viernes, 21 de diciembre de 2018


Valladolid: Palacio Pimentel.


Este palacio señorial, de gran relevancia histórica, es uno de los más importantes de la ciudad. Su origen estuvo en los Álvarez de Osorio, Marqueses de Astorga, pasando después  a Bernardino Pimentel y Enríquez, duque de Benavente, importante personaje del reinado de Carlos I, que casó con Constanza de Bazán Osorio. En 1530 pasó a propiedad de los Condes de Rivadavia y, tras otros avatares, desde finales del s. XIX, es propiedad y sede de la Diputación de Valladolid.

La familia real estuvo alojada en este palacio, como en otras ocasiones, por la gran amistad que unía al rey y a  Bernardino Pimentel, propietario del edificio, para asistir a las Cortes celebradas en abril de 1527, por lo que aquí nació Felipe II el 21 de mayo de ese año. Se dijo que el parto fue muy largo y que la emperatriz Isabel de Portugal ocultaba su rostro bajo un velo para disimular sus dolores.

La fachada lateral del palacio que da a la iglesia de San Pablo, tiene una sucesión de ventanas protegidas por rejas, una de ellas rota y con el añadido de una cadena simbólica. Como, al parecer, la jurisdicción parroquial del momento obligaba al bautizo en otra parroquia diferente, la leyenda afirma que la reja fue rota para que pudiera salir la comitiva hacia San Pablo, templo en el que los reyes celebraban las ceremonias más importantes.

Para estas ceremonias se realizaban grandes y espectaculares preparativos, tablados y pasadizos de madera que enlazaban los distintos puntos, el palacio y el templo en este caso, adornándose con ramajes y flores. Y, naturalmente, la comitiva salió por la puerta del palacio para dirigirse al templo.



El edificio, transformado a lo largo del tiempo, se organiza en torno a un bello patio, lo que era común. Se accede por una portada tardogótica de arco rebajado a un zaguán. En el exterior es famosa y conocida su ventana plateresca, de comienzos del s. XVI, en la esquina que queda potenciada, además, por el torreón, origen de la mejor perspectiva del edificio. La ventana tiene un atrevido arco y una decoración de grutescos. En el interior hay una armadura mudéjar, traída de la iglesia parroquial de Villafuerte de Esgueva, que cubre el Salón de Plenos y otra techumbre mudéjar del s. XV, procedente del colegio de San Gregorio, que adorna la sala de Comisiones. Pueden visitarse el zaguán, el hermoso patio, y las salas donde se celebran exposiciones temporales.

En el zaguán hay una importante colección de azulejos de Talavera, realizada en 1939-40 por el artista talaverano J. Ruiz de la Luna, en los que, en doce escenas, pueden leerse los lugares y hechos más importantes acaecidos en la ciudad en el periodo de tiempo comprendido entre la primera visita del rey Carlos I y la llegada de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. En el titulado “Torneo en la Plaza Mayor” se representa uno de los juegos que se organizaron en 1517 para celebrar la primera visita del rey.

Los “Reales sitios” representan el aspecto de la plaza de San Pablo el día del bautizo de Felipe II, con el pasadizo de madera, decorado con alegorías renacentistas, para que la familia real llegara a la iglesia sin pisar la calle. La tercera escena es, enlazando con la anterior, el “Bautizo de Felipe II”, celebrado el 5 de junio de 1527 en una iglesia decorada con gran majestuosidad, con asistencia de las personalidades más importantes. Después del bautizo se organizaron grandes fiestas con juegos, toros y torneos.



El 28 de marzo de 1556, tras la abdicación de Carlos I, fue proclamado rey Felipe II, lo que queda representado en el mosaico “Proclamación de Don Felipe II como rey de Castilla”. El siguiente, “Presentación de don Juan de Austria con motivo del auto de fe del doctor Cazalla”, hace referencia al momento en que don Juan de Austria es presentado a la princesa Juana, regente de Felipe II, el 21 de mayo de 1559. Carlos I quiso que su hijo ilegítimo se criara en España, por lo que Felipe II en 1554 le reconoció como miembro de la familia real y se trasladó al castillo de don Luis de Quijada en Villagarcía de Campos, próximo a Valladolid.



Venida de Felipe II a Valladolid por primera vez siendo rey” se refiere a septiembre de 1559 y “Entrada de la reliquia de San Benito” al 10 de junio de 1594, momento en el que llegó la reliquia del santo (un fémur), que la familia de don Diego de Álava Viamonte, hombre de confianza de Felipe II, donó al monasterio de San Benito. La reliquia quedó depositada en la iglesia de Santa María la Mayor, frente a la Universidad, y, como en otras ocasiones, se celebraron juegos populares, corridas de toros y otros festejos.



El 22 de julio de 1594, la reliquia de San Benito se trasladó en solemne procesión al monasterio de San Benito, por calles engalanadas con arcos de triunfo florales. La costumbre de la procesión se institucionalizó y se conservó hasta el s. XIX. Queda representada en “Procesión de la reliquia de San Benito”.





Santa María La Antigua” está dedicada a una de las parroquias más antiguas, ordenada por el conde Pedro Ansúrez, fundador y repoblador de la ciudad, en el s. XI. En el s. XII se le añadió una torre románica y un pórtico, que es la parte más antigua que ha quedado. En el siglo XIV se sustituyó por una construcción gótica, que, tras alguna reforma, es la que puede verse actualmente.






El 21 de septiembre de 1561, día de San Mateo, se produjo en Valladolid un gran incendio que destruyó el centro de la ciudad. Al parecer se originó por una imprudencia en casa del platero Juan de Granada al final de la calle de la Platería (antes, de la Costanilla) y destruyó rápidamente toda la calle, saltando de casa en casa. Al cambiar el viento de dirección se propagó a otras zonas, resultando 440 casas destruidas y seis fallecidos. Queda reflejado en “El incendio de Valladolid”.

El Concejo se preocupó por los afectados proporcionándoles ayuda, trató de que se reanudara la actividad comercial y solicitó ayuda a Felipe II para la reconstrucción. Se encargó un proyecto a Francisco de Salamanca, con la idea de un moderno trazado que incluyera una gran plaza y casas consistoriales, y se presentó a Felipe II que lo aceptó proponiendo alguna modificación: “Felipe II ordena la reconstrucción de la parte incendiada”. Las obras terminaron en 1572, y la plaza fue tomada como modelo en las plazas de Salamanca y Madrid.

La llegada de Santa Teresa y San Juan de la Cruz”, el último de los mosaicos, sucedió el 10 de agosto de 1568, cuando llegaron desde Medina del Campo. Santa Teresa realizó su cuarta fundación en una casa con huertas, en Río Olmos, cedida por los hijos del Conde de Rivadavia. Lo insalubre del lugar hizo buscar un nuevo emplazamiento, el lugar del actual convento.



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