domingo, 6 de septiembre de 2020

 Ídolos. Miradas milenarias (II).

 


Nuestros antepasados, ya agricultores, recrearon su mundo mítico y el culto a los dioses en las figurillas y pinturas. Todos los acontecimientos principales, las personalidades más destacadas del panteón con sus innumerables epifanías, los fieles y los participantes de ceremonias rituales parecen haber tenido vida propia en sus diferentes representaciones.

Marija Gimbutas, The Goddesses and Gods of Old Europe, 1974.

 


Los constructores de las grandes sepulturas megalíticas de Europa Occidental se mostraban imbuidos de fervor religioso. Veneraban una deidad femenina, cuya faz nos mira con sus grandes ojos.

Glyn Daniel, The Megalith Builders of Western Europe, 1958.

 


La mirada del ancestro. Ídolos antropomorfos.


Hacia mediados del III milenio a.C. se generalizaron representaciones estandarizadas de forma humana más proporcionada, en barro cocido, en piedra o en hueso o marfil. Más propios del Suroeste peninsular, los llamados ídolos antropomorfos, sintetizan las tradiciones previas, recogiendo en la cabeza los ojos, la nariz, el cabello y las líneas de tatuaje facial. El cuerpo, desnudo de mujer u hombre (quizás con vestimentas pintadas que no se han conservado), muestra el cabello con líneas en zigzag en los laterales del pecho y con más profusión en la espalda, llegando a alcanzar la cintura, y los brazos cruzados sobre el sexo. Fracturadas en su mayor parte bajo las rodillas, las piernas erguidas, o ligeramente ladeadas, pudieron alzarse sobre los pies, o finalizar sin ellos, para encajar la figura erguida sobre algún tipo de soporte, a modo de pequeñas estelas.

 

El poder de la imagen.


Algúnos ídolos antropomorfos están desprovistos de cabeza. La existencia de cabezas exentas permite plantear el intercambio de rostros entre las figuritas. En ocasiones las imágenes masculinas portan un objeto entre las manos. Su representatividad social se hace patente en un fragmento de figura rodeada por una cinta de oro. En contextos habitacionales y en espacios rituales, la imagen de estas pequeñas esculturas resulta más próxima al individuo, pudiendo representar el ancestro, evocando el linaje, a la vez que su poder, prestigio, méritos o hazañas. Serán las últimas figuras que, con los rasgos de los “ídolos”, den poder a los líderes en una sociedad tribal propia de la Edad de Cobre, cada vez más transformada por encontrarse en vías hacia la jerarquización y el consecuente establecimiento de la desigualdad social que significará la Edad del Bronce.

 

El valor del pasado. El epílogo Campaniforme.


En la vajilla campaniforme que se extiende en un extenso territorio del occidente de Europa a mediados del III milenio BC, el peso ideológico del lenguaje gráfico peninsular se observa en algunos motivos que recuerdan las tradiciones del Neolítico y la Edad del Cobre. Los ciervos y los ojos soles que caracterizaran los ídolos y la temática de la cerámica simbólica encuentran su lugar en algunos vasos del centro de la Península (estilo Ciempozuelos), recordando las líneas en zigzag que cubren las paredes de los recipientes, los motivos de las vestimentas de los ídolos placa. En su probado uso ritual los vasos rememorarían las viejas tradiciones en un mundo en el que pronto se impondrá la imagen del guerrero y el armamento, protagonista en la temática que caracteriza las estelas pétreas de la Edad del Bronce en el occidente de la Península Ibérica.

 

El esplendor del Calcolítico.


Las excavaciones en el conjunto arqueológico han deparado una rica cultura material, en algunos casos trabajada con una calidad artesanal con pocos paralelos en toda Europa occidental. Destaca el repertorio de ídolos en piedra, hueso, barro o metales preciosos. Una de las piezas más singulares es la lámina en oro localizada en un hoyo sin restos humanos. Se trata del mayor objeto áureo del Calcolítico peninsular, distinguiéndose dos pares de ojos en la abigarrada decoración geométrica repujada que le caracteriza. Sus mejores símiles son los oculados hallados en los sepulcros de Montelirio y de las Canteras.

 


Ídolos. Figuras megalíticas.


Los ídolos de la Península Ibérica constituyen una producción de fuerte impacto local. Su distribución se concentra en la mitad meridional, en sitios funerarios y también sitios de actividades cotidianas. Su asociación con los megalitos es estrecha ya que se vinculan a los enterramientos, y también porque presentan convencionalismos y motivos pintados o grabados idénticos a los de las paredes de estas construcciones. En buena medida su valoración ha dependido del proceso de investigación que afecta a estas imponentes arquitecturas. Pasaron de considerarse copia de arquitecturas orientales, y por tanto, hechos tardíos, a demostrarse como respuestas sociales propias del ámbito europeo, con cronologías antiguas.

 

Figuritas de la vertiente mediterránea.


En la fachada mediterránea de la Península Ibérica predominan los ídolos realizados sobre materias óseas: falanges y huesos largos. Ambos tipos proliferan en el Sureste. Las falanges faltan en el Levante peninsular, donde los huesos largos son característicos.

Resultan propios de esta vertiente los llamados ídolos tolva en piedra y las representaciones tritriangulares aplanadas líticas u óseas. Las de piedra son características de Almería, mientras que las de hueso tienen una dispersión mayor que incluye Levante y Andalucía Oriental. Entre las piezas únicas destacan los ídolos ancoriformes.

Los ojos-soles se muestran en estas tipologías, en vasos cerámicos y en algún objeto funcional como la pieza en madera procedente de la cueva Sagrada de Lorca.

 

Figuritas de la vertiente atlántica.

Placa escultórica en piedra, 3600-2500
a.C., Anta do Espadanal, Estremoz,
Évora,  Museo Nacional de
Arqueología. Lisboa.

Predominan los ídolos realizados sobre materias líticas, siendo prácticamente exclusivos del occidente los cilindros, las placas y los betilos decorados.

Entre los elementos de hueso destacan las falanges decoradas y el conjunto de ídolos oculados sobre hueso largo del Guadiana Interior. Las placas en piedra son las piezas más numerosas, variadas en morfología, materia prima y decoración. Su repertorio de diseños geométricos es el más variado de Europa.

De manera generalizada los ojos-soles aparecen en estas tipologías. También están presentes en láminas de oro, en la decoración cerámica y en ortostatos de megalitos. De la expresión del rostro se alcanza un modelo estandarizado en las cabezas de los llamados ídolos antropomorfos.

 

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