viernes, 28 de septiembre de 2018


Pineta.




El pico Marboré (3.252 m.), el Cilindro (3.325 m.), Monte Perdido (3.348 m.) y Soum de Ramond (3.259 m.), forman una línea de orientación sureste que limita por el oeste el valle de Pineta, que sigue la misma orientación en más de 12 km, desde el Circo de Pineta hasta la población de Bielsa (Huesca). Es un valle glaciar, en forma de “U”, delimitado por escarpadas crestas montañosas de 2.500-3000 m de altura que, a pesar de la dificultad, fue vía de paso desde tiempos inmemoriales por la vía pecuaria “Colada de Pineta”.

En estos profundos valles de grandes diferencias altitudinales con respecto a las cimas, variable exposición de las laderas, etc., se originan variaciones climáticas dentro de su continentalización. Estas diferencias de altitud originan disparidades de presión atmosférica (725-525 mmHg) que influyen en los procesos de evapotranspiración de plantas y líquenes y que también deben ser tenidas en cuenta por los excursionistas. Del mismo modo, la activa radiación solar es responsable de los acontecimientos meteorológicos, distribución de la vegetación, comportamiento de la fauna, etc. También es importante tener en cuenta la humedad –el vapor de agua disminuye con la altura-, las precipitaciones (1.200 mm-2.000 mm, tormentas en verano), la temperatura (7ºC en primavera, 17ºC en verano, 10ºC en otoño y 3ºC en invierno) y las oscilaciones térmicas.

En la geología de la zona son importantes la era Secundaria y la Terciaria, y los materiales predominantes son los calizos del Cretácico Superior (Secundaria). En la era primaria los depósitos del mar fueron levantados formando la Cordillera Herciniana o Pirineo Axial. En la era Secundaria el mar, dividido en dos brazos por el macizo herciniano, retrocedió, se sedimentaron las calizas, que alternaban con margas, y estos materiales protagonizaron la fuerte orogenia alpina en la era Terciaria, con lo que quedó la complicada tectónica de la actual conformación estructural del macizo de Monte Perdido.

Esta zona de gran valor ambiental es adyacente al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, y está incluida en los espacios de Red Natura. Es área crítica del quebrantahuesos que, junto a la perdiz nival, gorrión alpino, treparriscos, urogallo, mochuelo boreal, trucha común, nutria, etc., conforma una fauna variada. La flora está constituida por prados, pino silvestre, abetos, frondosas (arce, tilo, abedul), pino negro en zonas altas y bosque de ribera en el fondo del valle. De gran interés botánico, en zonas bajas, es el Zapatito de la Dama.

Los cursos de agua son torrenciales, salvando fuertes desniveles, con elevada velocidad del agua, muy batida, muy rica en oxígeno. El caudal está condicionado por los deshielos, dando los máximos en los meses de fusión de la nieve con el inicio de la primavera. El río que recorre el valle es el Cinca, que nace a unos 2.600 m y se alarga hasta los 170 kms de longitud en una cuenca de 3.386 km2. Entre los lagos destaca el de Marboré o Tucarroya, con unos 90.000 m2 de superficie, situado a 2.600 m de altitud, que permanece bajo una capa de hielo durante 7-8 meses y carece de vida íctica.



En el fondo del valle, al lado del Parador, en la Balle Berde, está la ermita de la Virgen de Pineta, de origen medieval, planta rectangular, ábside recto orientado al E., espadaña de doble cuerpo y bóveda de medio cañón. Una leyenda dice que la virgen se apareció a un pastorcillo en lo alto de un pino y otra que los franceses la quisieron robar y pararon a beber en una fuente que la virgen hizo aparecer en una piedra –Fuen Santa- y quedaron dormidos. La escasa población del valle viene en romería el 12 de octubre, danzando el Chinchecle, baile religioso en origen –relacionado con ritos de fertilidad-, transformado ahora en festivo, al igual que las letras: “La mujer del gaitero / tiene fortuna, / ella tiene dos gaitas / las demás sólo una”.

De entre las actividades que pueden realizarse hay que destacar el esquí de fondo, con varios circuitos (Felqueral, 1 km; Pradas, 2 km; Ronatiza, 11 km; Mañaneto, 8 Km), y el senderismo fundamentalmente. El GR-11 comienza en el mar Cantábrico –Cabo Higuer- y termina en el Mediterráneo –cabo de Creus-, teniendo cuatro variantes a su paso por Aragón. Una de ellas, el sendero de La Larri –señalizado por dos rayas pintadas en rojo y blanco, y estacas verdes en los puntos de interés-, atraviesa por aquí empezando en la Fuen Santa, pasa por un profundo hayedo, nos lleva en una hora hasta los llanos de La Larri y continúa hasta Parzán.



Foto: Senderioja
Una de las rutas más conocidas, dura pero sin complicación técnica, es la que lleva al Balcón de Pineta, al final del valle, a los pies de Monte Perdido, que constituye un excepcional mirador. Desde el aparcamiento se sigue hacia el puente de El Felgueral y, tras la zona boscosa, la fuerte subida -1.357 m de desnivel-, que se salva mediante zig-zags, tiene la recompensa de las cascadas que bajan desde el lago de Marboré y el glaciar de la cara norte de Monte Perdido. La ruta realmente acaba en el lago de Marboré y puede hacerse en unas siete horas, la mitad hasta las cascadas y el Balcón.

Otras rutas conocidas e interesantes son la Faja de la Tormosa (seis horas, desnivel de 1.000 m, panorámicas del valle, Monte Perdido, circo de Pineta, La Larri, etc.) o al Collado de Añisclo (cuatro horas, dificultad alta, bosque de pinos y hayas, vista sobre el Cañón de Añisclo).




Esta zona tan aislada estuvo poco poblada. Durante la alta edad media, ss. VII-X, estas tierras del Alto Cinca carecían de una estructura política y jurisdiccional definida, de manera que visigodos, francos y musulmanes ejercieron una influencia desigual. A mediados del s. XI se conformó el nuevo reino de Aragón, del que Bielsa formó parte. En 1191, Alfonso II de Aragón otorgó carta de población, con privilegios de villa. En el s. XIII hubo persecución a los judíos, teniendo que intervenir el monarca para protegerlos. El dominio feudal perduró hasta que el 2-7-1445 el rey Alfonso V, a petición de los vecinos que lo compraron, la incorporó al patrimonio real.



Bajando del valle, después de los pequeños pueblos de Espierba y Javierre, está Bielsa, la capital, que cuenta con un Ayuntamiento del s. XVI (renacentista, soportalado, torrecilla defensiva, ventana plateresca) y una iglesia del s. XV (Ntra Sra de la Asunción, antigua Colegiata, reformas s. XVII, bóvedas de crucería estrellada de ladrillo imitando a las anteriores de piedra, portada renacentista). En su interior, frente al altar, hay un sarcófago del s. IV que, según la tradición, guardó los restos de san Froylán, anacoreta que murió aquí con fama de santidad.

Es muy conocido su carnaval, muy antiguo, protagonizado por personajes como las trangas (disfraz masculino, pieles de macho cabrío, cornamentas y esquilas, larga vara), “l´onso” (oso), “l´amontato” (vieja símbolo de la fortaleza de la mujer que lleva al marido a cuestas), las madamas (doncellas, símbolo de pureza), en los que están representados los paganos ritos de fertilidad. La crítica a la sociedad y a sus malas actitudes aparece en el personaje de Cornelio Zorrilla, muñeco de paja que ha permanecido colgado en la fachada del Ayuntamiento durante las fiestas y que es quemado, después de un juicio, al terminarlas.

La población y sus alrededores sufrió especialmente durante la guerra civil española. En el Museo, numerosa documentación y material gráfico dan testimonio de lo ocurrido. El 29-3-1938, al caer Barbastro, la 43ª División se replegó a Ainsa y estableció el mando en Bielsa, comenzando en abril la evacuación de parte de la población. El 15 de mayo llegaron Negrín, Jefe de Gobierno de la República, y Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor, para arengar a los combatientes, pero los bombardeos de la aviación franquista y la ocupación de Plan, Gistaín y San Juan de Plan el 11 de junio, precipitó la retirada republicana replegándose hasta Bielsa. 


Foto: Santiago Noguero
El 13 de junio los franquistas llegaron hasta la línea de Tella y comenzaron intensos bombardeos. Tras una retirada escalonada, a las cuatro de la madrugada del 16 de junio pasó a Francia el último soldado republicano, final de un éxodo masivo de unas 5.000 personas. La lucha de la 43ª División, al mando de Antonio Beltrán, “el Esquinazau”, se convirtió en el símbolo de la resistencia y en ejemplo de organización de la sociedad civil. Es importante recordarlo, especialmente en este año en que se cumplen ochenta desde el suceso.


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