martes, 13 de abril de 2021

Banderas

 

Raising the Flagt on Iwo Jima, por Joe Rosenthal de la Associated Press

Como tantas otras ideas o conceptos, las banderas han sido objeto de representación artística en el arte, tanto ética como estéticamente, llegando incluso a lo más reivindicativo, como señala Sergio C. Fanjul en un artículo en el periódico El País. 

Una simple tela de colores queda convertida en la representación de una nación, una comunidad, un grupo humano, etc., en un símbolo. Esta contradicción entre lo material y lo simbólico, entre lo físico y lo metafísico, entre la pura materia y la idea, esta difícil relación es un campo abonado para el arte o el diseño. 


De un modo u otro, en la Historia del Arte siempre han aparecido banderas. En algunos casos la bandera forma parte de la escena, pero no es el tema principal, como en La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, representando la Revolución de 1830. En otras ocasiones, la bandera, o el medio físico con el que se realiza, se utilizan como el propio tema de la obra, especialmente en el arte contemporáneo.  

Las representaciones de las banderas, como las del artista pop Jasper Johns con la estadounidense, sirven de reflexión sobre el significado de la apariencia, avejentado en algunos casos, y pasan a ser contempladas con una lectura crítica o, más sencillamente, como una muestra de patriotismo. 


También utilizaron el motivo de la bandera otros artistas del pop art, como Aruischenbgerg o Lichtenstein. El artista David Hammons creó en 1990 una bandera afroamericana, igual que la estadounidense, pero con colores más propios del continente africano: rojo, verde, marrón. 

El arte con banderas juega con el ideario de las personas, y lo que en un país o lugar puede resultar una curiosidad, en otro puede ser muy controvertido. Quizá en estos tiempos sean más visibles estas obras, a pesar de que las banderas se han venido utilizando desde siempre, a lo que contribuye el auge de las identidades nacionales y socioculturales. 


El hecho de que todas las banderas tienen un componente mental ha llevado a diseñarlas en representación no de estados políticos, sino incluso de estados mentales, asignando colores a diferentes pensamientos, según los cuales lo físico sería verde, lo rojo indicaría subjetividad, lo cotidiano sería azul, etc. 


La enseña nacional y su simbolismo han servido para la oposición de regímenes políticos -república-, para mostrar el rechazo a la existencia de fronteras, para quitarle solemnidad -nacionalismo doméstico, banderas hechas con manteles o servilletas-, etc. 


Una clara contradicción es la importancia que algunas personas dan a la bandera y el descuido y abandono en que la tienen, colgando de un balcón, por ejemplo. Eso pone en cuestión la importancia de la enseña como entidad agrupadora, del mismo modo que la no-bandera, una de color negro. La bandera toca la fibra sensible de las personas, como lo demuestra el hecho de algunos actos provocativos en contra de la bandera y la desmesurada reacción que originan. 

Hubo elementos anteriores parecidos a las banderas, en el antiguo Egipto o en el Imperio Romano, pero el origen propiamente dicho es militar, para identificar tropas o barcos. Se asociaban a reyes o a dinastías, no a países. Esto cambió con la llegada de la idea de la nación, del estado-nación, en el que la bandera pasa a identificar a las personas que viven en un territorio. La importancia de la bandera se acentúa en los nacionalismos, por eso, si no la hay, es lo primero que se crea. Después la bandera se ha utilizado para identificar a otros colectivos como partidos políticos, opciones sexuales o ideológicas, equipos deportivos e incluso países ficticios. 

           Bandera de Applekistán, que mezclaba la empresa Apple y Afganistán. CARLOS T. MORI

El formato suele ser rectangular o cuadrado, aunque hay algunas extrañas como la de Nepal, compuesta de dos triángulos no equiláteros. Los motivos más comunes son franjas de colores horizontales o verticales, o las cruces rectas o diagonales, fácilmente identificables. Muchos países fueron copiando las banderas de otros, según sus filias y fobias. Los escandinavos adoptaron la característica cruz de San Olaf, descentrada hacia la izquierda. Las más recientes tienen más diseño y son más difíciles de imitar. 

La bandera española, la rojigualda, fue elegida por Carlos III en 1785, buscando unos colores que la hicieran inconfundible en el mar. Anteriormente no había una bandera asociada a España y se usaban otras como la Cruz de Borgoña o San Andrés, luego relacionada con el carlismo. Al contrario que en otros países, como Estados Unidos, donde todos los ciudadanos y opciones políticas quieren apropiarse de la bandera, en España hay sectores de la izquierda que muestran su adhesión a la bandera de la República, mientras la ultraderecha presenta versiones preconstitucionales. Las banderas tienen una doble faceta, sirven para unir una comunidad, pero también para separarla de otras, para dividir.



El general Prim en la Guerra de África, por Francisco Sants Cabot




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