Achelense.
En la sección de Prehistoria del Museo Arqueológico
Regional de la Comunidad de Madrid, en Alcalá de Henares, se ha añadido una
vitrina referida al periodo Achelense, cuyo origen localiza en África hace 1,7
millones de años.
A los pies del cráter del Ngorongoro y al sur de la
llanura del Serengeti se localiza la garganta de Olduvai, gran cicatriz en
pleno valle del Rift, con cien metros de profundidad, que comenzó a formarse
hace apenas doscientos mil años gracias a la erosión fluvial, cuyos sedimentos
han permitido establecer la historia geológica local. El entorno cada vez más
fluvial, las condiciones ecológicas favorables que sostuvieron una gran
diversidad faunística, fueron un polo de atracción para nuestros antepasados,
por lo que la riqueza arqueológica es excepcional.
El achelense se caracteriza por la capacidad para
producir grandes lascas de piedra y la elaboración de diversos tipos de
instrumental como bifaces, picos, hendedores, etc. Comporta la aparición de
habilidades técnicas, funcionales y cognitivas más complejas que las
anteriores. Se documenta en África hace 1,8 m.a. coincidiendo con un deterioro
climático y aridez en la sabana y con el florecimiento del Homo ergaster. El
yacimiento más excepcional, por varias razones, es el FLK West.
Los estudios paleoecológicos muestran una clara
diversidad de contextos ambientales. Los paisajes de sabana son predominantes
por la abundancia de especies animales bien adaptadas, aunque aparecen también
las adaptadas a medios acuáticos y más arbóreos. Hay escasa presencia de
carnívoros y sí de huellas de la actividad humana que aquí accedió a recursos
cárnicos de calidad.
Los materiales presentados son varios. Esferoides de cuarzo, que son
probablemente el resultado de la combinación de procesos de explotación con un
intenso machacado posterior, y que reflejan la importancia de las actividades
de percusión en el procesamiento de los recursos del entorno.
Núcleos y lascas. Un objetivo fundamental de los
comportamientos técnicos era la explotación de núcleos, cantos, para producir
fragmentos, lascas, con filos cortantes. Su papel fue muy importante en
actividades de carnicería y procesamiento vegetal. Las rocas disponibles eran
cuarzo, basalto, sílex, y los modelos incluían talla unifacial, bifacial,
multifacial.
Un rasgo característico es la explotación de grandes
bloques de piedra para extraer lascas grandes, lo que requería un conocimiento
más complejo de la talla lítica, por lo que no suelen aparecen en los
yacimientos arqueológicos.
Las lascas grandes tenían cualidades muy ventajosas:
piezas grandes, delgadas, fáciles de transformar y con abundantes filos
naturales. Podían utilizarse directamente o servir de soporte para su
transformación en otros tipos de instrumental.
La mayor parte del instrumental de gran formato
encontrado se compone de artefactos poco estandarizados, con predominio de
tabletas y bloques planos de cuarzo que se tallan para conseguir extremos
apuntados y segmentos cortantes. Estas piezas jugaron un papel cada vez más
importante.
Hay una pieza excepcional. Es un bifaz de basalto olivino
de grandes dimensiones y peso, de un material traído de lejos, de cuidada talla
bifacial, de estandarizada morfología con simetría bilateral, que no se
corresponde con las demás piezas encontradas. Sugiere la presencia de
cualidades cognitivas y quizá estéticas que se suponían propias de momentos más
avanzados.
Restos de fauna. Junto de dientes de animales propios de medios
abiertos (elefante, cebra, antílope), aparecen rumiantes de medios más
arbustivos (otros antílopes). Los cocodrilos e hipopótamos indican la cercanía
de cursos de agua. También se ha encontrado un molar de hiena, por lo que
carnívoros y humanos competirían por los recursos.
Aunque esta visita al M.A.R. ha tenido como objetivo esta
modificación en el apartado Prehistoria, debe servir también para ver de nuevo
otros elementos. El Museo señala una serie de piezas de las que “no puedes perderte”:
No hay comentarios:
Publicar un comentario