sábado, 13 de junio de 2020


Color naranja

Parece que el origen del uso de los colores heráldicos se remonta a la antigua Grecia. Se cuenta que los reyes troyanos y griegos acostumbraban a vestirse de acuerdo con los siete días de la semana y que al entrar en batalla pintaban sus escudos del color correspondiente. Las cuatro facciones de los juegos de circo romanos, alba, rosea, véneta y pracina, dieron lugar a los colores de las armerías y torneos: blanco, rojo, azul y verde. Aristóteles dio a los metales y colores el nombre de los siete Planetas: Oro-Sol, Plata-Luna, Gules-Marte, Azur-Júpiter, Sable-Saturno, Sinople-Venus, Púrpura-Mercurio.  También las piedras preciosas y los signos del zodiaco, los elementos de la naturaleza, los meses del año, los árboles, las flores, las aves y el resto de animales, las virtudes y las cualidades mundanas, tienen sus respectivas correspondencias cromáticas.

El naranja es el color de las puestas de sol. Es el resultado de combinar amarillo y rojo y queda asociado a la energía, calor, buen ánimo, emoción, felicidad, entusiasmo, creatividad, éxito. Es el color de la amistad, la sociabilidad, la felicidad, ayuda al equilibrio emocional, transmite optimismo y mejora el estado de ánimo, por lo puede usarse en decoración para hacer más acogedor un espacio grande. Como estimula el apetito se utiliza en cocina y comedores y muchos restaurantes lo incorporan en su decoración.  Como connotaciones negativas se citan el exhibicionismo y la autoindulgencia juvenil.

Hilaire-Germain-Egar Degas, Bailarinas en la barra, 1900.

Esta obra es un ejemplo de la capacidad de Degas, al final de su carrera, para permitir la aplicación expresiva del medio y el color superando la racionalidad del sujeto y la composición. Este motivo, una bailarina con la pierna apoyada en una barra de práctica, ya aparece a mediados de la década de 1870 y continúa en los años siguientes, siendo éste uno de los últimos. Por su monumentalidad es única entre todas las decoraciones de Degas. Es una visión emocionante de formas dinámicas en el espacio.



Edgar Degas, Paisaje con rocas, 1892.

Es uno de los grabados monotípicos que había retocado extensamente con pastel y que exhibió en ese año. La exposición fue una sorpresa para los contemporáneos al ser un paisaje, un género por el que Degas había expresado desdén previamente. Los toques puntillistas de pasteles rosados, naranjas, verdes y azules aumentan la intensidad cromática.


Fujishima Takeji, Amanecer sobre el mar del este, 1932.
El artista recibió el encargo de crear una pintura al óleo para decorar un estudio, y decidió que el “amanecer” sería el tema de ese trabajo. Viajó, desde el norte, a la colonia japonesa de Taiwán, en el sur, en busca de amaneceres, desde el sol naciente sobre el mar hasta sobre los macizos montañosos. También lo intentó en el desierto de Mongolia Interior. Produjo muchos amaneceres en todo ese tiempo, como éste, que, además del velero, se compone sólo de mar y cielo. La composición está simplemente organizada en planos de color extremadamente simples y claros. La simplicidad era el objetivo de Fujishima.

Lord Frederic Leighton, Junio llameante, 1895, England, 119,1 cm.

Frederic Leighton creía en las ideas del esteticismo, en un “arte por el arte” independiente de la narrativa, las connotaciones morales y los detalles realistas, a pesar de su formación como pintor académico. En esta obra representa una figura femenina dormida, acurrucada bajo cortinas naranjas. Este tema fue utilizado por el pintor como una invitación a la introspección, una representación figurativa de la mente inconsciente.



Anna Ancher, Interior. Brondum´s annex, 1917, 37,9x44,4 cm.

En su obra desarrolló un estilo muy personal, interesándose especialmente por el estudio de la interacción de los colores ante la luz natural, por lo que puede considerarse una pintora impresionista, aunqu8e el movimiento le quede lejos geográfica y cronológicamente. En sus cuadros representó escenas cotidianas, sencillas; plasmó un mundo de mujer visto con ojos de mujer. Plasmó un enfoque más realista, en comparación con las generaciones anteriores y pintó la luz como un objeto casi táctil, a menudo con pinceladas gruesas.


Henry Ossawa Tanner, Dunas de arena al atardecer, Atlantic City, 1885.
Es un paisaje lírico y evocador, probablemente de las primeras obras importantes de la temprana madurez de este pintor. Las dunas de arena se construyen con un audaz barrido de playas arrastradas por el viento. Donde se representa la arena, el pintor mezcló realmente arena con sus pigmentos para emular la textura. El agua sólo se vislumbra adelante, avanzando por entre pobre vegetación de matorrales, inclinados por el viento, lo que acentúa la sensación de movimiento. Las dunas parecen tener el mismo movimiento que el océano. El sol, a la derecha, produce algunos tramos de sombra, mientras la luna aparece a través de la bruma de la tarde. Es una obra sorprendente, original y con mucha serenidad.

Henry Tonks, Una avanzada estación vestidor en Francia, 1918, 1918.
Fue maestro de dibujo de personajes famosos, cirujano en el Royal Medical Corps durante la Primera Guerra Mundial. Era una opción adecuada para una comisión del Comité de Memoriales de Guerra Británico para representar una estación de preparación médica avanzada. La pintura captura una escena en medio de una ofensiva alemana en 1918, y aprovecha su experiencia médica para mostrar una amplia gama de lesiones, tratamientos y vendajes.


Francisco Lameyer, Escena en el desierto, 1863, 49,7x33 cm.
Es un paisaje orientalista en el que aparece, dominando el centro de la composición, una caravana de nómadas formada por dos hombres sobre camellos, seguidos a pie por un grupo de mujeres, vestidas con túnicas y cubiertas con manto, con un niño y otros hombres barbados, con túnica y turbante. Las mujeres llevan jarras con agua en la cabeza. Es un tema poco frecuente porque representa un árido desierto, frente a los fértiles oasis o las concurridas ciudades musulmanas. Es una obra de gran vivacidad, que describe bien la atmósfera del desierto y la peculiar luz del norte de África.

Frederic Remington, Su primera lección, 1903, 101,6x69,2 cm.

Este pintor estadounidense refleja en sus obras escenas del oeste de su país como una forma de mitología. En algunos casos, como en esta obra, utiliza fondos monocromos para hacer resaltar no sólo las figuras, sino también sus sombras.



Félix Ziem, Sirenas bajo el agua, 1874, 36,2x66,04 cm. Francia.
Nació en la región de Borgoña y estudió y trabajó como arquitecto. Más tarde la pintura fue pasando de una afición a una carrera después de una visita a Italia, donde se enamoró de la ciudad de Venecia, fuente de inspiración para muchas de sus obras. También pintó bodegones, retratos y paisajes. Se trasladó a Montmartre, el barrio artístico de París, tuvo éxito financiero y ayudó a otros artistas jóvenes. A pesar de su título, no parece una marina ni por su color ni por su composición.

Georges Croegaert, Confidencias, 1889, 67,5x57 cm.
Este pintor belga, academicista, pasó la mayor parte de su carrera en París. Es conocido especialmente por sus pinturas de género de escenas de la sociedad elegante y retratos de mujeres. Tuvo una exitosa carrera y sus pinturas recibieron buenas críticas y fueron buscadas por los coleccionistas. Sus retratos salón de mujeres jóvenes con glamorosos vestidos, de telas suntuosas y en habitaciones de lujo, fueron su mayor éxito, aunque también ganó reputación  con el género de pinturas “cardinales”, representaciones humorísticas de cardenales que participan en actividades mundanas en un entorno de lujo. Sus obras son muy narrativas, con muchos objetos en el fondo que apoyan a la historia de la pintura, tienen un alto grado de acabado, con todo lujo de detalles, y una paleta muy rica.

William Sidney Mount, Crane Neck Across the Marsh, 1841, Crane Neck, Long Island, United States.
Aunque tuvo fama como artista de género, algunas de sus pinturas más interesantes son estudios de paisajes como éste, que captura la luz solar brumosa y refractada en una playa de North Shore con marea baja. En contraste con las escenas de género, realizadas en el estudio, está pintura se ejecutó en gran parte fuera. Cerca del final de su vida el propio Mount concluyó que “mis mejores imágenes son las que pinté al aire libre”.

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