Noches del Botánico.
Todavía le queda recorrido al sol, en esta calurosa tarde de julio, cuando va a comenzar el concierto, un serio intento de música, cultura, segura y responsable. En este oasis del Botánico de la Complutense, frondosas atmósferas de sonido se desgranan cada día, en este caso, con un espectáculo caracterizado por la convergencia de estilos. La doble actuación incluye a Richard Bona & Alfredo Rodríguez Dúo como teloneros y, tras un descanso a Billy Cobham Band, el plato fuerte de la noche, en la que queda reunido el mejor jazz fusión.
La simpatía de Richard Bona aparece en el escenario cuando todavía no hacen efecto las luces encendidas, eclipsadas por la fuerza del sol poniente, y cuando el calor todavía se hace sentir. Los experimentales Richard Bona y Alfredo Rodríguez regresan al formato dúo para seguir explorando esos ritmos y armonías que se esconden tras las culturas africana y cubana, en una actuación caracterizada por el virtuosismo instrumental, del que hacen gala en improvisaciones continuas de cada uno de los músicos que parecen enlazarse en una línea sin final. En el oeste, el sol es un círculo rojizo anaranjado cerca del horizonte, en un cielo limpio de nubes, muy azul.
El talento musical de Alfredo Rodríguez hizo surgir en 2016 “Roots”, bajo la producción de Quincy Jones, al que Richard aporta sus inconfundibles líneas de bajo. Este tema sirve para que Alfredo, hablando en español, haga un apunte sobre la situación actual de su Cuba natal, respondida rápidamente por los aplausos del público, que ya ha participado con sus palmas a lo largo de la actuación. Algunos temas, más sabrosones, servirían cumplidamente para el baile, si se pudiera, lo que no impide que algunas personas se muevan en los asientos de forma que parecen descoyuntarlos, mientras el crepúsculo, la escasa luz del ocaso se va apoderando lentamente del recinto.
El descanso permite recorrer el verdeado recinto, iluminado con un encanto que resalta los más variados rincones. La noche ya ha caído completamente y las luces hacen su función. Estos minutos, de temperatura más agradable, se aprovechan para el avituallamiento habitual. El aforo, con la debida separación de seguridad, parece que se ha completado y los corredores están llenos. Poco después, la megafonía avisa del comienzo de la segunda parte y todos volvemos a nuestros asientos.
La segunda parte del espectáculo corre a cargo de Billy Cobham, uno de los maestros de la batería. Este panameño-estadounidense ha colaborado con leyendas del jazz como George Benson o Wynton Marsalis, que también han actuado en las Noches del Botánico. Su trascendencia musical va más allá del jazz, mezclando una marcada variedad de géneros como el rock o el blues. Desde el impresionante Spectrum (1973), más de una treintena de publicaciones jalonan su carrera.
Ahora se trata de un jazz más elitista, en el que siguen apareciendo, como en la actuación anterior, los largos y virtuosos solos, las improvisaciones instrumentales que demuestran la alta calidad de los músicos y que, enlazándose en un único eje, alargan los temas hasta el infinito. El público participa con palmas, pero han desaparecido los pasajes más bailables de los primeros artistas.
El conjunto ha resultado perfecto. El valor del concierto es mayor que la suma de sus dos partes. La conjunción de estilos ha producido un efecto multiplicador que, valorando las diferencias, aúna el fondo común del estilo. Al final del espectáculo, se percibe la positiva apreciación del público, que seguro volverá en otra ocasión.
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