jueves, 27 de agosto de 2020

 Ídolos. Miradas milenarias (I).

Exposición en el MAR, Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares.

 

Lo que se han llamado “ídolos” constituyen uno de los legados más importantes del Neolítico y la Edad del Cobre en la Península Ibérica. El proceso de su investigación ha tenido polémicas, como la que se generó a mediados del siglo XX entre los “orientalistas”, que los consideraban como manifestaciones religiosas vinculadas al Mediterráneo más lejano, y los “occidentalistas”, para los que eran expresiones sacras propias y genuinas del solar peninsular. Las perspectivas actuales indican el carácter independiente, con respecto a Oriente, del megalitismo y la metalurgia del occidente de Europa.

E. Frankowski (Estelas discoideas de la Península Ibérica. 1920), dijo que “Las placas antropomorfas de los dólmenes representan simplemente la imagen del muerto y, por lo tanto, no conviene llamarles ídolos ni representaciones de la diosa protectora de los muertos”.


A pesar de la opinión anterior, por evocar el cuerpo y el rostro humano, las primeras interpretaciones, muy marcadas por la cultura religiosa judeocristiana, asimilaron estas figuras antropomorfas a la noción de ídolo, entendiéndolas como expresiones de ideas religiosas primitivas vinculadas al desarrollo de la metalurgia del cobre. En la actualidad la investigación arqueológica las interpreta desde una perspectiva social, como expresiones humanas de alta significación que contribuyeron a regular las relaciones y los vínculos sociales en los colectivos del final del Neolítico y de la Edad del Cobre.

 



Las “venus”paleolíticas.

Es posible que los Neandertales desarrollaran las primeras manifestaciones simbólicas de Europa. Sin embargo, la mayor cantidad de evidencias se sitúan hace unos 45.000 años, y se relacionan con nuestra especie. Se conocen de ese momento verdaderas obras de arte con un evidente contenido simbólico. A las etapas iniciales del Paleolítico Superior, se remontan las primeras esculturas antropomorfas. Las llamadas venus paleolíticas representan mujeres, exagerando rasgos asociados a la fertilidad. Se han reconocido menos esculturas masculinas, algunas caracterizadas por disfrazarse con atributos zoomorfos. También se conocen figuritas de animales.

 Venus de Willendorf, Austria, Piedra. 28000 a.C.

                            Hombre León, Hohlenstein-Stadel, Alemania, Marfil, 28000 a.C.


La “Diosa Madre” del Neolítico.

Hace unos 12.000 años en Próximo Oriente se inició un proceso de enorme trascendencia que se conoce como Neolítico. Las bandas de cazadores recolectores se transformaron en tribus de agricultores y pastores. Nuevas creencias vinculadas a la fertilidad de la tierra y la fecundidad de los animales, se añadieron a la preocupación inmemorial de la reproducción de la especie humana. A lo largo de la secuencia neolítica de aquellas tierras se determina un número significativo de figuras femeninas en barro y piedra que, a tenor de mitologías posteriores, se interpretaron como imágenes de la Diosa Madre, deidad que de modo general aseguraría la fertilidad.

 



Nuevas creencias en el Occidente.

Haca unos 9.000 años, la agricultura y la domesticación comienzan a transformar las sociedades cazadoras-recolectoras europeas, en ritmos diferentes. Estos desarrollos hacen del continente europeo origen de distintas manifestaciones culturales, como el Megalitismo, un fenómeno ligado al ámbito atlántico y caracterizado por el levantamiento de grandes monumentos de piedra con fechas en torno a 6.000 años de antigüedad. Con esa manifestación se vinculan representaciones antropomorfas de enorme significación ritual.



Figuras en el Este de Europa.

Las pequeñas representaciones antropomorfas en barro y piedra de Asia Menor tienen ejemplos en el Sureste de Europa, donde en los inicios del VI milenio a.C. se conocen importantes manifestaciones culturales como la de Vinca y Karanovo. Ahí un alto número de figuritas antropomorfas, se acompañan de un sistema simbólico característico, y a partir del V milenio a.C. de un foco metalúrgico propio.

 


PRECEDENTES NEOLÍTICOS.


La Dama de Gavá.

Figuras humanas con soles u ojos-soles fueron referentes ideológicos para las gentes neolíticas, localizándose testimonios en rellenos de minas excavadas para obtener diferentes materiales líticos: la de sílex de Casa Montero (Madrid) y las de piedra verde de Gavà (Barcelona). De mayor antigüedad (c.5300 a.C.), la figura de la primera está muy fragmentada. Sobresale la llamada Dama de Gavà (c. 3900 a.C.), sedente, con las manos cruzadas bajo los pechos y un rostro de nariz prominente y expresivos ojos-soles. Porta un collar y una espiga en la mano, además de brazaletes.

 Venus de Gavá. Cerámica. C. 3900 a.C., Minas de Gavá-Can Tintorer, Barcelona. Museo de Gavá.




La imagen humana de Costamar.

El cántaro de Costamar dispone una de las mejores expresiones antropomorfas (c. 4800 a.C.) observándose en una de las caras del recipiente una figura humana esquemática de buen tamaño con el cuerpo conformado por una barra de la que parten piernas y brazos en forma de arcos conectados. Del rostro sin boca se representan la nariz, dos ojos radiados y por encima tiras de cordones a modo de cejas.

 Cántaro con motivo antropomorfo. Cerámica. C. 4800 a.C. Costamar, Cabanes, Castellón. Museo de Bellas Artes de Castellón.




El astro y los ojos.

El círculo radiado, en alusión al astro, es uno de los motivos más característicos del Neolítico antiguo en la Península Ibérica. Su valor simbólico se sigue sin dificultad en etapas más recientes. Desde el 5700 y al menos hasta el 2200 a.C. e incluso después, las imágenes solares son una referencia básica de los códigos culturales reflejados en objetos, abrigos rupestres, ortostatos de dólmenes, estelas y menhires.

Es común que estos motivos aparezcan de dos en dos, a modo de ojos exagerados de manera muy expresiva, en la decoración cerámica de los primeros agricultores. Una relación entre vasijas y representaciones de cuerpos humanos ha sido reconocida en muchos vasos europeos. Algunos de los ejemplos más emblemáticos se conservan en la Península Ibérica.

 

Objetos enigmáticos: ídolos espátulas.

Fueron elaborados sobre tibias de ovicápridos (con un caso sobre hueso humano) y depositados en los ajuares de los sepulcros megalíticos del interior peninsular. Los valles del Duero medio, Tajo medio y Ebro reúnen la mayor cantidad de piezas.

Propios del V y el IV milenio a.C., su funcionalidad no está resuelta. Pudieron servir para manejar o ingerir sustancias relacionadas con ceremonias rituales. Presentan una rica decoración, muchas veces con rasgos humanos como ojos o pechos. Su asociación a individuos concretos hace que se valoren como símbolos de prestigio.



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