Lavaderos (II)
“A medio torcer los pañosLas lavanderas. Francisco de Goya
quise, atrevido Frondoso
para no dar qué decir,
desviarme del arroyo;
decir a tus demasías
que murmura el pueblo todo,
que me miras y te miro,
y todos nos traen sobre ojo”.
(Fuenteovejuna. Lope de Vega)
(Viaje a la Alcarria. Camilo José Cela).
“Vente, rapasa
vente, miniña,
vente a lavar
no pilón da fontiña”.
“Moreniña, ti es o demo,
que me andas tentando.
vou ao rio, vou á fonte,
sempre te encontro lavando”.
“… i o batidor compás
da lavandeira que cos brancos liños
contra unha pedra dá”.
(Cantares Gallegos. Rosalía de Castro).
Mari Vega Cerqueira, en su libro “As lavandeiras”,
recoge historias, poesías y refranes referentes a cómo la disposición de la
ropa al clareo servía de aviso a los que estaban huidos en el monte, por si se
acercaba la Guardia Civil, y al
intercambio social que tenía lugar a la vera del río o en el lavadero:
“O lavar non quita o falar”.
“Non te cases cun ferreiro
que ten moito que lavar,
cásate cun mariñeiro
que ven lavado do mar”.
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Velamazán (Soria) |
“Mísero Manzanares, ¿no te basta
todo el año sufrir tanta fregona,
tanto lacayo y paje de valona,
tanta ropa servil, tanta canasta?
Ahora en julio tus riberas gasta
tanto pesado coche, tanta dona,
que lo que peca abril, julio jabona,
cáfila más altiva y menos casta”.
(Lope de Vega)
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(estampa de autor desconocido) |
“Los doscientos pantalones se llenan de viento y se
inflan. Me parecen hombres gordos sin cabeza, que se balancean colgados de las
cuerdas del tendedero. Los chicos corremos entre las hileras de pantalones
blancos y repartimos azotados sobre los traseros hinchados. Loa señora Encarna
corre detrás de nosotros con la pala de madera con que golpea la ropa sucia
para que escurra la pringue. Nos refugiamos en el laberinto de calles que
forman las cuatrocientas sábanas húmedas. A veces consigue alcanzar a alguno…
Mi madre tiene las manos muy pequeñitas; y como toda
la mañana desde que salió el sol ha estado lavando, los dedos se le han quedado
arrugaditos como la piel de las viejas, con las uñas muy brillantes. Algunas
veces las yemas se le llenan de las picaduras de la lejía que quema. En el
invierno se le cortan las manos, porque cuando las tiene mojadas y las seca al
aire, se hiela el agua y se llenan de cristalitos. Le salta la sangre como si
la hubiera arañado el gato. Entonces se da glicerina en ellas y se curan
enseguida.
Cuando murió mi padre, éramos cuatro hermanos y yo
tenía dos meses. Le aconsejaban a mi madre -según me ha contado- que nos echara
a la Inclusa, porque con los cuatro no iba a poder vivir. Mi madre se marchó al
río a lavar ropa. Los tíos nos recogieron a mí y a ella; los días que no lava
en el río hace de criada en casa de los tíos y guisa, friega y lava para ellos”.
(La forja de un rebelde. Arturo Barea).
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Lavaderos del Manzanares. Aureliano de Beruete. 1904 |
“Río feo, trágico, siniestro, maloliente; río negro que lleva detritos de alcantarillas, fetos y gatos muertos.
En los lavaderos del Manzanares brillaban al sol ropas
puestas a secar con vívida blancura”
(La Busca. Pío Baroja)
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Casas-lavadero del Manzanares. Baldomero Gili. 1915 |
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Lavaderos junto al puente de Segovia. José Lupiáñez y Carrasco |
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