martes, 6 de junio de 2023

Los caminos medievales en el Alto Aragón (VII)

LOS CAMINOS DEL AGUA

Otros artículos han tratado de los caminos medievales del Alto Aragón, pero faltaban unos muy importantes, los caminos del agua, los ríos, que fueron utilizados para el transporte de madera. En términos generales se llama maderada al transporte fluvial por flotación de los troncos procedentes de la tala de bosques hasta los lugares de utilización, conducidos por cuadrillas de gancheros (ganchos) bajo las órdenes del maestro de río apoyado por los mayorales. De esta actividad hay constancia documental desde el siglo XVI -pudo darse antes-, prolongándose su uso hasta el siglo XX.  

Aranjuez. Conducción de maderas por el río Tajo (Blanco y Negro, 1908)

El proceso comenzaba con la tala del árbol, su limpieza y traslado al río, donde se almacenaba para que se purgase y flotase mejor. Después comenzaba el trabajo de los gancheros. En algunos ríos -orografía difícil y escaso caudal- el transporte se hacía por piezas sueltas, incluso miles de troncos, divididos, al igual que los gancheros, en tres grupos: delantera (abría camino realizando los encauzamientos necesarios), centro (grueso de la maderada, había que evitar que los troncos se trabaran) y zaga (desmontaba lo hecho por la delantera). 

Gancheros preparados para encauzar las piezas (Julio Larrañaga)


En los ríos en los que el caudal lo permitía, los troncos se transportaban por el sistema de almadías, o balsas o nabatas, como se conocen en el Alto Aragón. En el Ebro se transportaban troncos desde el Pirineo hasta su desembocadura. También se hacía en el río Tajo, plasmado en el libro El río que nos lleva, 1961, de José Luis Sampedro.

 

 


En los ríos del Alto Aragón destaca el aporte hídrico del valle del Cinca, muy superior al del resto de los ríos aragoneses de la margen izquierda, no sólo por la amplitud de su cuenca, sino por su propio caudal de agua (37,2 m3/s, frente a 24,4 m3/s del Gállego en su parte alta y 33,6 m3/s al final); el aporte total de la cuenca del Cinca es de 78,6 m3/s, frente a los 38,5 m3/s de la del río Aragón. Entre sus afluentes, el Ésera es el más caudaloso, pues entrega 28,9 m3/s, seguido del Noguera Ribagorzana, con 22,1 m3/s, y del Ara, con 19,1 m3/s. El caudal de estos ríos permitía el transporte de los troncos por el sistema de nabatas. 


Las navatas (nabatas en aragonés) o almadías, con dos o tres  tramos de troncos atados para formar una sólida plataforma dirigida por cuatro hombres que manejan otros tantos remos largos.

 

Los bosques, en los valles altos, pertenecían a municipios o sociedades de vecinos. Su explotación forestal se documenta desde la Baja Edad Media, aunque quizá existió antes. La especie más apreciada era el pino silvestre. El abeto se rechazaba y el haya y quejigo se demandaban en cantidades reducidas. Los clientes acudían al bosque para seleccionar los árboles. De todos los valles salía madera, excepto de Bielsa que producía carbón para las fargas o fábricas de hierro del valle. 


Los árboles se cortaban en invierno, entre diciembre y marzo, en luna menguante de enero era lo mejor. Entre diciembre y abril, durmiendo los leñadores en el bosque, se limpiaban y se cuadraban con el hacha hasta hacerles cuatro caras planas, después se secaban a la intemperie. Con bueyes o mulos se transportaban por arrastre hasta las orillas de algún arroyo (“tirar madera”) donde se apilaban. 



En febrero, nabateras y nabateros se reúnen para cortar, con la luna menguante, los verdugos de sarga y acopladeras que servirán para unir los troncos de los tramos que forman las embarcaciones. Estas sargas serán retorcidas, a principios del mes de abril, para convertirlas en cuerdas vegetales flexibles y resistentes.


 


En la primavera se arrojaban los troncos a la corriente, flotando en desorden (“barranquiar”) guiados por hombres armados de largas pértigas con un hierro en el extremo (“ganchas”), hasta la orilla de gran río donde forman las navatas. Los troncos se retiran del agua para atarlos formando grandes plataformas. 

En la playa fluvial se hacían las navatas. Los troncos se ataban entre sí por verdugos de sarga retorcidos para formar un tramo de unos cuatro metros de anchura y longitud variable. En los extremos de cada navata se colocaban uno o dos remos para dirigirla, de 9-11 metros de longitud.

 

En abril comenzaban a descender por estos ríos pirenaicos las primeras navatas, aunque los meses de mayor actividad eran mayo, coincidiendo con las crecidas o “mayencos”, y junio, ya que era cuando los ríos tenían un caudal mayor debido al deshielo primaveral. En invierno no eran frecuentes, ya que el frío, el hielo y el escaso caudal, incrementaban los peligros del viaje, pero en alguna ocasión se jugaban la vida en aguas heladas para atender plazos urgentes de algún cliente. Las expediciones se formaban con varias navatas. Si partían de la confluencia del Bellos y el Cinca en una jornada alcanzaban Monzón y en otra Fraga. Al día siguiente ya navegaban el Ebro, de avance lento, hasta Tortosa. Tras vender los troncos, los navateros regresaban andando tras un viaje de 8-9 días y cinco de marcha.

 
 


Los gráficos muestran el crecimiento del caudal de los ríos, por el deshielo, desde abril, por lo que esos meses son los mejores para el transporte de los troncos. 


En un documental de Eugenio Monesma se explica todo el proceso. Las navatas, con una anchura de 4-4,5 metros, eran de longitud variable, de uno, dos o tres tramos, según la demanda, formadas entrelazando los maderos con sarga (planta que crece en las orillas de los ríos). Por lo general se componían de tres plataformas de troncos y su peso solía alcanzar de máximo las 21 toneladas. La navata se dirigía en el cauce por los grandes remos (troncos de grandes dimensiones que también actúan de timón, colocados delante y/o detrás, en función del tamaño) hasta la desembocadura del río Ebro, donde acudían los madereros para su compra, principalmente encaminada a la construcción de viviendas. 

A los navateros se les veía con un cierto halo de heroísmo y algo de envidia por que eran gentes que viajaban y llegaban hasta el mar, pero, en realidad, la mayoría eran pequeños agricultores y ganaderos que se dedicaban a este trabajo durante la primavera para mantener a sus familias. No eran aventureros, sino luchadores con la montaña, el bosque y el río. 

El viaje de descenso de los navateros no estaba exento de peligros y dificultades, no sólo físicos, sino también económicos debido a las exigencias de pago por parte de señores y autoridades a su paso por las diferentes localidades. En Aragón, únicamente los almadieros de Hecho estaban exentos de pago, pues desde el siglo XIV disponían de un Privilegio que los liberaba de cualquier tributo y que les permitió controlar este medio de transporte durante siglos. El Valle de Hecho fue uno de los enclaves del Pirineo en el que el transporte fluvial de la madera fue una actividad clave de su economía a partir del siglo XVI. La madera que se extraía de los bosques chesos tenía que ser transportada a Zaragoza o Tortosa, u otras tierras altas de la ribera, por medio de las aguas del Aragón-Subordán.


El desarrollo de las comunicaciones (construcción de carreteras) y la construcción de embalses (presión de las compañías eléctricas y de los regantes) acabaron con la actividad, al quedar bloqueados los cauces empleados por los navateros por presas, túneles y centrales. El último documento oficial que consta en la cuenca del río Aragón data del 16 de junio de 1936, expedido por el alcalde de Berdún. Sin embargo, la Guerra Civil prolongó la vida del tráfico navatero algunos años en la década de los 40 ante la escasez de camiones y de combustible. Las últimas navatas llegaron a Tortosa en 1949.

 

La cultura de las navatas (nabatas en aragonés, almadías en Navarra, rai en el Pirineo catalán) fue declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial por el Gobierno de Aragón y recientemente ha sido considerado como Patrimonio Mundial de la Unesco (Transporte fluvial de la madera, Timber Rafting) en su reunión de Rabat. En la solicitud hubo unidad entre Aragón, Navarra, Cataluña, Castilla La Mancha, Valencia, y otros países como Austria, Chequia, Alemania, Letonia y Polonia. 

La recuperación de este antiguo oficio, huella de nuestro patrimonio etnológico y actividad habitual hasta las primeras décadas del siglo XX, ha sido posible por el esfuerzo de tres asociaciones: Nabateros del Sobrarbe, Nabateros de la Galliguera y Nabateros de la Val d´Echo. Desde la década de los años 80 del siglo XX, cada una de las asociaciones celebra un descenso al año, acompañado de demostraciones. En Aragón, las rutas fluviales de la madera han sido las siguientes: Ruta del río Aragón desde Ansó (río Veral) y Hecho (río Aragón Subordán), Ruta del río Gállego, formándose las navatas en Murillo y Santolaria, Ruta del río Cinca desde Laspuña o Escalona, para entrar en el Ebro hasta Tortosa. Por lo que respecta a los puntos en los que se ataba y desembarcaban eran: Santa Cilia, Murillo de Gállego, Laspuña, Monzón y Fraga. 

En 1983 la Asociación de Navateros de Sobrarbe tomó la iniciativa de recuperar ese antiguo trabajo, recordando cuando el río era camino y no frontera, espacio de conexión entre la gente de la montaña y las del llano, y organizó una celebración donde se construyó una navata que descendió entre Laspuña y Aínsa el día 12 de junio. Pronto se unieron más iniciativas en Hecho y la Galliguera. Desde entonces se han seguido celebrando anualmente estos descensos iniciando una tradición de gran aceptación popular, recuperando el papel del río vivo como vida, cultura y medio de transporte que enlaza con el pasado.

 



El duro trabajo de trasladar la madera por el río desapareció, pero, gracias a las asociaciones que han trabajado para evitar que cayese en el olvido, se mantiene la tradición y se realizan descensos testimoniales en abril, río Gállego, y mayo, ríos Aragón Subordán y  Cinca (de Laspuña a Aínsa, 12 km).

 

En Laspuña, que tuvo un gran desarrollo en el siglo XIX debido a la demanda de madera de calidad, en el edificio del Ayuntamiento, existe el Museo de la Madera y las Navatas, donde pueden verse instrumentos relacionados con el corte y manipulación de la madera, objetos realizados en madera, maquetas de los medios tradicionalmente empleados para su transporte, navatas, vestidos, carteles y objetos etnográficos y los recopilados por la Asociación de Navateros en sus encuentros nacionales e internacionales. 


En Ceresa existe un Centro de Interpretación de la Naturaleza y Actividades Tradicionales, con utensilios y herramientas recuperadas de las casas y bordas de Ceresa, Laspuña, etc. Lo que se expone es la idea de la que fue una de las principales actividades económicas durante generaciones, la extracción y posterior manipulación de la madera. 

El 21 de mayo de 2023 no pudo celebrarse el descenso hasta Aínsa, como estaba previsto, por hallarse muy bajo el nivel del agua del río Cinca a causa de la sequía.

 

 

 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario