Real Monasterio de Santa María de Sijena.
En el lugar en el que existía un pequeño convento de
frailes de la Orden Militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén,
fundado a mediados del s. XII, se erigió el monasterio de Santa María de Sijena
patrocinado en 1188 por la reina doña Sancha, esposa de Alfonso II de Aragón.
Tras sus muros acogió a reinas, princesas e hijas de familias nobles, sirvió de
depósito de parte del tesoro real y como archivo monástico durante los ss.
XIII-XV, y fue panteón real de Pedro II, lo que acrecentó su importancia. En el
s. XVIII se alteró la iglesia y se demolió el ábside norte para construir el
panteón de las religiosas. Quedó afectado por la Guerra de la Independencia y
por la Desamortización en el s. XIX. Fue declarado Bien de Interés Cultural en
1923. El incendio de 1936 supuso su ruina y la pérdida de gran parte de su
patrimonio, trasladándose las pinturas del s. XIII de la sala capitular al
Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Una comunidad de monjas cistercienses se instaló en el
monasterio en 1975, pero lo abandonó al no ser habitable. Después lo ocupó la
Orden de San Juan de Jerusalén y el Gobierno de Aragón realizó obras de
restauración y acondicionamiento. En 1983 y 1994 la Orden vendió a la
Generalitat de Cataluña una serie de bienes contando con el permiso
eclesiástico pero no con el de las autoridades patrimoniales –las ventas
anteriores a 1923 son legales-, por lo que la venta fue denunciada por el
Gobierno de Aragón debido a que no se le había dado opción de ejercer su
derecho de tanteo. El litigio entre los Gobiernos de Aragón y Cataluña se saldó
con la devolución de 94 piezas procedentes del MNAC y del Museo de Lérida en 2016-17.
Todo este litigio supuso un aldabonazo de atención al
monasterio y hubo movilización ciudadana para presionar en favor del retorno de
las piezas, lo que finalmente se consiguió, pero la presencia de las piezas
suscitó unas expectativas que no se han visto confirmadas. Se puede hacer la
reserva por Internet, pero el horario de visitas es reducido y, al parecer, las
monjas son reacias a ampliarlo. Además, únicamente se exponen un tercio de las
obras devueltas. Como las obras pueden ampliarse durante varios años, esta
situación puede alargarse demasiado en el tiempo.
Al muy europeo horario de las 12:15 de un domingo da
comienzo la visita. Se accede por la parte más alejada y, tras cruzar un
jardín, se llega a la portada de la iglesia, muy abocinada con sus catorce
arquivoltas de medio punto. Toda la iglesia es de sillares de arenisca,
bastante deteriorados en los ábsides. Tiene una nave con crucero y cabecera
triple, pero no nos detenemos, lo vemos al paso. La visita es únicamente para
las obras devueltas. Salimos al ruinoso claustro y entramos en una dependencia,
antiguo dormitorio, que actúa de museo.
Un cartel recuerda que, según la tradición, había una
laguna con un islote en su centro en el que, tras repetidas apariciones de la
Virgen de Sigena, la reina Doña Sancha –esposa de Alfonso II de Aragón- fundó
un monasterio poniéndolo bajo los auspicios de la Orden de San Juan de
Jerusalén. Las obras empezaron en 1183 y la iglesia se consagró en 1188, aunque
las obras prosiguieron.
La sala, cuyo techo se sostiene en arcos ligeramente
apuntados, muestra las huellas de una elevación y todavía conserva mínimas
partes de la pintura original. En ella se exponen una serie de obras sin
ninguna relación entre sí, un grupo muy heterogéneo cuyo único nexo de unión es
el haber pertenecido al monasterio.
Las piezas más importantes son tres sarcófagos de prioras
-alto rango y distinción-, que hacían de su enterramiento una obra de arte para
asegurarse la perpetuidad de sus restos y la memoria de su legado. Son de Dª
Francisquita de Eril y Castro (1494, atrib. Miguel Ximénez, pintada al óleo, cubierta
a cuatro aguas), Dª Beatriz Cornel (1451-1459, atrib. Blasco de Grañén, actitud
orante con las manos juntas, mientras las otras en actitud yacente con las
manos cruzadas; blasones de la casa Cornel) y Dª Isabel de Aragón (1434, atrib.
Blasco de Grañén, biznieta de Alfonso IV de Aragón e hija de D. Pedro II, Conde
de Urgel. Un rosario cuelga de su cuello. Una segunda figura de pequeño tamaño
a los pies: una monja de la misma orden, sentada y leyendo con un monóculo).
Dos piezas corresponden al retablo de la Piedad,
1517-1520. La parte superior es de madera tallada y dorada, atribuido al
Maestro de Sigena, escudo de la orden de San Juan de Jerusalén enmarcado por
dos estilizados grifos, a los lados motivos vegetales a base de roleos, hojas
de acanto y rosetas. La predela o banco de retablo se colocaba en la parte
inferior. Éste representa las escenas de la Anunciación, Natividad, Epifanía,
Resurrección, Ascensión, Pentecostés y Asunción. Se atribuye al Maestro de
Sigena, autor del Retablo Mayor.
Hojas de puerta, s. XIV. Quizá procedentes del Palacio
Prioral, madera policromada, decoración en relieve a base de listones
claveteados formando diseños geométricos, decoración al temple en los huecos
con motivos seriados islámicos y cristianos, y escudos nobiliarios como el de
los Luna. Tirador, llamador y mirador.
Infanta Dulce de Sijena, 1608-1622. Hija de la reina Doña
Sancha que ingresó en la primera comunidad constituida en Sijena a la edad de 8
años, muriendo poco después y siendo enterrada en el Panteón Real. El retrato
es fingido, del s. XVII, retrato cortesano del barroco, en la mano izquierda
vara de azucenas –símbolo de castidad- y en la derecha el báculo abacial en
forma de tau.
Mateo Ferrer, La Santa Cena, 1502, fresco traspasado a
lienzo. Fragmento de un conjunto más amplio que decoraba los muros del
refectorio, arrancado en los años 60. Cristo sostiene el pan y la copa de vino
junto a San Pedro. Ambos aparecen nimbados ante una mesa con mantel, bandeja
con el cordero pascual, panecillos y piezas de menaje.
Retablo de Santa Ana, atribuido a Gabriel Joly,
1529-1530. Cuatro fragmentos: Nacimiento de la Virgen, Esponsales de la Virgen,
Commiseratio Patris y la Santa Generación.
En un mueble adecuado se guardan otras piezas como
documentos (s. XII; bula del Papa Pio II, Tivoli, 1461. Conflicto entre Juan,
rey de Navarra, y una religiosa del
monasterio) o escudos (doña Magdalena de Ferrández de Navasquez, 1754. Hoja de
su expediente de limpieza de sangre, pergamino policromado).
Otras piezas menores son un arca o caja fuerte (madera
recubierta de láminas de hierro, sin datación), un fragmento pétreo con el
escudo de armas o blasón de los Cordel (s. XIV), el fragmento superior de una
cruz de término (piedra tallada sin policromar, Cristo Crucificado en el
anverso y la Virgen con el niño en el reverso) y tres pequeñas tablas al óleo
(Santa Gertrudis con el niño, anónimo, principios s. XVII; Santa Teresa de
Jesús, anónimo, s. XVIII; Santa Clara, anónimo, s. XVIII).
Finalmente hay tres armarios en los que se guardan
casullas y otras indumentarias (s. XVIII), piezas pequeñas (esculturas,
conjuntos, fragmentos) y piezas de cerámica (baldosines, etc.).
No hay comentarios:
Publicar un comentario