A orillas del Henares.
3.HISTORIA (IX,
Siglo XIX, II/III).
La inestabilidad continuó a la muerte de Fernando VII con
el problema carlista. Durante la
I Guerra Carlista la
expedición carlista del general Gómez cruzó la Meseta, durante el verano de
1836. Este año también pasó desde Segovia la expedición carlista de Basilio
Antonio García. Atienza y Jadraque parece que estaban en zona carlista. La
expedición de Gómez salió de Amurrio el 26 de junio de 1836 dirigiéndose a
Madrid, pero al ver el camino cortado pasó a Cantalojas el 27 de agosto. El 28
continuó por Galve de Sorbe, Condemios de Abajo, Albendiego, Hijes, Miedes y
Alpedroches, pernoctando en Atienza. El 29 marchó por Jirueque, cruzando el
Henares y estableciéndose en Jadraque el grueso de las fuerzas, mientras se
aposentaban algunos batallones en Villanueva de Argecilla, Bujalaro, etc. Al
aprovisionarse sobre el terreno dejaban exhaustos los lugares por donde
pasaban. Alaix, sustituto de Espartero, acampó el 29 cerca de Jadraque y Manso,
Capitán General de Castilla la Vieja, se dirigió a proteger Sigüenza.
En Madrid había alarma. Una columna al mando del
brigadier de caballería don Narciso López se dirigió a Sigüenza y descendió en
busca de la expedición carlista, que se replegó a Jadraque, donde confluyeron
todas sus fuerzas, y atacaron a los cristinos, replegados a Matillas, venciendo
y haciendo muchos prisioneros. Las autoridades de Guadalajara abandonaron la
ciudad y la iglesia de San Francisco (panteón de los Infantado) se convirtió en
cuartel para albergar a la guarnición isabelina, pero Gómez no la atacó. Desde
Madrid se dispuso la salida hacia Alcalá de tres batallones de la Guardia Real
a las órdenes del General Barrutell y que participase el General Rodil,
ministro de la Guerra. Los carlistas continuaron su marcha por Ledanca y
pernoctaron en Brihuega, guiados por la partida carlista alcarreña de los
Cazaporras. Atacados por Alaix, salieron por Cifuentes hacia el depósito de
prisioneros de Cantavieja.
Al regreso, el 8 de diciembre, la expedición pasó por
Sacedón y por Tendilla llegó a Horche para pernoctar el día 9. Perseguida por
el general Isidro Alaix, el día 10 pasó a media legua de Guadalajara en medio
de una densa niebla, entablando una escaramuza con tropas salidas de la
guarnición, y por Torija y Rebollosa de Hita. Antes de Hita atacó al brigadier
Rute al que venció, siguiendo por Hita, Espinosa de Henares, donde cruzó el
río, para pernoctar en Cogolludo. El 10 pasó por Arroyo de las Fraguas y Condemios
de Arriba. El 11, por Campisábalos, entró en Soria. Parte de la zona fue de
dominio carlista y, al terminar la guerra, fueron sentenciados y enviados a
cuba algunos simpatizantes, nueve de la provincia de Guadalajara, de los que
tres eran de Cogolludo y uno de Fuencemillán.
En 1833, don Esteban Azaña Hernández proclamó a Isabel II en
Alcalá. Los estudiantes eran liberales, pero los maestros se inclinaban al
carlismo, por lo que seguían los incidentes. El día del Corpus de 1855, don
Gregorio Azaña, notario y jefe de los milicianos nacionales, dirigía a la
milicia que formaba la columna de honor de la Eucaristía y fueron insultados
por los carlistas, lo que también quedó reflejado en la novela Fresdeval. Años
después, Don Gregorio no quiso que su hijo, don Esteban alcalde de Alcalá,
aceptase el título de Conde de Zulema que le ofreció María Cristina por impedir
que salieran de Alcalá las tropas que estaban comprometidas en la conspiración
del brigadier Villacampa, el 29 de septiembre de 1886.
Al año siguiente, la “
Expedición
Real” en la que iba el pretendiente D. Carlos llegó ante Madrid, en
el mismo portazgo de Vallecas, el 12 de septiembre. En los mandos carlistas,
Arias Tejeiro y González Moreno opinaban que antes de entrar en la ciudad había
que derrotar al ejército de Espartero, un peligro inminente. Se descartó la
toma de la capital por motivos políticos, no militares, los mismos que habían
dado origen a la expedición. Espartero había pernoctado el día 11 en Tendilla,
llegó el 12 al anochecer a Alcalá de Henares y hasta el 13 por la tarde no lo
haría en la capital. Los voluntarios realistas afluían a Arganda y pocos
soldados defendían la capital. D. Carlos salió en dirección a Alcalá, pero se
desvió a la Alcarria y llegó el 13 a Mondéjar, donde se le unieron más
voluntarios. Espartero entraba en Madrid y el general carlista Ramón Cabrera
pernoctaba en Pastrana. Cabrera entró en Guadalajara el 17 de madrugada, aunque
la abandonó a las pocas horas mientras la guarnición se refugiaba en el fuerte
de San Francisco. El 18, las tropas carlistas mandadas por Gómez Moreno pasaron
por El Pozo y Santorcaz rumbo a Alcalá, pero, a la vista de las tropas de
Espartero, retrocedieron el 19 por el mismo camino, siendo atacadas por
Espartero en Anchuelo y vencidas en Aranzueque. Los carlistas se retiraron a
Hontoba y a Hueva, mientras Espartero pernoctó en Aranzueque. Ramón Cabrera
volvió al día siguiente al Maestrazgo.
Desde Hueva, por Moratilla y Fuentelencina, los carlistas
pasaron por Tendilla y siguieron al norte por Romanones, llegando a Brihuega al
final del día 20. Ante la llegada de los isabelinos salieron el 21 por la tarde
hacia Cifuentes, donde llegaron a las cinco de la mañana del 22. Espartero siguió
desde Aranzueque por Horche, Torija y Fuentes de la Alcarria, donde pudo haber
tenido un gran tropiezo debido a la niebla. Los carlistas continuaron su huida
por Torrecuadrada, Alcolea del Pinar y Bujarrabal, donde pernoctan el 23,
mientras Espartero lo hizo en Alcolea. La expedición carlista llegó el 24 a
Atienza y pasó a Soria, cruzando el Duero en Gormaz el 26, encontrándose en
Aranda de Duero con el ejército de Zaratiegui. Espartero los seguía sin
arriesgarse, sin aceptar batalla. Los carlistas lo intentaron en Retuerta y en
Huerta del Rey y, al no conseguirlo, siguieron hacia el norte.
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En rojo, máxima expansión del carlismo, a finales de 1874. |
Tercera Guerra Carlista.
En la primavera de 1872 Madrazo hizo una proclama carlista en Guadalajara con
poco éxito, al igual que los intentos de reclutar voluntarios en los partidos
judiciales de Brihuega y Pastrana. Aparecieron pequeñas partidas carlistas como
la mandada por Luna, que apareció en Tendilla el 6 de julio de 1873 y fue
derrotada el 7 en Valfermoso de Tajuña. En septiembre-octubre del mismo año
hubo la correría del carlista Santés viniendo desde Aragón. En algunos pueblos
de la zona del Henares salieron voluntarios para luchar con los carlistas, por
lo que el general carlista Ángel Villalaín pudo maniobrar en el norte de
Guadalajara sostenido por el paisanaje. Apostado en la sierra del Alto Rey se
hizo fuerte en el castillo de Galve, desde donde hacía correrías, obligando a
los gubernamentales a fortificar Atienza. Perseguido, voló el castillo de Galve
y dando un rodeo cayó sobre Sigüenza, sin poder tomar el castillo. El
8-11-1873, la Comisión de Armamento y Defensa de la Provincia de Guadalajara
comunicó al ayuntamiento que la ciudad debía contribuir con 49 soldados (1.320
la provincia) para luchar contra los carlistas. El 5 de enero de 1874, el
general Villalaín se llevó 200 fusiles de Sigüenza y el 13 de julio participó
en la toma de Cuenca, bajo el mando de Alfonso de Borbón, hermano del
pretendiente Carlos VII. Efectuó una correría por la vega del Tajuña, entrando
en Brihuega a medianoche del 3 de agosto y retirándose por Torija y Cifuentes
hacia Cuenca, aunque el 17 de septiembre estaba en Pastrana. Murió en 1875.
La
situación económica fue mala, no solamente por
la guerra, sino por otros problemas como la plaga filoxérica en 1884. Hubo un
intento de extender el regadío, aunque el
canal del Henares -concesión de 1863-
no cumplió sus objetivos por la falta de agua y fracaso financiero. Se
concibieron los embalses de Alcorlo, Beleña, y Pálmaces de Jadraque. Hacia
final del siglo la propiedad rural en el regadío estaba muy subdividida.
Faltaba el capital agrícola, no habiendo verdaderas asociaciones de crédito ni
de seguros. Lo único que prestaba algún servicio eran los pósitos. También
faltaban caminos para comunicar con las vías generales, lo que encarecía los
precios. En algunas vías se introdujeron las postas, para cambiar los caballos
cada 12-18 km y desde 1816 hubo un servicio regular de diligencias semanal de
Madrid a Zaragoza. El ferrocarril intento paliar la situación: llegó a
Guadalajara en 1859, a Jadraque en 1860 y a Medinaceli en 1862. La velocidad
pasó de los 8-10 km/h de la diligencia a los 34 del exprés Madrid-Hendaya en
1868 y los precios bajaron, pero no era rentable, captaba un área reducida y
faltaban caminos para acercar los productos a las estaciones.
A mediados de siglo habían desaparecido la mayor parte de
los elementos de las relaciones económicas anteriores. Al cerrar la fábrica
textil en 1822 llegó la decadencia a la industria textil, pero a mediados del
siglo XIX todavía quedaban telares activos en Argecilla, Atienza, Bujalaro,
Cogolludo, Guadalajara, La Huerce, Jadraque, Ledanca, Mandayona, Sigüenza,
Valverde de los Arroyos. También había tinte en Jirueque y esparto en Tórtola
de Henares. También desapareció el polo secundario de integración económica que
era la Universidad de Alcalá. El mercado agrícola era depresivo, por lo que se
redujo la superficie cultivada, que se concentró en el fondo del valle. Con las
desamortizaciones mejoraron las formas de explotación agraria y la producción,
tras reducirse en los primeros decenios, ya era la misma en 1840 que en 1753.
La población disminuyó, tanto en Alcalá como en Guadalajara, pero la
agricultura básica era más excedentaria. Madrid estaba de nuevo en crecimiento
-concentración financiera- y mejoraba su nivel de vida. La revolución
industrial se consolidaba en la periferia y se construían ferrocarriles y
carreteras. En 1833, se concedió licencia a Enrique Dolfus, del comercio de
Madrid, para instalar una fábrica de tejidos de algodón con telares movidos por
máquinas de vapor en San Fernando de Henares, en los edificios de la antigua
Real Fábrica, aunque se cerró en 1837.
El bajo Henares se especializó agrícolamente en la
atención a Madrid y fue una ocasión perdida el retraso en la construcción del
Canal del Henares, que se inició en 1867, pero se paralizó en 1870, cuando la
sociedad explotadora, la Sociedad Ibérica de Riegos, consideró ruinoso el
negocio. La entrada de la economía en circuitos más amplios supuso una crisis
en el sistema de agricultura de la zona. Madrid fue a menos como destino de
consumo y la ganadería y la agricultura, incapaces de competir en un mercado abierto,
aceleraron su declive.
Para el estudio de la población puede tomarse como
ejemplo la villa de
Palazuelos en 1875, según el padrón de los libros de
“Matrícula de confesión y comunión” que se generalizaron en el siglo XVIII
hasta adquirir en la primera mitad del siglo XIX la forma de verdaderos censos
anuales del conjunto de la población de una parroquia. En el obispado de
Sigüenza, las Constituciones Sinodales de 1655 imponían a los párrocos la
obligación de realizarlos. En el caso de Palazuelos, en los libros de la
parroquia de San Juan Bautista, aparecen datos como nombre y apellidos, edad,
estado civil, domicilio, actividad profesional. Los datos resumidos son: 366
habitantes, 186 hombres y 180 mujeres; el 45,9% tiene menos de 20 años; el
grupo 20-60 años es el 48,9%; con más de 60 años, el 5,19%. La esperanza de
vida no sobrepasa los 35-40 años. Hay 77 casas habitadas, el 81,81% con una
familia. Hay 92 vecinos o unidades fiscales. La media de hijos/familia es de
2,6. Los nombres más abundantes son influencia de la Iglesia tridentina: Juan,
Francisco, Pedro, Manuel, Julián y Tomás entre los hombres, y María, Francisca,
Juana, Faustina y Manuela entre las mujeres.
Es muy interesante la información sobre la actividad
económica: labrador el 67,39%, jornalero y sastre el 4,33%, pastor el 3,26%,
aperador, caminero, criado, cura, garañonero, maestro, muletero, secretario,
tabernero, ventero. Las actividades relacionadas con la tierra ocupan al 75% de
las familias. El pequeño número de jornaleros atestigua, en teoría, el reparto
igualitario de la herencia entre todos los hijos, en un sistema de pequeña
propiedad, apenas de subsistencia. Los tres pastores indican la importancia de
la ganadería como complemento de la agricultura. Las actividades de servicio
vienen en segunda posición y en último lugar, la administración civil o
eclesiástica. El hueco de la ausencia de determinados oficios lo llenó la
inmigración francesa de comerciantes que trabajaron de merceros, caldereros,
aguadores, zapateros de viejo, amoladores y otros oficios que los españoles
consideraban indignos. A lo largo del siglo XVIII estos oficios callejeros se
fueron convirtiendo en comercios. Hubo tenderos, tahoneros, etc.
La organización de estos comerciantes se
establecía por medio de agrupaciones bastante endogámicas que controlaban a los
aspirantes, la inversión de ahorros, etc. La distribución territorial se basaba
en unos centros que controlaban a otros pueblos. Los más importantes fueron
Humanes, Cañizar, El Cubillo, Yunquera, Usanos y Azuqueca de Henares. El de
Humanes, por ejemplo, controlaba los siguientes pueblos: Matarrubia,
Robledillo, Puebla de Vallés, Puebla de Beleña, Retiendas, La Mierla, Beleña de
Sorbe, Muriel, Torrebeleña, Aleas, Cogolludo, Fuencemillán, Cerezo,
Valdeancheta, Alarilla.
Con una situación tan inestable era difícil el control
del territorio y el cobro de impuestos, por lo que la Hacienda pasó por muchas
dificultades. Para fomentar la riqueza se había creado la
Diputación
Provincial por las Cortes de Cádiz, como medio de articular la función
centralizadora del régimen liberal con la autonomía local. Los recelos ante la
falta de seguridad llevaron a que, aunque los franceses capitularon en
Guadalajara el 16-8-1812, la Diputación se constituyó en Anguita el 25-4-1813,
después se reunió en Cifuentes en mayo y sólo el 9-7-1813 se trasladó a
Guadalajara. Se vio la necesidad de contar con una base estadística fiable. Los
grandes propietarios también pasaban dificultades. La compleja administración
para el cobro del diezmo en la diócesis de Toledo estaba en manos de dos
Contadores Mayores, uno en Toledo y otro en Alcalá. El diezmo fue abolido
definitivamente el 31-8-1841.
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