jueves, 21 de marzo de 2019


Santiago de Compostela

La vía férrea separa, como en otros lugares, distintos barrios de esta ciudad, dejando al este, en las dulces riberas del Sar, la curiosa parroquia de Santa María del Sar (románica) y los nuevos edificios de la Cidade da Cultura, en alto, y el Mutiusos Fontes do Sar. Al oeste de la vía, sale desde la estación la Rúa do Hórreo (Parlamento de Galicia) que lleva a la Rúa da Senra, circunvalación de la zona antigua. Por la Rúa das Orfas, Cantón do Toural y Plaza do Toural se llega a las rúas do Villar, Nova y do Franco, ejes aproximadamente paralelos que llevan hasta la calle Fonseca, hasta la catedral. La Unesco declaró Patrimonio de la Humanidad, en 1985, a todo este conjunto de la ciudad antigua, dominado por la figura de Santiago, a pesar de que su patrón es San Roque y su patrona Santa Susana.



La toponimia del lugar es dudosa y las interpretaciones variadas, desde la latina campus stellae (campo de la estrella, descubrimiento del cuerpo en el siglo IX), pasando por compositum tellus (tierra compuesta o hermosa), hasta composita (arreglada), situándose esta última acepción en la primera mitad del s. XI, tras la destrucción de la ciudad por Almanzor. El lugar fue poblado romano abandonado en el periodo del Reino Suevo y santuario medieval destruido por Almanzor, viviendo sus momentos de mayor esplendor en la Edad Moderna, con la fundación de la Universidad (Fonseca), y en el barroco.

El centro neurálgico del óvalo de esta ciudad antigua es la Plaza del Obradoiro, cuyo nombre parece derivar del taller u obrador de canteros que existía durante la construcción de la catedral, siglo XII. El Palacio de Gelmírez, siglos XII-XIII completó ese lado. Después, la plaza fue ocupando sus restantes tres caras con el Hospital de los Reyes Católicos, de principios del s. XVI en estilo renacentista plateresco, el Colegio de San Jerónimo, del s. XVI aunque la portada es románica, perteneciente al antiguo Hospital de la Azabachería, y, finalmente, el Palacio de Rajoy en el s. XVIII. En el barroco, ss. XVII-XVIII, la plaza cambió de aspecto con la nueva fachada de la catedral.
 
Santa Susana
Adentrarse en este mundo de granito, de grandes losas, en este mundo gris de edificios imponentes, es uno de los placeres que proporciona esta ciudad. Ruar por estas callejas estrechas, apretadas, es un salto en el tiempo, aunque ahora esté todo orientado a cubrir las necesidades (y los lujos, porque hay muchas joyerías) de la enorme invasión turística. Las estrechas calles se ven iluminadas por pequeñas placitas, como la deliciosa de Fonseca, en la Rúa do Franco, frente a la Biblioteca Universitaria Fonseca. También la catedral está rodeada de plazas, más grandes, como la de Platerías, Quintana y Azabachería.



De entre la gran oferta hostelera, en algún caso muy vulgar, pueden destacarse ciertos establecimientos que resultan curiosos. Por ejemplo, en la Rúa do Villar está el café Casino, que contrasta con casi todo lo circundante por su comodidad y tranquilidad. En una ocasión vi aquí la ceremonia teatralizada de la preparación de una queimada, pero parece que ya no lo hacen. La dueña me cuenta que el “artista” (Manoliño) está menos disponible. También es muy tranquila la cafetería del Hostal de los Reyes Católicos.

Cuando llega el momento de recuperar fuerzas, tenemos otro objetivo. Atendiendo la amable sugerencia de Sussi, que nos la ha recomendado, vamos a la Taberna “O gato negro” y tardamos un poco en encontrarla. Está en la Rúa da Raíña, intercalada entre las Rúas do Villar y Franco, en un rincón. Es una deliciosa taberna, con sabor antiguo, donde lo importante no es el local, ni el mobiliario, ni la “comodidad” de los taburetes, sino el retroceder en el tiempo disfrutando de la amabilidad del dueño y las camareras y la exquisitez de su comida y bebida.



Repuestos de los largos paseos, podemos seguir recorriendo los límites de este óvalo central. Desde la Plaza del Obradoiro, pasando entre el Palacio de Gelmirez y el Hostal de los Reyes Católicos, sale la calle San Francisco (Facultad de Medicina) y se llega a la Iglesia de San Francisco (misa del peregrino ahora que la catedral está en obras) y al parque Juan XXIII. De nuevo en la plaza, se baja entre el Palacio de Rajoy el Hostal de los Reyes Católicos por la empinada calle Costa do Cristo y en la primera a la derecha, la calle Entrerríos, está el nuevo Centro de Atención a los peregrinos. También desde la plaza queda muy cerca la Plaza de la Inmaculada, frente a la fachada de la Azabachería de la Catedral, donde puede admirarse el barroco y magnífico Monasterio de San “Martiño” Pinario.



En el extremo contrario a la Catedral, al final de la Rúa do Franco, se llega, cruzando la calle de nombre tan emblemático como Campo da Estrela, a la Alameda, uno de los parques de la ciudad. En uno de los bancos está sentado, esperando entablar conversación, D. Ramón María del Valle-Inclán. Pero las protagonistas indiscutibles son las hermanas Fandiño Ricart, Maruxa y Coralia, fallecidas en los años 80 del siglo pasado, que pertenecieron a una familia numerosa, anarco-sindicalista, de Santiago y que fueron represaliadas durante la dictadura franquista. Se las conocía como “As Marías” y “As dúas en punto”, y su colorista vestimenta contrasta con lo oscuro de su vida, poniendo un agradable final a la visita a esta ciudad.



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