Ídolos. Miradas milenarias (I).
Exposición en el MAR, Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares.
Lo que se han llamado “ídolos” constituyen uno de los legados más importantes del
Neolítico y la Edad del Cobre en la Península Ibérica. El proceso de su
investigación ha tenido polémicas, como la que se generó a mediados del siglo
XX entre los “orientalistas”, que los consideraban como manifestaciones
religiosas vinculadas al Mediterráneo más lejano, y los “occidentalistas”, para
los que eran expresiones sacras propias y genuinas del solar peninsular. Las
perspectivas actuales indican el carácter independiente, con respecto a
Oriente, del megalitismo y la metalurgia del occidente de Europa.
E. Frankowski (Estelas discoideas de la Península Ibérica. 1920), dijo que “Las placas antropomorfas de los dólmenes representan simplemente la imagen del muerto y, por lo tanto, no conviene llamarles ídolos ni representaciones de la diosa protectora de los muertos”.
Las “venus”paleolíticas.
Es posible que los Neandertales desarrollaran las
primeras manifestaciones simbólicas de Europa. Sin embargo, la mayor cantidad
de evidencias se sitúan hace unos 45.000 años, y se relacionan con nuestra
especie. Se conocen de ese momento verdaderas obras de arte con un evidente
contenido simbólico. A las etapas iniciales del Paleolítico Superior, se
remontan las primeras esculturas antropomorfas. Las llamadas venus paleolíticas
representan mujeres, exagerando rasgos asociados a la fertilidad. Se han
reconocido menos esculturas masculinas, algunas caracterizadas por disfrazarse
con atributos zoomorfos. También se conocen figuritas de animales.
Hombre León, Hohlenstein-Stadel, Alemania, Marfil, 28000
a.C.
La “Diosa Madre” del Neolítico.
Hace unos 12.000 años en Próximo Oriente se inició un
proceso de enorme trascendencia que se conoce como Neolítico. Las bandas de
cazadores recolectores se transformaron en tribus de agricultores y pastores.
Nuevas creencias vinculadas a la fertilidad de la tierra y la fecundidad de los
animales, se añadieron a la preocupación inmemorial de la reproducción de la especie
humana. A lo largo de la secuencia neolítica de aquellas tierras se determina
un número significativo de figuras femeninas en barro y piedra que, a tenor de
mitologías posteriores, se interpretaron como imágenes de la Diosa Madre,
deidad que de modo general aseguraría la fertilidad.
Nuevas creencias en el Occidente.
Haca unos 9.000 años, la agricultura y la domesticación
comienzan a transformar las sociedades cazadoras-recolectoras europeas, en
ritmos diferentes. Estos desarrollos hacen del continente europeo origen de
distintas manifestaciones culturales, como el Megalitismo, un fenómeno ligado
al ámbito atlántico y caracterizado por el levantamiento de grandes monumentos
de piedra con fechas en torno a 6.000 años de antigüedad. Con esa manifestación
se vinculan representaciones antropomorfas de enorme significación ritual.
Figuras en el Este de Europa.
Las pequeñas representaciones antropomorfas en barro y
piedra de Asia Menor tienen ejemplos en el Sureste de Europa, donde en los
inicios del VI milenio a.C. se conocen importantes manifestaciones culturales
como la de Vinca y Karanovo. Ahí un alto número de figuritas antropomorfas, se
acompañan de un sistema simbólico característico, y a partir del V milenio a.C.
de un foco metalúrgico propio.
PRECEDENTES
NEOLÍTICOS.
La Dama de Gavá.
Figuras
humanas con soles u ojos-soles fueron referentes ideológicos para las gentes
neolíticas, localizándose testimonios en rellenos de minas excavadas para
obtener diferentes materiales líticos: la de sílex de Casa Montero (Madrid) y
las de piedra verde de Gavà (Barcelona). De mayor antigüedad (c.5300 a.C.), la
figura de la primera está muy fragmentada. Sobresale la llamada Dama de Gavà
(c. 3900 a.C.), sedente, con las manos cruzadas bajo los pechos y un rostro de
nariz prominente y expresivos ojos-soles. Porta un collar y una espiga en la
mano, además de brazaletes.
La imagen humana de Costamar.
El
cántaro de Costamar dispone una de las mejores expresiones antropomorfas (c.
4800 a.C.) observándose en una de las caras del recipiente una figura humana
esquemática de buen tamaño con el cuerpo conformado por una barra de la que
parten piernas y brazos en forma de arcos conectados. Del rostro sin boca se
representan la nariz, dos ojos radiados y por encima tiras de cordones a modo de
cejas.
El astro y los ojos.
El círculo radiado, en alusión al astro, es uno de los
motivos más característicos del Neolítico antiguo en la Península Ibérica. Su
valor simbólico se sigue sin dificultad en etapas más recientes. Desde el 5700
y al menos hasta el 2200 a.C. e incluso después, las imágenes solares son una
referencia básica de los códigos culturales reflejados en objetos, abrigos
rupestres, ortostatos de dólmenes, estelas y menhires.
Es común que estos motivos aparezcan de dos en dos, a
modo de ojos exagerados de manera muy expresiva, en la decoración cerámica de
los primeros agricultores. Una relación entre vasijas y representaciones de
cuerpos humanos ha sido reconocida en muchos vasos europeos. Algunos de los
ejemplos más emblemáticos se conservan en la Península Ibérica.
Objetos enigmáticos: ídolos espátulas.
Fueron elaborados sobre tibias de ovicápridos (con un
caso sobre hueso humano) y depositados en los ajuares de los sepulcros
megalíticos del interior peninsular. Los valles del Duero medio, Tajo medio y
Ebro reúnen la mayor cantidad de piezas.
Propios del V y el IV milenio a.C., su funcionalidad no está
resuelta. Pudieron servir para manejar o ingerir sustancias relacionadas con
ceremonias rituales. Presentan una rica decoración, muchas veces con rasgos
humanos como ojos o pechos. Su asociación a individuos concretos hace que se
valoren como símbolos de prestigio.
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