miércoles, 6 de mayo de 2020


Pícnics, flores e incluso alergias.

Son obras de arte que hacen sentir la primavera, porque es posible sentir las emociones propias de la estación sin romper la cuarentena (Artículo de Clara González Freyre, en El País). Este año, con el confinamiento, no podemos acercarnos a parques y jardines para vivir las sensaciones que nos da la primavera, y no otras épocas del año, con sus cambios de temperatura, luz y color, y que provoca respuestas emocionales. Estas obras pueden hacer experimentar esas emociones.



La primavera provoca en la naturaleza muchos cambios. Es la época del sol, del buen tiempo y, sobre todo, de las flores. Muchas nacen en esta época, pero las del almendro son las primeras, incluso anticipándose a la estación, y son el anuncio de las maravillas que vendrán después. Interpretando este renacer, Van Gogh pintó, a principios de 1890, su Almendro en flor.



Otros artistas han inmortalizado el florecer primaveral a lo largo de la historia del arte. Los impresionistas, como buenos amantes de la naturaleza y el aire libre, destacaron en este tipo de obras. Claude Monet fue testigo del paso de las estaciones en su jardín oriental de Giverny, del que nos dejó varias escenas.



El arte contemporáneo no dejó atrás la representación de las flores. La artista estadounidense Georgia O´Keeffe no se limitó a pintarlas, sino que las convirtió en protagonistas de sus obras, con un estilo propio que fusionaba lo figurativo con lo abstracto. No le atraía el tema en sí, sino las formas y los colores.



La otra cara de las flores son las alergias que produce el polen. Los estornudos se vuelven cotidianos como le pasó a Andy Warhol, que se inmortalizó en 1978 en una fotografía tomada con una polaroid conocida como Andy sneezing.



El sol y la buena temperatura nos incitan a salir y realizar actividades al aire libre, como un pícnic, aunque no sea como la escena que representó Manet en Desayuno en la hierba, obra importante en el Salón de los rechazados de 1863, el salón contiguo al oficial que acogía las obras de los artistas que no superaban las expectativas de la Academia. Esta obra fue considerada una obscenidad, por la representación de un desnudo femenino sin buscar amparo en la mitología.



La idea de felicidad primaveral no está sólo en la naturaleza, sino también en la ciudad, en una terraza, como en la obra Plein Air, del pintor catalán Ramón Casas, en la que se consigue captar el ambiente real de la tranquilidad de tomar algo en plena ciudad, incluso respetando las actuales normas de distanciamiento social.



La obra Triunfo de Baco, de Velázquez –su primera representación mitológica-, bautizada por el pueblo madrileño como Los Borrachos, representa el momento en el que Baco regala a los humanos una sustancia con la que evadirse de los problemas y la vida cotidiana: el vino. En estos momentos, el comer o el beber no deben solucionar nuestras preocupaciones.



El dicho “La primavera la sangre altera” tiene visos de ser verdad. La primavera supone un despertar a la vida y, por lo visto, aumentan las hormonas relacionadas con el deseo sexual, como parece sugerir la escena captada por Courbet en El sueño.



Otros artistas, como Rodin, fueron conscientes de la carga erótica de la primavera y eligieron nombres adecuados para sus obras: La eterna primavera, concebida junto con el El Pensador para un grupo escultórico aunque, finalmente, no formó parte de él. Es una variante de El Beso, pero con más carga sensual, plasmando el deseo y la tensión sexual contenida.



Otro artista francés, Pierre-Auguste Cot, que seguía los pasos clasicistas de Bouguereau y Cabanel, hizo lo mismo en su obra La primavera, aunque de forma mucho más sutil.



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