jueves, 15 de octubre de 2020

 Invitadas (I).

La reapertura del Museo del Prado se realiza con la exposición “Invitadas”, una reflexión sobre el modo en que los poderes establecidos propagaron el papel de la mujer en la sociedad a través de las artes visuales, desde Isabel II hasta Alfonso XIII, 1833-1931. Se quiere reivindicar la hostilidad con que fue tratada por el sistema del arte español.


Se ordena a través de episodios significativos, de escenarios apropiados para reflexionar –sobre obras del propio Museo- y analizar la mentalidad que relega a las mujeres a lugares que no desean, que no son protagonistas por propia voluntad y que son invitadas incómodas en la escena artística de su tiempo.

Falenas, Carlos Verger Fioretti (1872-1929), 1920. Museo del Prado (depositado en el Museo de Zamora).




Este recorrido por la situación de la mujer queda enmarcado en un periodo cronológico que va desde los tiempos de Rosario Weis (1814-1843) hasta los de Elena Brockmann (1867-1946), ordenado en dos partes articuladas en distintos fragmentos temáticos. En la primera se describe el respaldo oficial que recibieron las imágenes que se adaptaban al ideal burgués, obras legitimadas por premios o adquisiciones por parte del Estado. En la segunda se abordan las carreras de las mujeres artistas, condicionadas por el pensamiento dominante que diseñó su formación y participación en la escena artística.

 


Sección 1. Reinas intrusas.

José de Madrazo, director del Museo en 1847, ideó el proyecto de la serie cronológica de los reyes de España con la clara finalidad política de legitimar visualmente el derecho de Isabel II a la Corona, por lo que se hizo un especial esfuerzo por representar a las reinas de la historia de España. Tras la caída de Isabel, Juana I de Castilla se convirtió en la figura favorita de los pintores de historia, quienes, obviando el rigor documental, alimentaron el mito de su locura de acuerdo con los prejuicios sobre la mujer y su incapacidad para gobernar, evidenciando los problemas que ocasionaba el reconocimiento de la dignidad regia y el poder político de las mujeres.

La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina. Francisco Pradilla y Ortiz (1848-1921), 1906. Museo del Prado. 

Cuadro de gabinete pintado por Francisco Pradilla y Ortiz en 1906, que pone de manifiesto el interés por la atormentada figura de la reina doña Juana de Castilla. Como argumento de su composición elige el pasaje de la reclusión de la soberana en el Castillo de Tordesillas (Valladolid): aparece, sentada junto a un ventanal, en el interior de una sobria estancia, extasiado su pensamiento por el recuerdo de su esposo muerto, abandonando la lectura y dirigiendo su mirada perdida hacia el espectador, sin notar el llamamiento de su hija, la Infanta Catalina.

Una dama de la corte, ricamente vestida y con un rosario entre las manos, y una criada, con indumentaria más modesta, están sentadas junto a la chimenea. A la derecha, una artística reja separa la estancia de una capilla con Pantocrátor. Al lado opuesto, una puerta entreabierta permite ver el féretro con los restos mortales de Felipe el Hermoso, de quien la reina no quiso separarse.

El cuadro tiene una gran carga emocional y una intensidad romántica y melodramática que se presta a la idea de la locura, manifestando los distintos personajes la paciencia resignada y comprensiva de las mujeres y la ingenua inocencia de la niña. Pradilla, además, saca el máximo provecho a sus recursos decorativos mediante la acumulación de accesorios y elementos anecdóticos. El periodo histórico queda ambientado en la ecléctica arquitectura que mezcla pinturas murales románicas, arquitectura morisca del balconaje, el gótico flamígero de la chimenea, así como los ropajes y el mobiliario.





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