martes, 4 de agosto de 2020

Pintura-Calor.

El diario El País presenta un artículo de Clara González Freire en el que habla de los cuadros que representan mejor la tolerancia al calor, de menos a más. Un artículo muy adecuado en este verano africano que estamos disfrutando.

El punto 1 lo titula Brisa veraniega y lo ejemplifica con un cuadro de Sorolla, Paseo a orillas del mar, 1909. Estos temas eran unos de sus favoritos, en su Valencia natal, a pesar de ser ya un pintor consolidado internacionalmente.  Clotilde y María, mujer e hija del pintor son las protagonistas de la escena, interpretada con una pincelada cercana al impresionismo, en la que casi sentimos el mar y la brisa que ayudan a soportar el calor.

Calorcito es el punto 2 y el cuadro Pleno verano, de Albert Joseph Moore, artista conocido por sus retratos de figuras femeninas, envueltas en toda clase de lujos y en ambientes cercanos a la antigüedad clásica. En la forma de enfrentarse al calor, la protagonista, que parece algo mareada –pero no lo suficiente como para ponerse ropa más ligera-, se aprovecha de que las criadas la abaniquen.

Las majas de Francisco de Goya nos introducen en el punto 3, Calor. La maja desnuda, 1800, que es anterior a la vestida, 1808, nos da una solución ante el calor, prescindir de la ropa en uno de los primeros desnudos, y sin el amparo de la mitología. Manuel Godoy también encargó La maja vestida –en un inventario se llamaban Las Gitanas-, y ambas se exhibían en un gabinete apartado, junto con otras obras como La Venus del espejo, de Velázquez. Parece que se cambiaban las obras en función de los invitados, como David Botello recoge en su libro Follones, amoríos, sinrazones, enredos, trapicheos y otros tejemanejes del siglo XIX.

El calor sigue aumentando y el punto 4, Bochorno, se nos aparece con la obra Magdalena en éxtasis, de Caravaggio, uno de los artistas más importantes del Barroco italiano aunque criticado por su violencia y falta de autocontrol.

En el punto 5, Calores nocturnos, es La diosa Juno penetrando en la mansión del Sueño, de Luis López Piquer, la obra que nos da la pauta. En realidad es un boceto preparatorio de un fresco ubicado en la bóveda de la Sala Amarilla, en el Palacio Real de Madrid. La diosa de la mitología romana Juno, diosa del matrimonio, sobrevuela al Sueño, plácidamente dormido y rodeado de animales y figuras mitológicas.

El martirio de San Bartolomé, de José de Ribera, ejemplifica el punto 6, 40º a la sombra. Este cuadro, de uno de los martirios más cruentos, muestra cómo –según recoge Santiago de la Vorágine en su Leyenda dorada- fue desollado vivo por orden del rey Astrages, tras haber convertido al cristianismo a todos sus súbditos.

El punto 7 no podía ser otro que Calor infernal, con la obra Inferno, de autor portugués desconocido de principios del siglo XVI. La obra se conserva en el Museo de Arte Antiguo de Lisboa, y en ella quedan retratados los pecados capitales y sus castigos. Llama la atención la representación del diablo con características extraeuropeas: plumas amerindias, trono y cuerno de marfil africano, etc.

Muchos otros cuadros pueden dar una idea de la temperatura. Como Persistencia de la memoria, de Salvador Dalí, en la que los relojes parecen derretidos.

En estos meses veraniegos, la gran tarea rural era la siega, la cosecha del cereal. En las horas centrales del día, y aunque ahora se haga en mejores condiciones laborales, la temperatura puede ser alta, invitando a La siesta, como ponen de manifiesto Jean François Millet y Vincent Van Gogh.

Para terminar, unas temperaturas más suaves, como las sugeridas por la sombra de la vegetación en la obra de Edouard Manet, Almuerzo en la hierba, o por el ambiente húmedo de Los nenúfares, de Claude Monet.


No hay comentarios:

Publicar un comentario