martes, 9 de abril de 2019


Achelense.


En la sección de Prehistoria del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares, se ha añadido una vitrina referida al periodo Achelense, cuyo origen localiza en África hace 1,7 millones de años.


A los pies del cráter del Ngorongoro y al sur de la llanura del Serengeti se localiza la garganta de Olduvai, gran cicatriz en pleno valle del Rift, con cien metros de profundidad, que comenzó a formarse hace apenas doscientos mil años gracias a la erosión fluvial, cuyos sedimentos han permitido establecer la historia geológica local. El entorno cada vez más fluvial, las condiciones ecológicas favorables que sostuvieron una gran diversidad faunística, fueron un polo de atracción para nuestros antepasados, por lo que la riqueza arqueológica es excepcional.


El achelense se caracteriza por la capacidad para producir grandes lascas de piedra y la elaboración de diversos tipos de instrumental como bifaces, picos, hendedores, etc. Comporta la aparición de habilidades técnicas, funcionales y cognitivas más complejas que las anteriores. Se documenta en África hace 1,8 m.a. coincidiendo con un deterioro climático y aridez en la sabana y con el florecimiento del Homo ergaster. El yacimiento más excepcional, por varias razones, es el FLK West.


Los estudios paleoecológicos muestran una clara diversidad de contextos ambientales. Los paisajes de sabana son predominantes por la abundancia de especies animales bien adaptadas, aunque aparecen también las adaptadas a medios acuáticos y más arbóreos. Hay escasa presencia de carnívoros y sí de huellas de la actividad humana que aquí accedió a recursos cárnicos de calidad.


Los materiales presentados son varios. Esferoides de cuarzo, que son probablemente el resultado de la combinación de procesos de explotación con un intenso machacado posterior, y que reflejan la importancia de las actividades de percusión en el procesamiento de los recursos del entorno.


Núcleos y lascas. Un objetivo fundamental de los comportamientos técnicos era la explotación de núcleos, cantos, para producir fragmentos, lascas, con filos cortantes. Su papel fue muy importante en actividades de carnicería y procesamiento vegetal. Las rocas disponibles eran cuarzo, basalto, sílex, y los modelos incluían talla unifacial, bifacial, multifacial.


Un rasgo característico es la explotación de grandes bloques de piedra para extraer lascas grandes, lo que requería un conocimiento más complejo de la talla lítica, por lo que no suelen aparecen en los yacimientos arqueológicos.


Las lascas grandes tenían cualidades muy ventajosas: piezas grandes, delgadas, fáciles de transformar y con abundantes filos naturales. Podían utilizarse directamente o servir de soporte para su transformación en otros tipos de instrumental.


La mayor parte del instrumental de gran formato encontrado se compone de artefactos poco estandarizados, con predominio de tabletas y bloques planos de cuarzo que se tallan para conseguir extremos apuntados y segmentos cortantes. Estas piezas jugaron un papel cada vez más importante.


Hay una pieza excepcional. Es un bifaz de basalto olivino de grandes dimensiones y peso, de un material traído de lejos, de cuidada talla bifacial, de estandarizada morfología con simetría bilateral, que no se corresponde con las demás piezas encontradas. Sugiere la presencia de cualidades cognitivas y quizá estéticas que se suponían propias de momentos más avanzados.


Restos de fauna. Junto de dientes de animales propios de medios abiertos (elefante, cebra, antílope), aparecen rumiantes de medios más arbustivos (otros antílopes). Los cocodrilos e hipopótamos indican la cercanía de cursos de agua. También se ha encontrado un molar de hiena, por lo que carnívoros y humanos competirían por los recursos.


Aunque esta visita al M.A.R. ha tenido como objetivo esta modificación en el apartado Prehistoria, debe servir también para ver de nuevo otros elementos. El Museo señala una serie de piezas de las que “no puedes perderte”:




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