lunes, 3 de diciembre de 2018


Neolítico.




La expresión “Revolución neolítica” desde un punto de vista histórico hace referencia a la ruptura entre la economía milenaria de la caza y el nuevo orden agrícola que acabará, con ritmos desiguales, irradiando casi todo nuestro planeta. De hecho, el Neolítico es el gran cambio histórico que contiene, en su germen, todos los problemas que socavan nuestro universo contemporáneo. Es la gran transformación que da la espalda a la Prehistoria e inaugura los nuevos tiempos: la entrada a la modernidad.

Este cambio fundamental, que marca el acceso de la humanidad a la agricultura, es también el vector de un profundo cambio en el comportamiento del Sapiens que significa: el inicio de la vida en localidades estables, el control de la reproducción de las especies vegetales y animales, las transformaciones de un paisaje en adelante “fabricado”, la creación de nuevos códigos simbolicos que permitieron la cohabitación más armoniosa posible en individuos en el seno de comunidades perennes, las luchas internas y externas para la conquista del poder, el incremento de la violencia y la acentuación de las desigualdades sociales”. (Jean Guilaine)

Con esa introducción comienza en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares la exposición “La revolución neolítica. La Draga, el poblado de los prodigios”, basada en paneles informativos, algunas piezas originales –principalmente una hoz en estado de conservación excepcional que preserva el mango de madera y la parte cortante formada por una lámina de sílex fijada con adhesivo-, réplicas y audiovisuales.

Hace 7400 años un grupo de agricultores y ganaderos se asentó en la orilla del lago de Banyoles, en un territorio donde escasos grupos indígenas seguían manteniendo formas de vida asociadas a la caza, la recolección y el nomadismo. Los hombres y mujeres recién llegados introdujeron plantas y animales domésticos, tecnologías, poblados estables y nuevas formas de pensar que transformarían radicalmente la relación tradicional con la naturaleza.



La Draga es el único yacimiento neolítico lacustre que se conoce en la Península Ibérica, y uno de los más antiguos del Mediterráneo. Es excepcional por su antigüedad, por su permanencia durante unos 400 años y por sus excelentes condiciones de conservación, al estar cubiertos por el nivel freático buena parte de los restos, lo que ha ocasionado una gran complejidad en la excavación y en la conservación de los materiales extraídos.


El poblado era el centro de la vida y ahí se concentraba buena parte de su actividad. Este hábitat estable estaba formado por una agregación de sólidas construcciones de madera, como cabañas, cobertizos y estacadas, donde convivían personas y animales. En los alrededores se localizaban huertos y campos de cultivo, espacios de almacenaje de alimentos e incluso los basureros. Gracias a numerosos procesos artesanales se producían utensilios de cerámica, de madera, de piedra, de hueso, de cuerno, de concha o de fibras vegetales, así como también ornamentos personales. Los objetos se utilizaban para multitud de trabajos cotidianos y algunos de ellos también en las prácticas relacionadas con el mundo simbólico.



La comunidad subsistía gracias al cultivo de varias especies de cereales y legumbres, y a la gestión de rebaños de vacas, cerdos, cabras y corderos. Los pequeños campos de cultivo se situaban cerca del poblado, en los claros del bosque. En las tareas agrícolas, primero se usaban los palos cavadores y las palas, que permitían remover la tierra para sembrar. Durante la siega, las hoces hechas con láminas de sílex cortaban los tallos del cereal con facilidad. La caza proporcionaba el uro, ciervo, cabra salvaje, corzo, jabalí, etc., y la dieta se enriquecía con frutos, bellotas, piñones, arándanos, avellanas, etc.



Los habitantes de la Draga fueron los primeros grandes carpinteros. Talaban árboles con azuelas provistas de hojas de piedra pulida. La vida se fundamentaba en el aprovechamiento del robledal, más lejano, y de los bosques de ribera para construir cabañas, plataformas, vallas, y como combustible. La larga utilización del yacimiento hace que hayan aparecido multitud de pilares de madera y en algunas zonas aparecen construcciones como hogares culinarios y grandes pavimentos hechos con piedras que servían de nivelación de los espacios.



Las herramientas de piedra tallada, que intervenían en muchas tareas artesanales, se realizaban con sílex y a veces con cristal de cuarzo. A partir de huesos de animales y de asta se obtenían puntas de flecha, punzones, cinceles, etc., y con huesos, moluscos, caracolas, asta de ciervo, etc., se convertían en distintos ornamentos. Con las arcillas cercanas se hacían vasos cerámicos, decorados mediante la presión con conchas. Las cuerdas, cestos y tejidos sencillos se hacían con fibras vegetales.



Los grandes cambios del Neolítico están asociados a transformaciones radicales en la forma de vivir, de pensar y, evidentemente, de comer. Las innovaciones tecnológicas pusieron la base de la cocina actual y de nuestra gastronomía. Los cereales se transformaban en harinas y sémolas con la ayuda de molinos y morteros de piedra. Paralelamente, los animales se troceaban hábilmente con herramientas de piedra, con el objetivo de extraer el máximo provecho de las porciones. Los recipientes cerámicos representan una significativa novedad de este periodo, porque su uso permitía preparar productos de origen animal y vegetal mediante largas cocciones y obtener sopas, caldos y estofados.



También se han documentado elementos que nos hablan de los símbolos y las creencias de sus pobladores. El hallazgo repetido de cráneos de animales con cuernos, forma parte de un ritual centrado en la cabeza del toro, símbolo de fuerza y riqueza para muchas comunidades neolíticas del Mediterráneo. El arco se consideraría un distintivo social de la comunidad y se puede relacionar con el prestigio. A través de la imagen personal también se reforzaba la identidad del grupo y al mismo tiempo se hacía evidente el papel individual de cada miembro, que dependía posiblemente del género y de la edad.



Una interpretación sintetizada de manera visual y otros audiovisuales, con prestigiosos comentaristas –como Ferrán Adriá, sobre la cocina y la alimentación-, redondean esta exposición, visual y conceptual a la vez.

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