La sonrisa en la pintura.
El triunfo de Baco,
de Velázquez, 1628 -1629, en el Museo del Prado
El pretender
inmortalizar la actividad cotidiana, por parte de los artistas del barroco
holandés, llevó a elegir como protagonistas a personajes de las esferas más
bajas de la sociedad. En estas obras la risa casi parece un factor común.
El hijo pródigo, de
Gerrit van Honthorst, 1623, en la Alte Pinakothek de Múnich.
Pero no sólo se
ciñó a las clases bajas. Incluso el propio Rembrandt recurrió a la risa en
algunos de sus autorretratos.
Rembrandt,
autorretrato como Zeuxis.
También se ha
indicado como una de las causas la falta de higiene bucal, que hacía poco
decoroso enseñar los dientes. Uno de los primeros cuadros que dejan escapar una
ligera sonrisa, lo que lo convierte en revolucionario es el Autorretrato de
Marie Louise Élisabeth Vigée-Lebrun con su hija.
Autorretrato de Marie Louise Élisabeth Vigée-Le Brun con su hija,
1786, en el Museo del Louvre,
París.
Siempre ha habido
excepciones a la norma general, aunque con sonrisas ambiguas. El pintor del
Renacimiento Antonello da Messina inmortalizó a muchos de sus retratados con
una media sonrisa, alguna de las cuales, supuestamente reflejo de sus
sentimientos y de su vida interior, fue considerada enigmática antes que La
Gioconda.
Retrato de marinero desconocido, de Antonello da Messina,
1465-1470, en el Museo Mandralisca,
Cefalù, Italia.
La sonrisa, aunque
leve, más llamativa del arte es La Gioconda, pintada por Leonardo da Vinci a
comienzos del siglo XVI. La causa de la sonrisa sigue siendo un enigma a pesar
de las muchas teorías al respecto, algunas muy peregrinas.
La Gioconda, de
Leonardo da Vinci, 1503-1516, en el Museo del Louvre
Hay que esperar
hasta el siglo XX para que las sonrisas se hagan comunes en el arte, debido,
entre otros motivos, a las mejoras en la fotografía y la aparición del cine, lo
que fomentó su uso como forma de revelar las emociones internas de los
retratados. El expresionista abstracto Willem de Kooning, rechaza la figura
tradicional femenina y utiliza la sonrisa para potenciar la fiereza de sus
mujeres.
Woman I, de Willem
de Kooning, 1950–52, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
Yue Mijun, artista
chino enmarcado en el Realismo Cínico chino, usa la sonrisa de una forma
constante a lo largo de su producción, utilizando unas sonrisas especialmente
exageradas, influenciadas por la representación de Buda en el arte oriental.
Dos hombres
contemplan la obra 'Cielo azul y nubes blancas' del artista chino Yue Minjun
durante la Feria de Arte 'Art Paris', en 2014. FRANCOIS
GUILLOT/AFP (Getty Images)
Las fotografías
antiguas seguían transmitiendo la solemnidad y seriedad de las pinturas, de
cuya tradición se formaban. Además, se buscaba inmortalizar la imagen, una
imagen solemne y atemporal, que nada tiene que ver con la fugacidad de la risa.
Como excepción puede ponerse la fotografía titulada Eating rice, China, del
historiador Berthold Laufer, tomada en 1904, que quiere captar la cultura del
país. El retratado no siente reparo alguno en mostrar la mayor de sus sonrisas.
Con la progresiva
democratización de la fotografía y el avance de la publicidad, se multiplicaron
las imágenes de personas sonrientes en la comunicación de masas, potenciando el
gancho publicitario de la sonrisa como muestra de felicidad.
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