La luz del silencio. Cristino de Vera
Su obra, expuesta ahora en CaixaForum, tiene dificultades
de encasillamiento, entre la continuidad de la tradición y la renovación de un
lenguaje basado en la figura, en la imagen, que abre camino hacia un mundo que surge
de la melancolía y emerge hacia el misticismo. Su sello de identidad tan propio
es la búsqueda de la espiritualidad, la visión en cierto modo mística de su
trabajo, que personaliza en unas composiciones sencillas, luminosas, de pintor
puro, no matérico, cuya esencia es la luz y el silencio, depurando su poética
en busca de la belleza y la esencia de las cosas.
Figuras y dos coronas de flores, 2003
“El tratamiento
metafísico de la luz es el elemento más importante de mi pintura. Es una
búsqueda hacia lo esencial”, dice el artista refiriéndose al elemento
diferenciador en su universo poético. “Nací,
pues, en un lugar donde la naturaleza, las cosas, la vida misma era una
ecuación de luz y sombras, de vida y muerte, de paz y terror, de alegría y
melancolía”.
Muro con tres tazas, tres velas largas y espiritual luz,
2008
Este es el ideario estético al que se ha mantenido fiel
durante largos años, aunque hay un lógico enriquecimiento técnico en el que su
paleta ha perdido intensidad para ganar en sutileza, en delicadeza, y mantiene
la figura pero menos marcada en sus contornos. Sus constantes, sus principios
estilísticos siguen siendo la luz y el color y, como fondo, el silencio. “Quietud silente, luz de éxtasis, luz
ascética, luz ermitaña, luz de estameña, luz purificadora, trascendida en
frialdad de mármol.”ç
Monacal visión de la Vera Cruz (Segovia), 1998
“Mi estética podría definirse como una búsqueda
de la esencia de toda cosa, ser imagen; como la búsqueda de una raíz espiritual
que hay en cada forma del universo… Quisiera en mi trabajo que todo tuviera un
aire poéticamente remansado, que pareciese que lo fugaz es detenido, que huyese
la angustia, y el silencio de paz lo envolviese todo, que la misma muerte fuera
clara y diáfana como una melodía silente donde todo fuese armónico”.
Teide atravesado por raya negra y nubes, 2005
Su espiritualidad se plasma en la figura de mujer
afligida y solitaria, en los callados paisajes, en sus elementales naturalezas
muertas, con copas, cestos, tazas de luz, grandes velones. Se percibe la
depuración de su obra en la permanencia de esas soledades, de la luz callada y
de sus recuerdos como la imagen del Teide, homenaje a su tierra.
Visión al sur de Tenerife con dos tazas blancas, 2008
La poética silenciosa es su página biográfica, la de un
artista solitario que prefiere el silencio, la lectura la música a cualquier
acto externo, dotando a su concepto de creación de un sentido filosófico y
espiritual, forjado en el tiempo, ajeno a influencias, síntesis de toda una vida
de trabajo. “Dibujé un cáliz de luz y un
círculo de sombra, era una taza blanca. Dibujé un cáliz de luz y un círculo de
fuego, y el laberinto… y ya cuando el alma en desnudez se dejó llevar a la luz
total, al reino de la paz, salí del laberinto”.
Cristo y dos tazas, 2004
Esta exposición representa una muestra íntima que se
corresponde con su actual trabajo, pero especialmente con su estado anímico,
sensible, con rastros de una cierta angustia existencial. Las obras transmiten
el sentir del pintor en su silencio vivencial que puede resumirse, según la
Comisaria María José Salazar, en un reposo del espíritu.
Taza de luz y cesto con flores, 2005
“Un blanco, una
cruz, cruz de luz, un crucificado en silencio, una taza como un cáliz de luz,
todo blanco, silencio, en el trabajo, en las huertas que acogen en sus surcos al
alba y al poniente de oro”.
Dos cestas con florecillas, 1998
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Noche de luna en el Teide, 1999
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