Santiago de Peñalba.
Los cristianos que conservaron su religión tras la
conquista musulmana fueron llamados mozárabes, “los que adoptan las costumbres de los árabes”. Al desaparecer la
permisividad y la tolerancia hacia sus cultos, algunos huyeron hacia el norte,
hacia los territorios reconquistados, buscando protección. Varios de esos
mozárabes estuvieron en El Bierzo, como lo atestigua, además de esta iglesia,
la de Santo Tomás de las Ollas, cerca
de Ponferrada.
Para ver esta joya del mozárabe leonés hay que adentrarse
en lo más profundo del Valle del Silencio, escondido entre los pliegues de los Montes Aquilanos, en recóndito lugar
escogido por los numerosos ermitaños que vinieron en los siglos IX y X
alejándose del mundo. En este monasterio se sucedieron hasta dieciséis abades,
tres de los cuales, Urbano, Fortis y Estebas, alcanzaron la santidad. A
mediados del s. XII falleció el último de los abades claustrales y fue
descomponiéndose el cenobio hasta desaparecer en el s. XIII, mientras que en el
cercano monasterio de San Pedro de Montes, también refundado por Genadio, la
vida se alargó hasta el s. XIX.
La iglesia se construía en el 937, a la vez que el primer califa de al-Andalus, Abderramán III, levantaba Medina Azahara, "la ciudad brillante". Quizá maestros mozárabes llevaron al norte esa influencia que se amalgamó con rasgos autóctonos, de los que cabe señalar la herencia visigoda/bizantina -arco de herradura y cúpula central-, romana -planta basilical- y elementos celtas -símbolos solares y astrales en el exterior-.
La iglesia es de sencilla apariencia externa, sin nada que llame la atención a primera vista, con la pared de la espadaña separada del templo y elevándose sobre los tejados de pizarra, pero ya la puerta de acceso nos pone en antecedentes de lo que nos espera en el interior. Tiene doble arco de herradura -arcos geminados- que se apoya en tres columnas de mármol rematadas por capiteles corintios.
El interior es original. Tiene planta de cruz latina, pero una nave con dos sacristías a los lados del crucero, con cúpula gallonada. Dominan los arcos de herradura, uno de los cuales divide la nave en dos partes y los otros se abren a los ábsides, de los que hay dos, o un ábside y un contraábside, aspecto poco habitual. El segundo parece seguir una antigua tradición de la arquitectura religiosa y, orientado al sol poniente, tenía una función funeraria, era un espacio dedicado a los muertos, como Genadio, aquí enterrado. Los dos ábsides refieren un ciclo de muerte y resurrección.
Durante años estuvieron ocultos por los revocos aplicados, pero se han descubierto restos de pintura mural decorativa, una interesante policromía. Del mismo modo, en el yeso hay una serie de grafitos, de arañazos, como un elefante, que suponen un mensaje de hombres de otro tiempo. Aquí estuvo la cruz de Peñalba, joya regalada al monasterio por el rey Ramiro II en el 940, que tenía los brazos de la cruz como símbolos las letras Alfa y Omega -en referencia a los conceptos de principio y fin-, que se convirtió en el símbolo de El Bierzo y que se guarda en el museo de León.
Volvemos al exterior para ver la puerta norte y la larga inscripción en una de las jambas. En el mismo lado hay un pequeño espacio cubierto con acceso de doble arco de medio punto. En el muro sur hay algo muy interesante: se trata de la "piedra de la cacería", una extraña piedra colocada sobre una ventana. Para el investigador David Gustavo López se trata "de un petroglifo con varios signos inscritos: dos antropomorfos en una escena que parece de caza, motivos vegetales, cruces y, de nuevo, un círculo solar con una cruz griega inscrita. Pero esta piedra no es el único petroglifo del templo. Dentro del suelo de la nave central hay otro más, con la forma de varios círculos concéntricos". Lo interesante de todo esto es que "el sol, el día del solsticio de invierno -alrededor del 25 de diciembre-, incide a las doce horas sobre esta "piedra de la cacería" y sus rayos atraviesan la ventana para alcanzar exactamente el petroglifo del interior, funcionando como un auténtico reloj solar que señala con total precisión el solsticio de invierno".
Las religiones emergentes, bien por influencia cultural o para facilitar la conversión, asimilaban elementos de cultos anteriores, y esta iglesia parece preservar un emplazamiento ritual relacionado con el culto al sol. Según David Gustavo López, "su promotor Salomón, discípulo de San Genadio, sin duda quiso preservar y envolver con un templo cristiano un lugar de culto al Sol, proveniente de una religión heliolátrica que él mismo profesaba". Estos petroglifos de aspecto neolítico, lo mismo que las espirales solares y símbolos astrales en el alero exterior, plantean interrogantes que no se pueden responder.
Otra curiosidad son las "piezas de San Genadio", de origen mozárabe, que datan de los siglos IX-X, y que son las piezas de ajedrez más antiguas de Europa. Al parecer, el eremita era aficionado a este juego. Se trata de cuatro piezas talladas en cuerno de cabra, con un diseño muy simple, adornadas con rayitas paralelas verticales y grupos de círculos.
La iglesia se construía en el 937, a la vez que el primer califa de al-Andalus, Abderramán III, levantaba Medina Azahara, "la ciudad brillante". Quizá maestros mozárabes llevaron al norte esa influencia que se amalgamó con rasgos autóctonos, de los que cabe señalar la herencia visigoda/bizantina -arco de herradura y cúpula central-, romana -planta basilical- y elementos celtas -símbolos solares y astrales en el exterior-.
La iglesia es de sencilla apariencia externa, sin nada que llame la atención a primera vista, con la pared de la espadaña separada del templo y elevándose sobre los tejados de pizarra, pero ya la puerta de acceso nos pone en antecedentes de lo que nos espera en el interior. Tiene doble arco de herradura -arcos geminados- que se apoya en tres columnas de mármol rematadas por capiteles corintios.
El interior es original. Tiene planta de cruz latina, pero una nave con dos sacristías a los lados del crucero, con cúpula gallonada. Dominan los arcos de herradura, uno de los cuales divide la nave en dos partes y los otros se abren a los ábsides, de los que hay dos, o un ábside y un contraábside, aspecto poco habitual. El segundo parece seguir una antigua tradición de la arquitectura religiosa y, orientado al sol poniente, tenía una función funeraria, era un espacio dedicado a los muertos, como Genadio, aquí enterrado. Los dos ábsides refieren un ciclo de muerte y resurrección.
Durante años estuvieron ocultos por los revocos aplicados, pero se han descubierto restos de pintura mural decorativa, una interesante policromía. Del mismo modo, en el yeso hay una serie de grafitos, de arañazos, como un elefante, que suponen un mensaje de hombres de otro tiempo. Aquí estuvo la cruz de Peñalba, joya regalada al monasterio por el rey Ramiro II en el 940, que tenía los brazos de la cruz como símbolos las letras Alfa y Omega -en referencia a los conceptos de principio y fin-, que se convirtió en el símbolo de El Bierzo y que se guarda en el museo de León.
Volvemos al exterior para ver la puerta norte y la larga inscripción en una de las jambas. En el mismo lado hay un pequeño espacio cubierto con acceso de doble arco de medio punto. En el muro sur hay algo muy interesante: se trata de la "piedra de la cacería", una extraña piedra colocada sobre una ventana. Para el investigador David Gustavo López se trata "de un petroglifo con varios signos inscritos: dos antropomorfos en una escena que parece de caza, motivos vegetales, cruces y, de nuevo, un círculo solar con una cruz griega inscrita. Pero esta piedra no es el único petroglifo del templo. Dentro del suelo de la nave central hay otro más, con la forma de varios círculos concéntricos". Lo interesante de todo esto es que "el sol, el día del solsticio de invierno -alrededor del 25 de diciembre-, incide a las doce horas sobre esta "piedra de la cacería" y sus rayos atraviesan la ventana para alcanzar exactamente el petroglifo del interior, funcionando como un auténtico reloj solar que señala con total precisión el solsticio de invierno".
Las religiones emergentes, bien por influencia cultural o para facilitar la conversión, asimilaban elementos de cultos anteriores, y esta iglesia parece preservar un emplazamiento ritual relacionado con el culto al sol. Según David Gustavo López, "su promotor Salomón, discípulo de San Genadio, sin duda quiso preservar y envolver con un templo cristiano un lugar de culto al Sol, proveniente de una religión heliolátrica que él mismo profesaba". Estos petroglifos de aspecto neolítico, lo mismo que las espirales solares y símbolos astrales en el alero exterior, plantean interrogantes que no se pueden responder.
Otra curiosidad son las "piezas de San Genadio", de origen mozárabe, que datan de los siglos IX-X, y que son las piezas de ajedrez más antiguas de Europa. Al parecer, el eremita era aficionado a este juego. Se trata de cuatro piezas talladas en cuerno de cabra, con un diseño muy simple, adornadas con rayitas paralelas verticales y grupos de círculos.
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