Los caminos medievales en el Alto Aragón (VII)
LOS CAMINOS DEL AGUA
Otros artículos han tratado de los caminos medievales del Alto Aragón, pero faltaban unos muy importantes, los caminos del agua, los ríos, que fueron utilizados para el transporte de madera. En términos generales se llama maderada al transporte fluvial por flotación de los troncos procedentes de la tala de bosques hasta los lugares de utilización, conducidos por cuadrillas de gancheros (ganchos) bajo las órdenes del maestro de río apoyado por los mayorales. De esta actividad hay constancia documental desde el siglo XVI -pudo darse antes-, prolongándose su uso hasta el siglo XX.
El proceso comenzaba con la tala del árbol, su limpieza y traslado al río, donde se almacenaba para que se purgase y flotase mejor. Después comenzaba el trabajo de los gancheros. En algunos ríos -orografía difícil y escaso caudal- el transporte se hacía por piezas sueltas, incluso miles de troncos, divididos, al igual que los gancheros, en tres grupos: delantera (abría camino realizando los encauzamientos necesarios), centro (grueso de la maderada, había que evitar que los troncos se trabaran) y zaga (desmontaba lo hecho por la delantera).
En los ríos en los que el caudal lo permitía, los troncos se transportaban por el sistema de almadías, o balsas o nabatas, como se conocen en el Alto Aragón. En el Ebro se transportaban troncos desde el Pirineo hasta su desembocadura. También se hacía en el río Tajo, plasmado en el libro El río que nos lleva, 1961, de José Luis Sampedro.
En los ríos del Alto Aragón destaca el aporte hídrico del valle del Cinca, muy superior al del resto de los ríos aragoneses de la margen izquierda, no sólo por la amplitud de su cuenca, sino por su propio caudal de agua (37,2 m3/s, frente a 24,4 m3/s del Gállego en su parte alta y 33,6 m3/s al final); el aporte total de la cuenca del Cinca es de 78,6 m3/s, frente a los 38,5 m3/s de la del río Aragón. Entre sus afluentes, el Ésera es el más caudaloso, pues entrega 28,9 m3/s, seguido del Noguera Ribagorzana, con 22,1 m3/s, y del Ara, con 19,1 m3/s. El caudal de estos ríos permitía el transporte de los troncos por el sistema de nabatas.
Las navatas (nabatas en aragonés) o almadías, con dos o tres tramos de troncos atados para formar una sólida plataforma dirigida por cuatro hombres que manejan otros tantos remos largos.
Los árboles se cortaban en invierno, entre diciembre y marzo, en luna menguante de enero era lo mejor. Entre diciembre y abril, durmiendo los leñadores en el bosque, se limpiaban y se cuadraban con el hacha hasta hacerles cuatro caras planas, después se secaban a la intemperie. Con bueyes o mulos se transportaban por arrastre hasta las orillas de algún arroyo (“tirar madera”) donde se apilaban.
En febrero, nabateras y nabateros se reúnen para cortar,
con la luna menguante, los verdugos de sarga y acopladeras que servirán para
unir los troncos de los tramos que forman las embarcaciones. Estas sargas serán
retorcidas, a principios del mes de abril, para convertirlas en cuerdas
vegetales flexibles y resistentes.
En la primavera se arrojaban los troncos a la corriente, flotando en desorden (“barranquiar”) guiados por hombres armados de largas pértigas con un hierro en el extremo (“ganchas”), hasta la orilla de gran río donde forman las navatas. Los troncos se retiran del agua para atarlos formando grandes plataformas.
En la playa fluvial se hacían las navatas. Los troncos se
ataban entre sí por verdugos de sarga retorcidos para formar un tramo de unos
cuatro metros de anchura y longitud variable. En los extremos de cada navata se
colocaban uno o dos remos para dirigirla, de 9-11 metros de longitud.
Los gráficos muestran el crecimiento del caudal de los ríos, por el deshielo, desde abril, por lo que esos meses son los mejores para el transporte de los troncos.
En un documental de Eugenio Monesma se explica todo el proceso. Las navatas, con una anchura de 4-4,5 metros, eran de longitud variable, de uno, dos o tres tramos, según la demanda, formadas entrelazando los maderos con sarga (planta que crece en las orillas de los ríos). Por lo general se componían de tres plataformas de troncos y su peso solía alcanzar de máximo las 21 toneladas. La navata se dirigía en el cauce por los grandes remos (troncos de grandes dimensiones que también actúan de timón, colocados delante y/o detrás, en función del tamaño) hasta la desembocadura del río Ebro, donde acudían los madereros para su compra, principalmente encaminada a la construcción de viviendas.
El viaje de descenso de los navateros no estaba exento de peligros y dificultades, no sólo físicos, sino también económicos debido a las exigencias de pago por parte de señores y autoridades a su paso por las diferentes localidades. En Aragón, únicamente los almadieros de Hecho estaban exentos de pago, pues desde el siglo XIV disponían de un Privilegio que los liberaba de cualquier tributo y que les permitió controlar este medio de transporte durante siglos. El Valle de Hecho fue uno de los enclaves del Pirineo en el que el transporte fluvial de la madera fue una actividad clave de su economía a partir del siglo XVI. La madera que se extraía de los bosques chesos tenía que ser transportada a Zaragoza o Tortosa, u otras tierras altas de la ribera, por medio de las aguas del Aragón-Subordán.
La cultura de las navatas (nabatas en aragonés, almadías en Navarra, rai en el Pirineo catalán) fue declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial por el Gobierno de Aragón y recientemente ha sido considerado como Patrimonio Mundial de la Unesco (Transporte fluvial de la madera, Timber Rafting) en su reunión de Rabat. En la solicitud hubo unidad entre Aragón, Navarra, Cataluña, Castilla La Mancha, Valencia, y otros países como Austria, Chequia, Alemania, Letonia y Polonia. La recuperación de este antiguo oficio, huella de nuestro patrimonio etnológico y actividad habitual hasta las primeras décadas del siglo XX, ha sido posible por el esfuerzo de tres asociaciones: Nabateros del Sobrarbe, Nabateros de la Galliguera y Nabateros de la Val d´Echo. Desde la década de los años 80 del siglo XX, cada una de las asociaciones celebra un descenso al año, acompañado de demostraciones. En Aragón, las rutas fluviales de la madera han sido las siguientes: Ruta del río Aragón desde Ansó (río Veral) y Hecho (río Aragón Subordán), Ruta del río Gállego, formándose las navatas en Murillo y Santolaria, Ruta del río Cinca desde Laspuña o Escalona, para entrar en el Ebro hasta Tortosa. Por lo que respecta a los puntos en los que se ataba y desembarcaban eran: Santa Cilia, Murillo de Gállego, Laspuña, Monzón y Fraga. En 1983 la Asociación de Navateros de Sobrarbe tomó la iniciativa de recuperar ese antiguo trabajo, recordando cuando el río era camino y no frontera, espacio de conexión entre la gente de la montaña y las del llano, y organizó una celebración donde se construyó una navata que descendió entre Laspuña y Aínsa el día 12 de junio. Pronto se unieron más iniciativas en Hecho y la Galliguera. Desde entonces se han seguido celebrando anualmente estos descensos iniciando una tradición de gran aceptación popular, recuperando el papel del río vivo como vida, cultura y medio de transporte que enlaza con el pasado.
El duro trabajo de trasladar la madera por el río desapareció, pero, gracias a las asociaciones que han trabajado para evitar que cayese en el olvido, se mantiene la tradición y se realizan descensos testimoniales en abril, río Gállego, y mayo, ríos Aragón Subordán y Cinca (de Laspuña a Aínsa, 12 km).
En Laspuña, que tuvo un gran desarrollo en el siglo XIX debido a la demanda de madera de calidad, en el edificio del Ayuntamiento, existe el Museo de la Madera y las Navatas, donde pueden verse instrumentos relacionados con el corte y manipulación de la madera, objetos realizados en madera, maquetas de los medios tradicionalmente empleados para su transporte, navatas, vestidos, carteles y objetos etnográficos y los recopilados por la Asociación de Navateros en sus encuentros nacionales e internacionales.
En Ceresa existe un Centro de Interpretación de la Naturaleza y Actividades Tradicionales, con utensilios y herramientas recuperadas de las casas y bordas de Ceresa, Laspuña, etc. Lo que se expone es la idea de la que fue una de las principales actividades económicas durante generaciones, la extracción y posterior manipulación de la madera.
El 21 de mayo de
2023 no pudo celebrarse el descenso hasta Aínsa, como estaba previsto, por hallarse muy bajo el nivel del agua del río Cinca a causa de la sequía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario