Neolítico.
“La expresión
“Revolución neolítica” desde un punto de vista histórico hace referencia a la
ruptura entre la economía milenaria de la caza y el nuevo orden agrícola que
acabará, con ritmos desiguales, irradiando casi todo nuestro planeta. De hecho,
el Neolítico es el gran cambio histórico que contiene, en su germen, todos los
problemas que socavan nuestro universo contemporáneo. Es la gran transformación
que da la espalda a la Prehistoria e inaugura los nuevos tiempos: la entrada a
la modernidad.
Este cambio fundamental, que
marca el acceso de la humanidad a la agricultura, es también el vector de un
profundo cambio en el comportamiento del Sapiens que significa: el inicio de la
vida en localidades estables, el control de la reproducción de las especies
vegetales y animales, las transformaciones de un paisaje en adelante
“fabricado”, la creación de nuevos códigos simbolicos que permitieron la
cohabitación más armoniosa posible en individuos en el seno de comunidades
perennes, las luchas internas y externas para la conquista del poder, el
incremento de la violencia y la acentuación de las desigualdades sociales”. (Jean Guilaine)
Con esa introducción comienza en el Museo Arqueológico
Regional de Alcalá de Henares la exposición “La revolución neolítica. La Draga, el poblado de los prodigios”,
basada en paneles informativos, algunas piezas originales –principalmente una
hoz en estado de conservación excepcional que preserva el mango de madera y la
parte cortante formada por una lámina de sílex fijada con adhesivo-, réplicas y
audiovisuales.
Hace 7400 años un grupo de agricultores y ganaderos se
asentó en la orilla del lago de Banyoles, en un territorio donde escasos grupos
indígenas seguían manteniendo formas de vida asociadas a la caza, la recolección
y el nomadismo. Los hombres y mujeres recién llegados introdujeron plantas y
animales domésticos, tecnologías, poblados estables y nuevas formas de pensar
que transformarían radicalmente la relación tradicional con la naturaleza.
La
Draga es el único yacimiento neolítico lacustre que se conoce en la Península
Ibérica, y uno de los más antiguos del Mediterráneo. Es excepcional por su
antigüedad, por su permanencia durante unos 400 años y por sus excelentes
condiciones de conservación, al estar cubiertos por el nivel freático buena
parte de los restos, lo que ha ocasionado una gran complejidad en la excavación
y en la conservación de los materiales extraídos.
El poblado era el centro de la vida y ahí se concentraba
buena parte de su actividad. Este hábitat estable estaba formado por una
agregación de sólidas construcciones de madera, como cabañas, cobertizos y
estacadas, donde convivían personas y animales. En los alrededores se
localizaban huertos y campos de cultivo, espacios de almacenaje de alimentos e
incluso los basureros. Gracias a numerosos procesos artesanales se producían
utensilios de cerámica, de madera, de piedra, de hueso, de cuerno, de concha o
de fibras vegetales, así como también ornamentos personales. Los objetos se
utilizaban para multitud de trabajos cotidianos y algunos de ellos también en
las prácticas relacionadas con el mundo simbólico.
La comunidad subsistía gracias al cultivo de varias
especies de cereales y legumbres, y a la gestión de rebaños de vacas, cerdos,
cabras y corderos. Los pequeños campos de cultivo se situaban cerca del
poblado, en los claros del bosque. En las tareas agrícolas, primero se usaban
los palos cavadores y las palas, que permitían remover la tierra para sembrar.
Durante la siega, las hoces hechas con láminas de sílex cortaban los tallos del
cereal con facilidad. La caza proporcionaba el uro, ciervo, cabra salvaje,
corzo, jabalí, etc., y la dieta se enriquecía con frutos, bellotas, piñones,
arándanos, avellanas, etc.
Los habitantes de la Draga fueron los primeros grandes
carpinteros. Talaban árboles con azuelas provistas de hojas de piedra pulida.
La vida se fundamentaba en el aprovechamiento del robledal, más lejano, y de
los bosques de ribera para construir cabañas, plataformas, vallas, y como
combustible. La larga utilización del yacimiento hace que hayan aparecido
multitud de pilares de madera y en algunas zonas aparecen construcciones como
hogares culinarios y grandes pavimentos hechos con piedras que servían de
nivelación de los espacios.
Las herramientas de piedra tallada, que intervenían en
muchas tareas artesanales, se realizaban con sílex y a veces con cristal de
cuarzo. A partir de huesos de animales y de asta se obtenían puntas de flecha,
punzones, cinceles, etc., y con huesos, moluscos, caracolas, asta de ciervo,
etc., se convertían en distintos ornamentos. Con las arcillas cercanas se
hacían vasos cerámicos, decorados mediante la presión con conchas. Las cuerdas,
cestos y tejidos sencillos se hacían con fibras vegetales.
Los grandes cambios del Neolítico están asociados a
transformaciones radicales en la forma de vivir, de pensar y, evidentemente, de
comer. Las innovaciones tecnológicas pusieron la base de la cocina actual y de
nuestra gastronomía. Los cereales se transformaban en harinas y sémolas con la
ayuda de molinos y morteros de piedra. Paralelamente, los animales se troceaban
hábilmente con herramientas de piedra, con el objetivo de extraer el máximo
provecho de las porciones. Los recipientes cerámicos representan una
significativa novedad de este periodo, porque su uso permitía preparar
productos de origen animal y vegetal mediante largas cocciones y obtener sopas,
caldos y estofados.
También se han documentado elementos que nos hablan de
los símbolos y las creencias de sus pobladores. El hallazgo repetido de cráneos
de animales con cuernos, forma parte de un ritual centrado en la cabeza del
toro, símbolo de fuerza y riqueza para muchas comunidades neolíticas del
Mediterráneo. El arco se consideraría un distintivo social de la comunidad y se
puede relacionar con el prestigio. A través de la imagen personal también se
reforzaba la identidad del grupo y al mismo tiempo se hacía evidente el papel
individual de cada miembro, que dependía posiblemente del género y de la edad.
Una interpretación sintetizada de manera visual y otros
audiovisuales, con prestigiosos comentaristas –como Ferrán Adriá, sobre la
cocina y la alimentación-, redondean esta exposición, visual y conceptual a la
vez.
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