viernes, 4 de junio de 2021

 Historia del Museo del Prado y sus edificios (I).

El Museo del Prado abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819 como Real Museo de Pintura y Escultura, con 311 obras, todas de pintores españoles. Sus más de 200 años de historia son recorridos por una exposición compuesta por fotografías, maquetas, documentos (nombramiento como director de Picasso), postales, grabados, planos y objetos de la vida cotidiana (útiles de restauración), que es una reflexión sobre las vicisitudes históricas y políticas, los cambios en la imagen pública, el personal, las publicaciones e investigaciones, las exposiciones y actividades. Sus transformaciones son el reflejo de la historia de España.

UN EDIFICIO ILUSTRADO EN EL PASEO DEL PRADO.

En el marco de su proyecto modernizador de Madrid Carlos III impulsó la urbanización del Salón del Prado. Se creó un campus científico integrado por el Observatorio Astronómico, el Jardín Botánico y la Academia de Ciencias y Gabinete de Historia Natural (palacio de Goyeneche). El ministro Floridablanca encargó el diseño a Juan de Villanueva, pero el proyecto se ralentizó con su cese. En 1808 el inacabado edificio fue ocupado por los franceses.


LA CREACIÓN DEL MUSEO REAL DE PINTURAS.

La influencia de María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, hizo que se creara un museo de arte reuniendo obras de la Colección Real. Se decidió por el edificio de Villanueva y Vicente López, pintor de cámara, seleccionó las pinturas. Fue inaugurado el 19-11-1819, siendo José de Silva-Bazán, X marqués de Santa Cruz y mayordomo mayor de palacio, su primer director. El conserje, el pintor Luis Eusebi, hizo el primer catálogo en 1819.

LA RECUPERACIÓN DE UN MONUMENTO PARA LA CIUDAD.

La rehabilitación del edificio, tras la Guerra de la Independencia, se encargó al arquitecto Antonio López Aguado y se extendió hasta 1826. En 1830 el escultor Ramón Barba creó 16 medallones con efigies de artistas para la fachada del paseo del Prado, consolidando su imagen como monumento urbano.

LA CONSOLIDACIÓN DE UN ESPACIO PARA EL ARTE.

A Antonio López Aguado le sucedieron en las reformas su hijo Martín, Custodio Teodoro Moreno (mantuvo la pintura en la planta alta y la escultura en la baja), Narciso Pascual y Colomer en 1844 (ampliación de los lucernarios de la Galería Central).


PRADO Y TRINIDAD: LA CONVIVENCIA DE DOS MUSEOS.

A la muerte de Fernando VII se determinó su permanencia en la Corona (1844) y el nombramiento de directores que fuesen artistas destacados, como José o Federico de Madrazo. La desamortización de Mendizábal, que provocó la disolución de monasterios, recomendó la creación en 1837 de museos provinciales: en Madrid se inauguró en julio de 1838 en el convento de la Trinidad. Hubo voces que proponían la unificación de ambas instituciones, una real y otra nacional. La Revolución de 1868 nacionalizó el patrimonio de la Corona y en 1872 se suprimió el Museo de la Trinidad y se adscribieron sus fondos al nuevo Museo Nacional de Pinturas y Esculturas, muchos distribuidos por el país (Prado disperso).

NUEVAS EXPOSICIONES PARA NUEVOS PÚBLICOS.

A finales del siglo XIX el Museo era una institución plenamente pública, con relevancia internacional, que abordaba la profesionalización de sus trabajadores y la modernización de su museografía: evolución de los criterios de exposición, salas monográficas, primeras exposiciones temporales (1902, El Greco).


LAS TRANSFORMACIONES DEL EXTERIOR DEL MUSEO.

Hacia 1877, la construcción del barrio de Jerónimos determinó el trazado de nuevas calles y el desmonte en torno del Museo, que quedó como edificio exento. Una escalera de seis tramos (Francisco Jareño, 1881) sustituyó a la eliminada rampa norte, y cuatro años después se colocó sobre el pórtico un grupo escultórico dedicado a las Bellas Artes (Jerónimo Suñol). Jareño también adecentó la fachada posterior, modificando el ábside por elevación de la cubierta. A partir de 1893, Fernando Arbós, renovó cubiertas, pabellones de empleados y la sala absidal superior.

UNA INSTITUCIÓN DE ESTADO.

En 1912 se creó el Patronato y el Prado era ya una institución de Estado, cita obligada de los visitantes a Madrid. La dirección corrió a cargo de pintores como Álvarez de Sotomayor, historiadores del arte como Aureliano de Beruete o figuras trascendentales como Francisco Javier Sánchez Cantón. Se montaron salas monográficas, con criterios menos acumulativos, y exposiciones conmemorativas (centenario del fallecimiento de Goya, en 1928).


UNA AMPLIACIÓN Y UNA ESCALERA.

Para la primera ampliación, Fernando Arbós pensó dos galerías de exposición entre la sala absidal y los cuerpos norte y sur, y dos pabellones exentos en los extremos de la fachada posterior. Amós Salvador Carreras asumió las obras en 1916 y se inauguró en 1923. A partir de 1924, Pedro Muguruza sustituyó las bóvedas, modificó la parte central de la gran galería, creando dos arcos triunfales sobre columnas jónicas, al estilo de la galería del Louvre, y diseñó una escalera para la comunicación central.


EL PRADO AFRONTA LA GUERRA.

La Guerra Civil fue una etapa decisiva. Las colecciones fueron realojadas en espacios más seguros y se protegieron los ventanales y esculturas más pesadas, lo que minimizó los daños ocasionados por las bombas. Las colecciones fueron parcialmente evacuadas a Valencia (colegio del Patriarca y Torres de Serranos).

EL FIN DE LA CONTIENDA.

Las colecciones fueron movidas según la marcha de la guerra. De Valencia pasaron a Cataluña y, finalmente, a Ginebra el 13-2-1939 (Sociedad de Naciones). Allí se montó una exposición antes de que las obras regresaran a Madrid en septiembre de 1939, ante la inminencia del estallido de la II Guerra Mundial.


UN MUSEO DE POSGUERRA.

En 1968 se incorporó al Patronato Nacional de Museos, lo que suprimía su autonomía administrativa. Se incrementó el número de visitantes y se definieron normas de régimen interno y pautas que afectaron a todos los ámbitos de gestión.

LA AMPLIACIÓN DEL MUSEO: UTOPÍA Y REALIDAD.

Desde los años cuarenta surgieron planes de ampliación, nunca ejecutados. En 1956 se inauguró una nueva crujía adosada a la primera extensión de Arbós, obra de Fernando Chueca y Manuel Lorente. En 1964-68 se desarrolló una tercera extensión.


UN MUSEO A LA ESPERA DE CAMBIOS.

Las primeras décadas de la democracia sólo vieron intervenciones parciales: cafetería (sótanos del cuerpo meridional), salón de actos (1981-84, planta baja del ábside). La obra más importante fue la reforma de las cubiertas. A pesar de las mejoras, la institución estaba desligada de la sociedad, lo que llevó al pacto de 1995 para su reforma y ampliación.

PICASSO Y VELÁZQUEZ.

Acontecimientos importantes fueron la restauración de las Meninas (1984), los nuevos métodos de comunicación, la inclusión del Casón del Buen Retiro (1981, llegada del Guernica, de Picasso, trasladado después al Reina Sofía) y la organización de exposiciones dedicadas a grandes maestros (Rafael, el Greco, Murillo, Velázquez).


UN MUSEO INTERDISCIPLINAR.

En el proceso de modernización fue muy importante la Ley Reguladora del Museo, que acrecentó su agilidad administrativa. Desde entonces busca la excelencia, diversifica sus objetivos científicos y museológicos (innovación en restauración), y trata de implicar a la sociedad civil.

EL CAMPUS PRADO.

La expansión física comenzó con el edificio de oficinas de la calle Ruiz de Alarcón y con la extensión en torno al claustro de los Jerónimos (2007, Rafael Moneo)

 

Plano de Madrid. 1762. Aguafuerte, iluminada sobre papel verjurado, 107 x 211 mm. López, Tomás y Rodríguez, Ventura.



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