lunes, 29 de enero de 2024

La arquitectura de Eduardo de Adaro y el Banco de España

Eduardo de Adaro (1848-1906) es poco conocido, salvo por este edificio.  El Banco de España quiere rescatar del olvido a este arquitecto autor de proyectos muy significativos. Vivió un periodo histórico de grandes transformaciones que cambiaron el mundo a partir del uso de la electricidad. La apariencia de sus edificios, que interpretan libremente los estilos del pasado, oculta los más modernos avances tecnológicos en seguridad, higiene, calefacción, ascensores, teléfonos, pararrayos o iluminación eléctrica. Su obra, promovida por la élite empresarial, política y financiera española, fue posible gracias a cualificados especialistas en hierro, cristal, albañilería, cantería o decoración escultórica, así como las empresas que instalaron los equipamientos más innovadores. Junto a fotografías, planos, dibujos, pinturas, etc., aparecen en la muestra fotografías contemporáneas, como las de Manolo Laguillo.

Charles Clifford (c. 1820-1863), Fuente de la Cibeles y calle de Alcalá, 1855. Papel a la sal. Copia de la época.

En esta fotografía se puede advertir, en la esquina de la calle Alcalá con el paseo del Prado, el palacio de Alcañices, cuyo solar ocupará el nuevo edificio, así como la fuente de Cibeles en su emplazamiento original, más al norte, frente al palacio de Buenavista. Su traslado a la ubicación actual y la reorientación del grupo escultórico hacia el oeste se realizará poco después de la terminación de las obras del Banco. Edificio y fuente aportarán así una nueva identidad a ese cruce viario.

Joaquín Sorolla y Bastida, 1863-1923, Retrato de José Echegaray, 1905, óleo sobre lienzo.

José Echegaray, ingeniero, físico, matemático, divulgador científico y dramaturgo que llegó a obtener el Nobel de Literatura, impulsó en 1874 -en su calidad de ministro de Hacienda- un Decreto Ley que concedía al Banco de España el monopolio de emisión de billetes en todo el territorio nacional, prerrogativa antes repartida entre distintas entidades. La medida convirtió al Banco en la primera potencia financiera del país. Esta y otras nuevas atribuciones fueron el impulso para proyectar una nueva sede, ya que el inmueble de la calle de Atocha resultaba insuficiente para sus crecientes necesidades de espacio y representatividad.



Carlos Luis de Ribera, 1815-1891, Retrato de Alfonso XII, 1875, óleo sobre lienzo. 

Alfonso XII era el máximo representante del Estado en los inicios de las obras de la nueva sede, que corre paralela a la Restauración monárquica. Su retrato fue realizado por encargo de la institución a Carlos Luis de Ribera, quien poco antes había pintado el de Amadeo de Saboya. El joven monarca, se sólo veinte años y recién proclamado, lleva uniforme de montar, banda, espada, el toisón de oro y la cruz de Carlos III. La obra remite a una tradición del Banco aún vigente: la del encargo de retratos oficiales de cada jefe de Estado.



 

Los orígenes de un nuevo edificio para el Banco de España.

Los cambios que vivió la España de la Restauración y la crisis surgida de la pérdida de su poder colonial a lo largo del siglo XIX llevaron al país a tratar de recuperar su prestigio internacional a través de los signos de una arquitectura de diseño cuidado y grandilocuente, como este edificio.

La construcción de una nueva sede que sustituyera a la antigua de la calle de Atocha surge de las crecientes atribuciones otorgadas al Banco. La concesión del monopolio de emisión comportaba nuevas necesidades de representación y otras de carácter práctico: la fabricación de billetes exigía espacios más seguros que minimizaran el riesgo de falsificación. Tras lanzar un concurso que quedó desierto, se encargó a los arquitectos del Banco de España -Severiano Sáinz de la Lastra y su auxiliar, un joven Eduardo de Adaro- un anteproyecto de edificio con entrada por el chaflán de Cibeles y dos fachadas semejantes en las calles de Alcalá y paseo del Prado, por donde pronto se fue ampliando mediante la adquisición de inmuebles y terrenos. Adaro se documentó visitando los principales establecimientos de crédito europeos y a su regreso trazó los primeros planos del edificio. En 1884, el proyecto obtuvo la medalla de primera clase por fla sección de arquitectura de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Ese mismo año se colocó la primera piedra, mientras que el fallecimiento de Sáinz de la Lastra catapultó a Adaro al puesto de arquitecto titular.

En esta sala se recorren los primeros pasos de construcción del edificio, con planos, fotografías de las obras (algunas inéditas) y documentos que se adentran en episodios poco conocidos, como el de los accidentes laborales.

Severiano Sáinz de la Lastra (1823-1884), Eduardo de Adaro (1848-1906). Proyecto para la fachada del chaflán del nuevo edificio del Banco de España, 8 de julio de 1884. Dibujo en tinta sobre tela tratada.

La combinación del clasicismo con la modernidad asociada al empleo del hierro en las fachadas hizo que el monumental edificio provocara la admiración de sus coetáneos. Sus fórmulas decorativas fueron también apreciadas décadas después por críticos como Gaya Nuño, que alababa su uso del plateresco.

Manuel Fernández de la Torre (según planos originales de Eduardo de Adaro). Planta del basamento / Planta de sótanos, 1888l, Litografía sobre papel.

Estas litografías muestran tres de las cinco plantas del edificio. Adaro consultó con altos cargos para adaptar la organización a las diferentes funciones. En el sótano se situaban las cajas de metálico, de papel y de alhajas, o los hornos de quema de billetes y de calefacción; en el basamento, los talleres de fabricación de billetes, el Salón de Cobradores o la Caja de Alquiler; en la entreplanta, diversos negociados y el Patio de Caja de Efectivo; en la principal, los despachos del gobernador y los subgobernadores o el Salón de Juntas Generales de Accionistas. Las viviendas se repartían entre la segunda planta (las de los cajeros) y en las mansardas (las de los celadores).

 

La seguridad.

Fue una preocupación primordial al concebir el nuevo edificio. Para cuando comenzó a trabajar en él, Adaro contaba ya con una amplia experiencia en ese ámbito y aplicó sus conocimientos de arquitectura penitenciaria al programa desarrollado en el Banco de España, el más avanzado y complejo de su época, pensado para que nadie pudiera entrar sin control y para que nada valioso pudiera ser sacado del edificio impunemente.

Además de proteger el acceso desde el exterior mediante rejas de hierro, en espacios especialmente sensibles como las cajas del sótano y semisótano se adoptaron medidas excepcionales. Gruesos muros, bóvedas sostenidas por pilares de granito, paredes recubiertas por planchas de hierro roblonado y una galería de ronda para el servicio de guardia uniformado y armado fueron algunos de esos elementos. Pero destacan especialmente entre ellos las puertas blindadas que daban acceso a las cajas de metálico, de confección de billetes, de alhajas y de alquiler, que fueron encargadas a la empresa Hobbs Hart and Co. de Londres, a la que se exigió la misma calidad que las colocadas “en las bóvedas del Banco de Inglaterra”.

Se presenta también en esta sala un documental producido exprofeso en torno a los principales proyectos y edificios realizados por Adaro, no sólo para el ámbito bancario, sino también para el industrial, penitenciario, religioso o residencial.



Manolo Laguillo (1953). Vistas delantera y trasera de la puerta blindada de hierro y acero fabricada por Hobbs, Hart and Co. que daba acceso a las cajas de alquiler del Banco. De la serie fotográfica Adaro: un estudio de caso, 2021. Imagen impresa sobre dibond.

Ciertos equipamientos de seguridad dan muestra de la internacionalización de los encargos durante la construcción del edificio. Las puertas son de plancha de hierro y acero carbonizado a alta y baja presión. La documentación asegura que las cerraduras son imposibles de abrir con llaves, ganzúas ni por ningún otro medio mecánico y que está hecha a prueba de pólvora, con nueve palancas y dos llaves.

 

Miguel Prim (edificio) y taller de maquetas de la ETS de Arquitectura del Vallès (torre interior). Maqueta del edificio del Banco de España, c. 1970-2023.

La primera maqueta se presentó en 1928 al Consejo de Gobierno del Banco junto con el proyecto de ampliación de José Yarnoz. En su estado actual refleja las sucesivas ampliaciones del proyecto inicial de Adaro. La primera, de José Yarnoz Larrosa (1934), prolonga el edificio por la calle de Alcalá de forma exquisitamente respetuosa con el exterior proyectado por Adaro. La siguiente, de Javier Yarnoz Orcoyen (1975), mantuvo esas líneas maestras, si bien con un carácter más depurado y funcional, por las calles traseras. Rafael Moneo (2006) cerró la manzana con un chaflán cuyas formas sintetizan los elementos formales del siglo XIX. La última intervención es la renovación del edificio Torre, en el patio interior, por parte de Ruiz-Larrea & Asociados, aún en fase de finalización.

 

El palacio del dinero. Tiempos modernos, modernas instalaciones.

El edificio refleja la decidida apuesta por la modernidad de un arquitecto atento a los últimos progresos técnicos. Adaro viajó por Europa en varias ocasiones y visitó la legendaria Exposición Universal de París de 1889 mientras preparaba las instalaciones del ya avanzado edificio.

La luz, la comunicación, la climatización, la higiene y la integridad del inmueble eran aspectos centrales para el arquitecto. Así, Adaro sumó al edificio los adelantos más recientes en los sistemas

de calefacción, aparatos de transmisión neumática, cierres mecánicos, ascensores, teléfonos, termómetros, barómetros y, por supuesto, iluminación eléctrica, necesaria desde un primer momento para ejecutar las obras en el menor plazo de tiempo posible, contando con turnos de noche. Asimismo, se aplicó lo último en protección: al uso del hierro, material industrial moderno que aportaba gran seguridad, se añadió la instalación de pararrayos y bocas de incendio. A esto se unió su personal y franco empeño por mejorar las condiciones higiénicas de todo el edificio.

Todos estos elementos muestran cómo se concebía la arquitectura más avanzada, en sentido global, no sólo constructivo, en las últimas décadas del siglo XIX y los comienzos del XX, así como el carácter internacional de las instalaciones. La institución no escatimó recursos para dotar al edificio de los mejores materiales y de los más recientes avances tecnológicos.

 

El palacio del dinero. La escalera principal.

La escalera que se alza ante el vestíbulo principal del paseo del Prado es el elemento más significativo del edificio en cuanto a suntuosidad de materiales y ostentación. Adaro, quizás en colaboración con José María Aguilar, presentó numerosos dibujos e indicaciones de materiales, lo que muestra la relevancia que otorgaba a este espacio.

El fastuoso conjunto de la escalera fue ideado como un todo donde destacan la decoración escultórica en mármol de Carrara y yeso, así como las vidrieras que aportan luz y colorido y significan el espacio. En los relieves se despliega un programa iconográfico con referencias a la monarquía, así como a dioses clásicos alusivos a la prosperidad. Por su parte, las vidrieras figurativas coloreadas, en cargadas a la Casa Mayer de Múnich, se integran en un fenómeno general de recuperación del prestigio de las actividades artesanales. Estos vitrales proponen un programa alegórico que sublima virtudes relacionadas con el progreso, el comercio o la laboriosidad: aluden así a una nueva ética del capitalismo al tiempo que desprenden un aire de nostalgia imperial.

La escalera no estuvo exenta de polémica: en 1890, el marqués de Aguilar de Campoo, miembro de la Comisión de obras, escribió al gobernador desaprobando el propósito de los arquitectos de seguir decorando el interior del edificio porque consideraba excesivo el lujo.

Casa Mayer / Mayer of Munich. Felicitas, 1890. Vidriera.

Estas vidrieras proceden de los corredores del entresuelo abiertos a los patios gemelos que abrazan la escalera principal. Se trata de las alegorías del Amor y la Felicidad (que sostiene una cornucopia, símbolo de prosperidad ubicuo en la decoración del edificio). Dentro del complejo programa iconográfico de la escalera, están acompañadas de otras figuras alegóricas como la Vigilancia. La Amistad, la Gloria y el Trabajo.

Las vidrieras del Banco tuvieron un gran impacto en su momento y contribuyeron a difundir el uso de algunos elementos decorativos clásicos que había caído en el olvido, como los candelieri. Asimismo, la preeminencia del uso del vitral en la escalera de Adaro influyó en la recuperación de la técnica de la vidriera en la arquitectura civil de Madrid.


Candida Höfer (1944), Banco de España Madrid III 2000, 2000, copia cromógena sobre papel.

En la imagen de la escalera imperial de esta fotógrafa alemana, que dedicó una serie completa a interiores del Banco, se subraya, en picado desde la planta principal, toda su suntuosidad. En la zona superior destacan, tras la balaustrada, las decoraciones en yeso que aligeran la extraordinaria coreografía de mármoles de Carrara y estucos del entresuelo. Al fondo, una de las zonas de encaje del edificio de Adaro con el posterior de José Yarnoz (la apertura hacia la rotonda con la escultura de Lorenzo Coullaut dedicada a José Echegaray) señala esa acumulación de estratos en horizontal que es hoy el edificio.

 

Asterio Mañanós (1861-1935). Visita al Banco de España de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia el 23 de mayo de 1915, 1916, óleo sobre lienzo.

Esta obra es una valiosa fuente para conocer el aspecto original del Salón de Juntas Generales de Accionistas, la primera estancia que los arquitectos consideraron decorar dado su especial carácter representativo. El pintor Mañanós se fija en el ábside de la sala, a modo de altar laico con escalinata presidido por el retrato de Alfonso XIII. El artista refleja, en un momento en que el Salón estaba además engalanado para la visita real, la desmesura decorativa del espacio, con sus pilastras con bajorrelieves, frisos vegetales y cabezas de león. La pintura dorada que las recubre, no obstante, pudo ser producto de la imaginación del pintor.

 

Epílogo. Sucursales del Banco de España.

Entre las numerosas sucursales, entidades responsables de dar presencia a la institución y prestar servicio a lo largo del territorio, Adaro fue responsable del diseño de las de Burgos, Huesca, Logroño y Pontevedra, esta última muy modificada por reformas posteriores. Se ocupó asimismo de la remodelación de muchas de las preexistentes. Originalmente, las sucursales se establecían en espacios alquilados, pero las dimensiones insuficientes, las deficientes condiciones de seguridad o el deterioro de esos inmuebles arrendados llevaron al Banco a tomar la decisión de adquirir solares y construir nuevos edificios.

La elección de Adaro para las citadas sucursales muestra hasta qué punto el arquitecto supo forjar una imagen en la que la institución se reconocía y también el modo en que fue capaz de adaptarse a cada contexto y dialogar con su sustrato cultural y su entorno. Así lo demuestran el uso del ladrillo en esa fortaleza almenada de aire difusamente mudéjar que es la sucursal de Huesca; o el contenido diseño en ladrillo con resaltes en piedra de las fachadas de Logroño o de Burgos, sucursal esta última que contaba además con jardines que el arquitecto quiso hacer visibles desde el exterior mediante la aplicación de verjas de hierro, lo que aportaba un diálogo con el exterior y con la ciudad.

Epílogo. La sede del Banco Hispano Americano en Madrid.

El último proyecto de Adaro lo devolvió al ámbito bancario, y su resultado es, junto al del Banco de España, su edificio más señalado: la sede del Banco Hispano Americano, fundado por empresarios con intereses económicos en ultramar y por accionistas que pretendían estrechar los lazos comerciales con la otra orilla del Atlántico.

El edificio está situado en la confluencia de la carrera de san Jerónimo y la calle Sevilla, actual plaza de Canalejas. Modificado interiormente en los años cuarenta, hoy forma parte de un conjunto comercial y hostelero que ha alterado sensiblemente su aspecto original y su altura. En este último proyecto, Adaro se enfrentó a un solar irregular y planteó la fachada curva que caracteriza al inmueble y dota de personalidad a toda la céntrica plaza. La nueva sede supuso para el arquitecto un reconocimiento unánime, tanto de una crítica entusiasta como de los estamentos oficiales, que no dudaron en concederle la Gran Cruz de Alfonso XII, llegada a tiempo pocos meses antes de su fallecimiento en febrero de 1906.

En la medida de que la sede del Banco Hispano Americano es una obra testamento y un compendio de la arquitectura de Adaro, en esta sala se propone una recapitulación de todo su trabajo en formato fotográfico mediante la serie de Manolo Laguillo titulada Adaro: un estudio de caso.



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