lunes, 3 de junio de 2019


Museo Guggemheim.




Las autoridades vascas, buscando estimular la economía tras la obsolescencia de los sectores clásicos y pensando en el turismo como nuevo motor, entablaron negociaciones con los directivos de la Fundación Guggenheim en 1991, llegándose a un acuerdo sobre el emplazamiento y el arquitecto, el canadiense Frank O. Gehry. Fue inaugurado en 1997 y, a pesar de las críticas que había recibido por su coste, carácter experimental, e incluso Jorge Oteiza lo llamó “Fábrica de quesos”, etc., el éxito fue inmediato, constituyéndose en el más poderoso atractivo.



El enorme e innovador edificio, que está al lado del puente de La Salve, está construido en piedra
caliza, cristal y planchas de titanio, y tiene unas imposibles formas curvilíneas y retorcidas, unos contornos casi orgánicos. Se dice que no tiene una sola superficie plana en toda su estructura. Puede querer ser un barco ascendiendo por la ría o un pez de brillantes escamas o, visto desde arriba, una flor. El interior parece menos desordenado que el exterior, se extiende bajo el puente de La Salve, y presenta una gran estructura de barras metálicas inclinadas. Como contrapunto, hay formas más racionales como las ventanas, con formas rectas.



En la pequeña plaza que precede a la entrada está Puppy, un gigantesco perro hecho de flores naturales, pero en mayo y octubre se cambian las flores y no puede verse. Desde aquí el edificio se ve más pequeño y estable que desde la ría. El acceso es directo al gran vestíbulo, de 50 m de altura con planta en forma de flor y con un enorme pilar en el centro. Desde aquí se ven los ascensores, pasarelas y escaleras a las plantas superiores. El espacio más grande es la Gran Sala, con forma exterior de pez, en la planta baja. En cada planta hay tres salas seguidas, con luz cenital a través de lucernarios.



Desde el paseo son visibles algunas de las obras. A la entrada está el citado Puppy, un cachorro canino de la raza West Highland White Terrier, de grandes dimensiones, obra del estadounidense Jeff Koons. En el paseo de la ría sorprende Maman, una gran escultura con forma de araña capaz de tejer la tela de los afectos y quedar atrapada en ellos, de la francesa-americana Louise Bourgeois, en bronce, acero inoxidable y mármol. Reflejando sus brillantes esferas en uno de los estanques está Tall Tree and the Eye, de
Anish Kapoor. En el exterior, pero accediendo desde el museo, pueden contemplarse los Tulipanes, de la serie Celebration del americano Jeff Koons, que quería transformar objetos banales en obras seductoras, como estos tulipanes, a manera de globos, hechos en acero inoxidable y pulidos hasta obtener el efecto de espejo.


Desde 2005 forma parte de la colección permanente La materia del tiempo, una serie de siete esculturas monumentales (Torsión espiral, Torsión elíptica, Serpiente, etc.) creadas por el estadounidense Richard Serra en acero corten. Ocupan una sala de 3.000 m2 que se adentra bajo el puente de La Salve y pretenden, de forma innovadora, cambiar la relación del espectador con el tiempo.



Otras esculturas, aunque de menor tamaño, son las de Jorge Oteiza, “Caja metafísica por conjunción de dos triedros. Homenaje a Leonardo” y “Caja vacía con gran apertura”. De sus años experimentales extrajo el viaje desde el aumento de la expresividad y de la cantidad de materia, al apagamiento de la expresión, la desocupación de la materia y el papel predominante del espacio. El papel del espectador aumenta y se activa frente al vacío de la escultura. De la relectura de Kandinsky, Mondrian, Malevich, etc., se originó el vaciamiento de cuerpos geométricos simples, como el cubo, un espacio vacío que puede llenarse de energía espiritual. Frente a las obras metálicas de Oteiza está “Lo profundo es el aire”, de Eduardo Chillida, en mármol.



En cuanto a la pintura, en la colección permanente pueden verse obras importantes como “Sin título”, de Mark Rothko, que rechaza que se interprete su obra en términos estéticos y que quiere expresar emociones humanas fundamentales, atrapando al espectador en cuadros de grandes dimensiones que sobrepasan los límites de la visión si se está cerca.  También están presentes artistas como Andy Warhol (Ciento cincuenta Marilyns multicolores), Gerhard Richter (Marinas), Cy Twombly (Nueve discursos sobre 
Cómodo
), Anselm Kiefer (Las célebres órdenes de la noche), etc.



La colección temporal es “Una mirada atrás: Giorgio Morandi y los maestros antiguos”, haciendo referencia a la influencia de los maestros clásicos de los siglos XVI a XVIII. Su idea del arte se sintetiza en la frase “Se puede viajar por el mundo y no ver nada. Para lograr entenderlo no es necesario ver muchas cosas, sino mirar intensamente lo que ves”. En “Natura morta, 1920”, uno de sus famosos bodegones, toma de la pintura metafísica la simplicidad de las cosas cotidianas. El alineamiento de los objetos produce un efecto de serenidad y armonía mientras las sombras refuerzan el volumen.

Los sentimientos y las imágenes que suscita el mundo visible en nosotros son muy difíciles de expresar o quizá inexpresables mediante palabras, pues están definidos por formas, colores, espacio y luz”. Las obras de artistas españoles como Murillo, Velázquez, el Greco o Zurbarán le influyeron en la iluminación o sobriedad de las escenas, lo que plasma en obras como “Natura morta, 1942” que tiene solamente dos objetos, destacando especialmente la luz plateada. En Winterthur (Suiza) vio las pinturas de Jean-Baptiste Simeon Chardin, afamado pintor del siglo XVIII conocido como el maestro del silencio y de la luz, fijándose especialmente en el cuadro “El castillo de naipes”, que emuló en “Naturaleza muerta, 1956”.




El arte más actual está representado por el videoarte, la videoinstalación y la imagen en movimiento de Jenny Holzer en “Lo indescriptible”, título tomado de una poesía de Anna Swir. De los panfletos (testimonios de refugiados, carteles, pinturas sobre documentos gubernamentales desclasificados), grabados en piedra (sus célebres bancos), giró hacia los textos volátiles (letreros electrónicos), mucho más conocidos y visualmente impactantes. Sus obras transmiten las mil caras de la artista, la políticamente concienciada, la feminista, la mujer, etc., y suya es la primera impresión que se tiene al visitar el museo, ya en el atrio.





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