jueves, 28 de febrero de 2019

El Henares desde Jadraque al Sorbe.

Finalizando el recorrido por el río Cañamares llego a Jadraque, punto de partida de una nueva ruta acompañando al Henares. Desde las cercanías del castillo se ve perfectamente la línea ondulada que dibuja la vegetación ripícola del Henares y cómo se le une la del Bornova, uno de los objetivos de hoy.


Río Henares
El día asoma despejado y magnífico, es una prometedora mañana. Desde Jadraque se sale por la carretera CM-1000 en dirección a la Estación de ferrocarril y poco después, mientras despierta al día el campo, se cruza el Henares, río calmo, silencioso, de curso lento y perezoso, el paso de un río pensativo. Los desnudos chopos de la ribera, desvestidas sus ramas por el invierno, nos dejan entrever el castillo en lo alto, hierático vigía en su cumbre, solitario y aislado en el cerro que domina. La fortaleza se yergue como una aguerrida presencia sobre el valle. En una rotonda giramos a la izquierda, por la CM-101, que seguimos hasta cruzar el Bornova, que baja con una orientación N-S. Tomamos una carreterita en bastante mal estado que sigue paralela al Bornova, al S.


Río Bornova
La mañana es azul y radiante, de calor primaveral en pleno febrero. Cedió el invierno. El terreno está muy seco, hace mucho tiempo que no llueve. La tierra sin vejez de los campos, seca y aterronada. La tierra parda cortada en líneas paralelas por los surcos del arado. La llanura cultivada recorrida sinuosamente por el río exhibe sus terrenos labrantíos hasta la vegetación junto al cauce, la arboleda que el río va regando, encerrado en su cauce arbolado. El agua es como la conciencia del paisaje. Los árboles contra el cielo. Alguna encina solitaria mantiene el recuerdo del bosque primigenio. En el resto, escasas zonas de arbusto con algún árbol en las lindes entre las fincas. Predomina el marrón.

Carrascosa de Henares
El río seguirá hacia el S hasta encontrarse con el Henares, pero la carretera gira a la derecha y, paralela a la vía del ferrocarril y al Henares, llega a Carrascosa de Henares, tras pasar por una zona muy urbanizada, donde se encuentran la calle y el camino. Esta pequeña población, que pertenece a Espinosa, está en bajada hacia el apeadero del tren y el río. Después el valle sigue ancho, llano, con áreas de riego. La vegetación de ribera como pantalla, con los colores apagados, mates. El color habrá de añadirlo el tiempo. En el monte, arbustos verde oscuro. Como la zona es muy llana, el río describe muchos meandros. Los puentes de la carretera y del ferrocarril están juntos al cruzar el río Aliendre, de caudal más escaso que el Bornova, de desnutrido cauce, que viene casi exhausto. Desde aquí ya se ve Espinosa de Henares.

Río Aliendre
Espinosa de Henares
El sol va remontando en el horizonte y crea sombras. Mientras tanto corre el invierno. Paro en la
parte baja, en la Plaza del Convento, y me encuentro con Juan, simpático, hablador, que me cuenta aspectos de la vida del pueblo: cerró la fábrica de harinas de la plaza al igual que la de cemento de al lado de la vía. En ella trabajó él mismo, con más de setenta personas, la mayoría de esta zona. Cuenta lo que hacía para ganarse sus calorías. También hablamos de la fábrica de cemento El León, en Matillas, igualmente cerrada. Incluso el convento de la Plaza está cerrado. Dice que los pueblos van a menos, que están muy abandonados, pero que aquí la vida es muy tranquila. Se queja de los impuestos y trabas burocráticas para hacer obras, etc. Con estoica serenidad va desenterrando sus recuerdos, que tienen la intensidad de una ausencia.

Al ver que me dirijo al río, me dice que casi no lleva agua, que baja únicamente por el canal que viene de una cercana central eléctrica. En este lugar, entre la plaza y el puente, se celebra en Junio la fiesta "Vacas al Henares", que yo desconocía. Me cuenta que es fácil cercar una gran área donde las vacas y las personas corren por la hierba y el agua. Le comento que lo buscaré en Youtube
(https://www.youtube.com/watch?v=Z2ZksNsQEgk). 


El puente sobre el río, por el que se llega al pueblo, es una gran obra en sillería caliza, de elegante austeridad, con cinco ojos desiguales, más estrechos los de los extremos, y tajamares triangulares hasta media altura. Invadiendo la soledad del río, apenas un suspiro de agua dulce, miro el puente bajo el que no pasan las olas del río en sus escasas aguas. Vuelvo a la plaza donde veo de nuevo a Juan. Entonces llega más familia, Pepi, que cuenta que los multan si hacen algo en el río o las acequias, y su preciosa nieta Leire. Apagan los recuerdos y se van los tres, no se limitan a ver pasar la vida. Yo todavía hago algunas fotos en la plaza.



Salgo a la carretera CM-101 y tengo que parar en la vía porque viene un tren, muy grafiteado, que se detiene en el apeadero. No sé cuántos pararán aquí, qué servida estará la población por este medio. Continúo al lado de la antigua fábrica de cemento y la carretera se aleja del Henares en dirección hacia Fuencemillán, pequeña población que tiene en su escudo dos escopetas de sable cruzadas sobre fondo de oro, donde gira de nuevo hacia el suroeste en dirección a Montarrón, pequeñísima población que sufrió mucho durante la Guerra Civil, Batalla de Guadalajara, y fue reconstruido posteriormente. La iglesia imita el arte románico y el ayuntamiento está pintado de un llamativo amarillo. En Enero celebra la botarga de San Sebastián, con el reparto de caridades.

Fuencemillán
Montarrón



Ahora la carretera sigue hacia el sur, en dirección al Henares. En la margen izquierda el valle se recorta contra el Colmillo y la Muela de Alarilla, cuyo camino de ascensión es bien visible, como una cicatriz en la escarpada ladera. Cerezo de Mohernando, otra pequeña población, pedanía de Humanes, que sufrió mucho durante la Guerra Civil. Fuera del pueblo está la ermita de la Soledad, como en tantos pueblos, condenados a los márgenes del silencio, en una situación casi fósil, viejas sombras del pasado que permanecen, últimos reductos de la presencia humana. La mirada se pierde en lontananza en este paisaje atravesado por el Henares y la despoblación, con parte de la vida enterrada en el olvido. El tiempo tiene un ritmo distinto para los jóvenes y para los mayores, pero, del mismo modo, no pasa de igual forma para los que se quedaron que para los que se fueron.

Cerezo de Mohernando
El valle se estrecha. La vía, pegada al río, se va acercando a la carretera. En el estrecho de Peñahora llega el Sorbe, el principal afluente del Henares. Quedan el Bornova, el Aliendre y el Sorbe, pero aquí ponemos punto final por hoy. Los pensamientos van río abajo, el río nos lleva y todos descendemos por el mismo río aunque vayamos separados.

Río Sorbe

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