauzá y Larramendi de 1821, debatido en 1822, se retomó sin grandes modificaciones en 1829. Javier de Burgos se encontró con el plan de Larramendi y Bauzá -verdaderos precursores- y no le pareció mal, aunque tenía más provincias de las 40 que él deseaba, y la mayoría no alcanzaban los 300.000 habitantes que creía idóneos; también criticaba algunas capitalidades, que los límites estuvieran más ajustados a la historia que a la naturaleza y echaba de menos los distritos. El decreto se promulgó el 30 de noviembre de 1833. La cuenca del Henares quedaba definitivamente dividida. Javier de Burgos firmó un proyecto ya realizado y ha pasado como el impulsor definitivo de la reforma provincial. En las elecciones de mayo de 1834 ya se usaron las nuevas provincias como circunscripción electoral, según las disposiciones del Estatuto Real. En 1835 se instauraron las diputaciones y la provincia pasó a ser un símbolo del régimen liberal. La nueva cartografía de 1836 divulgó la nueva división. 

Provincia de Toledo, 1834
En Alcalá existía una Academia Militar en la que ingresó Torrijos, futuro conspirador contra Fernando VII, como alumno ingeniero en el periodo 1804-08 y estuvo a punto de ser fusilado en Madrid por los franceses en los inicios de la guerra de la Independencia. La contienda provocó un importante proceso de descapitalización, significó un desastre para la zona por el paso violento de tropas, abastecimientos forzosos, impuestos extras, etc. Desde el principio de la guerra los franceses se apoderaron de la tierra llana y Guadalajara fue tomada en 1808 por el general Joseph Léopold Sigisbert Hugo (padre del escritor Víctor Hugo). Tras el segundo sitio francés a Zaragoza (20-12-1808/20-2-1809), las tropas españolas de La Peña se dirigieron por Calatayud, Medinaceli, Sigüenza, Guadalajara, a Alcalá de Henares. Como Madrid había caído, marcharon a Arganda y Cuenca. A partir de entonces sobresalieron los guerrilleros, especialmente el Empecinado en esta zona. El general francés Horacio Sebastiani le venció y lo persiguió hacia Sigüenza. Había dejado a los heridos en Mandayona y la población los maltrató, por lo que después la incendió el 13-9-1809. Quizá de esa acción derive la fiesta de “El ahorcado”, celebrando el ahorcamiento de un soldado francés rezagado y tomado prisionero.

El mito liberal al que va unida la zona es el de El Empecinado, que tenía una magnífica visión de la táctica militar. Fue apreciado por Wellington y respetado por su perseguidor el General Hugo, famoso por haber capturado al napolitano Fra Diavolo en 1806. La Junta Central lo nombró capitán de caballería en septiembre de 1810 y la Regencia de Cádiz lo ascendió a general de brigada. Sabiendo que estaba en Soria, la Junta de Guadalajara lo llamó en septiembre de 1809, apareciendo en Sigüenza y entrando en Alcalá el día 11. Recorrió el valle en sucesivas acciones en Cogolludo, Fontanar y cerca de Sigüenza y Guadalajara, perseguido por el general Hugo, que dejó guarnición en Sigüenza, aunque después fue abandonada y ocupada de nuevo por El Empecinado. Los cambios eran constantes. Por miedo a la guerrilla, especialmente al Empecinado, en Alcalá se taparon las entradas, dejando solamente las de Mártires, Santiago, Madrid y el Vado. En 1810 las guerrillas mataban a los correos de Madrid a Guadalajara, por lo que los franceses nombraron a las personas más pudientes para el servicio. El 21-marzo se llevaron la plata de la Magistral y de la parroquia de Santa María y ya lo habían hecho en los conventos. Encerraron en el pósito a vecinos de Torrejón de Ardoz, parientes de guerrilleros, como habían hecho en Usanos y otros pueblos.

En los años siguientes estuvo de nuevo en la zona llana, además de entre Sigüenza y Medinaceli. En junio de 1811 atacó Alcalá, que cerró las puertas y construyó fortificaciones. En 1812 tomó Guadalajara, agosto, y voló el castillo de Torija para evitar que lo usasen los franceses. Recorrió la zona cercana a Madrid interceptando correos y defendiendo Alcalá en mayo de 1813, en una escaramuza en el puente de Zulema. El Empecinado cosechó muchos éxitos, aunque también hubo derrotas. En 1809, en la dura batalla en El Casar de Talamanca, su lugarteniente Saturnino Abuín fue herido de gravedad y se le amputó un brazo (“El manco”); después cambió de bando y ayudó a los franceses a derrotar al Empecinado en el rebollar de Sigüenza el 7-5-1812. Contó siempre con el apoyo de hombres de confianza como José Mondideu y Vicente Sardina y llegaría a entrar en Madrid junto con Wellington; pero también hubo desertores como el citado “Manco”, Saturnino Abuín, que recibió el empleo de capitán de la Compañía Franca de Húsares de Guadalajara (contraguerrilla). Unos 1.200 prisioneros españoles llegaron el día 10 a Alcalá y fueron socorridos por la población. El Manco pasaría sucesivamente a Guadalajara y a Madrid, con un nuevo puesto en los húsares de la Guardia Real de José I.

Los franceses tenían su centro en Guadalajara, a la que se retiraban si eran derrotados. El Empecinado la atacó, igual que a Alcalá. El general Vichery salió de Guadalajara el 29 de enero de 1813, acompañado de Saturnino Abuín, el Manco, y Villagarcía, buenos conocedores del terreno, y pernoctan en Brihuega. El 30 van por Mirabueno a Sigüenza, evacuada por los españoles, donde destruyen las fábricas de fusiles. Requisan abastecimientos y quieren atacar a las tropas que están entre Sigüenza y Medinaceli, que llevan la artillería obtenida en la rendición de Guadalajara, 16-8-1812, y el batallón de infantería Voluntarios de Madrid, mandado por Antonio, hermano de Juan Martín. El día uno de febrero ataca la retirada de los españoles hacia Medinaceli, aunque la artillería escapa. Los franceses acampan el día dos en Guijosa y el Empecinado les ataca el día tres. Vichery es herido y los franceses pierden lo requisado, pero escapan por Pelegrina, Algora y Almadrones, llegando el día cuatro a Guadalajara. Al Empecinado le mataron un caballo y estuvo a punto de caer prisionero, pero llegó a Brihuega el día 5. Cuando la situación era inestable las autoridades y afrancesados de Alcalá marchaban a Madrid, de donde iban y venían las tropas alternándose con los guerrilleros. Se encarceló al alcalde de Torrejón hasta que pagase la multa por haber pasado por su pueblo una partida de guerrilleros. Cuando los franceses de Alcalá iban a marchar a Madrid, desde el día anterior no dejaron salir a nadie para que no avisasen a los empecinados, que estaban en Meco.


Jovellanos estuvo en Jadraque de junio a septiembre de 1808, siendo visitado por Goya en el último mes. Aquí en Jadraque, el 23-12-1714, se habían encontrado Isabel de Farnesio, que al día siguiente se convertiría en segunda esposa de Felipe V, y la princesa de los Ursinos, que tenía mucha influencia en las decisiones reales en connivencia con el rey francés Luis XIV y que fue obligada a abandonar España inmediatamente.


 

Con el fin de la guerra de la Independencia no llegó la paz. A la pugna entre españoles y franceses siguió la pelea entre absolutistas y liberales. Ya en 1821 un ultra bien conocido, el cura de Tamajón Matías Vinuesa, preparaba una conspiración para la vuelta del absolutismo. Otra trama estalló en Madrid y en Sigüenza el 7-7-1822. Don Esteban Azaña Catarineu, alcalde de Alcalá, contará más tarde en su Historia de la ciudad de Alcalá de Henares, publicada en 1883, que el Ayuntamiento celebró una procesión cívica para proclamar la Constitución de Cádiz en 1823 y el secretario y notario público don Esteban Azaña Hernández leyó el código fundamental en la plaza Mayor y en la Iglesia Magistral.

El régimen liberal decretó el cierre de la Universidad Complutense, que se trasladaba a Madrid. Los vecinos consiguieron que no se llevase a cabo enviando memoriales a Fernando VII. La Universidad era hostil a las nuevas ideas, así que los liberales de Alcalá, como el notario don Esteban Azaña Hernández, tenían que elegir entre el liberalismo o la Universidad. Los liberales de Madrid querían sacarla de Alcalá por su carácter oscurantista, y lo consiguieron en 1836. Los gritos de “¡Vivan las cadenas!” y “¡Muera la nación!” resonaron en Torrejón y Alcalá el 6 de agosto de 1823, festividad de los Santos Justo y Pastor, instigados por don José Laso, de la congregación de San Felipe y canónigo de la Magistral, y el P. Humarán, del convento de mínimos de Santa Ana. Las turbas recorrieron la ciudad, arrancaron la lápida de la Constitución y asaltaron las casas de los liberales, como don Esteban Azaña Hernández, cuyo biznieto, don Manuel Azaña Díaz, narraría esta historia, estando a su vez escondido en una casa de Madrid esperando la instauración de la Segunda República, en la novela Fresdeval.

Tras el Trienio Liberal, 1820-23, hubo nuevas conspiraciones ultras. Un personaje curioso fue Jorge Bessières, que vino a España con el ejército francés y se quedó en Barcelona después de la guerra. En 1820 ayudó a proclamar la Constitución, en 1821 participó en un complot republicano y fue condenado a muerte, indultado y encerrado en Figueras, de donde huyó a Francia. Volvió convertido en realista y ascendió a General y Mariscal de Campo. En sus correrías del año 23 desvalijaba iglesias y bebía en el cáliz de la iglesia de Auñón. Fue animado a sublevarse por Calomarde y Fernando VII, teniendo una carta del rey como garantía. Salió de Madrid la noche del 15 al 16 de agosto de 1825 en dirección a Brihuega, donde había enviado armas, con el regimiento de caballería de Santiago que estaba en Getafe. Se le unieron voluntarios, pero fracasó en la toma de Sigüenza. Tras el fracaso de la sublevación, Fernando VII envió contra él a otro francés, el conde de España. Fue capturado en Zafrilla el día 23 por la patrulla de Saturnino Abuín, el Manco, y llevado ante el conde de España en Molina de Aragón. Los dos franceses hablaron amigablemente y, a la pregunta de por qué se había sublevado, Bessières mostró la carta del rey. El conde de España la cogió y la quemó, salvando al rey. Bessières fue fusilado el día 26 en Molina de Aragón.

En Guadalajara se pospuso casi tres meses la proclamación de la reina Isabel II por las dudas del duque del Infantado y el rechazo de la Iglesia, que no asistió a la proclamación ni celebró ninguna ceremonia. Finalmente, la voluntad de los liberales logró la proclamación el 22 de diciembre de 1833. Los liberales volvieron a dirigir la ciudad a partir de 1835, como habían hecho durante la Guerra de la Independencia y el Trienio Constitucional. La fidelidad de la plaza era tan evidente que se eligió para residencia de ciudadanos desterrados por su apoyo a carlistas.

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