Pícnics, flores e incluso alergias.
Son obras de arte que hacen sentir la primavera, porque
es posible sentir las emociones propias de la estación sin romper la cuarentena
(Artículo de Clara González Freyre, en El País). Este año, con el
confinamiento, no podemos acercarnos a parques y jardines para vivir las
sensaciones que nos da la primavera, y no otras épocas del año, con sus cambios
de temperatura, luz y color, y que provoca respuestas emocionales. Estas obras
pueden hacer experimentar esas emociones.
La primavera
provoca en la naturaleza muchos cambios. Es la época del sol, del buen tiempo
y, sobre todo, de las flores. Muchas nacen en esta época, pero las del almendro
son las primeras, incluso anticipándose a la estación, y son el anuncio de las
maravillas que vendrán después. Interpretando este renacer, Van Gogh pintó, a
principios de 1890, su Almendro en flor.
Otros artistas han inmortalizado el florecer primaveral a
lo largo de la historia del arte. Los impresionistas, como buenos amantes de la
naturaleza y el aire libre, destacaron en este tipo de obras. Claude Monet fue
testigo del paso de las estaciones en su jardín oriental de Giverny, del que
nos dejó varias escenas.
El arte contemporáneo no dejó atrás la representación de
las flores. La artista estadounidense Georgia O´Keeffe no se limitó a
pintarlas, sino que las convirtió en protagonistas de sus obras, con un estilo
propio que fusionaba lo figurativo con lo abstracto. No le atraía el tema en
sí, sino las formas y los colores.
La otra cara de las flores son las alergias que produce
el polen. Los estornudos se vuelven cotidianos como le pasó a Andy Warhol, que
se inmortalizó en 1978 en una fotografía tomada con una polaroid conocida como
Andy sneezing.
El sol y la buena temperatura nos incitan a salir y
realizar actividades al aire libre, como un pícnic, aunque no sea como la
escena que representó Manet en Desayuno en la hierba, obra importante en el
Salón de los rechazados de 1863, el salón contiguo al oficial que acogía las
obras de los artistas que no superaban las expectativas de la Academia. Esta
obra fue considerada una obscenidad, por la representación de un desnudo
femenino sin buscar amparo en la mitología.
La idea de felicidad primaveral no está sólo en la
naturaleza, sino también en la ciudad, en una terraza, como en la obra Plein
Air, del pintor catalán Ramón Casas, en la que se consigue captar el ambiente
real de la tranquilidad de tomar algo en plena ciudad, incluso respetando las
actuales normas de distanciamiento social.
La obra Triunfo de Baco, de Velázquez –su primera
representación mitológica-, bautizada por el pueblo madrileño como Los
Borrachos, representa el momento en el que Baco regala a los humanos una
sustancia con la que evadirse de los problemas y la vida cotidiana: el vino. En
estos momentos, el comer o el beber no deben solucionar nuestras
preocupaciones.
El dicho “La primavera la sangre altera” tiene visos de
ser verdad. La primavera supone un despertar a la vida y, por lo visto,
aumentan las hormonas relacionadas con el deseo sexual, como parece sugerir la
escena captada por Courbet en El sueño.
Otros artistas, como Rodin, fueron conscientes de la
carga erótica de la primavera y eligieron nombres adecuados para sus obras: La
eterna primavera, concebida junto con el El Pensador para un grupo escultórico
aunque, finalmente, no formó parte de él. Es una variante de El Beso, pero con
más carga sensual, plasmando el deseo y la tensión sexual contenida.
Otro artista francés, Pierre-Auguste Cot, que seguía los
pasos clasicistas de Bouguereau y Cabanel, hizo lo mismo en su obra La
primavera, aunque de forma mucho más sutil.
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