Vigo
Es la mayor ciudad de Galicia, con una población de 296.692 habitantes (2020). Está situada en las Rías Bajas a 62 metros de altitud.
La población tuvo que defenderse de los ataques de piratas, por lo que se construyeron la fortaleza del Castro (Monte del Castro) y el castillo de San Sebastián (plaza del Rey), en el s. XVI, aunque lo que se conserva es de los ss. XVII-XVIII. En otro hecho importante, la flota española de la Plata fue destruida por la flota anglo-holandesa en la famosa batalla de Rande, 1702, en conmemoración de la cual hay en Londres una Vigo Street.
Ya desde el s. XV hay pazos y casas señoriales notables, como la Casa do Patín y la Casa Torre de Ceta y Arines (s. XV), la Casa Torre de Pazos Figueroa y Pazo de la Pastora (s. XVI), el pazo de Castrelos, el de la Raposeira y el de San Roque (s. XVII), la Casa de Pereira de Castro (s. XVIII), el Pazo de Montecelo y el de los Escudos (s. XIX). La Casa Torre de Ceta y Arines y la de Pazos Figueroa, unidas, forman la sede del Instituto Camoes.
Vigo, segunda mitad del s. XIX (La Ilustración Española y Americana, 1877)
Otros edificios importantes son el chalet El Pilar o la Casa Mülder (modernistas), la iglesia de la Inmaculada Concepción (inspirada en la línea arquitectónica de Le Corbusier), o la Sede del COAG (posmoderna). También son de destacar las esculturas: El emigrante, Julio Verne, José Saramago, Los rederos.
El urbanismo vigués parte del Casco Viejo, el núcleo histórico, con calles y plazas peatonales de carácter marinero, como Cesteiros, Pescadería (las famosas ostras), Real, plazas del Berbés y de la Constitución (antigua Plaza Mayor). En el siglo XIX se comenzó El Ensanche, cuya zona este limita con el barrio histórico. Y al norte de éste están la calle Príncipe (área comercial junto con las calles adyacentes) y la Puerta del Sol, centro de la ciudad.
En el urbanismo de Vigo destaca lo que se considera transporte vertical, una serie de ascensores (Camelias, Marqués de Valterra, Pizarro, parque Camilo José Cela, entre San Salvador e Isabel la Católica), escaleras y rampas mecánicas (Plaza de Portugal, Puerta del Sol, Pizarro, Gran Vía), que facilitan el tránsito en esta ciudad con fuertes desniveles.
En la actualidad tiene una pujante economía basada en la zona franca del puerto, polígonos industriales, importante sector del automóvil (Citroën, Peugeot, industria auxiliar), industria pesquera y conservera, y construcción naval.
José Saramago |
Julio Verne |
El recorrido muestra la historia de la actividad pesquera, el marisqueo, la acuicultura, los métodos de conservación -desde la salazón a la congelación-, los avances técnicos y la biología marina. El eje temático principal es la pesca, de la que se da una visión global, ahondando en sus fundamentos científicos sobre la productividad y en la comprensión de los ecosistemas marinos. Incluso está musealizado un poblado de la edad del hierro, el Castro de la Punta del Muiño del Viento.
Vigo, sin embargo, es famosa por otra idea, por la Navidad, que comienza en los escaparates de los comercios justo cuando quitan las telarañas, murciélagos y calabazas, después del Día de Difuntos, y empiezan a colocar luces convulsivas. En las ciudades sucede los mismo, y quedan convertidas en una especie de parque temático. Al parecer, Vigo destaca entre otras por este concepto.
Naturalmente, la hostelería, la restauración, el comercio, ven todo esto con buenos ojos porque atrae al turismo. Pero, es de suponer, que el aumento de precios que genera y las molestias que ocasiona, no serán del agrado del que no vive de ese turismo. La ciudad debería ser un espacio para vivir y no un centro comercial, porque hay vida al margen del negocio y del consumo. Las personas menos favorecidas son las que pagan este consumismo, este despilfarro navideño. Aunque sucede en todos los lugares, Vigo quiere llevarse la palma, y la verdad es que lo hace con mucho gusto.
Pero a la gente parece ser que esto le gusta y así vota a este tipo de alcaldes populistas, por lo que es muy difícil ir a contracorriente y demandar silencio y tranquilidad. Las luces y la fiesta nos adormecen y nos evitan pensar en los problemas verdaderos. Desde un punto de vista estrictamente democrático no hay nada que objetar a este gusto de la mayoría, simplemente dar una opinión divergente de este derroche lumínico, especialmente visto el precio actual de la luz.
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