Museo Guggemheim.
Las autoridades
vascas, buscando estimular la economía tras la obsolescencia de los sectores
clásicos y pensando en el turismo como nuevo motor, entablaron negociaciones
con los directivos de la Fundación Guggenheim en 1991, llegándose a un acuerdo
sobre el emplazamiento y el arquitecto, el canadiense Frank O. Gehry. Fue inaugurado en 1997 y, a pesar de las críticas
que había recibido por su coste, carácter experimental, e incluso Jorge Oteiza
lo llamó “Fábrica de quesos”, etc.,
el éxito fue inmediato, constituyéndose en el más poderoso atractivo.
El enorme e
innovador edificio, que está al lado del puente
de La Salve, está construido en piedra
caliza, cristal y planchas de
titanio, y tiene unas imposibles formas curvilíneas y retorcidas, unos
contornos casi orgánicos. Se dice que no tiene una sola superficie plana en
toda su estructura. Puede querer ser un barco ascendiendo por la ría o un pez
de brillantes escamas o, visto desde arriba, una flor. El interior parece menos
desordenado que el exterior, se extiende bajo el puente de La Salve, y presenta
una gran estructura de barras metálicas inclinadas. Como contrapunto, hay
formas más racionales como las ventanas, con formas rectas.
En la pequeña plaza
que precede a la entrada está Puppy, un gigantesco perro hecho de flores
naturales, pero en mayo y octubre se cambian las flores y no puede verse. Desde
aquí el edificio se ve más pequeño y estable que desde la ría. El acceso es
directo al gran vestíbulo, de 50 m de altura con planta en forma de flor y con
un enorme pilar en el centro. Desde aquí se ven los ascensores, pasarelas y
escaleras a las plantas superiores. El espacio más grande es la Gran Sala, con
forma exterior de pez, en la planta baja. En cada planta hay tres salas
seguidas, con luz cenital a través de lucernarios.
Desde el paseo son
visibles algunas de las obras. A la entrada está el citado Puppy, un cachorro canino de la raza West Highland White Terrier,
de grandes dimensiones, obra del estadounidense Jeff Koons. En el paseo de la
ría sorprende Maman, una gran
escultura con forma de araña capaz de tejer la tela de los afectos y quedar
atrapada en ellos, de la francesa-americana Louise Bourgeois, en bronce, acero
inoxidable y mármol. Reflejando sus brillantes esferas en uno de los estanques
está Tall Tree and the Eye, de
Anish
Kapoor. En el exterior, pero accediendo desde el museo, pueden contemplarse los
Tulipanes, de la serie Celebration
del americano Jeff Koons, que quería transformar objetos banales en obras
seductoras, como estos tulipanes, a manera de globos, hechos en acero
inoxidable y pulidos hasta obtener el efecto de espejo.
Desde 2005 forma
parte de la colección permanente La
materia del tiempo, una serie de siete esculturas monumentales (Torsión
espiral, Torsión elíptica, Serpiente, etc.) creadas por el estadounidense
Richard Serra en acero corten. Ocupan una sala de 3.000 m2 que se
adentra bajo el puente de La Salve y pretenden, de forma innovadora, cambiar la
relación del espectador con el tiempo.
Otras esculturas,
aunque de menor tamaño, son las de Jorge Oteiza, “Caja metafísica por conjunción de dos triedros. Homenaje a Leonardo”
y “Caja vacía con gran apertura”. De
sus años experimentales extrajo el viaje desde el aumento de la expresividad y
de la cantidad de materia, al apagamiento de la expresión, la desocupación de
la materia y el papel predominante del espacio. El papel del espectador aumenta
y se activa frente al vacío de la escultura. De la relectura de Kandinsky,
Mondrian, Malevich, etc., se originó el vaciamiento de cuerpos geométricos
simples, como el cubo, un espacio vacío que puede llenarse de energía
espiritual. Frente a las obras metálicas de Oteiza está “Lo profundo es el aire”, de Eduardo Chillida, en mármol.
En cuanto a la
pintura, en la colección permanente pueden verse obras importantes como “Sin título”, de Mark Rothko, que
rechaza que se interprete su obra en términos estéticos y que quiere expresar
emociones humanas fundamentales, atrapando al espectador en cuadros de grandes
dimensiones que sobrepasan los límites de la visión si se está cerca. También están presentes artistas como Andy
Warhol (Ciento cincuenta Marilyns
multicolores), Gerhard Richter (Marinas),
Cy Twombly (Nueve discursos sobre
Cómodo), Anselm Kiefer (Las célebres órdenes de la noche), etc.
Cómodo), Anselm Kiefer (Las célebres órdenes de la noche), etc.
La colección
temporal es “Una mirada atrás: Giorgio Morandi y los maestros antiguos”,
haciendo referencia a la influencia de los maestros clásicos de los siglos XVI
a XVIII. Su idea del arte se sintetiza en la frase “Se puede viajar por el mundo y no ver nada. Para lograr entenderlo no
es necesario ver muchas cosas, sino mirar intensamente lo que ves”. En “Natura morta, 1920”, uno de sus famosos
bodegones, toma de la pintura metafísica la simplicidad de las cosas
cotidianas. El alineamiento de los objetos produce un efecto de serenidad y
armonía mientras las sombras refuerzan el volumen.
“Los sentimientos y las imágenes que suscita
el mundo visible en nosotros son muy difíciles de expresar o quizá
inexpresables mediante palabras, pues están definidos por formas, colores,
espacio y luz”. Las obras de artistas españoles como Murillo, Velázquez, el
Greco o Zurbarán le influyeron en la iluminación o sobriedad de las escenas, lo
que plasma en obras como “Natura morta,
1942” que tiene solamente dos objetos, destacando especialmente la luz
plateada. En Winterthur (Suiza) vio las pinturas de Jean-Baptiste Simeon
Chardin, afamado pintor del siglo XVIII conocido como el maestro del silencio y
de la luz, fijándose especialmente en el cuadro “El castillo de naipes”, que
emuló en “Naturaleza muerta, 1956”.
El arte más actual
está representado por el videoarte, la videoinstalación y la imagen en
movimiento de Jenny Holzer en “Lo
indescriptible”, título tomado de una poesía de Anna Swir. De los panfletos
(testimonios de refugiados, carteles, pinturas sobre documentos gubernamentales
desclasificados), grabados en piedra (sus célebres bancos), giró hacia los
textos volátiles (letreros electrónicos), mucho más conocidos y visualmente
impactantes. Sus obras transmiten las mil caras de la artista, la políticamente
concienciada, la feminista, la mujer, etc., y suya es la primera impresión que
se tiene al visitar el museo, ya en el atrio.
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