sábado, 26 de enero de 2019


Mohernando


Es una pequeña población de 172 habitantes (2018) situada a 783 m de altitud en la comarca Campiña del Henares, provincia de Guadalajara. Su nombre parece provenir de “monte Hernando” y estuvo ya desde el siglo XII bajo la Orden Militar de Santiago, que creó una encomienda con varios lugares pero estando aquí la casa y cabeza de la institución. En el s. XIV fue usurpado por poco tiempo por el arzobispo de Toledo don Gil Carrillo de Albornoz, incorporado al patrimonio de la Corona en el s. XVI y vendido por Felipe II –junto con la casa-fortaleza y el puesto de portazgo- a don Francisco de Eraso, su secretario –ya lo había sido de Carlos I- y miembro del Consejo de Castilla. En el s. XVII, Felipe IV elevó a la nobleza a esta familia creando el título de conde de Humanes. La zona era un buen cazadero, visitado habitualmente por Alfonso XIII, quien creó el Marquesado de Mohernando.

El domingo 20 de enero se celebra la fiesta de San Sebastián, de Interés Turístico Provincial, en la que aparece una de las numerosas botargas de la provincia con la particularidad de que la acompaña otra figura, el bufón de palacio, siendo éste un caso único. Éste es el motivo de la visita. Un vecino me comenta que la fiesta empieza más tarde, así que me entretengo recorriendo el pueblo y viendo el Caserón de los Condes de Humanes, edificio de modestas dimensiones en el mismo solar en el que estuvo el antiguo palacio, con un escudo en el vano de ingreso.

En la plaza está la picota o rollo, del s. XVI. Se compone de cuatro escalones de planta cuadrada, un fuste de una pieza sobre base sencilla y capitel con motivos vegetales, rematado el conjunto por una pieza de forma cúbica terminada en piramidal.




La iglesia parroquial de Ntra. Sra. de la Luz Bella es un edificio grande -en mampuesto y ladrillo, con sillería en contrafuertes, cornisas y vanos-, que conserva la cabecera poligonal  y la torre campanario –toda en sillería- del s. XVI, ambas situados en los extremos. La parte central es de la segunda mitad del s. XX. Está cerrada. En el exterior de la cabecera hay un escudo diferente del que he visto antes. Su enorme tamaño es indicador de que antiguamente el pueblo tuvo más población.

Sigo con mi paseo y, más tarde, veo que entra alguien a la iglesia por lo que voy a ver el interior. Están el cura (Marcelino), el alcalde, un operario y otro visitante (Jesús, blog "objetivo tradición"). Todos nos congregamos delante del sepulcro de don Francisco de Eraso, que había fundado un mayorazgo para sus herederos, fue regidor de Guadalajara, acusado de corrupción y apartado de muchos de sus cargos a finales de la década de 1560. Murió en 1570 y fue enterrado junto a su esposa en esta iglesia, en un enterramiento tallado por Juan Bautista Monegro, que también trabajó en El Escorial –estatuas de los reyes de Judá en el Patio de los Reyes-, en lo que es uno de los monumentos funerarios del s. XVI más completos y valiosos.

Mientras estuvo hundida la iglesia se conservó en el Museo Diocesano de Sigüenza, retornando al pueblo cuando se restauró la cubierta de la cabecera, en 2007. Fue mandado construir por la viuda, Mariana de Peralta, y presenta a los cónyuges junto a San Francisco de Asís, que parece querer componer una mala avenencia, como se rumoreaba. El alcalde aprovecha que estamos los visitantes para ayudarles a traer la peana del santo que se usará en la procesión.



El cura, muy amable, nos explica la iglesia, nos habla de la cripta, nos enseña “las caridades” que se repartirán después. Su sensible mirada se deposita en el monumento funerario y nos explica la presencia de San Francisco de Asís. Después, saliendo, nos cuenta cómo se ha acondicionado la explanada de la entrada, que antes era casi un vertedero. Ahora está ajardinada, tiene pistas deportivas y en una valla que la delimita hay un cuadro con unos versos del Libro del Buen Amor.



Pero la fiesta ha empezado. Han hecho su aparición la botarga y el bufón y comenzamos una persecución fotográfica. La botarga lleva un traje de colores –rojo, rosa, azul y verde-, un cinturón con cencerros y una pequeña bolsa de cuero para guardar las limosnas, una cachiporra colgada, una especie de cucharón de madera que sirve para pedir limosna y una máscara completa que tiene el gesto burlón de sacar la lengua. 




El bufón se incorporó a la botarga en tiempos de Felipe II y, al parecer, fue obra de doña Mariana de Peralta que quiso ridiculizar a su esposo, don Francisco de Eraso, que acababa de adquirir estas tierras, por alguna infidelidad. Lleva un traje arlequinado con un gorro rematado en picos con cascabeles, media máscara muy risueña, bandolera de cuero y un palo del que pende, con una corta cadena, un saco de tela relleno de bolsas de plástico. En los pies, las deportivas le asoman debajo de una tela de saco.

Después de la persecución, entran en la iglesia acompañados de muy pocas personas y ocupan el final de los bancos hasta el término de la misa. Le sigue la procesión con el santo, un breve esparcimiento en la plaza y el reparto de las caridades, panes con anises y queso.



El día es bueno, hace frío pero hay sol. Esperaba encontrar a más gente siendo domingo. La despoblación ha matado a estos pequeños pueblos. Cuando uno sabe que pertenece a una comunidad se siente unido a los demás, pero la antigua sociedad se ha quebrado. Las distintas vidas confluyen con la corriente del tiempo en otros lugares. A lo lejos, la Sierra de Ayllón y el pico Ocejón están nevados; por fin ha aparecido el invierno. Alrededor de estas soledades el mundo sigue su curso.






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