La Navidad en el arte
Elementos de este tema comienzan a representarse al final
del imperio romano. Desde el siglo IV aparecen bajorrelieves en sarcófagos y
tumbas con figuras como el zagal que lleva una oveja sobre los hombros (Buen Pastor).
Sarcófago y fresco de la catacumba de Domitila. La iconografía navideña no presenta
en sus inicios la figura de José, queriéndose evitar toda participación humana
en la concepción de Cristo.
En el arte Románico, siglo XI, con una estética ingenua
llena de color, aparece la Virgen recostada y la figura de José.
En el siglo XIII, arte Gótico, la Virgen, rubia y con cabellos
rizados, aparece en varias posiciones, tanto de pie, como recostada o de
rodillas. Se generaliza la figura de José y se acentúa la descripción del Nacimiento
en forma de establo, con otras personas, animales y objetos.
Natividad de Giotto, 1305, frescos de la Capilla Arena de
Padova.
Delicadeza e intimidad de la madre que mira plácidamente
al pequeño después del parto, envuelto en vendas como era costumbre. Escena
coronada por ángeles que celebran el nacimiento, con pastores que los
contemplan y San José descansa al calor de los animales.
La Anunciación de Fra Angélico, 1420-30.
Un poco anterior a la Van der Weyden, Fra Angélico pintó
esta Anunciación para el convento de Santo Domingo de Fiésole. Su iconografía
enfrenta el pecado original (expulsión de Adán y Eva del Paraíso, minuciosidad
en los detalles) con la llegada del Hijo de Dios para redimir a la humanidad
(acercamiento a Masaccio en busca de profundidad).
Tabla central del Tríptico de la Anunciación de Van der
Weyden, 1440.
Este “Primitivo flamenco” presenta a un ángel vestido de
manera suntuosa, con dalmática de brocado llena de joyas y perlas, en un lujoso
interior envuelto en telas rojas, que se aparece a la Virgen. En un rincón,
sobre la chimenea, aparece un pequeño jarrón con agua: el cristal es símbolo de
pureza, como los lirios blancos del jarrón del suelo. La Virgen está leyendo,
arrodillada, y vestida de forma sencilla, lo que contrasta con el ángel.
El Renacimiento es un momento de gran esplendor en la
pintura sobre temas navideños. Fra Angélico y su “Anunciación de la Virgen” ya lo ha anunciado; Correggio con “La adoración del Niño” o la “Virgen con Jesús y San Juan”, o
Luis Morales con “Virgen con Niño”.
Madonna del Parto, Piero della Francesca, 1460.
Este fresco, con la única figura de la Virgen a punto de
dar a luz, es un monumento a las madres. Al no estar en la línea de los dictados
del Concilio de Trento, estuvo en el punto de mira de la Inquisición. En 1785
un terremoto destruyó la iglesia, quedando intacto el muro en el que estaba el
cuadro, lo que convirtió el lugar en centro de peregrinación de mujeres
embarazadas. En 1910, de nuevo se libró de otro temblor de tierra, porque lo
habían cambiado de sitio tras restaurarlo.
Tabla central del Altar Portinari de Hugo van der Goes,
1476. Adoración de los pastores.
Su influencia en los pintores italianos fue
extraordinaria. Abrió una ventana hacia el arte flamenco para los pintores
toscanos. Boticelli, Filippino Lippi, Domenico Ghirlandaio o Leonardo da Vinci,
se influenciaron. La figura central es la Virgen María, vestida de forma más
sencilla que los ángeles, como en la Anunciación de Van der Weyden. Jesús,
desnudo en el suelo, rodeado de su Madre y ángeles idealizados, mientras que
los pastores y San José están representados con rostros más realistas. Tras la
arquitectura con reminiscencias góticas, aparece el paisaje flamenco.
La Navidad mística de Sandro Botticelli, 1501.
Está llena de misterios al alejarse de cualquier
interpretación iconográfica tradicional. Más que una celebración parece una
advertencia, un mal augurio inspirado en los sermones de Savonarola, de quien
dicen anduvo cerca Boticelli. Se ha intentado explicar relacionándolo con las
circunstancias históricas de la ciudad de Florencia: muerte de Lorenzo el
Magnífico, invasión de los franceses, cambio de siglo, predicaciones contra la
corrupción del papado, ajusticiamiento de Savonarola. El autor utiliza rasgos
del gótico: proporciones desmesuradas de la Virgen y el Niño, actitudes de los
ángeles, demonios grises escondidos.
La Sagrada Familia de Miguel Ángel, 1503.
El bellísimo colorido está conseguido con una técnica
mixta que utiliza la témpera y el óleo, un procedimiento conocido como
cangianti. La composición, adaptada al formato circular del marco diseñado por
el propio artista, tiene escorzos propios del manierismo y un físico fuerte que
acentúa la sensación de esculturas. La iconografía se interpreta como la
representación de las tres edades del mundo. Los ángeles son la civilización
pagana, San Juanito y San José, la era mosaica (antiguo pueblo de Israel), y la
Virgen y el Niño la era de la Redención. San Juanito es el elemento de unión entre
las tres edades.
La noche, Correggio, 1530.
Natividad, Caravaggio.
Escena inundada de un silencio melancólico, con la Virgen
que mira con expresión de tristeza al Niño sonriente. El único elemento de
celebración es el ángel -que señala el cielo indicando el origen divino del Niño-
que desciende creando un movimiento en diagonal con el pastor que da la
espalda.
El desbordamiento del Barroco, hasta mediados del siglo XVIII, también se extiende a la espiritualidad de estos temas navideños. Un tema frecuente es la adoración de los pastores, como en esta representación del Greco.
La Virgen levanta el pañal en un rústico pesebre, en esta obra de Van Honthorst.
Murillo, pintor por excelencia del tema religioso: “Sagrada
Familia con pajarito”.
Murillo, en La Adoración de los Pastores, aparece como
puro naturalismo barroco sevillano. Ilumina a María y a su hijo, y hace llegar la
luz al simbólico cordero, influencia del Agnus Dei de Zurbarán, y a la vieja
con la cesta de huevos, que recuerda a otra de Velázquez que freía huevos.
El interés por el tema navideño disminuye, siendo excepciones obras como “La Sagrada Familia” de Goya o “La Adoración de los pastores”, de Mengs, en el Neoclasicismo.
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