miércoles, 27 de marzo de 2019


A Coruña


El nombre de esta ciudad tiene un origen incierto: del latín acrunia (península, en el s. XII aparece como Crunia), corona (lugar alto), Corono o Cronos (Columnas de Hércules o de Crono, idea de alto como las acrópolis), Cruinne (divinidad suprema celta), Cornia (cuerno geográfico, como Cornualles), raíz prerromana Cor (roca, dureza, como Corcubión).

La península que acoge a la ciudad vieja se une a tierra firme por un estrecho istmo, por lo que tiene dos fachadas marítimas, una hacia el mar abierto (playas urbanas de Riazor y Orzán) y otra hacia la ría, la portuaria (importante puerto histórico, Brigantium). Es en esta zona donde la leyenda sitúa la lucha de Hércules, que le venía persiguiendo desde Cádiz, contra Gerión, un rey venido de Troya, que quedó vencido, decapitado y enterrado en los cimientos del faro. En el escudo figura una calavera con dos tibias, representando la leyenda, junto al faro o Torre de Hércules, construido en los siglos I-II.

Desde la estación de ferrocarril vamos, pasando por el impresionante Palacio de la Ópera, a la playa de Riazor, en la Ciudad Deportiva, donde comenzamos el largo paseo marítimo, cuyos inicios están en los proyectos de principios del siglo XX, realizado mediante la conexión de distintos tramos inconexos desde los años 90 del siglo XX hasta 2011. Recorre la franja costera excepto alguna zona como la portuaria.

El espigón amurallado conocido como “La Coiraza”, del s. XVIII, es el único vestigio de las murallas y fortificaciones que se extendían desde el Orzán al Puerto para proteger el arrabal de la Pescadería. Las obras datan del s. XV, con dos puertas de tierra abiertas en sendas torres, la de Arriba y la de Abajo. Este punto divide la playa en dos, Riazor y Orzán, donde están los museos científicos Domus o Casa del hombre (dedicado al ser humano) y el Aquarium. El día es soleado y la temperatura agradable, aunque sopla un viento algo fuerte.

El paseo gira a la derecha dejando a la izquierda una gran zona dominada por la altura del simbólico faro o Torre de Hércules, que fue circular y ha quedado de planta cuadrada después de la restauración del s. XVIII. También queda a la izquierda el antiguo parque de artillería y salimos de nuevo al mar en la ría, en la ensenada de San Amaro (Club del Mar). El paseo sigue en dirección sureste hasta el dique de abrigo que lleva hasta el moderno edificio de Control Marítimo. Algo más abajo queda el Castillo de San Antón, construido en el s. XVI en un pequeño islote, que contribuyó a la defensa de la ciudad. El sol en lo alto y la brisa en la cara.



Abandonando el paseo, que tiene una longitud de casi 16 kilómetros, nos internamos en la Ciudad Vieja y, bordeando la zona donde está la Colegiata de Santa María (románico tardío, ss. XII-XIII), pasamos por la iglesia de Santiago (ss. XII-XIII, tradición románica; en su atrio se reunían las autoridades durante los ss. XIV-XV. En el tímpano de la fachada oeste se representa a Santiago a caballo. Estuvo rodeada de cementerio del que quedan sepulcros adosados que dan a la calle) y por la casa donde vivió Rosalía de Castro y su familia antes de llegar a la grandiosa plaza de María Pita –con una gran estatua de la heroína-, presidida por el modernista Ayuntamiento, de finales del s. XIX.



María Pita, en realidad Mayor Fernández da Cámara Pita, nació hacia 1564 y es conocida por el episodio ocurrido en 1589, un año después de la fallida empresa de la Armada Invencible contra Inglaterra, cuando los ingleses, bajo el mando del corsario Francis Drake, devolvieron el golpe con el objetivo era arrebatar a Felipe II la corona de Portugal. En pleno asedio, mató al alférez inglés y le arrebató su bandera, se dice que por la rabia que sintió tras el asesinato de su segundo marido. Al grito de “Quien tenga honra que me siga” consiguió repeler a los ingleses, por lo que recibió del rey una pensión y el título de “soldado aventajado”.

Tuvo una vida privada muy intensa por su carácter controvertido, viéndose envuelta en numerosos pleitos. En su juventud fue panadera, tabernera y mercera y casó en cuatro ocasiones. Su primer marido era agricultor y carnicero y, al morir en 1587, la dejó con una hija y la herencia de unas tierras y propiedades que le permitieron vivir de forma holgada. En el mismo año, 1587, casó con su segundo marido, también carnicero, que falleció en el cerco inglés de 1589, sin dejar descendencia. Ese mismo año, 1589, casó con un contramaestre de navío, de origen andaluz, que murió entre 1592 y 1595, con el que tuvo otra hija. En 1599 celebró su cuarto y último casamiento con un escudero de la Real Audiencia, que falleció en 1613 dejando dos hijos, bastantes bienes y la cláusula testamentaria de que lo perdería todo, incluso la custodia de sus hijos, si se volvía a casar.

Tuvo pleitos con taberneros a los que vendía vino y se dedicó al préstamo de dinero, afición heredada de su madre, de donde procedían la mayor parte de sus rentas. En 1596, tras perder un pleito, fue desterrada de la ciudad por dos años. Tuvo tres domicilios diferentes en la ciudad. En 1633 ejercía de carcelera y murió en 1643.


Las calles que dan a la plaza son un buen lugar para tomar el aperitivo o comer. Desde la plaza de María Pita se sale hacia el puerto por la modernista Casa Rey (Julio Galán, 1911) que muestra cornisa rizada, cerámica vidriada de inspiración mudéjar y balcones de fundición. Las fachadas unidas que dan al puerto son la esencia de esta ciudad de cristal. Adyacentes a esta zona portuaria están los Jardines de Méndez Núñez, en el centro de la Pescadería, los más antiguos de la ciudad puesto que datan de mediados del siglo XIX. En ellos encontramos monumentos a Emilia Pardo Bazán, Alfonso Molina, Curros Enríquez y John Lennon, edificios modernistas como La Terraza o el Quiosco Alfonso y los curiosos reloj y calendario florales. Las estatuas son excrementadas sin piedad por las abundantes gaviotas que se posan en las cabezas, a las que usan como atalaya. Desde aquí, vuelta a la estación del ferrocarril.




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