viernes, 22 de octubre de 2021

 La máquina Magritte (II/II)

5.Rostro y máscara.

El rostro, o su ausencia en la figura humana, es otra fuente de enigmas. La figura de espaldas, ocultando el rostro, representa al espectador dentro de la pintura, nos hace conscientes del acto de mirar. Pero también se oculta el rostro tapándolo con algún objeto. Además de suprimirlo, proyecta el rostro como una máscara sobre otras zonas del cuerpo o sobre un objeto cualquiera, o incluso sobre el paisaje.

 

El principio del placer, 1937.

Este retrato de Edward James se basa en una fotografía. El pintor sacrifica lo más esencial en un retrato, el rostro, al transformar la cabeza en una explosión luminosa. A esta paradoja se suma la de que el rostro desaparece no por un objeto sino por la luz, que se supone destinada a revelarnos el aspecto de las cosas.

 

En memoria de Mack Sennett, 1936.

 

Sheherezade, 1950.

 

El gran siglo, 1954.


 6.Mimetismo.

El imaginario de Magritte está dominado por dos conceptos, la semejanza -acto que pertenece al pensamiento- y el extrañamiento. Le fascina el mimetismo, la tendencia a camuflarse con el entorno o incluso a disolverse en el espacio. Un pájaro se llena de cielo, un velero adquiere el color y la textura de las olas del mar, etc. El mimetismo busca la invisibilidad.

 

El seductor, 1950.

 

La firma en blanco, 1965

 

El futuro de las estatuas, 1932

 

El pájaro de cielo, 1966

 

La gran familia, 1963


El sueño, 1945

7.Megalomanía.

Los surrealistas llaman extrañamiento a extraer un objeto o cuerpo de su contexto habitual, situándolo en un medio extraño, haciéndolo más visible. Es lo contrario al mimetismo. Un recurso muy utilizado es el cambio de escala de los objetos, inspirándose en las novelas de Lewis Carroll, en las que Alicia crece y mengua. Magritte aumenta el tamaño de los objetos hasta hacerlos insólitos. Si con el mimetismo el cuerpo era devorado por el espacio, ahora el cuerpo devora el espacio circundante.

 

Delirios de grandeza, 1962.

 

Delirios de grandeza II, 1948

El motivo central de esta serie es un torso escultórico femenino dividido en tres partes huecas, cada una encajada en la siguiente como muñecas rusas. La imagen se inspira en la Alicia de Lewis Carroll que, cada vez que cambia de tamaño, habla de su propio cuerpo como un telescopio que puede extenderse y contraerse. La estructura escalonada ha sido comparada con un zigurat y podría evocar la Torre de Babel, ejemplo bíblico de megalomanía.



 Las profundidades del placer, 1947

 

Los valores personales, 1952

 

La habitación de escucha, 1958

El motivo, la manzana o la roca en otro cuadro, es un objeto natural, de forma redondeada, que contrasta con el espacio cúbico y artificial. La clave está en Lewis Carrol: Alicia, en su visita al conejo, bebe de una botellita y su cuerpo crece hasta que su cabeza toca el techo y tiene que doblarse y sacar un brazo por la ventana y un pie por la chimenea.

 

El mismo efecto logrado con el agigantamiento se puede obtener con la levitación, con algo suspendido en el aire. La esencia de un objeto se revela cuando lo ponemos en una situación insólita. Así se muestran las cosas como si las viéramos por primera vez.

 

El arte de la conversación, 1963

 

El imperio de la reflexión, 1942

 


El encuentro, Bruselas, 1938.

 

El gigante. Paul Nougé en la costa belga, 1937.

 

Georgette Magritte, 1947.

 

Las aguas profundas. Rue Esxeghem, Bruselas. 1934


Shunk Kender. René Magritte pintando El pozo de la verdad. Rue des Mimosas, Bruselas. 1962.

 

Charles Leirens. René Magritte, 1959.

 

René Magritte pintando La clarividencia. Bruselas, 4 de octubre de 1936.


 Reunión de cazadores. E.L.T. Mesens, René Magritte, Louis Scutenaire, André Souris y Paul Nougé. Sentados: Irène Hamoir, Marthe Beauvoisin y Georgette Magritte. Estudio de Jos Rentmeesters. 1934.

 

Georgette Magritte, 1922.

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