Aprender a mirar.
El Museo del Prado nos anima el confinamiento
descifrándonos los mensajes insertos en los cuadros. En este caso se trata de El
jardín de las delicias. EL BOSCO (h. 1505)
Un enigma universal esta gran bola de cristal
Cientos de nudistas, frutas gigantes, animales extraños…
¡Es un mundo caótico y disparatado como el de Alicia en el país de las
maravillas!
A la izquierda, el Paraíso donde Dios Padre presenta Eva
a Adán, ¡la primera pareja de la humanidad! Sus torpes posturas nos indican que
acaban de ser creados. A su lado está el Árbol de la vida.
A la derecha, el Infierno un lugar oscuro y aterrador lleno
de llamas, de humo… e invadido por monstruos diabólicos y terribles castigos.
¡Se trata de una prisión siniestra y perversa!
…Y en el centro, ¿qué puede separar el Paraíso del
Infierno? El Pecado y la tentación. En un jardín «delicioso» un sinfín de jóvenes
se entrega al placer y la diversión. Buscan y devoran frutas sin límite, ni
control: ¡no tienen vergüenza alguna! Son pecadores glotones, inconscientes y
avariciosos que van a ir a parar al Infierno.
Por fuera de este cuadro-armario encontramos una gran
bola de cristal que contiene el mundo en el tercer día de su Creación: la
Tierra aun vacía, sin animales, ni humanos; sólo con agua y vegetación.
Desde una esquina, Dios la mira como Creador:
¿Qué se puede ver en esta bola de adivino?
Un mundo apacible y tranquilo que nos da a entender que
los juerguistas del interior se han olvidado de la obra inmensa de Dios.
Esta pintura nos habla de los pecados de los hombres y de
su destino fatal. Con ella, su autor, el Bosco, nos traslada a la mentalidad de
hace 500 años, un tiempo en el que los vicios y los excesos estaban muy mal
vistos.
… aéreos, marinos y terrestres!
Infinidad de especies animales fantásticas y reales
–pájaros, osos, peces con alas, sirenas, unicornios o camellos– nos recuerdan
la esencia animal del ser humano: cuando actúa de manera instintiva sin
dominio, ni razón. ¡En el centro una cabalgata de bestias salvajes montadas por
hombres da vueltas en redondo, como si fuera un tiovivo!
EL JUEGO DE LA IMAGINACIÓN
El Bosco fue un artista muy original: recurrió a la
fantasía para explicar el comportamiento humano ante las tentaciones malévolas
de la vida. Tan pronto inventaba criaturas infernales combinando partes de
distintos animales –como el pájaro que traga hombres en una silla–, como
representaba los placeres terrenales con frutos rojos: fresas, frambuesas…
¿Cuál es el símbolo de la tentación?
La serpiente que está enrollada en el árbol del bien y
del mal: una palmera situada sobre una roca con cara humana.
En el Infierno, ¿quién puede ser el demonio?
El hombre-árbol seco que tiene barcas en lugar de pies y
una taberna en su panza. ¡Es como un esqueleto!
¿Qué sensación os da la burbuja resquebrajada de cristal
o las extrañas torres del fondo?
De algo frágil e inseguro, como es este mundo al revés.
EL Bosco no debió pintar solo este cuadro, ni tampoco
otros tantos que realizó repletos de detalles del tamaño de una pulga o un
alfiler. En su taller trabajaron con él, día y noche, aprendices y ayudantes
que le echaban una mano con todos sus encargos.
Como si fuera una alfombra o un tapiz, esta pintura no
transmite ninguna profundidad. ¡La línea del horizonte está muy arriba pues El
Bosco no dominaba la perspectiva! Las tres escenas se organizan en sucesivas
bandas de color sobre las que se han pintado las figuras encima.
¿Para qué lugar se pintó? Como podréis imaginar, para
ninguna iglesia o catedral pues, ¡vaya escándalo de obra! Se hizo para un
castillo, el de los Nassau en Bruselas; aunque, tras morir el pintor, Felipe II
de España la compró para el monasterio de El Escorial, donde permaneció hasta
1939.
Poco antes, en 1492, Cristóbal Colón descubrió América:
¡un hallazgo que revolucionó al mundo entero y cambió por siempre los mapas,
los globos terráqueos y las rutas de navegación! ¡Así es que cuando se pintó
este cuadro no había duda de que la Tierra no era plana, sino redonda!
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