domingo, 16 de septiembre de 2018


Catedral de León: Vidrieras

No se puede entender este templo sin la magia de su luz. La desmaterialización a que ha llegado aquí el arte gótico, la reducción de los muros a su mínima expresión para ser sustituidos por vitrales coloreados es la esencia de esta catedral, conocida especialmente por las vidrieras que sujetan la piedra de la nave central y por los rosetones que reflejan el amor por la belleza de los que levantaron obra tan grande.






Para dar al templo esta mágica apariencia se dedicó mucho espacio a las vidrieras. Según las mediciones del arquitecto Demetrio de los Ríos hay 464 m2 en su parte baja, 282 en el triforio y 1.018 en la zona superior, que incluyen 134 ventanales y tres grandes rosetones. Esta superficie cobra mayor importancia debido a las dimensiones contenidas de la catedral. La mayor parte fueron construidas entre los ss. XIII y XVI y se conservan la mayoría. Durante los ss. XV y XVI fueron tapiados parte de los ventanales inferiores para dar mayor consistencia al edificio debido a sus problemas constructivos, pero fueron recuperados en las restauraciones de fines del s. XIX por Demetrio de los Ríos y Juan Bautista Lázaro, creando otros nuevos.

Se conserva el programa iconográfico original, de forma tripartita según el pensamiento de la sociedad medieval. El cielo son los ventanales altos o claristorio, con escenas bíblicas. La nobleza se representa en los ventanales medios o triforio, con escudos nobiliarios y eclesiásticos. La tierra está representada en los ventanales inferiores de las naves laterales, con representaciones vegetales y tareas mundanas que realizaban los hombres “pecheros”.





La luz influye en la temática de las ventanas altas. En el lado Norte, con menos luz, la temática es la del Antiguo Testamento –aún no han conocido la luz de Cristo- y los tonos son más fríos, mientras que en el lado Sur, más luminosos, presentan colores más cálidos al representar el Nuevo Testamento. En el triforio –representaciones de escudos reales y nobiliarios, además de ciudades españolas- se tapiaron algunas ventanas durante la Edad Moderna, aunque fueron recuperadas a finales del s. XIX.




Según los momentos constructivos, las vidrieras pueden clasificarse en tres épocas principales: góticas (ss. XIII-XV, la mayoría destacando las de la parte alta, pequeños trozos de cristal de colores que se componían y emplomaban), renacentistas (s. XVI, primera mitad, es pintura sobre vidrio más que una composición, destacan las capillas de la girola y la de Santiago) y neogóticas (fin s. XIX, durante las grandes restauraciones, imitación del estilo gótico, la mayoría del triforio, las partes inferiores de las naves laterales, el rosetón del Sur).




Algunas más destacadas son la llamada “la cacería” (por los jinetes y hombres armados que se ven, que procede de un palacio real, vida cortesana del s. XIII, otras escenas representando ciencias como la alquimia, relacionada con los constructores de catedrales), Simón el Mago (de temática profana), reyes (especialmente Alfonso X el Sabio), las rosas situadas en las capillas del ábside, el gran rosetón occidental (La Virgen con el Niño rodeado por doce ángeles, fin s. XIII, restaurado fin s. XIX), el “árbol de Jesé” (enfrente del anterior, en el centro del ábside, representa el árbol genealógico de Cristo, naturaleza humana que funde el Antiguo y el Nuevo Testamento), rosetón del lado Norte (Cristo rodeado de doce rayos de luz y doce músicos, Pantocrátor, identificación de Cristo con el astro Sol, la luz verdadera).

Al margen de la incidencia de la meteorología, el orden de iluminación es el ábside (este), con el “árbol de Jessé”, las naves durante el día y el rosetón occidental (imagen de la Virgen María, la Reina, la verdadera protagonista de toda la catedral). Es la búsqueda de la belleza a través del juego de la luz en esta catedral, de alma de cristal, que es un pulso a la gravedad. La luz colorea de teología la piedra gótica, el sentido salvador de tanta historia sobre piedra y color.






Tres rosetones, tres rosas, símbolo mariano de la pureza como culminación del arte gótico en las catedrales. El rosetón de la fachada principal es el corazón de León, con la Virgen sentada con el Niño en un trono, que muestra la conciencia de otra época, lo celeste y la tierra, lo universal y lo particular.




Esta grandiosidad de los vitrales hizo que la pintura quedara desplazada hasta el s. XV: una piedad con influencia italiana en el trasaltar, muy cerca un ecce-homo, una tabla al temple sobre el martirio de san Erasmo en el brazo norte del crucero. El maestro más importante fue Nicolás Francés, autor del retablo del altar mayor (sustituido por otro barroco en el s. XVIII, obra de Narciso Tomé, autor del transparente de la catedral de Toledo). También son suyas las pinturas murales de las paredes del claustro y el martirio de san Sebastián en la capilla de santa Teresa.



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