Color rosa
La simbología del color ha querido identificar los colores
con las siete edades del hombre –y sus cuatro naturalezas, con las siete
virtudes y los siete planetas. Durante el manierismo se hicieron alambicadas
combinaciones cuando a un color se le acompañaba con otro, con lo que las
características o virtudes se mezclaban o se contrarrestaban. La condesa de
Aulnoy, autora del famoso Viaje por España (entre 1679 y 1680), demuestra un
especial interés y sensibilidad por el tema. Uno de sus personajes “mandó hacerse un disfraz de brocado verde y
oro, con plumas verdes y una librea verde también para destacar sus nuevas
esperanzas”. A su paso por vitoria,
la condesa asistió a una representación teatral de la vida de San Antonio donde
el actor encargado del papel del demonio iba vestido como los demás y sólo se
distinguía de ellos por los cuernos de su frente y por llevar medias rojas,
breve alusión al fuego infernal que ayudaba al popular auditorio, incluso a
aquellos que estuvieran más alejados del escenario, a seguir las intervenciones
del señor de los infiernos.
El rosa es aceptado universalmente como un color femenino,
excepto en Bélgica, donde se considera el color de un niño. Al ser una mezcla
de rojo y blanco, resulta ser el color de la emoción, el romance y la alegría,
pero sin la agresión del rojo. Es un color divertido y juvenil, ingenuo y de
excesivo optimismo. Junto con el lavanda se asocian a la suavidad, la
feminidad, la gracia, la elegancia, la dulzura, la inocencia, el romance y el
amor. Sin embargo, hasta principios del siglo XX se consideraba un color
masculino. Entonces se invirtieron los roles de género del rosa y el azul.
Chang Yu, Woman in Red, años 1940.
Nació en la provincia de Sichuan y fue alumno del famoso
calígrafo Zhao Xi. En Japón exhibió sus obras de caligrafía en Tokio. Estudió
en la academia de arte Grande Chaumière en Francia en 1921 y fundó la Sociedad
del Perro Celestial con otros estudiantes chinos en Francia. Fue muy apreciado
por el importante coleccionista Pierre-Henri Roché y presentó sus obras en
varias galerías, asistió al Salón de Otoño y salones individuales. Antes de la
II Guerra Mundial regresó a China y después fue a vivir durante dos años a
Nueva York, realizando una exposición en el Museo de Arte Moderno. Regresó a
China por breves temporadas y vivió principalmente en París antes de morir.
Alexei Jawlensky, With Red Swallov-Patterned Wallpaper,
1915.
Fue un pintor expresionista ruso que desarrolló su carrera
en Alemania. En Múnich conoció a Wassily
Kandinsky y a otros artistas rusos y contribuyó a la creación de la Asociación
de Nuevos Artistas de Múnich. Su obra en ese periodo era muy colorida, aunque
posteriormente se volvió más abstracta y simplificada. En los Alpes Bávaros
pintó paisajes y montañas, pero reflexionó sobre las bases teóricas de su arte.
Tras un viaje al mar Báltico y visitar a Henri Matisse y Emil Nolde, se volvió
cada vez más expresivo en el uso y forma del color en sus retratos. Fue miembro
de los grupos El jinete azul y Los cuatro azules. Su estilo expresionista se
caracteriza por la sencillez de las formas además del tratamiento del color que
recuerda el primitivo arte popular de Rusia. Tras la I Guerra Mundial, por la
influencia del cubismo, abandonó los contrastes cromáticos y utilizó tonos
oscuros y uniformes.
Paul Klee, Super-Chess, 1937, 110x121 cm.
Las primeras “imágenes cuadradas” de Paul Klee fueron
creadas durante su estancia como instructor en la Bauhaus en Weimar y Dessau. En
esta imagen grande, los campos de negro, blanco y gris constituyen el patrón
básico. Aunque los colores complementarios rojo y azul aparentemente designan
los movimientos del oponente, el ganador es claro, el rojo, que acaba de
derribar las últimas piezas del oponente. Se desconoce si pretendía una
referencia al totalitarismo de fines de la década de 1930, pero los
nacionalsocialistas denunciaron su arte como “degenerado” y confiscaron muchas
de sus obras en los museos alemanes. Ya en 1933, el régimen le había obligado a
abandonar su puesto de profesor, por lo que regresó a Berna.
Paul Klee, Hardy Plants, 1934, 41x55 cm.
La pintura no era una evasión para Klee, sino un instrumento
visionario, un medio para encontrar los mundos paralelos que se escondían tras
la realidad. Para ello utilizó como instrumento la abstracción. Pensaba que un
pintor no debe pintar lo que ve, sino lo que se verá. Cultivó buenas amistades
pero fue libre, viajó mucho y se asentó en Alemania. Su herramienta era el
color y sus cinco temas fueron color, ritmo, naturaleza, construcción y
movimiento. Fue un excelente violinista y, como a Kandinsky, la influencia de la
composición musical es evidente en su pintura. Sus cuadros aluden a poesía,
música y sueños.
Antonio Carneiro, Untitled (Capela de Nossa Senhora da
Pedra), 1916, 28x66,5 cm.
Pertenecía al inicio a la
escuela naturalista, siendo uno de los pintores portugueses más innovadores de
su generación. Fue autor de un tríptico simbolista, “A Vida” (1900),
donde está presente la influencia de Pierre Puvis de Chavannes. Por él fue
premiado en la Exposición Universal de París.
Antonio Carneiro, Untitled, 1912, 34,5x89,7 cm.
John Humphreys Johnston, Le Domino Rose, 1895, 133,4x163,8
cm.
Artista estadounidense, de Nueva York. Trabajó también en
París, donde recibió medallas en la Exposición Universal de 1900. Fue miembro
de la Sociedad Nacional de Bellas Artes francesa y de la Sociedad Internacional
de Pintura y Escultura de Nueva York. Se casó en Venecia y vivió un tiempo en
París.
Riccardo Francalancia, Still Life-Alabaster, 1923, 59x50 cm.
Este pintor italiano fue uno de los más importantes
exponentes del movimiento “Valori plastici”. Estudió en Roma, frecuentó los
ambientes culturales y colaboró con la revista “La Ronda”. Junto con otros
artistas quiso superar la polémica futurista. La inclinación por la naturaleza
muerta y la impronta realista, comprendiendo algunos elementos primitivos,
llevó a un movimiento en el que participó junto a De Chirico, Morandi, Carrà,
etc. Tras algunos años de reposo debido a un malestar nervioso, en los últimos
años de su vida obtuvo nuevos reconocimientos a su labor.
Lee Jung-seob, Vicinity of a Cathedral, 1916-1955, 46,5x34
cm.
Con él comienza el expresionismo a la manera coreana y fue
el precursor del arte moderno coreano. La ocupación japonesa de Corea es el
tiempo representado en sus paisajes rurales. Estudió la pintura occidental
quedando fascinado por el vanguardismo y mostrando interés por el fovismo, que
ejerció gran influencia en su obra, con sus temas característicos e indígenas,
por lo que se le considera el introductor de las obras occidentales en Corea.
Georges Seurat, Le Chahut, 1889-1890, 1410x1700 mm.
Esta pintura fue un experimento, un intento de aplicar sus
teorías sobre el color en la pintura. Según Seurat, una pintura debía mostrar
alegría, paz o tristeza; no solo tenía que proporcionar un reflejo de la
realidad, sino que también debía exudar atmósfera. En este caso es el ambiente
alegre de un café parisino que enfatiza con colores claros y cálidos y muchas
líneas ascendentes. Al igual que los impresionistas, estaba fascinado por la
luz y el color, pero el impresionismo le pareció demasiado emotivo. Como
reacción, desarrolló una técnica que no muestra la personalidad del pintor.
Utilizando solo siete colores, que el ojo combina, elaboró una pintura
neoimpresionista llamada puntillismo. Incluso Vincent van Gogh cayó bajo su
influencia, en la técnica y en la elección de colores.
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