miércoles, 26 de mayo de 2021

 Lavaderos (II)

Las lavanderas. Francisco de Goya
A medio torcer los paños

quise, atrevido Frondoso

para no dar qué decir,

desviarme del arroyo;

decir a tus demasías

que murmura el pueblo todo,

que me miras y te miro,

y todos nos traen sobre ojo”.

(Fuenteovejuna. Lope de Vega)

 






A la entrada de Torija, unas mujeres cantan mientras lavan ropa. Al ver pasar el carro, paran un momento en la faena y dicen adiós con alegría, sonriendo”.

(Viaje a la Alcarria. Camilo José Cela).

 







Vente, rapasa

vente, miniña,

vente a lavar

no pilón da fontiña”.

 

Moreniña, ti es o demo,

que me andas tentando.

vou ao rio, vou á fonte,

sempre te encontro lavando”.

 

“… i o batidor compás

da lavandeira que cos brancos liños

contra unha pedra dá”.

(Cantares Gallegos. Rosalía de Castro).

 




Mari Vega Cerqueira, en su libro “As lavandeiras”, recoge historias, poesías y refranes referentes a cómo la disposición de la ropa al clareo servía de aviso a los que estaban huidos en el monte, por si se acercaba la Guardia Civil, y  al intercambio social que tenía lugar a la vera del río o en el lavadero:

O lavar non quita o falar”.


Non te cases cun ferreiro

que ten moito que lavar,

cásate cun mariñeiro

que ven lavado do mar”.

 




Velamazán (Soria)



Mísero Manzanares, ¿no te basta

todo el año sufrir tanta fregona,

tanto lacayo y paje de valona,

tanta ropa servil, tanta canasta?

Ahora en julio tus riberas gasta

tanto pesado coche, tanta dona,

que lo que peca abril, julio jabona,

cáfila más altiva y menos casta”.

(Lope de Vega)

 



(estampa de autor desconocido)


Los doscientos pantalones se llenan de viento y se inflan. Me parecen hombres gordos sin cabeza, que se balancean colgados de las cuerdas del tendedero. Los chicos corremos entre las hileras de pantalones blancos y repartimos azotados sobre los traseros hinchados. Loa señora Encarna corre detrás de nosotros con la pala de madera con que golpea la ropa sucia para que escurra la pringue. Nos refugiamos en el laberinto de calles que forman las cuatrocientas sábanas húmedas. A veces consigue alcanzar a alguno…

Mi madre tiene las manos muy pequeñitas; y como toda la mañana desde que salió el sol ha estado lavando, los dedos se le han quedado arrugaditos como la piel de las viejas, con las uñas muy brillantes. Algunas veces las yemas se le llenan de las picaduras de la lejía que quema. En el invierno se le cortan las manos, porque cuando las tiene mojadas y las seca al aire, se hiela el agua y se llenan de cristalitos. Le salta la sangre como si la hubiera arañado el gato. Entonces se da glicerina en ellas y se curan enseguida.

Cuando murió mi padre, éramos cuatro hermanos y yo tenía dos meses. Le aconsejaban a mi madre -según me ha contado- que nos echara a la Inclusa, porque con los cuatro no iba a poder vivir. Mi madre se marchó al río a lavar ropa. Los tíos nos recogieron a mí y a ella; los días que no lava en el río hace de criada en casa de los tíos y guisa, friega y lava para ellos”.

(La forja de un rebelde. Arturo Barea).




Lavaderos del Manzanares. Aureliano de Beruete. 1904


Río feo, trágico, siniestro, maloliente; río negro que lleva detritos de alcantarillas, fetos y gatos muertos.

En los lavaderos del Manzanares brillaban al sol ropas puestas a secar con vívida blancura

(La Busca. Pío Baroja) 


Casas-lavadero del Manzanares. Baldomero Gili. 1915

Lavaderos junto al puente de Segovia. José Lupiáñez y Carrasco


Lavadero en el Manzanares. Eusebio Pérez Valluerca. 1887


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