jueves, 13 de septiembre de 2018


Músicas en la antigüedad.


Arpa angular, Egipto, ss. X-VIII a.C., 
quizá hallada en Tebas.
El reto de esta exposición en CaixaForum es recorrer cuatro civilizaciones –Oriente, Egipto, Grecia y Roma- a través del hilo conductor de la música. Los vestigios conservados –instrumentos musicales, fragmentos de notaciones, múltiples representaciones de músicos- descubren que la música siempre estaba vinculada al poder y al servicio de lo sagrado, que sus efectos mágicos iban más allá del simple placer estético de la audición.

Jean-Léon Gérôme, Reciario llamando a filas o Gladiador tocando el cornu
Jean-Léon Gérôme, Anacreonte, Baco y el Amor, 
1848
Los intentos de algunos compositores, como Verdi, por desentrañar la música de la antigüedad nos dejó una serie de estereotipos del s. XIX que popularizó el cine en el s. XX. Así el arpa se asoció al mundo oriental y al erotismo, y aparece tanto en Egipto como en Grecia y Roma, para ilustrar la presencia de esclavos orientales. Otro ejemplo es el sonido de las trompas que sería la marca sonora de los ejércitos romanos.



El auge del humanismo en el Renacimiento se redescubre la música grecorromana, la expedición francesa a Egipto despierta la curiosidad, en el s. XIX nace la arqueología musical, en el s. XX se excava en Ur. De todos estos trabajos ha quedado el descubrimiento de instrumentos antiguos –las trompetas de Tuthankamón en Tebas, los címbalos en Susa, la lira “Elgin” en Atenas, etc.-, mejor conservados los de bronce, pero incluso, en el clima seco de Egipto, los de madera y piel.

En el ámbito de lo sagrado, la música es parte integrante del rito a través de los sacrificios, las procesiones y las fiestas religiosas, y se la considera intermediaria ya que a algunas divinidades de las asocia estrechamente con los sonidos: en Mesopotamia, el dios Ea inventa los encantamientos, las invocaciones mágicas; en Egipto, la diosa Hathor preside las fiestas al son del sistro y de la pandereta; en la civilización grecorromana, Apolo con su lira es el dios músico y poeta por excelencia.

Sarcófago de las Musas, 150-160, Roma. Euterpe con su tibia y Erato con su cítara.
En las ceremonias religiosas, la voz de los sacerdotes, los cantos y el sonido de los instrumentos marcan los momentos álgidos. La música sirve para establecer comunicación con los dioses, apaciguarlos y darles las gracias. Lo mismo sucede con el ceremonial del poder, donde la música marca el ritmo de los cortejos, campañas de guerra, cacerías, exaltación del soberano, etc.


El espíritu competitivo en Grecia promovió los certámenes musicales con calendarios precisos, como el famoso de Delfos. Roma intentó implantar este tipo de pruebas: Nerón fue un gran aficionado a cantar y tocar la cítara. El teatro, s. V a.C., emerge en Atenas como arte total en el que se mezclan drama, música y danza.


La música afecta a los sentidos y las sociedades antiguas creían en su poder para influir en el estado del cuerpo y del alma. Acompañaba a las personas en determinados momentos de su vida, permitía expresar emociones fuertes o violentas y tenía una dimensión mágica. Cantar significaba a veces “encantar” y la música servía para seducir: las Sirenas son la perdición de Ulises, Orfeo domina a la naturaleza con su voz y el sonido de su lira. En la seducción, música y sexualidad también van unidas.




La música está presente en el momento de la muerte animando el banquete funerario, honrando la memoria del muerto y ritmando las ceremonias y, según ciertas creencias, facilita el acceso del alma del difunto al más allá. Pero la muerte aísla al difunto de los ruidos de la vida: En Egipto, a Osiris, el dios que reina en el mundo de los muertos, también se le llama “señor del silencio”.

La música originó oficios. En la práctica se distingue claramente entre el músico amateur y el profesional, que ha seguido un aprendizaje de técnicas y gestos, transmite sus conocimientos y recibe una gratificación. También hay grandes diferencias entre las estrellas –soberanos y ciudades- y los simples ejecutantes –ritos, banquetes-. Algunas mujeres consiguen vivir de este arte. El oficio de lutier sólo se documenta en el mundo grecorromano, aunque está clara la habilidad en todos los casos.


La región mediterránea siempre ha sido un lugar de intercambio entre Oriente y Occidente. Los músicos se desplazaban en migraciones, certámenes musicales, misiones diplomáticas, etc., aunque no es éste el único medio de difusión de los instrumentos, puesto que se constata la existencia del arpa en el tercer milenio a.C., tanto en Egipto como en Oriente. En este diálogo entre civilizaciones tuvieron mucha importancia Chipre y Alejandría.




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